(Jenny)
Después de un día agotador en la universidad, regresé a casa para encontrar a mi amiga doblada de risa en mi habitación. Al entrar, la vi de pie frente al espejo, vestida como policía, al parecer.— ¿Qué haces vestida así? ¿Te has adelantado a Halloween? —pregunté.
—Es mi disfraz para la fiesta de esta noche. Dijiste que iríamos —respondió entre risas. ¿No es genial? Deberías ver el tuyo.
— ¿De qué estás hablando? No mencionaste ningún disfraz. ¿Lo omitiste a propósito?
—¡No! simplemente lo olvidé.
—Mientes —cruzé los brazos.
—Si te lo hubiera mencionado, ni siquiera habrías considerado ir. Eres tan aburrida y anticuada.
—No soy aburrida. Solo que...
—Tienes miedo de probar cosas nuevas. Una fiesta de disfraces es lo mejor que nos puede pasar en esta época del año. Nos saca de la rutina. Además, el disfraz que te han enviado es más decente y sexy —dijo mientras se acercaba a una caja sobre la cama para que lo viera por mí misma.
Dejé un suspiro escapar y me acerqué a ella, apartando los papeles y tomando una túnica semi transparente entre sus manos.
—Oh no, ¿qué se supone que es esto? —pregunté sorprendida.
—El disfraz de Cleopatra.
Amelia apenas podía hablar por las carcajadas incontrolables.
— ¿Crees que voy a usar esto? Dile a tu amigo Carlos que se vaya a paseo y que no somos unas exhibicionistas —dejé caer el vestido en la caja—. Si quieres ir, eres libre de hacerlo, pero yo no voy a mostrar el trasero —cerré la tapa de la caja y salí de la habitación.
Las risas de Amelia cesaron y me siguió hasta la cocina. Estaba furiosa.
—No pensé que te molestaría tanto usar un disfraz —dijo mi amiga—. Yo lo tomé con humor —se tambaleó un poco con esas botas negras de tacón alto.
—Por lo menos a ti no se te ve el trasero —comenté sirviéndome un vaso de agua.
—Si quieres usar el mío, no hay problema. Te quedaría mucho mejor, no sabes lo que sufrí para entrar en esta blusa ajustada, ¡con este cuerpazo! —Se golpeó el abdomen—. ¿Qué dices? ¿Intercambiamos? Siempre he deseado ser Cleopatra por una noche y tener los ojos de todos los hombres puestos en este cuerpecito caribeño.
—Suena tentador, pero ni tú ni yo usaremos esto. Si queremos ir a la fiesta, iremos a nuestra manera. Si le gusta, genial. Si no, que se meta su invitación por donde no le llega el sol —respondí molesta.
—Vaya genio que tienes. ¿Tuviste un mal día en la universidad? —preguntó Amelia.
—El peor. El maldito profesor de álgebra me está volviendo loca.
—Nadie dijo que sería fácil estudiar Ingeniería de Sistemas e Informática.
—Ni me lo recuerdes.
— ¿Entonces siempre te quedarás con mi disfraz? —preguntó Amelia.
—Iremos a alquilar uno. Conozco una tienda cerca. Aún no es temporada, pero supongo que la señora podría hacer una excepción.
—Como quieras.
La decepción en el rostro de mi amiga no me desanima. No pienso mostrar mi cuerpo a un extraño en la primera cita.
—Ve a quitarte eso, salimos en diez minutos —le advierto mientras camino hacia el baño.
Por supuesto, no pensaba en las posibles consecuencias de esa osada idea. Salimos inmediatamente hacia la tienda y, un par de horas después, encontramos algo adecuado: una pirata y una gitana.
—No es por nada, pero estos no son nada elegantes. Si quieres que todos te miren, lo vas a conseguir —susurra Amelia.
—A mí me gustan y, considerando el elevado precio de alquiler, diría que están a la par con los disfraces "finos" de la fiesta —respondo.
—Lo que quiero decir es que son poco sexis, demasiado cubiertos. Es como si llevara un cartel que dijera "soy virgen".
—Estás exagerando. Solo tienes que decir que quieres el disfraz de pirata —le digo mientras se lo entrego.
—Gracias, preciosa —sonríe Amelia.
Regresamos a casa a tiempo para arreglarnos y estar listas para matar, como dice Amelia muy animada.—Lo que sí usaremos de la caja será el antifaz; está muy hermoso y al parecer todos usarán uno igual —le comunico.Unos minutos después, tomamos un taxi en la esquina del edificio para ir a esa tan ansiada fiesta.—No entiendo por qué los disfraces, no estamos en carnavales ni en Halloween.—Caprichos de niño rico —responde Amelia—. Y con esto no digo que Carlos lo sea. Fue idea de su hermano menor organizar una fiesta como esta —sonríe—. Tiene la ilusión de encontrar en todas esas chicas misteriosas la media naranja que complemente la vida de Carlos. Sin embargo, lo que no sabe es que aquí ya está su futura esposa.—Amelia, el amor no funciona así. Los dos deberían saberlo. No estoy interesada en un noviazgo, mucho menos en un matrimonio —la miro seria y luego suelto una carcajada.—Cuando lo conozcas, te derretirás de amor. Carlos es tan dulce, amable, sincero, sencillo, carismático
Mi amiga levanta solamente la mano y se pierde entre los asistentes. Me siento mareada por las luces, la sofocación va en aumento y mi corazón se acelera más por el temor de una cita a ciegas en un lugar como ese.“¿Cómo es que me dejé convencer? Debo buscar el baño y mojarme la cabeza. Pero ¿dónde puede estar?”Respirando intranquila, me abro paso entre los asistentes hasta que puedo localizar el famoso cartelito. Camino en esa dirección sintiendo una inquietud incontrolable en mi corazón.“¡Carajo! ¿Por qué no habré frecuentado antes estos sitios? Me siento como un bicho raro. Es un ambiente normal y común, por así decirlo. No hay de qué temer.”Dejo salir una sonrisa nerviosa y, como si nada pasara, avanzo entre las parejas que bailan y se besan por todos lados, haciéndome sentir más incómoda. Qué alivio siento al llegar al pequeño corredor de los servicios higiénicos. Me arreglo un poco la falda y doy unos pasos ingresando, cuando de pronto, alguien me toma del brazo y me lleva ha
—Gracias, ya tengo pareja — respondo, intentando no doblegarme ante sus encantos.— ¿Y cómo se llama? Digo, Para ir buscándolo. Entre tanta gente de clase debe haber uno que no encaje — sonríe.Ver esa sonrisa pintada en su rostro me provoca suspiros involuntarios, pero también una enorme rabia, por la manera de expresarse.—Se llama Carlos y es hermano del estúpido que hizo esta horrenda fiesta — le informo.Cuando ese nombre entra por los oídos del extraño, su sonrisa de niño bobo desaparece por un segundo. Pero sigue sacándome de mis casillas.— ¡Mira pues! Y yo que esperaba conocer a un monumento curvilíneo como acompañante del gran Carlos Martinelli; una diosa, ya sabes, una de esa mujer llena de atributos que te dejan tuerto de tanto mirar —suspira largamente, mientras muerde su labio inferior.— ¿Qué quieres decir?—Que eres fea, amargada y pues no veo esos enormes melones apetecibles, ni trasero redondo —dice mirándome de arriba abajo mientras sus manos se mueven.Sin pensarlo
(Esteban)Sigo riendo, incapaz de contenerme, mientras reflexiono sobre el divertido y peculiar incidente de haber besado accidentalmente a la cita de Carlos."Fue un error, eso está claro. Nadie puede culparme por un simple malentendido. No estoy traicionando a nadie, fue un suceso fortuito, pero extraordinariamente placentero y emocionante. ¿Por qué decidieron intercambiar disfraces? Aunque debo admitir que estoy agradecido por ello. Hay algo especial en ella, algo que va más allá de su belleza, algo que acelera mi corazón y despierta suspiros en mi pecho. ¡Dios mío! No debería sentirme atraído, no puedo permitirlo. Ella y Carlos... Quién sabe qué sucederá entre ellos esta noche. Pero es inevitable que me sienta intrigado por esta mujer que parece arder con fuego en su interior."Con un suspiro, intento recuperar la calma y estoy a punto de retirarme, cuando mi atención se centra en el antifaz de la dulce gitana que yace en el suelo. Su presencia me recuerda que este encuentro accid
Estoy disfrutando del mejor sexo oral de mi vida, cuando escucho a otra pareja entrar al cubículo contiguo. Sus risas y su calentura empiezan a incomodarme. No sé si sea eso o el estar pensando en aquella chica maleducada. Ana sigue tan caliente y yo a punto de enfriarme cual témpano de hielo.—Aquí no puedo concentrarme —aparto a Ana de mi pene, acomodándome aprisa el pantalón. La pequeña gitana suelta un gran suspiro de resignación y se aleja para acomodar sus prendas.—¿Qué diablos te pasa? —interroga enojada.—No puedo hacerlo cuando ellos —señalo el cubículo siguiente donde los jadeos y gritos se hacen cada segundo más incontenibles— parecen estar filmando una escena porno.—Disfrutan el momento —me aclara Ana— y tú —levanta mi polo y lo estrella en mi pecho, muy enojada— tienes la mente en otro lado.—No sé qué me sucede —me coloco el polo.—Estás perdiendo tu oportunidad conmigo.—Lo sé.—¡Carajo! —grita— Nadie me ha despreciado de esta manera —abre la puerta del baño y sale fu
Después de unos minutos, llegamos a Casanova club. Puede decirse que somos conocidos, no es difícil conseguir una zona Vip con los mejores cuerpos de Colombia.Pedimos unas copas y mientras nos deleitábamos con las chicas bailando, le cuento a Roger sobre la cita de Carlos y el intercambio de disfraces, que provocó este inesperado altercado.—Si no me lo cuentas, no lo creo — dice Roger.—Te juro que ambas se parecen tanto, aún más sin el antifaz, pero son tan diferentes— pienso un momento en ese beso — Al igual que su manera de besar.— ¿Por qué de repente estás sonriendo Esteban? Estás poniendo cara de idiota— cuestiona Roger.—Por nada en especial, solo recordaba los cariñitos que me dio esa chica.—Debieron ser ricos, porque traes esa cara de tonto, que hace mucho no te veía. Que me late que te enamoraste.Empiezo a reír.—No pasa nada, únicamente me pareció gracioso la manera en que nos conocimos— le informo.—Claro, no siempre uno tiene la dicha de besar a una mujer tan linda.—
(Carlos)Después de unas horas en tan buena compañía, bailando y riendo como nunca pensé volver a hacerlo, me doy cuenta de que he encontrado a la mujer indicada para volver a amar. Jenny es una chica dulce, sincera, emprendedora, con grandes deseos de crecer. A pesar de las adversidades, siempre mantiene su sonrisa y es muy positiva. Nunca creí conocer a alguien como ella, una mujer hecha y derecha a su corta edad. Lo más impresionante es que dice lo que cree sin miedo al qué dirán. Sería la madre perfecta para Fernanda.—¿En qué piensas? —interroga Jenny—. Llevas unos minutos mirando a la nada, ¿te estoy aburriendo?—¡No! Para nada. Solo que me parece mentira tener una cita diferente después de tantos años.—Estoy dudando de ello, no puedo creer que Carlos Martinelli no haya salido con alguna mujer estos años de soltero.—He tenido citas, no lo niego, pero especiales, solo dos: la primera que tuve con mi esposa y esta; contigo.—¡Diablo! Harás que me sonroje —dice ella, cubriéndose
(Jenny)Grave error, la malvada de mi amiga se levanta y no me deja entrar, cierra la puerta y pone seguro.—Gracias, amiga, tengo mucho sueño. No creo que te importe ir adelante — se recuesta sobre los asientos.—¡Amelia! —expreso entre dientes, muy nerviosa.No es que me desagrade su compañía a mi lado, pero eso es ponerme presión y alertará a Carlos sobre mi desesperación en tener un novio.— Ve por el Tigre, sin miedo — Exclama.“¡Mierda!” susurro, antes de caminar a la parte delantera. Sintiendo que me sonrojo hasta las orejas admirando a Carlos al pie de la puerta abierta.“¡Qué vergüenza! Seguro piensa que estoy desesperada por tener algo con él. Cuando no es así”.—No te importa si… —susurro.—Por supuesto que no. Es un verdadero placer — me dice con esa sonrisa tan linda en sus labios.Es un largo camino hasta San Pablo. Solo me queda ponerme cómoda y aceptar una nueva charla con mi encanto Romeo. Carlos no es tan aburrido, no tan descarrilado como su hermano, a quien gracias