Ana
Camino entre el césped, mirando uno que otro nombre, flores y árboles alrededor. El cielo estaba brillando en lo más alto, la brisa nos abrazaba.
Me detengo frente a él. Su nombre en chino, así como su nombre en español, estaba marcado en esa lápida de mármol.
Cinco años después de su muerte, aún seguía viniendo en su aniversario luctuoso, veníamos mejor dicho.
Al año de la muerte de John, Hudson y yo habíamos decidido casarnos, mis padres finalmente viajaron para conocer a su nieta, para conocer a mi esposo y a su familia. Había cambiado mi apellido a Bennett y Gianella estaba incluida, Hudson y yo nos habíamos compenetrado tan bien, que rara vez teníamos discusiones. Gianella empezó a crec
AnaMucha gente me ha definido en estos seis años como una obsesionada de la disciplina y del control. Y es la verdad. Este mundo necesita de disciplina y organización para poder hacer las cosas bien, muy bien o simplemente perfecto. Lo mío es:Perfecto. —Señora Lombardi, el proveedor ha informado que llegará diez minutos antes para revisar los detalles antes de entrar a la presentación—afirmo con mi cabeza sin mirarla. Estoy llenando una solicitud muy importante. Necesitaba pasar por un riguroso sistema de esta y esperar la respuesta, si la aceptaban o no. Podría contratar una persona de tiempo completo y por más nombre que tuviera, fama o dinero…para todos es igual. — ¿Es todo? —pregunto mientras la mujer sigue de pie con su tableta abrazada a su cuerpo.&n
AnaFLASHBACK• — ¡Mírame a los ojos! —Santiago sostenía mi rostro que estaba cubierto de lágrimas, intenté separarme de él, pero era fuerte. Yo una débil. Una hoja seca a punto de desmoronarse en sus manos. — ¡Santiago suéltame! ¡Me lastimas! —su rostro estaba totalmente transformado por la ira. — ¡Dime que eres sólo mía! — sus palabras me hicieron sentir más terror del que ya tenía. — ¡Eres el socio de mi padre! —mi voz temblaba. Podía sentir su aliento en mi rostro. — ¡Dilo! —cerré los ojos fuerteme
Ana Las manos me tiemblan. ¡Esto no está pasando! ¡No! ¡No! Tenía que salir inmediatamente de aquí. Llamo a mi asistente, y aviso que no regresaría el resto de la tarde. Salgo como si nada, pero por dentro estoy aterrada. Miro a los lados, en búsqueda de alguna señal de vigilancia. Pero todos están concentrados en sus áreas. El corazón lo puedo escuchar a toda revolución en mis oídos. Phillipe está de pie en la acera del edificio esperándome con la puerta abierta del auto y el rostro serio. —A casa, lo más rápido posible. —afirma rápido y cierra mi puerta. Las manos se van a mi rostro con ansiedad, terror y confusión al mismo tiempo. ¿Santiago está vivo? ¡Es qu
Hudson Mis labios recorrían ansiosamente esa piel pálida, y su aroma de nuevo quedaba impregnada en mi piel. Los delicados dedos que acariciaban mi pecho desnudo, era uno de sus movimientos que me hechizaba. Sus labios entreabiertos en total éxtasis, gimiendo, entregándose a mí, una y otra vez hasta llegar el amanecer. Gritaba en pleno clímax, una y otra vez, hasta dejarla casi en un estado inconsciente. No hablamos mucho, era una de sus reglas, y el maldito antifaz se interponía entre los dos. No me dejaba terminar de recordar su hermoso rostro. Sus manos tomaban mi cabello cuando me deslizaba hasta su vientre bajo. Se arqueó necesitada, y eso me llenaba. Era a mí a quien deseaba esa noche, esa madrugada, y rogaría por el amanecer. —Dame otra noche—dije seguro de mí mismo. Pero ella solo cerr&
Ana—Ya está listo los puntos de vigilancia, más el nuevo personal que has contratado, tienes cubierto todo—John, está de brazos cruzados observando todas las cámaras de seguridad frente a mí. —Muy bien, gracias, John. No sé qué haría sin tu ayuda—sonrío a medias. Mi obsesión por proteger a Gianella es inmensa. Es lo que hace una madre, proteger con uñas y dientes a su cría. —Se encuentra todo protegido, Ana. — sonríe para darme una pizca de seguridad. Hago un movimiento con mi barbilla para afirmar. —Gracias. Almorzamos. Gianella ya está con Estefany…—no es una pregunta. John niega divertido. —Muero de hambre—y salimos al comedor quien Estefany ya tiene tod
AnaFLASHBACK Recién cumpliría en unos días mis dieciocho años. Era una excelente hija, excelente estudiante y amiga. La lealtad hacia mi mejor y única amiga, no se discutía. Me habían criado con principios y valores, el significado de la amistad era un tesoro, siempre y cuando no existiera la hipocresía y la mentira. Vivía en un pueblo llamado Mansfield, en un lugar cerca de Italia. En este pueblo, toda la gente se conocía, y abundaba la paz. Mi familia, era una de las más adineradas de los alrededores, inclusive de Italia. Pero nosotros éramos felices en este pueblo. Nunca se derrochaba el dinero delante de la gente, ni se presumía nada del estatus que cargaba la familia. Modestos, sencillos y discretos. Mi padre era dueño de una de las mejores teleras de la región, exportaba la
Ana El día de mi cumpleaños dieciocho conocería a Santiago Coppola. Uno de los empresarios más poderosos de todo Europa.Ese mismo día se hizo socio de mi padre, Alessandro Ferrera, en la empresa de la familia. Aún no nos conocíamos, pero esa noche empezaría la obsesión de él... hacia mí. —Deja presentarte a mi Ana—la voz de mi padre la escuché mientras abría su puerta del despacho, y yo me dirigía al jardín con mi mejor amiga. Habíamos preparado algo para festejar solo nosotras dos, mi madre dormía, ya que el medicamento la descansaba. Y mi padre estaba en su despacho. — ¿Tienes una hija? —alcancé a escuchar su voz cargada de sorpresa. —Sí, una. Hoy cumple
AnaLlegaba el fin de semana. Estaba de pie, en el espejo de cuerpo completo. Mi madre junto a otras mujeres de servicio, me ayudaban a acomodar el vestido. Tenía el vestido blanco que mi madre había confeccionado, con esa tela especial. El corazón se me partía en pequeños pedazos, al no poder gritar todo, y salir huyendo. Pero estaban mis padres primero que todo, no podía dejarlos en la ruina, y mi madre sin su ayuda médica. — ¡Estás hermosa hija! —dijo mi madre al borde de las lágrimas. El vestido se ajustaba a mis curvas, y resaltaba los pechos. Era discreto y elegante a la vez. El velo estaba colgando de un moño hecho a la perfección en mí nunca, y caía junto a lo largo con la cola de mi vestido. —Gracias...—contesté en voz baja, y sin dejar de mirar es