Era muy tarde. Grecia se había quedado dormida después de tanto llorar en el sillón de su habitación. Guillermo había regresado del restaurante, había bebido algunas copas de vino, pero estaba sobrio; solo se sentía un poco relajado. Al subir las escaleras para dirigirse a su habitación, se detuvo en la puerta de la habitación de Grecia. Allí estuvo por unos minutos, indeciso sobre si debía llamar a su puerta. “¿Estará dormida?” se preguntó. Sin embargo, el deseo de verla y hablar con ella era mucho más fuerte. Después de pensarlo, decidió tocar.—Grecia, ¿estás despierta? —preguntó suavemente.Grecia abrió los ojos, ya que tenía el sueño ligero. Miró el reloj sobre la mesa y se sorprendió al ver lo tarde que era; ya era medianoche. Se había quedado dormida en el sillón sin darse cuenta. Sobre la mesa junto a su cama, estaba su cena en una charola que le había llevado Matilde. Se levantó rápidamente y decidió abrirle la puerta a Guillermo.—Es muy tarde, ¿dónde estabas? —dijo, bosteza
Había mucha tensión en el ambiente. Greta intentaba mantenerse firme, pero sus piernas comenzaron a temblar; no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.—¿Qué haces aquí, Pablo? —preguntó incrédula.—¿No me vas a saludar, mi amor? —le dijo con sarcasmo—. ¿Esa es la forma de saludar al padre de tu hijo?Greta abrió los ojos con asombro, se puso pálida y sintió un escalofrío recorrer su piel. Miró a su alrededor, asegurándose de que alguien de la servidumbre no hubiera escuchado.—¿Pero acaso te has vuelto loco? ¿Cómo te atreves a aparecerte aquí en mi casa? Y no te permito que menciones a mi hijo.—Cálmate, Greta. Mira que ya no estás en edad de tener corajes. ¿Y no me invitas a pasar? Vine porque me enteré de la muerte de Armando y quise tener la gentileza de darte el pésame a ti y a mi hijo, Luis Fernando —repitió, haciendo enfurecer a Greta. Sus manos temblaban; estaba realmente abismada con la visita de Pablo.—Vete, por favor, te lo pido. Vete de aquí, mira que Luis Fernando pu
Mientras la mansión de los Ripoll se había visto revuelta por la visita inesperada de Pablo, en la mansión de Guillermo, Grecia se había levantado muy temprano. No había podido dormir en toda la noche, después de que Guillermo la besara. Se sentía extraña; el único hombre que había tenido en su vida había sido Luis Fernando. A pesar de todo lo que él le había hecho sufrir, no podía evitar sentir que lo estaba traicionando. Sin embargo, ese beso la había hecho sentir nuevamente mujer. Además, le había gustado estar en los brazos de Guillermo.Se miró al espejo, pasando sus dedos por sus labios, cerrando los ojos y recordando el cálido momento que la había hecho estremecer. Justo en ese instante, escuchó que llamaron a su puerta, sacándola inesperadamente de sus pensamientos. Abrió los ojos, sorprendida y nerviosa, pensando que podría ser Guillermo.—Adelante, por favor —dijo con voz temblorosa.Pero no era él; era Matilde, quien le llevaba una charola con el desayuno que Guillermo habí
Guillermo había llegado al restaurante muy temprano, ansioso por la reunión con algunos proveedores y por supervisar personalmente el trabajo de Úrsula. Sin embargo, su mente estaba atrapada en el recuerdo del beso que había compartido con Grecia. Para él, ese momento había sido un gran paso, uno que lo llenaba de alegría y esperanza, deseando que las cosas entre ellos pudieran cambiar para bien.Su entusiasmo era evidente, y Mercedes, al verlo así, no pudo evitar comentarlo.—Te veo radiante, Guillermo. Parece que las cosas van por buen camino, ¿no? —dijo con picardía.Guillermo sonrió, guiñándole un ojo.—Puede que tengas razón. Estoy muy contento, y no habrá nada ni nadie que pueda empañar esta felicidad que siento hoy.—Uy, pero me tienes que contar. No me puedes dejar así con esta intriga —respondió Mercedes, sonriendo. Ella, más que nadie, deseaba que Guillermo y Grecia se unieran, anhelando que Grecia pudiera finalmente olvidar a Luis Fernando.Mientras tanto, Úrsula, que tambi
Grecia se quedó impactada. En ese momento, la escena de cuando encontró a Luis Fernando besándose con Laura volvió a su mente. Se sintió devastada; era como si la vida la obligara a revivir la misma situación.—¿Qué está pasando aquí? —exclamó con un tono de voz fuerte que sorprendió a Guillermo y Úrsula al verla. Guillermo se apartó de Úrsula de inmediato, limpiándose la pintura de labios de su boca. Úrsula, sorprendida, no esperaba que Grecia apareciera en el restaurante. Se había confiado en que estaba de reposo y había planeado aprovechar su ausencia para acercarse a Guillermo. La idea de que Grecia estuviera allí arruinaba todos sus planes.La atmósfera en la cocina se tornó tensa. Guillermo se puso pálido, sus ojos estaban abiertos de la impresión. No sabía cómo defenderse y sintió que en ese momento había perdido todo por lo que tanto había luchado: ganarse el amor de Grecia.—Grecia, yo... esto no es lo que parece. Déjame explicarte, por favor —dijo Guillermo, tratando de enco
Después del conflicto que había causado Úrsula, Mercedes no podía quedarse de brazos cruzados. Tenía que buscar una forma de arreglar las cosas entre Grecia y Guillermo. Además, estaba segura de que solo se trataba de un capricho de su sobrina, quien buscaba una vida cómoda sin tener que trabajar y había visto en Guillermo al candidato perfecto para eso. Así que dejó encargado del restaurante a su empleado de confianza y, sin decirle nada a Guillermo, se fue a buscar a Grecia a la casa de este. Debía encontrar la manera de convencerla para que perdonara a Guillermo.Al llegar a la mansión, tocó el timbre. Sabía que sería Matilde quien abriría la puerta, con la que nunca se había llevado bien.—Hola, ¿cómo estás, Matilde? Por favor, necesito hablar con Grecia. ¿Se encuentra en casa? —le dijo ansiosa.Matilde, con una expresión de desagrado al verla, le respondió:—Sí, la señora llegó hace media hora y subió a su habitación, pero no creo que esté en condiciones de atenderla.—Pues avísa
Guillermo, aún incrédulo de lo que había pasado entre ellos, la observaba mientras acariciaba su piel con ternura. Le parecía un sueño estar allí con ella.—Eres tan bella, tan suave, tan frágil —le decía.Grecia, sintiendo un poco de vergüenza al estar desnuda junto a él, respondió con el rostro ruborizado:—No me mires así, que me muero de la pena.—¿Por qué, bonita? Si eres una mujer hermosa. Me has hecho el hombre más feliz del mundo. No sabes cuánto te deseaba, cuánto anhelaba hacerte mía. —Tú has hecho que me enamore de ti Guillermo. La verdad es que no me había dado cuenta de lo que sentía hasta que te vi besándote con esa mujer.Guillermo enseguida tapó sus labios con un dedo, haciendo un sonido con los labios que sugería que no dijera nada.—No recordemos eso, por favor, mi amor. No sabes lo avergonzado que me sentí cuando llegaste allí y me encontraste con Úrsula. Esto no lo planifiqué; todo sucedió inesperadamente. No quiero ser poco caballeroso, pero te juro que ella fue
El licenciado Burgos, la mano derecha de Armando Ripoll durante muchos años, se había ganado la confianza del patriarca de la familia. Armando lo había nombrado albacea de su fortuna, confiando en que su imparcialidad y profesionalismo garantizarían que su legado se administrara de manera justa y eficiente, sin que los miembros de la familia pudieran tocar el dinero directamente. En el despacho, se respiraba un ambiente lleno de tensión, y todos los presentes esperaban ansiosos las palabras que cambiarían sus vidas para siempre.El licenciado comenzó con la lectura: —Yo, Armando Ripoll, en pleno uso de mis facultades, declaro que a mi fallecimiento, la fortuna de la familia Ripoll será destinada a mi primer nieto varón, hijo de Luis Fernando —anunció el licenciado con voz firme.Un murmullo recorrió la sala. Todos quedaron boquiabiertos ante la contundente cláusula. Greta, que había estado esperando con ansias para reclamar su parte de la herencia, sintió que el suelo se desvanecía b