Ana
—Maletín, portafolio y el nuevo móvil—John me informa mientras subimos al elevador del hotel Jumeirah At Etihad Towers. La ansiedad por saber de mi hija, no me deja pensar en nada.
—Quiero llamar a Hudson, ¿Me facilitas el número? —pregunto a John, él afirma. Entramos a la suite principal, la habitación más cara. No había encontrado mi asistente una más sencilla, según la ocupación, el hotel está lleno.
John deja a mi asistente en la habitación continua, él y tres de seguridad vienen con nosotros. Incluyendo a Phillips. Pido que me dejen sola y les informo que no quiero interrupciones, a menos que fuese muy importante. Miro mi reloj y marca las 7:25 pm, comienzo a contar las horas en mi mente, serían las 11:15 am. Suelto el aire que
Hudson Miro de nuevo los resultados de ADN de Gianella, estoy congelado en mi lugar. Caleb está frente a mí sentado en el sillón individual y al lado está Mía; hace dos horas había terminado de hablar con John donde le cuento todo lo sucedido. Ahora, aquí estoy confirmando que Gianella…es mi hija. No estoy seguro como, pero sé qué pelaría por ellas. Por qué se han vuelto ahora parte de mi vida. Pero algo me carcome por dentro, ¿Ana sabe que yo soy el padre? ¿O simplemente nunca se ha enterado? ¿O sea ha enterado Santiago y por eso quiere hacerle daño? Cierro mis ojos mientras arrugo el documento en mis manos. —Tranquilo, Hudson. —abro mis ojos y las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. Caleb se preocupa y se levanta a toda pris
Ana Mi corazón late frenéticamente, había hablado con John, acerca de decirle la verdad. John había perdido a su esposa y a su hija de diez años hace tiempo atrás, antes de haberse unido a las fuerzas aéreas de china. John…sabía a la perfección lo que es perder a un ser amado, después de la llamada con Hudson, había quedado en un momento de seriedad. “Tienes vivo al padre de Gianella, sabes lo sucedido en el pasado, el hombre nos está ayudando sin saber que a quien está protegiendo es a su hija. He pensado detenidamente todo esto, desde que he descubierto que Hudson Bennett quien es en verdad, que es el hombre del cual te has enamorado años atrás, ahora, está presente. Cuando tengas la oportunidad que muchos no tienen, habla con la verdad.”
Ana Gianella corre por la playa, está Estefany haciendo castillos de arena mientras vigila a la niña. Estoy sentada en el banco de madera que está en el porche de la casa, el ruido de las olas me relaja por momentos, pero luego regresa la tensión, miles de cosas por mi cabeza. Cierro los ojos, hace unas horas que pudimos salir libremente de la casa, tenían que hacer revisión de cada rincón del aérea. Hudson había salido de la operación muy bien. La bala por poco perforaba un pulmón, le retiraron la bala y ahora esperaba el alta en unos días. Caleb seguía al mando de todo esto junto con John y Jeremy. Mía cuida de Hudson así como sus padres. Los padres aun no sabían de la verdadera situación, pero de lo que si estaban seguros es de que pasa algo, Caleb dice que son muy observadores y que tarde o temprano se en
Ana Camino entre el césped, mirando uno que otro nombre, flores y árboles alrededor. El cielo estaba brillando en lo más alto, la brisa nos abrazaba. Me detengo frente a él. Su nombre en chino, así como su nombre en español, estaba marcado en esa lápida de mármol. Cinco años después de su muerte, aún seguía viniendo en su aniversario luctuoso, veníamos mejor dicho. Al año de la muerte de John, Hudson y yo habíamos decidido casarnos, mis padres finalmente viajaron para conocer a su nieta, para conocer a mi esposo y a su familia. Había cambiado mi apellido a Bennett y Gianella estaba incluida, Hudson y yo nos habíamos compenetrado tan bien, que rara vez teníamos discusiones. Gianella empezó a crec
AnaMucha gente me ha definido en estos seis años como una obsesionada de la disciplina y del control. Y es la verdad. Este mundo necesita de disciplina y organización para poder hacer las cosas bien, muy bien o simplemente perfecto. Lo mío es:Perfecto. —Señora Lombardi, el proveedor ha informado que llegará diez minutos antes para revisar los detalles antes de entrar a la presentación—afirmo con mi cabeza sin mirarla. Estoy llenando una solicitud muy importante. Necesitaba pasar por un riguroso sistema de esta y esperar la respuesta, si la aceptaban o no. Podría contratar una persona de tiempo completo y por más nombre que tuviera, fama o dinero…para todos es igual. — ¿Es todo? —pregunto mientras la mujer sigue de pie con su tableta abrazada a su cuerpo.&n
AnaFLASHBACK• — ¡Mírame a los ojos! —Santiago sostenía mi rostro que estaba cubierto de lágrimas, intenté separarme de él, pero era fuerte. Yo una débil. Una hoja seca a punto de desmoronarse en sus manos. — ¡Santiago suéltame! ¡Me lastimas! —su rostro estaba totalmente transformado por la ira. — ¡Dime que eres sólo mía! — sus palabras me hicieron sentir más terror del que ya tenía. — ¡Eres el socio de mi padre! —mi voz temblaba. Podía sentir su aliento en mi rostro. — ¡Dilo! —cerré los ojos fuerteme
Ana Las manos me tiemblan. ¡Esto no está pasando! ¡No! ¡No! Tenía que salir inmediatamente de aquí. Llamo a mi asistente, y aviso que no regresaría el resto de la tarde. Salgo como si nada, pero por dentro estoy aterrada. Miro a los lados, en búsqueda de alguna señal de vigilancia. Pero todos están concentrados en sus áreas. El corazón lo puedo escuchar a toda revolución en mis oídos. Phillipe está de pie en la acera del edificio esperándome con la puerta abierta del auto y el rostro serio. —A casa, lo más rápido posible. —afirma rápido y cierra mi puerta. Las manos se van a mi rostro con ansiedad, terror y confusión al mismo tiempo. ¿Santiago está vivo? ¡Es qu
Hudson Mis labios recorrían ansiosamente esa piel pálida, y su aroma de nuevo quedaba impregnada en mi piel. Los delicados dedos que acariciaban mi pecho desnudo, era uno de sus movimientos que me hechizaba. Sus labios entreabiertos en total éxtasis, gimiendo, entregándose a mí, una y otra vez hasta llegar el amanecer. Gritaba en pleno clímax, una y otra vez, hasta dejarla casi en un estado inconsciente. No hablamos mucho, era una de sus reglas, y el maldito antifaz se interponía entre los dos. No me dejaba terminar de recordar su hermoso rostro. Sus manos tomaban mi cabello cuando me deslizaba hasta su vientre bajo. Se arqueó necesitada, y eso me llenaba. Era a mí a quien deseaba esa noche, esa madrugada, y rogaría por el amanecer. —Dame otra noche—dije seguro de mí mismo. Pero ella solo cerr&