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—Yo, he venido a vengarme Damon —

Las palabras de Elena lo sorprendieron, aquello parecía ser una obra del destino. Damon, se hallaba completamente asombrado al ver a aquella mujer allí, mucho más hermosa de lo que siempre fue, y con aquella fiera mirada de cazadora en sus ojos. Tomándola por el brazo, Damon arrastraba a Elena hacia un pasillo más vacío, tenían que hablar.

—¿Vengarte? ¿De que diablos estas hablando? — exigía saber Damon, quien notaba que aquella mujer, no parecía la misma a la que su hermano había exhibido casi desnuda y a la que arrojó al suelo.

Elena, se zafó del agarre de Damon. Se miraba distinto, con una mirada poco amable que distaba mucho de aquella mirada amistosa que el alegre Damon solía tener antes.

—Es tal y como lo dije — dijo sin dar más explicación Elena.         

Tomándola por los hombros, Damon la obligo a mirarlo a los ojos. Tenia que saberlo, saber si ella era quien había provocado todo lo ocurrido esa noche que arruino su vida para siempre.

—Responde con la verdad, Elena, dime, ¿Fuiste tu quien me hizo algo para poder acostarte conmigo? Dime, m*****a sea, no sabes el infierno que he pasado después de esa noche, y quiero respuestas, necesito tener respuestas para poder entender porque es que me pasó todo eso — cuestiono Damon con enojo y desesperación.

Elena miro incrédula a Damon, ¿Verdaderamente la estaba culpando a ella? Ella también había sufrido por todo lo ocurrido en esa fiesta, no solo era él.

—No puedo creer que me estes preguntando eso — dijo Elena burlándose.

Damon, apretando aún más sus delgados hombros, la siguió mirando a los ojos, a esos ojos tan de ella, completamente verdes como si fueran esmeraldas.

—Dímelo, m*****a sea — exigió.

Elena, mirándolo a los ojos, suspiró.

—No, Damon, yo no hice tal cosa, jamás lo haría, además, tu nunca me gustaste — admitió.

Damon la soltó y se agarro el cabello, estaba frustrado. Elena, acercándose a él, abrazo a su ex cuñado, logrando sorprenderlo.

—Gracias por ayudarme esa noche, fuiste el único que fue bueno conmigo, por eso, ahora te diré todo lo que sé y la razón por la que quiero vengarme de Daniel, si quieres escucharme, yo tengo la respuesta a tu pregunta, por eso estoy aquí ahora — dijo Elena mirando a Damon a los ojos.

Separándose de aquel agradable, pero inapropiado abrazo, Damon asintió. Elena, avisaba a su niñera que llevase a comer a los gemelos a algún restaurante del aeropuerto, y entonces, comenzó a narrar a Damon todo lo que Katherine le había dicho esa noche, así como también los hechos más recientes de los que se había enterado ella.

Damon escuchaba con atención, y cuando Elena había terminado de narrar, él lo había comprendido todo: Daniel le había tendido una trampa para quedarse con la herencia completa de sus padres, y había usado a su esposa para un fin tan desalmado y horrendo. Ambos eran victimas de su hermano.

—Tantos años protegiéndolo, y me pagó de esta manera… — dijo Damon poniéndose de pie. — Gracias por decirme Elena — agradeció Damon no dudando de la palabra de aquella mujer que siempre demostró ser una persona integra.

Elena negó. — No hay nada que agradecer Damon, sin embargo, ahora que lo sabes, te propongo esto: ayúdame a vengarme de Daniel, de hacer que todo su mundo se caiga a pedazos, sabes que me lo debe, que nos lo debe a ambos — propuso Elena.

Damon negó. —Entiendo tu situación, pero yo lo hare a mi manera, buena suerte, Elena —

Elena miro a Damon marcharse, sin embargo, aun sin su ayuda, ella se vengaría de Daniel…también lo haría por él, pues Damon también merecía ser vengado, sintiendo aun el calor de su cuerpo, lo recordó en aquella noche cuando la defendió y protegió como nadie más lo hizo.

En aquella enorme y elegante casa de Portola Valley en California, Katherine, molesta, levantaba las botellas de licor vacías que se hallaban desparramadas sobre la cama que compartía con su esposo. Daniel, estaba inconsciente, perdido en el alcohol como siempre y sobre el elegante sofá que había en la recamara matrimonial, la misma recamara que el hombre una vez compartió con Elena.

—Maldito borracho…

Murmuraba Katherine por lo bajo, mientras guardaba en una bolsa plástica todo aquello. Tenia que hacerlo ella, de lo contrario si lo hacia una de las sirvientas, se darían cuenta de que su matrimonio no era para nada el idilio feliz que a ella le gustaba presumir.

Dejando aquellas botellas escondidas en el enorme closet, Katherine se sentaba en la cama. Elena se había marchado 6 años atrás, y ella, haciéndose pasar por una buena amiga para Daniel, se había metido en su cama y lo había engatusado haciéndose pasar por una buena persona que siempre estuvo allí para apoyarlo en medio de su sufrimiento por haber sido traicionado por su esposa. Se habían casado solo medio año después de que Elena se marchara, y ella ahora era la nueva dueña de aquella casa, de aquellos lujos…sin embargo, no era la dueña de lo más importante, el corazón de Daniel.

Mirándolo dormir, Katherine maldecía a Elena por lo bajo. Daniel se había convertido en un ebrio sin propósito al que cada noche tenia que soportar mientras el lloraba por su Elena. Apenas si la tocaba, apenas y si le sonreía, su esposo pasaba su vida llorando por la mujer a la que debía de olvidar y eso tan solo la había hecho odiar aun más a Elena, pues Daniel fue incapaz de olvidarla.

Katherine vivía un matrimonio y una vida muy infelices, sin embargo, se empeñaba en mostrarle al mundo que era todo lo contrario. La relación con su esposo era casi nula, pues Daniel siempre le recordaba que el siempre amaría a Elena y a nadie más. La relación con sus suegros tampoco era la mejor, pues ellos jamás la quisieron para su hijo al considerarla inferior en cuanto a belleza y elegancia en comparación a Elena.

Con lágrimas en los ojos cargadas de rabia y despecho, la mujer rubia se levanto de la cama y salió hecha una furia de la habitación matrimonial, iría a hacer lo único que le daba un poco de dicha a sus días amargos: ir de compras.

Elena ya se había instalado en su nueva residencia, una lujosa y enorme vivienda de primera que se hallaba en Bel-Air, un lujoso enclave residencial en las verdes laderas de las montañas de Santa Mónica. Se preguntaba, ¿Qué diría Daniel al ver que no terminó en la miseria como el esperaba? Aquella casa era incluso mucho más lujosa que la que una vez compartió con él, y que ahora era la propiedad de Katherine.

—Señora Mikaelson, ya me he comunicado con la prensa, esta noche todos los medios más importantes estarán en la gala de inauguración de su hospital — decía el agente publicitario de Elena.

—Bien, entonces ya tenemos todo listo — respondió Elena con tranquilidad.

Había esperado mucho tiempo para hacer aquello, y su regreso triunfal a la ciudad de su humillación, estaba ya preparado. Caminando hacia su habitación, abrió el enorme closet en busca de aquella prenda ideal para su mejor momento.

Un vestido rojo. Un vestido aún más vistoso y elegante que aquel que había usado en aquella fiesta de la cual la sacaron casi desnuda.

Maquillándose, peinándose, y viéndose como toda una diva hermosa y poderosa, Elena meditaba en lo que ocurriría esa noche, la noche de fiesta en su nuevo hospital, y el paso hacia adelante para su venganza, Daniel Salvatore pagaría lo que le había hecho, denigraría su reputación, y sus hospitales serian mejores que los de su exesposo.

Cuando el cielo nocturno se había hecho presente, una selecta cantidad de importantes invitados, se daban cita en aquella elegante recepción que tenia como objetivo la inauguración del Santa Helen, hospital del primer mundo que prometía las mejores instalaciones, servicios y a costos accesibles en comparación de los hospitales Salvatore.

La prensa también se había dado cita, y pronto un en vivo daba comienzo en casi todos los canales de paga y libres que había en California.

—Esta noche transmitimos desde el nuevo hospital Santa Helen, en donde Elena Mikaelson, heredera y doctora de renombre, ha roto ya el listón rojo al edificio que promete servicios de primer mundo, con la más renovada tecnología, muchos artistas y gente del medio se ha hecho presente en la exclusiva gala que se está ofreciendo, aunque sorprendentemente, los Salvatore no han sido invitados a tan importante evento…

Elena, escuchaba lo dicho por los medios, y sonreía triunfal por aquello, por supuesto que no invitaría a las personas que tanto daño le habían hecho, pero esperaba que Daniel la viera por televisión. Lucía espectacular en aquel vestido rojo del diseñador Marco Marcu de Frankfurt. Un vestido ceñido al cuerpo de color rojo intenso, con varias aplicaciones tipo Brokat en color plateado alrededor del cuello, complementado con lentejuelas, lleva un cinturón plateado del que se desprende una falda con capas sueltas en tull y en su lado derecho se complementa con una cola que supera el largo inferior elaborado con una combinación entre tull rojo y aplicaciones color plata. Elena parecía una hermosa diosa que había bajado del cielo.

En su mansión, Daniel miraba aquel importante evento completamente absorto y abrumado. Elena, su Elena, lucia como un ángel hermoso y perfecto, paseando por aquella alfombra roja mientras todas las cámaras y miradas se centraban sobre ella. Ya no parecía ser aquella misma a la que había humillado, aquella Elena en la televisión, estaba mucho más radiante, mucho más hermosa…y mucho más fuerte.

Sin poder evitarlo, las lagrimas le brotaron por los ojos a Daniel, quien se acercaba a la pantalla para acariciar aquella imagen de su amada exesposa, ante la mirada cargada de odio, dolor y frustración de Katherine, quien no podía creer lo que estaba viendo.

Elena Mikaelson había regresado a California, dispuesta a todo para cobrar su venganza.

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