Capítulo 7

Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.

Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.

—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.

—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.

— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.

—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.

—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.

Empiezo a reír.

—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.

—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.

—No es linda, es una chica sin atributos, grosera, muy mal hablada y golpea fuerte.

—Pero aun así te impresionó tanto que no has dejado de sonreír cada vez que la mencionas— Refiere.

—Son ideas tuyas, Roger.

—Quizás. ¿Y qué pasará si ella se convierte en la novia de Carlos? ¿Qué crees que diga él cuando se entere de que por poco te la comes en el baño?

—En primer lugar, fue una equivocación, segundo no es seguro que se enamoren y tercero — pienso unos segundos— tienes razón, creo que me enamoré de ella.

—Estás condenado. No puedes desear a la mujer de tu hermano— Aclara Roger.

—Carlos lleva años evitando enamorarse, no considero que esta noche sea la excepción.

—Tú lo hiciste y tienes novia — se sonríe de manera burlona.

—El que mis padres la hayan elegido a Milena para casarse conmigo, no la convierte en mi novia. Y volviendo al tema de Carlos, te diré que mi hermano ha conocido mejores candidatas y no ha encontrado a la mujer indicada.

—Tú igual y mírate ahora, con los ojitos resplandecientes como estrellas, como un jovencito en su primera cita. Nunca creí que llegaría tan pronto el momento de presenciar al gran Esteban Martinelli, enamorándose a primera vista — se carcajea.

—Búrlate, que llegará también tu día— le advierto.

—Eso es complicado, amigo—Responde Roger, levantando el vaso para beber.

—Pues si sigues siendo virgen, lo tuyo es misión imposible.

—No es preciso que lo digas delante de ellas —mira a las bailarinas.

—¿Por qué temes perder tu integridad antes del matrimonio?

—¡Ya basta! —me da un golpe en el hombro—Aún no ambiciono hacerlo, es todo ¿Algún problema con ello?

—No te juzgo si todavía no decides salir del closet — murmuro, en tanto sonrío.

Roger y yo continuamos nuestra conversación entre risas y tragos, aunque en el fondo sabía que sus palabras tenían algo de verdad. ¿Qué pasaría si Ana Paula y mi hermano formalizaban su relación? La idea me incomodaba, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se aferraba a la posibilidad de que no fuera así.

—No soy gay — se altera— me gustan las mujeres. Solo que no puedo hacerlo, es todo. Eso no es pecado, es precaución.

—Cálmate, no juzgo tu opción sexual.

—¡Ya basta!, tema cerrado — bebe un trago— y volviendo a tu asunto ¿Qué piensas hacer si Carlos y ella esta noche formalizan?

—Es inasequible que suceda, mi hermano es recatado.

—Pero donde pone el ojo, pone la bala y ella, amigo mío, ya está en su mira. Digamos que, en el peor de los casos, Carlos y ella se enamoren y se hagan novios oficiales ¿Qué harías, te meterías en su relación?

—¿Qué te sucede? Pareces un entrevistador de un programa de farándula.

—Es mera curiosidad.

— Únicamente si ella siente lo mismo por Carlos, me haría a un lado. De lo contrario, usaré mis armas para conquistarla.

—¿Y crees que un beso robado sea suficiente para que ella te elija, mi amigo?

—Lo sentí, Roger. Lejos de lo que dijera y las bofetadas que me dio, correspondió a mis besos —dejo un suspiro— sentimos lo mismo, su mirada se conectó con la mía.

—Como digas. Pero deberías ir borrándotela de la cabeza. Ya estás siendo cursi.

—Preciso apagar este fuego en alcohol.

—Supuse que dirías que con estas diosas de carne y hueso.

—No tengo ganas de ir a la cama con ninguna de ellas.

—Ahora te pareces a mí— se ríe mientras choca su vaso con el mío.

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