Luis Fernando miraba a Laura con el ceño fruncido y una expresión de molestia. Se sentía profundamente decepcionado por todo lo que sucedía a su alrededor, y la presencia de Laura lo perturbaba aún más.—Por favor, no estoy para noticias. No tengo ganas de hablar —dijo a Laura, con la voz tensa.—Cariño, por favor, no me hables así. Lo que vengo a decirte es importante.—No me interesa lo que vayas a decirme. Laura, siento que no te das cuenta de lo que estoy sufriendo. No puedo entender tu falta de empatía en estos momentos. —Pero, Luis Fernando, por favor, escúchame. Lo que tengo que decirte——Ya te dije que no me interesa. Quiero que me dejes solo y te largues. Estoy cansado de todo esto. Pienso que tomé una decisión muy apresurada al comprometerme contigo de nuevo. —¿Qué has dicho? ¡No me puedes hacer esto, Luis Fernando! Tú no puedes dejarme plantada por segunda vez. Eso sería demasiado humillante.—Lo siento mucho, Laura, pero en este momento no tengo la cabeza para pensar en
Laura estaba nerviosa; todo le estaba saliendo a pedir de boca hasta que supo que Armando había despertado.—¿Qué pasa, Laura? ¿Hablaste con Luis Fernando? —le preguntó Greta, sin imaginar todo lo que había pasado.—Greta, debes venir a la clínica urgente. Tu marido acaba de despertar y pidió hablar con mi Luis Fer.Greta, que estaba tomando un baño de espumas, se levantó de forma abrupta, abismada.—¿Qué has dicho? ¿Pero estás segura de eso? ¿No será que entendiste mal?—No, el doctor se lo dijo en mi presencia a Luis Fer. Y él subió a verlo. ¿Te das cuenta? Si mi suegrito abre la boca y le cuenta toda la verdad, estamos perdidas.—Ya cálmate, Laura. Debes controlarte. Salgo inmediatamente para allá, pero en lo que llego, haz algo: sube a terapia intensiva, inventa cualquier excusa para evitar que Luis Fernando vea a Armando.—Está bien, pero date prisa. Hay algo más que tienes que saber, pero te lo diré cuando llegues aquí.Laura colgó la llamada y subió de prisa a la sala de cuidad
Greta subió a la sala de terapia intensiva con una actitud decidida, dispuesta a evitar a toda costa que Armando pudiera decirle algo a Luis Fernando. Al llegar, una de las enfermeras de guardia la detuvo. —Señora, disculpe, pero no puede entrar. Esta es un área restringida. Greta, intentando disimular, hizo creer que era un descuido suyo, que no sabía que estaba prohibido. —Ay, perdón, pensé que podía pasar a ver a mi marido. Es que no sé mucho de estas cosas, estoy muy preocupada y quería verlo. Dijo esto entre unas cuantas lágrimas fingidas que le salieron con una facilidad que ni la mejor actriz podría haber logrado. La enfermera, conmovida por su aparente angustia, dudó un momento, pero la política del hospital era clara. —Lo siento, señora. Debe quedarse en la sala de espera. El doctor prohibió estrictamente las visitas al paciente después de la crisis que sufrió. Greta, sintiendo que su plan podría desmoronarse, sonrió con tristeza y asintió, aunque su mente
Mercedes, al ver llegar a Grecia junto a Guillermo, se emocionó hasta las lágrimas. Fue realmente un gran susto el que pasó cuando cayó en sus brazos desmayada; llegó a pensar que no se salvaría.—Grecia, amiga, qué maravilla verte! No sabes lo preocupada que estaba por ti. Tenía tantas ansias de ir a la clínica, pero Guillermo me dijo que todo estaba bien, que el médico te había controlado la presión.—Gracias, Mercedes, siempre tan linda conmigo. De no haber sido por ti, creo que me hubiera muerto ese día.—Ni lo digas. Así que ahora lo que tienes que hacer es descansar. Pero han debido irse directo a mi casa; para eso te di las llaves.Grecia miró a Guillermo, y este enseguida le dijo:—Grecia ya no se va a quedar en tu casa, Mercedes. A partir de ahora, me la voy a llevar a la mía.Mercedes abrió los ojos sorprendida, sin entender lo que estaba pasando.—¿Qué has dicho? Pero aquí ha pasado algo que yo no sé. —dijo sonriendo mientras los miraba a ambos.Guillermo se adelantó en res
Mientras la tragedia se acercaba a la familia Ripoll, Grecia llegó a la casa de Guillermo. Al estacionar el auto, él la miró sonriendo.—Bien, mi bonita, ya llegamos. Esta será tu casa a partir de ahora.Grecia, aún dentro del auto, miró a través de la ventanilla y abrió los ojos sorprendida.—¿Qué? ¿Esta es tu casa? —dijo incrédula.—Así es. ¿Qué pasa? ¿Acaso no te gusta?Ella lo miró y respondió:—¡Estás bromeando! No me gusta, ¡me encanta! Pero jamás imaginé que fuera una mansión. Es muy lujosa por fuera; no puedo esperar para saber como es por dentro. Guillermo sonreía, observando la ingenuidad de Grecia. Su espontaneidad y la forma en que manifestaba sus sentimientos lo enamoraban aún más.—Pues esta mansión, como tú la llamas, es a partir de ahora solo tuya.—¡Por Dios, Guillermo! No digas eso.—Sí lo digo. Cuando te dije que te iba a hacer vivir como a una reina, no estaba mintiendo. Déjame abrirte la puerta, señorita; voy a llevarte a tu nueva casa.—¡No! ¿Qué haces, Guillerm
Greta había conducido el auto a exceso de velocidad, quería llegar lo más rápido posible a su casa, no lograba contenerse, le había causado una fuerte impresión la forma en que Armando había muerto frente a ella. Después de conducir aproximadamente por un periodo de una hora, llegando al punto de perder la noción de a dónde iba, por fin llegó a la mansión Ripoll, dejando el auto mal estacionado. Entró a toda prisa y subió las escaleras corriendo. Al llegar a su habitación, se despojó de toda la ropa y se metió debajo de la ducha. Estaba muy nerviosa; sentía que quería quitarse de la piel aquel olor a clínica, y sobre todo quería borrar las huellas de Armando sobre sus manos. Estaba fuera de control no coordinaba lo que hacía. “Yo no lo maté en realidad, solo le dije la verdad sobre mi amante, y él solito se murió. No tengo la culpa de que no haya sido capaz de soportar la verdad”, se repetía a cada momento mientras se frotaba la piel con fuerza, como si el agua pudiera limpiar su c
En la imponente funeraria, grandes personalidades de distintos medios de comunicación se encontraban brindando su pésame a Greta y Luis Fernando. Ella aparentaba estar devastada, pero aún así lucía elegante; había elegido un traje de marca en color negro, complementado con un sombrero que ocultaba parcialmente su rostro, y unos anteojos oscuros que le ayudaban a disimular su llanto. Sabía que iba a estar presente toda la prensa, y por supuesto, debía lucir impecable, para ella era mucho más importante su apariencia, jamás permitía que la vieran destruida sea cual fuera la circunstancia. Luis Fernando, sentado a su lado, mostraba signos evidentes de su dolor. Su mirada estaba perdida, tenía los ojos hinchados y rojos por las lágrimas. Ya no podía contenerlas; permanecía sumido en un silencio profundo, atrapado en recuerdos de su niñez con Armando. No podía asimilar que nunca más iba a tener a su padre en su vida para aconsejarlo y orientarlo en el manejo de la empresa Ripoll. Laura,
—Greta, no me mires así. No vas a engañarme; sé perfectamente que tenías planes para que Don Armando no le dijera nada a Luifer. ¿Qué fue lo que hiciste? —le dijo Laura, acercándose a ella mientras la tomaba del brazo con fuerza.Greta la miraba en silencio, pero Laura ya no estaba dispuesta a aguantar más.—Conmigo no tienes que fingir, aparentando estar demente. Ahora estamos a solas y quiero saber si tuviste algo que ver con la muerte de Don Armando.—¡Ya basta, Laura! Déjame en paz. ¿No te das cuenta de que acabo de perder a mi marido? Eres una insensible —reaccionó Greta, fingiendo sentirse ofendida.—Por favor, Greta, ¿no te parece mucha casualidad que justo cuando subiste a ver a Don Armando, a los pocos minutos falleció? ¿No te parece extraño? —dijo Laura con sarcasmo.Greta apretaba los puños, tratando de controlarse porque no le convenía delatarse ante ella.—Mira, Laura, te lo voy a decir una vez: Armando falleció a causa de un infarto. Yo no le puse un dedo encima; él soli