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Ya habían pasado 6 años…

Elena, miraba todos aquellos papeles en su escritorio, mucho trabajo para hacer, era algo normal, pues ahora era la directora ejecutiva de aquel hospital, y dentro de unos días tendría que viajar para la inauguración de su hospital propio.

Ya habían pasado 6 años…

Todo el mundo la respetaba, era algo normal, pues se había esforzado muchísimo más que el resto para llegar a donde estaba. Quien quiera que la viera ahora, no creería de hecho todas las cosas que había tenido que padecer.

Ya habían pasado 6 años, y ella ya no era la misma chica que una vez había estado tirada en el piso, medio desnuda y acusada injustamente de infidelidad, mientras todos se burlaban de su humillación. Después de Daniel, después de aquella noche, ella había llegado a Atlanta, en donde había tenido que ser vagabunda durante algunos meses, careciendo de todo, inclusive pasando hambres, pues todo apoyo le había sido negado, y nadie se había compadecido de ella, Daniel se había encargado de ello, dañando su reputación y cerrando toda puerta en su cara.

—¡Mami, mami, ¿Ya viste el peinado que le hice a mi muñeca? —

Entraba al estudio una hermosa niña de cabellos negros y ojos azules, a quien Elena abrazaba con mucho amor.

—Se ve preciosa, pero no tanto como tu — decía la joven madre orgullosa de la creación de su hija.

Las puertas del estudio, nuevamente se abrían dejando ver a un niño idéntico a la niña, que parecía estar leventemente molesto.

—No es justo mami, Addison me quito a mis carritos para hacer una ciudad para sus tontas muñecas — decía el pequeño de también ojos azules y cabello negro.

—No seas mentiroso Aiden, yo no te quite nada — decía la niña en su defensa.

Elena suspiro, sus pequeños hijos eran todo su mundo, pero siempre estaban peleando entre ellos. Gemelos, varón y mujer. Ella, sin saberlo, se había marchado de California con ellos ya creciendo en su vientre…sus amados hijos, y, biológicamente, también los de Daniel, nadie podría negarlo, después de todo, eran idénticos a él.

—Mami, ¿Por qué tenemos que irnos? Me gusta vivir aquí — se quejaba Aiden, el varón, pues no estaba del todo de acuerdo con la idea de irse a vivir a un lugar para el desconocido.

—Ya cállate Aiden, a lo mejor allí encontramos al fin a papá — dijo Addison mirando a su madre con ilusión.

Elena no supo que decir en ese instante, por supuesto, ella no les había negado a sus hijos que tenían un padre, sin embargo, tampoco les había dicho nada de lo ocurrido, mucho menos el nombre de su progenitor. Sus gemelos la miraban con esperanza, era lógico, apenas tenían 5 años y desde que comenzaron a hablar hubo preguntas acerca del hombre que les dio la vida.

—Iremos porque mamá tiene un importante trabajo que hacer en California, su padre, no se encuentra allí — respondió Elena para luego evadir la mirada de sus hijos.

—¿Y cuando conoceremos a papito? Aiden y yo también queremos tener un papá, como todos nuestros amigos, ellos tienen papitos que los llevan al parque, les compran juguetes y dulces, y les cuentan cuentos en las noches, nosotros también queremos eso — decía la pequeña Addison con lagrimas a punto de derramarse de sus ojos.

Elena sentía que su corazón se quebraba cada vez que sus hijos le preguntaban por Daniel, por su padre, sin embargo, él no tenía ningún derecho de saber que los niños existían, después de todo, la había tratado como basura, y seguramente seria de la misma manera con los niños, por esa razón es que no lo dejaría acercarse a ellos, tenia miedo de que los lastimara de cruel manera como hizo con ella.

Acercándose a sus pequeños, Elena los arropo en sus brazos, y besó con ternura sus cabecitas.

—Yo hago todo lo que hacen esos papitos y más, también les leo cuentos, los cuido de los monstruos por las noches, y los llevo a pasear por el parque, sin embargo, a veces, los padres no quieren estar con las madres, ni tampoco quieren saber nada de sus hijos…lamento mucho que ustedes tengan que pasar por eso — dijo aguantando las ganas de llorar, aunque era muy difícil no hacerlo.

—No te preocupes mamita, no estes triste — decía Aiden, mientras abrazaba a su madre.

Ambos niños se quedaron abrazando a su madre durante un rato, sin embargo, en el corazón de los pequeños, ellos seguían añorando tener un padre a su lado, como todos los demás niños.

La noche había caído y Elena ya tenia todo listo para su viaje al día siguiente. Miraba a sus hijos dormir abrazados el uno del otro mientras seguía recordando todo lo que habían sufrido. Su vida, había sido realmente muy dura desde el momento en que fue humillada por Daniel en aquella fiesta. Sin dinero, sin un hogar, viviendo un tiempo en la calle apenas sobreviviendo, había estado a punto de rendirse, sin embargo, el saber que estaba embarazada, le había dado la fuerza para salir adelante.

A pesar de todos sus sufrimientos y carencias, había conseguido una beca que la ayudo a rentar un cuartito, y también, a concluir sus estudios universitarios. Ahora era médica, doctora especialista en pediatría, muy reconocida en su ámbito, y, además, la directora general de un importante hospital. También, un golpe de suerte le había cambiado la vida, cuando una vieja tía abuela, peleada con todos los demás parientes que a ella le habían dado la espalda, le había dejado una enorme herencia antes de morir, y con ello, su vida cambio por completo.

Millonaria, empoderada, y dispuesta a vengarse de su ex, Elena Mikaelson estaba mas que lista para comerse al mundo, y la inauguración de su nuevo hospital el California, la podría en competencia directa contra su ex, Daniel era también un reconocido cirujano y el actual dueño de los hospitales Salvatore, por supuesto, eso después de que sacó a su hermano de la herencia.

Le haría pagar la humillación, le haría pagar su sufrimiento y el de sus hijos, no descansaría hasta acabar con Daniel Salvatore y hacer que sufriera las mismas cosas que ella, eso se lo había prometido. Además, no solo se vengaría de él, sino también de su traicionera ex amiga Katherine, quien después de su partida, había aprovechado para casarse con Daniel, y ahora era su nueva esposa, ella la había traicionado al hacer aquello, pues sabia lo que Daniel le había hecho, ambos, eran solo basura, y les haría pagar todo lo que le estaban debiendo.

Cuando había amanecido, Elena y sus hijos gemelos ya habían abordado el avión que los llevaría a su destino. Pronto, habría de enfrentarse a su pasado cara a cara. Al mismo tiempo, en Palermo, Italia, Damon Salvatore abordaba un avión hacia California. Habían sido años duros, muy duros, siendo un hijo desheredado sobreviviendo por su cuenta. Había cambiado, todo lo que le había pasado, todo el dolor y el sufrimiento que atravesó, lo habían cambiado, Damon Salvatore no era el mismo.

El hermano mayor regresaba a casa, a encontrar las respuestas que le estaban haciendo falta, y a enfrentar a la familia que cruelmente lo abandono y acuso de un acto vil y desleal que el jamás había hecho. Él no lo sabía, sin embargo, también se estaba dirigiendo a su ultimo destino.

Horas después, en el aeropuerto de California, dos aviones habían aterrizado. Elena y Damon caminaban sin pensar en nada más que Daniel Salvatore, una, deseando venganza, el otro, deseando respuestas. Un hombro chocaba con el otro, sin siquiera haber notado de quien se trataba, ensimismados en sus pensamientos, en su dolor.

—Lo siento, no vi por donde…

Elena no termino de decir esa frase, cuando vio a Damon Salvatore junto a ella. Mirando que sus hijos junto a su niñera no se viesen cerca, lo tomo por el brazo sin cortesía alguna, esperando con ello evitar que el hermano mayor de su ex notara la presencia de sus hijos.

—¿Elena? ¿Qué haces tu aquí? — preguntaba Damon zafándose del agarre de la ex esposa de su hermano. Culpaba a aquella mujer de todas sus desgracias, a pesar de saber que ella era también inocente.

—Yo, he venido a vengarme Damon —

Las palabras de Elena lo sorprendieron, aquello parecía ser una obra del destino.

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