Un adiós para siempre

Empujé la puerta de la oficina con la esperanza de encontrar a Luis Fernando un poco más tranquilo y dispuesto a escucharme. Sin embargo, lo que vi me dejó paralizada. Allí estaba él, abrazado a Laura, compartiendo un beso apasionado que me desgarró por dentro.

—¡Luis Fernando! —grité, con mi voz temblando de indignación y dolor. Me sentía devastada, como si el suelo se abriera bajo mis pies. Había ido a buscarlo con la única esperanza de que pudiera creer en mí, de convencerlo de que las fotos eran un montaje, pero al verlo junto a Laura, me di cuenta de que todo estaba perdido.

Luis Fernando se separó de Laura de inmediato; su rostro reflejaba sorpresa y confusión, era obvio que no esperaba verme allí después de haberme dejado destrozada con sus insultos. Sin embargo, al verme, su expresión se tornó en una mezcla de dolor y reproche. Laura sonreía con malicia, como si supiera que su plan había funcionado a la perfección.

—¿Qué haces aquí, Grecia? —preguntó Luis Fernando, frunciendo el ceño con su voz llena de tensión.

—¿Mejor dime qué haces tú con ella? ¿Esa es la reunión de la que me advirtió tu asistente?—respondí, señalando a Laura, que mantenía su sonrisa de satisfacción—. ¿Acaso no te importa lo que yo sienta? ¡Me has echado de tu vida por una mentira y ahora te encuentro besándote con la responsable de toda esta farsa!

—No tienes moral para reclamarme nada —replicó Luis Fernando, con un tono lleno de amargura—. Te creíste tan astuta que podías engañarme y salirte con la tuya. Pues ya ves que no. Me di cuenta a tiempo de que solo te casaste conmigo por mi dinero.

Sentí que el aire se me escapaba. Sus palabras eran cuchillos que me atravesaban. Sabía que él me amaba, pero los celos provocados por las fotos lo tenían ciego. No quería darse cuenta de la verdad, solo se enfocaba en acusarme, y todo gracias a las manipulaciones de Laura, que estaba aprovechando su vulnerabilidad, para seguir inyectándole su veneno en mi contra.

—¡Esa no soy yo! —grité, haciendo que mi voz resonara en la oficina—. ¡Es un fotomontaje! ¡Estoy segura de que Laura ha hecho esto para separarnos! ¿Acaso no te das cuenta de eso?

Laura, con una expresión de satisfacción, se acercó a Luis Fernando y lo abrazó, como si estuviera reclamando su victoria.

—Luisfer, cariño, no puedes dejar que ella te manipule más —dijo Laura, en un tono que pretendía ser consolador—. Antes de que esta mujer apareciera, yo ya era tu prometida, y ya ves lo que resultó, tiene un amante. Tú te mereces una mujer que te ame y que sea de tu mismo nivel social, y esa mujer soy yo.

Sintiéndome rota en mil pedazos, la rabia y la tristeza inundaron mi ser.

—¡Eres una manipuladora! —le grité a Laura—. ¡Siempre has querido destruir nuestra relación porque no terminas de superar que Luis Fernando te dejó para casarse conmigo! No terminas de aceptar que a quien ama es a mi.

—Pero ya lo perdiste —respondió Laura, con una sonrisa burlona—. Nunca debiste meterte entre Luisfer y yo. Siempre fuiste una intrusa que nunca encajó en nuestra sociedad.

Con lágrimas en los ojos, di un paso atrás, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.

—Nunca pensé, Luis Fernando, que te dejarías manipular por las mentiras de Laura. Creí ciegamente en tu amor, pero me equivoqué. Todo este año de casados solo ha sido un espejismo.

Luis Fernando, con el rostro marcado por la confusión y el dolor, solo me esquivaba la mirada. Su expresión era el vivo reflejo de su propia lucha interna, entre creer en mi inocencia o creer en las pruebas que me condenaban.

—¡Basta! —gritó Luis Fernando, su voz resonó en toda la oficina—. No quiero escucharte más. Ya he tenido suficiente con tu traición. Ya me imagino cómo te habrás burlado de mí con tu amante. Vete de mi vida, Grecia.

—Ya lo escuchaste, mesera de quinta, mi Luisfer no quiere saber más de ti. Lárgate de aquí y no regreses nunca más —dijo Laura, abrazando a Luis Fernando y clavando en mí su mirada de triunfo.

—No te preocupes, Luis Fernando, no sabrás de mí nunca más. Solo le pido a Dios que nunca te arrepientas del error que estás cometiendo. Porque cuando descubras la verdad, ya no estaré para ti y no te perdonaré nunca, ¿me escuchaste? ¡Nunca!

Le grité con fuerza, sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. Con un último vistazo a Luis Fernando, que parecía perdido entre sus emociones, me di la vuelta y salí de la oficina, sintiendo cómo la devastación me envolvía. Cada paso que daba hacia la salida era un recordatorio de todo lo que había perdido.

Me tropecé con su asistente y no pude evitar decirle con sarcasmo: —La reunión ya terminó. —ella me miró con una expresión de vergüenza, pero al final comprendí que no tenía la culpa de apoyar a Luis Fernando, solo cumplía con su trabajo.

Luis Fernando se quedó devastado; él, en su empeño de creer que yo lo había traicionado, estaba sufriendo tanto como yo. Con la diferencia de que tenía quien lo consolara, una arpía que había planificado todo.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App