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La mañana daba comienzo, y Elena miraba como la noticia sobre la fiesta eh inauguración de su nuevo hospital, se regaba como pólvora en todos los medios que no paraban de hablar sobre ello. Miraba en el diario su fotografía rompiendo el listón rojo, junto a varias celebridades que sonreían junto a ella. Para esa hora, era seguro que Daniel y Katherine finalmente ya sabían que ella estaba de regreso en la ciudad.

—Mami, mami, saliste en la tele y te veías muy bonita, ¿Me compras un vestido rojo también para mí? — Addison entraba en la recamara de Elena, saltando sobre la cama de su madre junto a su gemelo.

—Mami ahora es muy famosa Addison, por eso sale en la tele — decía Aiden también emocionado.

Elena, contenta, se abrazaba de sus gemelos y los llenaba de besos.  Cuando terminara con Daniel, ellos podrían construir una vida plena y feliz sin que nada perturbara su paz, aquello también lo hacia por ellos y para ellos, así Daniel no tendría oportunidad alguna de lastimarlos.

—Son unos bribones, pero son los bribones mas bellos y dulces del mundo, ya verán que todo va a estar bien, que vamos a ser muy felices todos juntos — decía Elena con emoción.

Los niños reían ante los besos de su madre que además les hacia cosquillas, dejando ver lo felices que eran junto a la mujer que les dio la vida.

—Eres la mejor mamá del mundo mamita, te amamos mucho — aseguraban los gemelos al mismo tiempo, y también llenaban de dulces besitos a su madre.

Elena era feliz con ellos, sin embargo, el temor de que Daniel algún día supiera que los niños eran también sus hijos, la asustaba terriblemente.

En su casa, Daniel caminaba de un lado a otro sintiéndose ansioso. Había intentado por todos los medios comunicarse con Elena, sin embargo, no había tenido éxito alguno y quería verla, charlar por largo tiempo, volver a sentirla en sus brazos para pedirle perdón por lo que le había hecho y contarle lo mucho que se había arrepentido por eso, sin embargo, ahora estaba casado con una mujer que no lo hacia feliz, y aquello lo entristecía enormemente, pues deseaba recuperar a su exesposa.

Katherine miraba a su esposo. Daniel había estado como loco desde que había visto a Elena en la televisión. El odio y la envidia nuevamente la carcomían por dentro, estaba segura de que Daniel intentaría dejarla para regresar a su lado, además, ¿Qué demonios había pasado con ella? ¿Por qué ahora Elena era multimillonaria? ¿Para qué había regresado? Lo último que había sabido de ella, era que había terminado siendo una vagabunda en Atlanta y había sido muy feliz por ello. La odiaba por eso, la odiaba por todo, Elena siempre encontraba la manera de salir adelante y brillar más que ella, siempre tenia que ser mejor que ella y quería verla completamente destruida, sin amor e infeliz, tan cual ella lo era.

—Ahora regreso, no me esperes — dijo Daniel tomando su saco.

Katherine, asustada y furiosa, tomó a su esposo por el brazo.

—¿A dónde crees que vas? ¡Iras a buscarla verdad! ¿Por qué la sigues amando? Ella te engaño, te traiciono con tu hermano y aun así no dejar de pensar en ella, ahora eres mi maldito esposo, ¿Qué no importa el como me siento yo? Vas a buscar a esa perra m*****a a pesar de que estas casado conmigo — dijo Katherine al borde de las lágrimas.

Daniel, separándose de su esposa delicadamente, le acaricio el rostro.

—Lo siento Katherine, pero sabes que la amo más que a nada en el mundo, y espero que ella pueda perdonarme, al igual que tu — dijo Daniel con pena, y luego se marcho dejando a su esposa llorando.

Katherine, se quedo llorando sobre la cama que hacia mucho tiempo no veía intimidad entre ella y Daniel. Se sentía humillada, y el odio que sentía hacia Elena se hacia cada vez más y más grande.

—Maldita Elena, me las vas a pagar todas juntas — prometía mientras lloraba.

Daniel había llegado al hospital de Elena y había pedido hablar con ella, sin embargo, los guardias le habían negado la entrada por ordenes de ella, y el, frustrado y dolido, había decidido esperarla fuera para tener la oportunidad de hablar con ella. Quería verla, quería que lo perdonara, y quería recuperarla.

Elena sabía que Daniel había acudido a verla, pero no se lo había permitido. Lo haría sufrir, le haría pagar lo que le hizo, le devolvería la humillación y sus años de dolor, jamás lo perdonaría.

Damon miraba el noticiero matutino que estaba hablando sobre Elena y su nuevo hospital. Sin duda, aquella mujer estaba dispuesta a llegar hasta a las ultimas consecuencias con su “venganza”, pues no era demasiado difícil deducir que aquello era parte de algún elaborado plan para destruir a los hospitales Salvatore, y, por ende, a su hermano.

Elena había demostrado ser una mujer fuerte. Muchas veces había pensado en ella durante aquellos 6 años, preguntándose frecuentemente como era que la vida la había tratado, lo único que había sabido, es que los primeros meses ella no había estado bien, aunque de alguna manera se las había arreglado para salir adelante…y vaya que había salido adelante, ahora era multimillonaria y una reconocida doctora.

El, por su parte, también la había pasado muy mal, incluso, llegando a mendigar entre conocidos que poco o nada querían ayudarle. Ser desheredado había sido muy duro, pero él también había logrado salir adelante echando mano de sus estudios y su maltrecho apellido, y ahora era también un farmacéutico empresarial cuya reputación era bastante buena y que le había sumado varios cientos de millones de dólares a sus cuentas.

Elena y el eran similares, guerreros forjados al calor de la guerra. Ella, siempre había sido una mujer hermosa, dulce, y llena de mil cualidades, y él durante demasiado había creído a su hermano menor muy afortunado por tenerla a su lado, aunque el muy traicionero eh imbécil, la había dejado irse por culpa de sus absurdas ambiciones. Quizás, si el la hubiese conocido primero, de ninguna manera la habría dejado ir.

Daniel, por otro lado, y a diferencia de ellos, no lo había hecho nada bien, pues recién se había enterado que los negocios Salvatore no iban viento en popa, esto debido a malas inversiones hechas por su hermano, que había caído en un terrible alcoholismo después de casarse con Katherine Di Santis, la que una vez fue la mejor amiga de Elena. Si lo que su ex cuñada tramaba hacer era acabar con el imperio Salvatore, no le costaría realmente demasiado esfuerzo, pues Daniel ya casi lo había logrado por el mismo. Tomando su chaqueta, Damon salió con rumbo al hospital de Elena, quería hablar con ella sobre lo que sabía, y, quizás, también quería verla.

Katherine marcaba una y otra vez al celular de su esposo, sin embargo, Daniel la mandaba directamente al buzón. ¿Estaba con ella? ¿Se estaba reconciliando con Elena? Aquellas preguntas le taladraban el cerebro y la atormentaban demasiado. Daniel quería dejarla y ella no pretendía dejar que se marchara.

Daniel miraba como elena salía del hospital, usando aquella bata médica, y luciendo tan hermosa como siempre, o incluso más que antes.

—Elena, espera — grito Daniel corriendo tras de ella al ver que esta apresuraba sus pasos después de verlo.

Elena caminaba a prisa, no esperaba tener que ver a su ex esposo tan pronto, sin embargo, este la había alcanzado y la había tomado de la mano, de inmediato, Elena se zafó de su agarre.

—No tenemos nada de que hablar Daniel, voy tarde a casa — dijo Elena con la intención de ignorar cualquier cosa que le dijera.

—Por favor Elena, hablemos, vine a disculparme contigo por…

—¿Por qué Daniel? ¿De que cosa es de la que te quieres disculpar? ¿Vienes a pedirme perdón por sacarme casi desnuda de la casa de tus padres frente a cientos de personas? ¿Vienes a pedirme perdón por arrojarme al suelo como si fuera basura mientras todos se burlaban de mí? ¿O vienes a decirme que en realidad no soy una puta, o una perra mentirosa? — decía elena con aquellas preguntas cargadas de ironía.

—Yo…solo, quería verte…saber que estas bien…yo no…

—Yo estoy mejor que nunca, pero si quieres sabes que pasó, déjame que te lo cuente, Daniel — dijo Elena con rencor.

—Elena…yo no quise…

—Viví en la calle durante meses, pase hambre, pase frío, y tenia que esconderme para que no me hicieran daño, mientras tu estabas aquí, revolcándote con la traidora de Katherine en la que fue nuestra casa un día, vete Daniel, no quiero verte — dijo Elena aguantando las ganas de llorar, y mostrándole al maltrecho Daniel un rostro frío.

Daniel, acercándose a Elena, la abrazo por la fuerza.

—Yo te amo a ti Elena, no ha Katherine, solo quiero estar contigo, no dejé de amarte nunca, te he extrañado tanto…mi Elena, mi dulce elena, por favor, perdóname por todo el daño que te hice — suplicaba Daniel.

Elena, sintiéndose enferma por aquella horrenda mentira que su traicionero exesposo le estaba diciendo, lo empujo con toda su fuerza para apartarlo de ella logrando que este cayera en el suelo, tal cual como él la había arrojado a ella años atrás. No podía creerle, jamás lo haría, él la había utilizado para sacar de en medio a su hermano mayo sin importarle si sufriría.

—Al menos tu estás vestido, no vuelvas a buscarme y mucho menos a tocarme, te odio Daniel, y todos estos años yo solo he podido odiarte — dijo Elena caminado orgullosa dejando atrás a su exesposo mientras contenía las lágrimas.

Damon, quien había visto toda aquella escena, se sintió realmente mal al escuchar todo lo que Elena había sufrido por culpa de su hermano y Daniel parecía tan cínico haciéndose la víctima en esa triste situación. Al ver como Daniel se marchaba, se apresuro para alcanzar a Elena antes de que arrancara su auto.

—Elena, espera, tenemos que hablar — dijo Damon poniéndose frente al carro de Elena.

Elena, sintiéndose abrumada por la mentira de su exesposo, salió del auto para abrazar a Damon, el único que en su peor momento realmente se preocupo por ella.

—¿Por qué mentirme así? ¿Por qué Damon? — dijo Elena sin lograr calmar su silencioso llanto.

Damon, abrazo a Elena intentando consolarla, después de todo, ella era una víctima, la herramienta usada por su hermano para sacarlo de en medio a él, completamente inocente…y quien había pagado sin razón alguna por culpa de la ambición de Daniel.

—Shh…tranquila — dijo Damon sintiendo el agradable perfume de Elena, aquel aroma, le resultaba el más agradable del mundo.

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