Mi amiga levanta solamente la mano y se pierde entre los asistentes. Me siento mareada por las luces, la sofocación va en aumento y mi corazón se acelera más por el temor de una cita a ciegas en un lugar como ese.
“¿Cómo es que me dejé convencer? Debo buscar el baño y mojarme la cabeza. Pero ¿dónde puede estar?”
Respirando intranquila, me abro paso entre los asistentes hasta que puedo localizar el famoso cartelito. Camino en esa dirección sintiendo una inquietud incontrolable en mi corazón.
“¡Carajo! ¿Por qué no habré frecuentado antes estos sitios? Me siento como un bicho raro. Es un ambiente normal y común, por así decirlo. No hay de qué temer.”
Dejo salir una sonrisa nerviosa y, como si nada pasara, avanzo entre las parejas que bailan y se besan por todos lados, haciéndome sentir más incómoda. Qué alivio siento al llegar al pequeño corredor de los servicios higiénicos. Me arreglo un poco la falda y doy unos pasos ingresando, cuando de pronto, alguien me toma del brazo y me lleva hacia la pared. No tengo tiempo de reaccionar, solo siento cómo mi corazón se paraliza del miedo.
—¡Pensé que nunca llegarías! —me susurra una voz masculina, tan sexy antes de cubrir mi boca con sus labios cálidos.
Sin poder reaccionar ante el inesperado beso, únicamente siento un escalofrío recorrerme entera, deteniendo mi corazón y el tiempo. Esos labios malditamente suaves y cálidos saborean los míos con gran pasión. Mi respiración se agita y los ojos se cierran por impulso, mientras disfruto de esa lengua traviesa que causa una explosión en mi boca.
De repente, me veo sometida ante un aprovechado que, aferrado a mi cuerpo, sigue besándome y acariciando mis muslos con destreza y delicadeza, haciéndome temblar de excitación incontrolable. Mi sexo se humedece y palpita de deseo por aquel atrevido extraño. Nunca antes he sentido tanto placer. Mis piernas tiemblan y mi cuerpo se relaja, dándole permiso para poseerme. Su perfume me hipnotiza y cierro los ojos para disfrutar de ese beso sensacional, flotando en el mismo cielo y aferrándome al cuerpo de aquel extraño. Al fin, luego de unos segundos, logro reaccionar.
Con un pequeño empuje, lo aparto y rápidamente le doy un rodillazo en la entrepierna, como último recurso para debilitarlo. Él se aparta adolorido.
— ¿Qué diablos te sucede, Ana Paula? —expresa doblando un poco el cuerpo con las manos en la entrepierna.
— ¿Quién diablos es Ana Paula? —Interrogo un poco sofocada y con los labios aún palpitantes, levantándome el antifaz.
— ¡Carajo! —me mira pasmado, como deslumbrándose por mi mirada, o por la manera de confundirme con otra.
—¿Qué tanto me miras?
—No sabía que... ¿Y por qué llevas su disfraz?
— ¿Qué te importa? —Trato de alejarme.
—Pues me importa —vuelve a tomarme del brazo haciéndome estremecer—, porque Ana Paula es mi cita.
— ¿Y a la primera te lanzas a besarla? ¡Qué asco! —Aparto su mano.
— ¿Asco? ¡Acaso no te gustó! —Sonríe volviéndome a tomar del brazo.
— ¡Suéltame! —En una sacudida me libero— ¡No, no me gustó!
—Podrás decir lo que quieras, pero me pareció que lo disfrutaste mucho —vuelve a ponerme contra la pared—. Esa mirada fuerte me descontrola y al mismo tiempo lo llena de vida.
—¿Disfrutar? ¡Por favor! He recibido mejores besos.
—Estoy dispuesto a seguir practicando.
— ¡Perfecto! —Lo aparto— Cuando tengas experiencia me buscas.
Vuelve a dar unos pasos lejos, pero de un tirón vuelve a ponerme entre sus brazos.
—Ya que sabes tanto, ¿quieres ser mi maestra? —sonríe.
—Vete al infierno —lo aparto—. Tengo mejores cosas que hacer que hablar contigo.— ¿Como qué?
—Ir al baño, por ejemplo.
—Si no tienes pareja, puedo hacerte compañía, mi bella gitana —se quita el antifaz y peina sus cabellos.
Un simple gesto que acelera mi pulso cardiaco.
“El maldito pervertido es tan sexi, con esa tentadora mirada que hace crecer mi excitación. Esos labios provocadores que tienen el control de tener el tiempo. ¡No! ¡No puede gustarme!”
—Gracias, ya tengo pareja — respondo, intentando no doblegarme ante sus encantos.— ¿Y cómo se llama? Digo, Para ir buscándolo. Entre tanta gente de clase debe haber uno que no encaje — sonríe.Ver esa sonrisa pintada en su rostro me provoca suspiros involuntarios, pero también una enorme rabia, por la manera de expresarse.—Se llama Carlos y es hermano del estúpido que hizo esta horrenda fiesta — le informo.Cuando ese nombre entra por los oídos del extraño, su sonrisa de niño bobo desaparece por un segundo. Pero sigue sacándome de mis casillas.— ¡Mira pues! Y yo que esperaba conocer a un monumento curvilíneo como acompañante del gran Carlos Martinelli; una diosa, ya sabes, una de esa mujer llena de atributos que te dejan tuerto de tanto mirar —suspira largamente, mientras muerde su labio inferior.— ¿Qué quieres decir?—Que eres fea, amargada y pues no veo esos enormes melones apetecibles, ni trasero redondo —dice mirándome de arriba abajo mientras sus manos se mueven.Sin pensarlo
(Esteban)Sigo riendo, incapaz de contenerme, mientras reflexiono sobre el divertido y peculiar incidente de haber besado accidentalmente a la cita de Carlos."Fue un error, eso está claro. Nadie puede culparme por un simple malentendido. No estoy traicionando a nadie, fue un suceso fortuito, pero extraordinariamente placentero y emocionante. ¿Por qué decidieron intercambiar disfraces? Aunque debo admitir que estoy agradecido por ello. Hay algo especial en ella, algo que va más allá de su belleza, algo que acelera mi corazón y despierta suspiros en mi pecho. ¡Dios mío! No debería sentirme atraído, no puedo permitirlo. Ella y Carlos... Quién sabe qué sucederá entre ellos esta noche. Pero es inevitable que me sienta intrigado por esta mujer que parece arder con fuego en su interior."Con un suspiro, intento recuperar la calma y estoy a punto de retirarme, cuando mi atención se centra en el antifaz de la dulce gitana que yace en el suelo. Su presencia me recuerda que este encuentro accid
Estoy disfrutando del mejor sexo oral de mi vida, cuando escucho a otra pareja entrar al cubículo contiguo. Sus risas y su calentura empiezan a incomodarme. No sé si sea eso o el estar pensando en aquella chica maleducada. Ana sigue tan caliente y yo a punto de enfriarme cual témpano de hielo.—Aquí no puedo concentrarme —aparto a Ana de mi pene, acomodándome aprisa el pantalón. La pequeña gitana suelta un gran suspiro de resignación y se aleja para acomodar sus prendas.—¿Qué diablos te pasa? —interroga enojada.—No puedo hacerlo cuando ellos —señalo el cubículo siguiente donde los jadeos y gritos se hacen cada segundo más incontenibles— parecen estar filmando una escena porno.—Disfrutan el momento —me aclara Ana— y tú —levanta mi polo y lo estrella en mi pecho, muy enojada— tienes la mente en otro lado.—No sé qué me sucede —me coloco el polo.—Estás perdiendo tu oportunidad conmigo.—Lo sé.—¡Carajo! —grita— Nadie me ha despreciado de esta manera —abre la puerta del baño y sale fu
Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.—
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias
Miro de reojo a Amelia unos segundos y luego lo miro a él. Tengo miedo, ni en mis mejores sueños me vi al lado de un hombre como él. Es demasiado bueno para ser real. Un hombre tan importante y con miles de mujeres muchísimo más hermosas e influyentes, quiera una nueva cita conmigo.—Si me dejas reacomodar mi agenda, quizás pueda…—Sería genial— corta mis palabras —. Cuando estés con tiempo disponible, puedes llamarme— me entrega una tarjeta.—Puedes prestarme tu teléfono un segundo.—Sí, por supuesto— Se apresura a entregármelo.Escribo mi número y se lo devuelvo.—Mi número personal, puedes llamarme a partir de las seis hasta las nueve. En otro horario me sería imposible responderte.—Entiendo. Gracias — se acerca para dejar un beso en la mejilla y por unos segundos giramos la cara en la misma dirección. Sonrojada y nerviosa, me congelo cuando toca mi rostro para dejar ese ansiado beso. Cierro los ojos un segundo y dejo escapar un pequeño suspiro. Quizás porque ese aroma tan varonil
—No te molestes conmigo. La culpa es tuya, por contar los sucesos de tal manera que me dejas intrigada, necesito detalles de ese papacito. Y de ese grandioso beso, que estoy segura, no fue casualidad.Pero le cierro la puerta en las narices. Sin embargo, eso no detiene la curiosidad de mi amiga, que sigue acribillándome con preguntas tontas. Bueno, me siento estúpida al sentir lo que siento por ese imbécil. ¡Ay! Estoy odiándome tanto por seguir excitándome, como si nadie nunca me haya besado como él lo hizo. Bueno, así es, pero no debo. Es pervertido, grosero. No debo dejar que mis bajos instintos sucumban en este torbellino imaginario de placer, que nunca más volverá a repetirse.Me lavo la cara y al salir del baño, lo primero que hago es levantar la mano para frenar el interrogatorio de mi amiga.—Ya es tarde, quiero dormir —le digo, levantando la mano para detener sus preguntas, mientras camino de vuelta a la habitación.—¡Por favor! —suplica Amelia, uniéndolas manos—. Solo dime si