Ana
—Ya está listo los puntos de vigilancia, más el nuevo personal que has contratado, tienes cubierto todo—John, está de brazos cruzados observando todas las cámaras de seguridad frente a mí.
—Muy bien, gracias, John. No sé qué haría sin tu ayuda—sonrío a medias. Mi obsesión por proteger a Gianella es inmensa. Es lo que hace una madre, proteger con uñas y dientes a su cría.
—Se encuentra todo protegido, Ana. — sonríe para darme una pizca de seguridad. Hago un movimiento con mi barbilla para afirmar.
—Gracias. Almorzamos. Gianella ya está con Estefany…—no es una pregunta. John niega divertido.
—Muero de hambre—y salimos al comedor quien Estefany ya tiene todo listo y está acomodando a Gianella.
—Gracias Estefany, huele delicioso—ella sonríe.
—Gracias señora Lombardi—entra a la cocina y nosotros tomamos asiento.
Es viernes por la noche, y tengo que ir a la empresa a los últimos arreglos para el evento de mañana. Estoy nerviosa, angustiada y algo distraída. Tenía que estar alerta por Santiago. No puede saber de la existencia de mi hija.
— ¡DIME DE QUIÉN ES! —su voz resonaba a lo lejos junto al dolor de cabeza que estaba a punto de estallar. El golpe que me había proporcionado segundos atrás había hecho que perdiera el control de mí. No podía visualizar a mí alrededor.Tenía miedo de lo que me iba hacer.
Ya muchas veces lo había conseguido. Tenía dos años casada con él, solo tenía 18 años cuando entré a este infierno, ahora con 20 años ya no recordaba un día que no tuviera miedo. Me aferré a mi vientre con ambas manos.
¡Por mi bebé!
Me tomó de mi cabello con fuerza y levantó mi rostro hacía el.
—SI TENGO QUE DESTROZARTE PARA CONSEGUIR EL MALDITO NOMBRE...LO HARÉ. —sus ojos verdes estaban ardiendo en furia, irá y decisión.
Tocaron la puerta, y sentí una pizca de alivio. Me soltó bruscamente sobre el sillón. Y se acercó a la puerta.
Mi mente empezó a buscar un escape. Vi en su escritorio su pluma favorita, y el pisapapeles.
Miré rápidamente y me lancé rápido por algo con que defenderme. Tenía opciones. Y una de esas era sobrevivir o dejar que me matara.
Escuché maldecir, y las voces de su mano derecha y jefe de seguridad: John Lee Wong.
Era el mejor. Artes marciales, y todo lo de defensa. Seguridad y Protección. Santiago confiaba en el con los ojos cerrados. Era su mejor arma para proteger el gran imperio que había conseguido. Era su mano derecha en todo. Y el mejor dinero invertido.
Estaba preparado para todo. Nunca estaba con la guardia baja. Siempre alerta.
— ¡No te metas! ¡Es mi esposa! — grito Santiago. Y azotó la puerta.
— ¡MALDITA SEA! —se acercó a mí rápido y me tomó del cuello y con sus dos manos me apretó con la finalidad de dejarme sin respiración. Sus dientes apretados, sus ojos clavados en los míos. Mis manos tomaron sus muñecas para detenerlo, pero era mucho más fuerte que yo.
—Die...—no pude decir más. Las lágrimas salieron, y algo en mí se activó. Bajé mi mano y debajo de mi muslo tomé su pisapapeles favorito bañado en oro.
— ¡Prefiero que me digan VIUDO, a que me señalen como un CORNUDO! —Dijo lleno de odio— Muere junto con tu bastardo.
La fuerza con la que mi mano se levantó fue impresionante. Sus ojos se abrieron de la sorpresa a mi movimiento. El apretón de sus manos sobre mi cuello se iba aflojando.
Su mano subió a su cabeza tocando la herida que había hecho el pisapapeles que se había estrellado contra su cabeza.
Solté un fuerte jadeo para tomar aire deprisa. Cayó de espaldas sobre la alfombra de su despacho.
La puerta se abrió golpeando la pared, y cerrada en segundos.
— ¡Mierda! —dijo John.Se acercó a Santiago quien tenía los ojos cerrados.
—Yo-yo me defendí. Él... Él iba a matarme—dije mientras estaba como ovillo en el sillón inundada de lágrimas y alterada.
—Calma, vi todo en las cámaras—dijo.
Se levantó y tomó su móvil.
Lo había matado.
Yo... ANA LOUISA FERRARA DE COPPOLA.
AnaFLASHBACK Recién cumpliría en unos días mis dieciocho años. Era una excelente hija, excelente estudiante y amiga. La lealtad hacia mi mejor y única amiga, no se discutía. Me habían criado con principios y valores, el significado de la amistad era un tesoro, siempre y cuando no existiera la hipocresía y la mentira. Vivía en un pueblo llamado Mansfield, en un lugar cerca de Italia. En este pueblo, toda la gente se conocía, y abundaba la paz. Mi familia, era una de las más adineradas de los alrededores, inclusive de Italia. Pero nosotros éramos felices en este pueblo. Nunca se derrochaba el dinero delante de la gente, ni se presumía nada del estatus que cargaba la familia. Modestos, sencillos y discretos. Mi padre era dueño de una de las mejores teleras de la región, exportaba la
Ana El día de mi cumpleaños dieciocho conocería a Santiago Coppola. Uno de los empresarios más poderosos de todo Europa.Ese mismo día se hizo socio de mi padre, Alessandro Ferrera, en la empresa de la familia. Aún no nos conocíamos, pero esa noche empezaría la obsesión de él... hacia mí. —Deja presentarte a mi Ana—la voz de mi padre la escuché mientras abría su puerta del despacho, y yo me dirigía al jardín con mi mejor amiga. Habíamos preparado algo para festejar solo nosotras dos, mi madre dormía, ya que el medicamento la descansaba. Y mi padre estaba en su despacho. — ¿Tienes una hija? —alcancé a escuchar su voz cargada de sorpresa. —Sí, una. Hoy cumple
AnaLlegaba el fin de semana. Estaba de pie, en el espejo de cuerpo completo. Mi madre junto a otras mujeres de servicio, me ayudaban a acomodar el vestido. Tenía el vestido blanco que mi madre había confeccionado, con esa tela especial. El corazón se me partía en pequeños pedazos, al no poder gritar todo, y salir huyendo. Pero estaban mis padres primero que todo, no podía dejarlos en la ruina, y mi madre sin su ayuda médica. — ¡Estás hermosa hija! —dijo mi madre al borde de las lágrimas. El vestido se ajustaba a mis curvas, y resaltaba los pechos. Era discreto y elegante a la vez. El velo estaba colgando de un moño hecho a la perfección en mí nunca, y caía junto a lo largo con la cola de mi vestido. —Gracias...—contesté en voz baja, y sin dejar de mirar es
Ana—Te quiero cerca de mí en todo momento Ana—dijo en un tono posesivo. —Santiago, vienen empresarios con sus esposas y quieres que haga lazos con ellas, ¿Cómo quieres que haga las cosas si quieres que esté pegada a ti las 12 horas de la fiesta? —dije fingiendo irritación. —Tienes razón, John te estará vigilando—dijo finalmente. Ajusté mi máscara a mi rostro. Pinté mis labios color rojo carmesí, ya estaba lista. Los cabellos rubios y ondulados caían sedosamente en mis hombros desnudos y pálidos. Era fiesta Victoriana. Todos cargaban pelucas según la época y sus antifaces. Mi vestido color negro resaltaba mi piel pálida, el rubio de mi cabello hacía la mejor de las combinaciones. Me negué a u
Ana —Tráeme algo de fruta pero que no sea nada de melón—le dije a la mujer que me atendía. — ¿Melón? ¿Desde cuándo no te gusta el melón? —mi madre me preguntó curiosa. —No lo sé, simplemente no tengo ganas de melón. Estoy hastiada de melón—y le daba una mordida a mi pan tostado sin mermelada. — ¿No le has puesto mermelada? —preguntó arqueando una ceja. —No tengo ganas de mermelada, lo quise así—dije irritada— ¿Qué es todo esto? ¿Ahora no puedo cambiar mi menú matutino? —mi madre sonrió. — ¡Calma! Solo que se me hace curioso hija...—dijo m
AnaActualidad...Paseo de un lado a otro, sumida en mis propios pensamientos, repasando una y otra vez la agenda, repasando la seguridad interne y externa de mi empresa, me vuelvo en dirección a mi escritorio al escuchar el sonido de un mensaje. El corazón late frenéticamente, me muerdo el labio, mi mano en mi cintura y luego mordisqueo mí pulgar. De nuevo el sonido de otro mensaje. —No vas a debilitarme, Santiago. No sé cómo has regresado, pero hoy soy más fuerte que ayer…—doy un brinco cuando suena el tono de llamada. Camino lentamente hasta el escritorio, estiro mi cuello para poder alcanzar a ver la pantalla, el alivio llega a mí cuando el nombre de JOHN aparece parpadeando. Deslizo el botón verde para contestar la llamada.¿Estás bien? ¿Por qué no ha
Ana — ¡Apura! —grito al chófer. El corazón late desbocado por el pánico, tengo terror de solo pensar que a Gianella le haya pasado algo. Marco al número de Estefany, pero no contesta, llamo a gerencia del edificio, pero tampoco. Estoy entrando en crisis… —Tranquila, tranquila, respira. —John intenta tranquilizarme, pero hasta que no vea a mi hija, no podré estar tranquila, me limpio las lágrimas, miro el tráfico, pero todo lo siento lento. Escucho a John decir algo, pero no presto atención, hasta que miro las luces de una ambulancia, luego las de las patrullas y finalmente distingo el carro de los bomberos, aún no termina de detenerse el auto, cuando brinco fuera. Entro entre la gente que está en ropa de dormir, lanzo una mirada a lo alto por si hay fuego, pero nada, escucho mi nombre a mi
Ana Lo primero que veo es el lugar de los servicios, miro a mi alrededor y no reconozco al equipo de seguridad. Vuelvo a llamarlo. —John, contesta. ¡Está aquí! —grito mirando a mi alrededor. Nadie me presta atención debido al ruido, los rayos de neón iluminan por momentos todo el espacio, luego aplausos. Me dirijo a los servicios, cruzo un largo pasillo y a toda prisa me meto en el de mujeres. Tiro del botón y comienzo a revisarlo, ¿Por qué no me escuchan? Cuando me vuelvo para regresar donde haya gente ya que está solitario el espacio, siento como mi sangre se drena de mi cuerpo. Es él. — ¿Dónde está tu seguridad, Ana? —se remanga las muñecas de su traje, trago saliva. Retrocedo hasta que mi espalda se estr