Ana
— ¡Apura! —grito al chófer. El corazón late desbocado por el pánico, tengo terror de solo pensar que a Gianella le haya pasado algo. Marco al número de Estefany, pero no contesta, llamo a gerencia del edificio, pero tampoco. Estoy entrando en crisis…
—Tranquila, tranquila, respira. —John intenta tranquilizarme, pero hasta que no vea a mi hija, no podré estar tranquila, me limpio las lágrimas, miro el tráfico, pero todo lo siento lento. Escucho a John decir algo, pero no presto atención, hasta que miro las luces de una ambulancia, luego las de las patrullas y finalmente distingo el carro de los bomberos, aún no termina de detenerse el auto, cuando brinco fuera. Entro entre la gente que está en ropa de dormir, lanzo una mirada a lo alto por si hay fuego, pero nada, escucho mi nombre a mi
Ana Lo primero que veo es el lugar de los servicios, miro a mi alrededor y no reconozco al equipo de seguridad. Vuelvo a llamarlo. —John, contesta. ¡Está aquí! —grito mirando a mi alrededor. Nadie me presta atención debido al ruido, los rayos de neón iluminan por momentos todo el espacio, luego aplausos. Me dirijo a los servicios, cruzo un largo pasillo y a toda prisa me meto en el de mujeres. Tiro del botón y comienzo a revisarlo, ¿Por qué no me escuchan? Cuando me vuelvo para regresar donde haya gente ya que está solitario el espacio, siento como mi sangre se drena de mi cuerpo. Es él. — ¿Dónde está tu seguridad, Ana? —se remanga las muñecas de su traje, trago saliva. Retrocedo hasta que mi espalda se estr
Ana Ha pasado una semana desde el evento, hoy me han retirado el collarín, Gianella está sentada en la alfombra mirando la televisión y comiendo palomitas de maíz. Suelto un suspiro, la policía no ha podido dar con Santiago, tuve varios interrogatorios en días pasados, de la cual descubrí qué Santiago no era el hombre que todo mundo pintaba. Habían descubierto desfalcos a empresas extranjeras de la cual era socio, antes de que se enteraran, él estaba lejos, limpio sin que nada le inculpara. Suelto un segundo suspiro. Gianella levanta su mirada hacia mí, sonrío y acaricio su melena cobriza, su fleco se mueve cuando paso mi mano. Sus ojos azules me contemplan por unos segundos más. — ¿Quieres ir al parque? —ella sonríe feliz.<
Husdson El clima es agradable, mi hermana había elegido la terraza de uno de los mejores y cotizados restaurantes de la ciudad. La comida fue espectacular, la compañía cálida y no dejo de pensar en: Ana. La forma de vestir tan sencilla, tan… Mía agita su mano frente a mi rostro. Salgo de mis pensamientos. —Creí que te había perdido. —se burla mi hermana menor. Niego con media sonrisa. — ¿Ya terminaste? —le suelto, ella agita su servilleta de tela y se limpia delicadamente las comisuras de sus labios. Le hago señas al mesero de que quiero la cuenta. Él asiente a lo lejos, mi hermana me mira detenidamente después de dejar la servilleta al lado del plato. &mdas
Ana —No debiste de ser tan grosero, John. —le comento a John cuando pasa a mi lado, cierro la puerta y él no dice nada. — ¿Sabes que no ser por él, Santiago…? —mi voz se rompe. John se gira. —Lo sé, también por tu terquedad, creo que ya basta de estarte arriesgando, tienes una hija, ¡Por Dios, santo! Por más que se contrata personal siempre tiendes a desvanecerte entre mis manos, sabes que Santiago está afuera, esperando el maldito momento y tú no dejas de ponerte en bandeja de plata para él. ¡Vas a seguir mis indicaciones y si no lo haces, contrata a otro jefe de seguridad! No he dejado Italia para venir a ver como mueres en las manos de Santiago. —Estoy atónita en la forma que John me ha hablado, es la primera vez que lo hace. Trago saliv
Hudson—Tenemos que hablar. —dice Caleb, mi hermano mayor. Puedo ver que no luce contento. — ¿Qué haces aquí? Sí, pasa. ¿Por qué no avisaste que vendrías a New York? ¿Estás bien? —puedo ver en su rostro preocupación. —Sí, estoy bien. Vamos…—veo como se desajusta su corbata y deja la maleta en el recibidor. — ¿Sabes que existe el correo, el WhatsApp, Messenger de Facebook, el celular…? —me extraña tanto su presencia en la ciudad. Él sonríe a medias. Vaya, debe de ser algo importante. —Deja cancelo la comida que he ordenado. —subo a mi habitación y me pongo algo deportiv
Hudson — ¿Dónde tiene planeado mudarse? —le pregunto a toda prisa a Caleb, él pone los ojos en blanco, niega y suelta un gruñido, puedo ver la vena resaltar en el cuello. — ¡No te voy a ayudar! ¡Tienes que sacarla de tu cabeza! —Mía se acerca e intenta tranquilizarlo. — ¡No somos unos adolescentes, Caleb! Si no me vas a ayudar, yo mismo lo haré, así que no te metas en mi camino. —lo esquivo y camino por el parque en dirección contraria de dónde venimos, por un momento pienso que hemos llegado juntos, pero luego pienso que nuestra hermana puede llevarlo. Suelto un gruñido cuando recuerdo su maleta en mi recibidor, detengo mi huida, me giro y veo a Caleb con las manos en la cintura mirando en mi dirección, Mía tiene los brazos cr
Ana —Estas cajas son de Gia, van en el primer auto. —le digo a mi asistente. Ella asiente y etiqueta con la primera inicial sobre la misma. Reviso el resto, se termina de etiquetar, miro de nuevo el primer piso para confirmar que nada se ha quedado. —Está todo listo. —dice John cuando se asoma a mi habitación. —Gracias, solo deja reviso por una última vez. Creo que algo se me olvida. —Ya has revisado cuatro veces todo el departamento, Ana, si no salimos en diez minutos, llegaremos al anochecer. —Lo sé, lo sé, espera dos minutos más. —John sonríe al ver que no ganará. —Está bien, te espero en el pasillo, Gia ya salió con Estefany, están
Ana Lloro, lloro sin dejar de mirar la fotografía que tengo en mis dedos, apenas puedo controlarme. —No saben de la existencia de Gianella. —levanto la mirada y me limpio mis mejillas. — ¿Ellos…ellos saben que soy la mujer de Italia? —digo balbuceando. —Sí. Por eso es la razón que ha comprado la finca, parece ser que Caleb, el hermano mayor de Hudson, tiene miedo de que Hudson haga algo y se exponga delante de Santiago. Nos ha investigado al igual que nosotros a ellos… Me cubro mi rostro, el resto del llanto queda solo en sollozos cortos. —Así que sabe que soy yo…—John asiente. —Estoy sorprendido igual que tú, cuando me con