Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.
Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.
—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.
—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.
— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.
—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.
—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.
Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.
—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.
—No es linda, es una chica sin atributos, grosera, muy mal hablada y golpea fuerte.
—Pero aun así te impresionó tanto que no has dejado de sonreír cada vez que la mencionas— Refiere.
—Son ideas tuyas, Roger.
—Quizás. ¿Y qué pasará si ella se convierte en la novia de Carlos? ¿Qué crees que diga él cuando se entere de que por poco te la comes en el baño?
—En primer lugar, fue una equivocación, segundo no es seguro que se enamoren y tercero — pienso unos segundos— tienes razón, creo que me enamoré de ella.
—Estás condenado. No puedes desear a la mujer de tu hermano— Aclara Roger.
—Carlos lleva años evitando enamorarse, no considero que esta noche sea la excepción.
—Tú lo hiciste y tienes novia — se sonríe de manera burlona.
—El que mis padres la hayan elegido a Milena para casarse conmigo, no la convierte en mi novia. Y volviendo al tema de Carlos, te diré que mi hermano ha conocido mejores candidatas y no ha encontrado a la mujer indicada.
—Tú igual y mírate ahora, con los ojitos resplandecientes como estrellas, como un jovencito en su primera cita. Nunca creí que llegaría tan pronto el momento de presenciar al gran Esteban Martinelli, enamorándose a primera vista — se carcajea.
—Búrlate, que llegará también tu día— le advierto.
—Eso es complicado, amigo—Responde Roger, levantando el vaso para beber.
—Pues si sigues siendo virgen, lo tuyo es misión imposible.
—No es preciso que lo digas delante de ellas —mira a las bailarinas.
—¿Por qué temes perder tu integridad antes del matrimonio?
—¡Ya basta! —me da un golpe en el hombro—Aún no ambiciono hacerlo, es todo ¿Algún problema con ello?
—No te juzgo si todavía no decides salir del closet — murmuro, en tanto sonrío.
Roger y yo continuamos nuestra conversación entre risas y tragos, aunque en el fondo sabía que sus palabras tenían algo de verdad. ¿Qué pasaría si Ana Paula y mi hermano formalizaban su relación? La idea me incomodaba, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se aferraba a la posibilidad de que no fuera así.
—No soy gay — se altera— me gustan las mujeres. Solo que no puedo hacerlo, es todo. Eso no es pecado, es precaución.
—Cálmate, no juzgo tu opción sexual.
—¡Ya basta!, tema cerrado — bebe un trago— y volviendo a tu asunto ¿Qué piensas hacer si Carlos y ella esta noche formalizan?
—Es inasequible que suceda, mi hermano es recatado.
—Pero donde pone el ojo, pone la bala y ella, amigo mío, ya está en su mira. Digamos que, en el peor de los casos, Carlos y ella se enamoren y se hagan novios oficiales ¿Qué harías, te meterías en su relación?
—¿Qué te sucede? Pareces un entrevistador de un programa de farándula.
—Es mera curiosidad.
— Únicamente si ella siente lo mismo por Carlos, me haría a un lado. De lo contrario, usaré mis armas para conquistarla.
—¿Y crees que un beso robado sea suficiente para que ella te elija, mi amigo?
—Lo sentí, Roger. Lejos de lo que dijera y las bofetadas que me dio, correspondió a mis besos —dejo un suspiro— sentimos lo mismo, su mirada se conectó con la mía.
—Como digas. Pero deberías ir borrándotela de la cabeza. Ya estás siendo cursi.
—Preciso apagar este fuego en alcohol.
—Supuse que dirías que con estas diosas de carne y hueso.
—No tengo ganas de ir a la cama con ninguna de ellas.
—Ahora te pareces a mí— se ríe mientras choca su vaso con el mío.
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias
Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si
(Esteban)¡No puede ser posible! ¿Acaso es un Déjà vu? Ella camina hacia el baño y mientras la observo pasar, sonríe, destellando todo el lugar como si fuese un ángel. Todo a su alrededor se congela, el tiempo se ha detenido y lo curioso de todo es que la música de fondo sigue corriendo y es muy agradable, acorde con lo que estoy sintiendo al verla otra vez. Abandono mi sitio en el salón y voy tras ella como atraído por su magnetismo. Llego al corredor y está frente a mí, esperándome. Me llama sensualmente moviendo su dedo índice.—Hola, Esteban —me dice con esa voz dulce que me eriza la piel.Me acerco sonriendo.“¡Carajo! Estoy hecho un manojo de nervios.”Mi corazón se acelera y su mirada hipnótica, tras ese antifaz, elevan mis deseos. Detengo mis pasos justo a unos centímetros de su boca.—Así que regresaste —manifiesto, ahogándome con ese perfume dulce que emana y me hace cerrar los ojos, para aspirarlo aún más.Lentamente, acerco mi cara a la suya deslizando mi mano sobre su nuc
Tras unos segundos en shock por aquel sueño, miro hacia la mesa de noche, son casi las nueve de la mañana “¡Mierda!” me digo saliendo rápido de la cama para dirigirme al baño, aún con la erección presente en mi entrepierna. Esperando que, con el baño de agua fría, desaparezca.Después bajo a desayunar, ya todos estaban en la mesa, como cada fin de semana.—Buen día, tío — pronuncia la pequeña Fernanda al verme aparecer.—Buenos días, princesa — me acerco para dejar un beso en su frente — buen día, querida familia — me dirijo a Carlos y a mi madre.—Creí que no te despertarías — pronuncia mi madre, muy seria.Camino hacia mi lugar y dejo un beso en su frente.—No podría dejarte desayunar sola, sé cuánto me quieres, madre — le digo con una gran sonrisa.—Llegaste casi a las cinco de la mañana, ¿Dónde estabas? — Interroga ella con su característica frialdad.—Es necesario que responda madrecita, la niña está presente. — Dejo ver una ligera sonrisa. Ya tiene idea de por dónde iba mi comen
—¿Vas a casarte, papi? — interroga Fernanda.—Aún es prematuro decirlo, cariño — responde Carlos — Primero debemos conocernos, luego presentarla a la familia y pedirle que sea mi novia.—¿Ya no quieres a mi mami?—Claro que quiero a tu mamá. Solo que… ella ya no está.—Pero va a regresar. No puedes estar con otra, mamá se pondrá muy triste. — insiste la pequeña.—Ratona — le digo — recuerdas el cuento que te leí hace unos días.—Sí, tío — responde.—Mamá está allá en el cielo, cuidándote, cuidándonos a todos, es un ángel… — le digo—Que guía nuestro camino — sonríe ella.—Así es. Ella está feliz protegiéndote, sonríe contigo, vive contigo y cada día se hace más fuerte por el amor que brota de tu corazón. Pero ella también necesita que papá esté feliz, porque eso agranda sus alas y las fortalece para protegerlos — le digo sin ver que mi madre y mi hermano me observan.—Sí, tío — vuelve a sonreír y a poner sus ojos en su plato. Carlos me sonríe y susurra “gracias”. Mamá, por el contrari
Mientras escucho las palabras de mi hermano, una mezcla de emociones me invade. El interés que siento por Jenny se entrelaza con la frustración y el dolor de saber que mi hermano también la desea. Cada palabra sobre cómo Jenny es diferente y especial hace que mi corazón se encoja. Pero debo ocultar mis sentimientos, debo apoyar a mi hermano, aunque en el fondo sé que estoy perdiendo a la mujer que me gusta.—Ni lo menciones. Creo que a mamá le da igual lo que haga por Fernanda.Las palabras me salen amargamente. Mi voz tiembla con una mezcla de resentimiento y tristeza que no puedo ocultar.—No digas eso, mamá te quiere mucho.Mi hermano intenta consolarme, pero sus palabras parecen no alcanzar. La frustración en mi pecho se intensifica.—Claro que no. Desde que papá murió, dejé de ser su hijo.La desesperanza en mi voz es evidente. Mi hermano me mira con tristeza, intentando entender mi dolor.—No seas tan duro contigo mismo. Mamá también ha sufrido.—Lo dices porque no estás en mi l