Estoy disfrutando del mejor sexo oral de mi vida, cuando escucho a otra pareja entrar al cubículo contiguo. Sus risas y su calentura empiezan a incomodarme. No sé si sea eso o el estar pensando en aquella chica maleducada. Ana sigue tan caliente y yo a punto de enfriarme cual témpano de hielo.
—Aquí no puedo concentrarme —aparto a Ana de mi pene, acomodándome aprisa el pantalón. La pequeña gitana suelta un gran suspiro de resignación y se aleja para acomodar sus prendas.
—¿Qué diablos te pasa? —interroga enojada.
—No puedo hacerlo cuando ellos —señalo el cubículo siguiente donde los jadeos y gritos se hacen cada segundo más incontenibles— parecen estar filmando una escena porno.
—Disfrutan el momento —me aclara Ana— y tú —levanta mi polo y lo estrella en mi pecho, muy enojada— tienes la mente en otro lado.
—No sé qué me sucede —me coloco el polo.
—Estás perdiendo tu oportunidad conmigo.
—Lo sé.
—¡Carajo! —grita— Nadie me ha despreciado de esta manera —abre la puerta del baño y sale furiosa.
—¡Ana!, espera. Sé que la cita no ha resultado ser como querías, pero...
—¡Olvídalo! De todos modos, odio las fiestas de disfraces. Y no esperes que te lleve a casa, Romeo —expresa.
—Eso también lo entiendo —acaricio su rostro delicado.
—Sin embargo, esperaré tu llamada. No suelo hacer esto, pero contigo haré una excepción —me guiña un ojo.
—Gracias. La próxima vez…
—Dejaremos que pase —me sonríe.
Ana Paula sale del baño primero. Espero un momento para hacer lo mismo, mientras tanto cubro mis oídos para no sufrir tanto con los gemidos placenteros exagerados de la otra pareja. No hace falta imaginarse lo que pasa dentro, la posición de sus piernas, los gritos y el piso brillante me dan una buena vista de lo que ocurre. Miro el reloj y salgo del lugar, encontrándome con Roger, que me saluda con una gran sonrisa en el rostro, esperando detalles de mi apasionado encuentro.
— ¿Cómo está el tigre esta noche? —me pregunta Roger con una sonrisa pícara.
—Decepcionado —respondo con sinceridad.
— ¿Por qué? Ana Paula está diez de diez. Y hace rato te vi echando fuego con ella —insiste, mostrando curiosidad.
—Digamos que me equivoqué de chica. Ana Paula acaba de llegar y también la cagué con ella. Bueno, la pareja que entró después lo echó a perder —explico, sintiendo la frustración revoloteando en mi mente.
— ¡Espera! Desde cuándo pierdes la concentración ante un monumento como Ana. ¿Y cómo está eso, de que hay otra chica con el mismo disfraz? —me pregunta, visiblemente intrigado.
—Es una larga historia, vayamos por un trago al club y te cuento todo —le digo, palmeando su hombro y conduciéndolo hacia la salida.
—¿No vamos a permanecer en la fiesta? He visto a un par de bombones por ahí que... —comienza a decir, pero lo interrumpo.
—No debo quedarme aquí —explico rápidamente—, porque Carlos querrá presentarme a su cita y entonces esto se podría poner feo.
—¿Por qué? —pregunta, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa.
—Porque la besé en el baño.
—¿Qué? —exclama, ahora completamente desconcertado—. Aclárame el panorama porque no estoy entendiendo nada.
—¡Vámonos! —le indico, señalando la salida—. Te cuento todo en el club.
Abandonamos la fiesta cuando apenas empezaba, en una de las mejores discotecas de la ciudad; Sutton Club. Sin duda fueron las bailarinas exóticas el mejor toque que se me pudo haber ocurrido y ahora tenía que dejarlas para salir huyendo sin contemplar sus mejores pasos.
Antes de salir del local, por alguna extraña razón mis ojos la buscaron a ella y no descansaron hasta encontrarla, pude verla con mi hermano, se veía sonriente y Carlos muy emocionado, no había visto ese brillo en su mirada hace muchos años.
—¿Qué tanto miras? — interroga Roger deteniéndose para mirar en la misma dirección.
—Nada— lo tomo del brazo para sacarlo de la fiesta.
—Así que ella es la famosa rompecorazones— sonríe —. No está tan mal.
—Déjate de pendejadas y vámonos al club, necesito de esas diosas curvilíneas, estoy dispuesto a olvidarme hasta de mi nombre.
—¡Santo cielo! Sí que debió dejarte impresionado esa mujer. Desde cuándo tan interesado en morir entre los brazos de alguna desconocida mientras bebes en exceso.
—No sería la primera vez— le respondo.
—Tienes razón.
Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.—
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias
Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
(Esteban)¡No puede ser posible! ¿Acaso es un Déjà vu? Ella camina hacia el baño y mientras la observo pasar, sonríe, destellando todo el lugar como si fuese un ángel. Todo a su alrededor se congela, el tiempo se ha detenido y lo curioso de todo es que la música de fondo sigue corriendo y es muy agradable, acorde con lo que estoy sintiendo al verla otra vez. Abandono mi sitio en el salón y voy tras ella como atraído por su magnetismo. Llego al corredor y está frente a mí, esperándome. Me llama sensualmente moviendo su dedo índice.—Hola, Esteban —me dice con esa voz dulce que me eriza la piel.Me acerco sonriendo.“¡Carajo! Estoy hecho un manojo de nervios.”Mi corazón se acelera y su mirada hipnótica, tras ese antifaz, elevan mis deseos. Detengo mis pasos justo a unos centímetros de su boca.—Así que regresaste —manifiesto, ahogándome con ese perfume dulce que emana y me hace cerrar los ojos, para aspirarlo aún más.Lentamente, acerco mi cara a la suya deslizando mi mano sobre su nuc
Tras unos segundos en shock por aquel sueño, miro hacia la mesa de noche, son casi las nueve de la mañana “¡Mierda!” me digo saliendo rápido de la cama para dirigirme al baño, aún con la erección presente en mi entrepierna. Esperando que, con el baño de agua fría, desaparezca.Después bajo a desayunar, ya todos estaban en la mesa, como cada fin de semana.—Buen día, tío — pronuncia la pequeña Fernanda al verme aparecer.—Buenos días, princesa — me acerco para dejar un beso en su frente — buen día, querida familia — me dirijo a Carlos y a mi madre.—Creí que no te despertarías — pronuncia mi madre, muy seria.Camino hacia mi lugar y dejo un beso en su frente.—No podría dejarte desayunar sola, sé cuánto me quieres, madre — le digo con una gran sonrisa.—Llegaste casi a las cinco de la mañana, ¿Dónde estabas? — Interroga ella con su característica frialdad.—Es necesario que responda madrecita, la niña está presente. — Dejo ver una ligera sonrisa. Ya tiene idea de por dónde iba mi comen
—¿Vas a casarte, papi? — interroga Fernanda.—Aún es prematuro decirlo, cariño — responde Carlos — Primero debemos conocernos, luego presentarla a la familia y pedirle que sea mi novia.—¿Ya no quieres a mi mami?—Claro que quiero a tu mamá. Solo que… ella ya no está.—Pero va a regresar. No puedes estar con otra, mamá se pondrá muy triste. — insiste la pequeña.—Ratona — le digo — recuerdas el cuento que te leí hace unos días.—Sí, tío — responde.—Mamá está allá en el cielo, cuidándote, cuidándonos a todos, es un ángel… — le digo—Que guía nuestro camino — sonríe ella.—Así es. Ella está feliz protegiéndote, sonríe contigo, vive contigo y cada día se hace más fuerte por el amor que brota de tu corazón. Pero ella también necesita que papá esté feliz, porque eso agranda sus alas y las fortalece para protegerlos — le digo sin ver que mi madre y mi hermano me observan.—Sí, tío — vuelve a sonreír y a poner sus ojos en su plato. Carlos me sonríe y susurra “gracias”. Mamá, por el contrari