Ana
—Tráeme algo de fruta pero que no sea nada de melón—le dije a la mujer que me atendía.
— ¿Melón? ¿Desde cuándo no te gusta el melón? —mi madre me preguntó curiosa.
—No lo sé, simplemente no tengo ganas de melón. Estoy hastiada de melón—y le daba una mordida a mi pan tostado sin mermelada.
— ¿No le has puesto mermelada? —preguntó arqueando una ceja.
—No tengo ganas de mermelada, lo quise así—dije irritada— ¿Qué es todo esto? ¿Ahora no puedo cambiar mi menú matutino? —mi madre sonrió.
— ¡Calma! Solo que se me hace curioso hija...—dijo m
AnaActualidad...Paseo de un lado a otro, sumida en mis propios pensamientos, repasando una y otra vez la agenda, repasando la seguridad interne y externa de mi empresa, me vuelvo en dirección a mi escritorio al escuchar el sonido de un mensaje. El corazón late frenéticamente, me muerdo el labio, mi mano en mi cintura y luego mordisqueo mí pulgar. De nuevo el sonido de otro mensaje. —No vas a debilitarme, Santiago. No sé cómo has regresado, pero hoy soy más fuerte que ayer…—doy un brinco cuando suena el tono de llamada. Camino lentamente hasta el escritorio, estiro mi cuello para poder alcanzar a ver la pantalla, el alivio llega a mí cuando el nombre de JOHN aparece parpadeando. Deslizo el botón verde para contestar la llamada.¿Estás bien? ¿Por qué no ha
Ana — ¡Apura! —grito al chófer. El corazón late desbocado por el pánico, tengo terror de solo pensar que a Gianella le haya pasado algo. Marco al número de Estefany, pero no contesta, llamo a gerencia del edificio, pero tampoco. Estoy entrando en crisis… —Tranquila, tranquila, respira. —John intenta tranquilizarme, pero hasta que no vea a mi hija, no podré estar tranquila, me limpio las lágrimas, miro el tráfico, pero todo lo siento lento. Escucho a John decir algo, pero no presto atención, hasta que miro las luces de una ambulancia, luego las de las patrullas y finalmente distingo el carro de los bomberos, aún no termina de detenerse el auto, cuando brinco fuera. Entro entre la gente que está en ropa de dormir, lanzo una mirada a lo alto por si hay fuego, pero nada, escucho mi nombre a mi
Ana Lo primero que veo es el lugar de los servicios, miro a mi alrededor y no reconozco al equipo de seguridad. Vuelvo a llamarlo. —John, contesta. ¡Está aquí! —grito mirando a mi alrededor. Nadie me presta atención debido al ruido, los rayos de neón iluminan por momentos todo el espacio, luego aplausos. Me dirijo a los servicios, cruzo un largo pasillo y a toda prisa me meto en el de mujeres. Tiro del botón y comienzo a revisarlo, ¿Por qué no me escuchan? Cuando me vuelvo para regresar donde haya gente ya que está solitario el espacio, siento como mi sangre se drena de mi cuerpo. Es él. — ¿Dónde está tu seguridad, Ana? —se remanga las muñecas de su traje, trago saliva. Retrocedo hasta que mi espalda se estr
Ana Ha pasado una semana desde el evento, hoy me han retirado el collarín, Gianella está sentada en la alfombra mirando la televisión y comiendo palomitas de maíz. Suelto un suspiro, la policía no ha podido dar con Santiago, tuve varios interrogatorios en días pasados, de la cual descubrí qué Santiago no era el hombre que todo mundo pintaba. Habían descubierto desfalcos a empresas extranjeras de la cual era socio, antes de que se enteraran, él estaba lejos, limpio sin que nada le inculpara. Suelto un segundo suspiro. Gianella levanta su mirada hacia mí, sonrío y acaricio su melena cobriza, su fleco se mueve cuando paso mi mano. Sus ojos azules me contemplan por unos segundos más. — ¿Quieres ir al parque? —ella sonríe feliz.<
Husdson El clima es agradable, mi hermana había elegido la terraza de uno de los mejores y cotizados restaurantes de la ciudad. La comida fue espectacular, la compañía cálida y no dejo de pensar en: Ana. La forma de vestir tan sencilla, tan… Mía agita su mano frente a mi rostro. Salgo de mis pensamientos. —Creí que te había perdido. —se burla mi hermana menor. Niego con media sonrisa. — ¿Ya terminaste? —le suelto, ella agita su servilleta de tela y se limpia delicadamente las comisuras de sus labios. Le hago señas al mesero de que quiero la cuenta. Él asiente a lo lejos, mi hermana me mira detenidamente después de dejar la servilleta al lado del plato. &mdas
Ana —No debiste de ser tan grosero, John. —le comento a John cuando pasa a mi lado, cierro la puerta y él no dice nada. — ¿Sabes que no ser por él, Santiago…? —mi voz se rompe. John se gira. —Lo sé, también por tu terquedad, creo que ya basta de estarte arriesgando, tienes una hija, ¡Por Dios, santo! Por más que se contrata personal siempre tiendes a desvanecerte entre mis manos, sabes que Santiago está afuera, esperando el maldito momento y tú no dejas de ponerte en bandeja de plata para él. ¡Vas a seguir mis indicaciones y si no lo haces, contrata a otro jefe de seguridad! No he dejado Italia para venir a ver como mueres en las manos de Santiago. —Estoy atónita en la forma que John me ha hablado, es la primera vez que lo hace. Trago saliv
Hudson—Tenemos que hablar. —dice Caleb, mi hermano mayor. Puedo ver que no luce contento. — ¿Qué haces aquí? Sí, pasa. ¿Por qué no avisaste que vendrías a New York? ¿Estás bien? —puedo ver en su rostro preocupación. —Sí, estoy bien. Vamos…—veo como se desajusta su corbata y deja la maleta en el recibidor. — ¿Sabes que existe el correo, el WhatsApp, Messenger de Facebook, el celular…? —me extraña tanto su presencia en la ciudad. Él sonríe a medias. Vaya, debe de ser algo importante. —Deja cancelo la comida que he ordenado. —subo a mi habitación y me pongo algo deportiv
Hudson — ¿Dónde tiene planeado mudarse? —le pregunto a toda prisa a Caleb, él pone los ojos en blanco, niega y suelta un gruñido, puedo ver la vena resaltar en el cuello. — ¡No te voy a ayudar! ¡Tienes que sacarla de tu cabeza! —Mía se acerca e intenta tranquilizarlo. — ¡No somos unos adolescentes, Caleb! Si no me vas a ayudar, yo mismo lo haré, así que no te metas en mi camino. —lo esquivo y camino por el parque en dirección contraria de dónde venimos, por un momento pienso que hemos llegado juntos, pero luego pienso que nuestra hermana puede llevarlo. Suelto un gruñido cuando recuerdo su maleta en mi recibidor, detengo mi huida, me giro y veo a Caleb con las manos en la cintura mirando en mi dirección, Mía tiene los brazos cr