Ella es mía, Hermano
Ella es mía, Hermano
Por: Deyssi
Capítulo 1

(Jenny)

Después de un día agotador en la universidad, regresé a casa para encontrar a mi amiga doblada de risa en mi habitación. Al entrar, la vi de pie frente al espejo, vestida como policía, al parecer.

— ¿Qué haces vestida así? ¿Te has adelantado a Halloween? —pregunté.

—Es mi disfraz para la fiesta de esta noche. Dijiste que iríamos —respondió entre risas. ¿No es genial? Deberías ver el tuyo.

— ¿De qué estás hablando? No mencionaste ningún disfraz. ¿Lo omitiste a propósito?

—¡No! simplemente lo olvidé.

—Mientes —cruzé los brazos.

—Si te lo hubiera mencionado, ni siquiera habrías considerado ir. Eres tan aburrida y anticuada.

—No soy aburrida. Solo que...

—Tienes miedo de probar cosas nuevas. Una fiesta de disfraces es lo mejor que nos puede pasar en esta época del año. Nos saca de la rutina. Además, el disfraz que te han enviado es más decente y sexy —dijo mientras se acercaba a una caja sobre la cama para que lo viera por mí misma.

Dejé un suspiro escapar y me acerqué a ella, apartando los papeles y tomando una túnica semi transparente entre sus manos.

—Oh no, ¿qué se supone que es esto? —pregunté sorprendida.

—El disfraz de Cleopatra.

Amelia apenas podía hablar por las carcajadas incontrolables.

— ¿Crees que voy a usar esto? Dile a tu amigo Carlos que se vaya a paseo y que no somos unas exhibicionistas —dejé caer el vestido en la caja—. Si quieres ir, eres libre de hacerlo, pero yo no voy a mostrar el trasero —cerré la tapa de la caja y salí de la habitación.

Las risas de Amelia cesaron y me siguió hasta la cocina. Estaba furiosa.

—No pensé que te molestaría tanto usar un disfraz —dijo mi amiga—. Yo lo tomé con humor —se tambaleó un poco con esas botas negras de tacón alto.

—Por lo menos a ti no se te ve el trasero —comenté sirviéndome un vaso de agua.

—Si quieres usar el mío, no hay problema. Te quedaría mucho mejor, no sabes lo que sufrí para entrar en esta blusa ajustada, ¡con este cuerpazo! —Se golpeó el abdomen—. ¿Qué dices? ¿Intercambiamos? Siempre he deseado ser Cleopatra por una noche y tener los ojos de todos los hombres puestos en este cuerpecito caribeño.

—Suena tentador, pero ni tú ni yo usaremos esto. Si queremos ir a la fiesta, iremos a nuestra manera. Si le gusta, genial. Si no, que se meta su invitación por donde no le llega el sol —respondí molesta.

—Vaya genio que tienes. ¿Tuviste un mal día en la universidad? —preguntó Amelia.

—El peor. El maldito profesor de álgebra me está volviendo loca.

—Nadie dijo que sería fácil estudiar Ingeniería de Sistemas e Informática.

—Ni me lo recuerdes.

— ¿Entonces siempre te quedarás con mi disfraz? —preguntó Amelia.

—Iremos a alquilar uno. Conozco una tienda cerca. Aún no es temporada, pero supongo que la señora podría hacer una excepción.

—Como quieras.

La decepción en el rostro de mi amiga no me desanima. No pienso mostrar mi cuerpo a un extraño en la primera cita.

—Ve a quitarte eso, salimos en diez minutos —le advierto mientras camino hacia el baño.

Por supuesto, no pensaba en las posibles consecuencias de esa osada idea. Salimos inmediatamente hacia la tienda y, un par de horas después, encontramos algo adecuado: una pirata y una gitana.

—No es por nada, pero estos no son nada elegantes. Si quieres que todos te miren, lo vas a conseguir —susurra Amelia.

—A mí me gustan y, considerando el elevado precio de alquiler, diría que están a la par con los disfraces "finos" de la fiesta —respondo.

—Lo que quiero decir es que son poco sexis, demasiado cubiertos. Es como si llevara un cartel que dijera "soy virgen".

—Estás exagerando. Solo tienes que decir que quieres el disfraz de pirata —le digo mientras se lo entrego.

—Gracias, preciosa —sonríe Amelia.

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