Luis Fernando entró en la sala, y su expresión de sorpresa se transformó rápidamente en confusión al percibir la tensión entre sus padres. —¿De qué verdad están hablando? —preguntó con firmeza, frunciendo el ceño. Greta y Armando intercambiaron miradas nerviosas, sintiéndose por un momento al descubierto. Sin embargo, Greta no podía permitir que sus planes se vieran arruinados, así que fue la primera en reaccionar antes de que Armando pudiera decir algo. —Luis Fernando, hijo, no te esperaba tan temprano —dijo, acercándose a él con disimulo y dándole un beso en la mejilla, sonriendo como si nada estuviera pasando. Greta siempre había tenido la capacidad de actuar con frialdad. —Madre, te hice una pregunta. Cuando llegué, ustedes hablaban de una verdad —replicó Luis Fernando, con voz firme. Quiero saber a qué se referían. Greta, forzando una sonrisa nerviosa, intentó explicarse. —Estábamos discutiendo sobre la boda y… —su voz se cortó, luego miró a Armando con una expresión
Al terminar la jornada de trabajo, Grecia se acercó a Guillermo con un nudo en el estómago. El temor la invadía mientras pensaba en cuál sería su reacción al hablarle sobre la decisión que había tomado. —Guillermo, necesitamos hablar —dijo, con un ligero temblor en su voz. Al escucharla, Guillermo se estremeció; por fin había llegado el momento de retomar la conversación que habían dejado inconclusa. Estaba esperanzado de que ella lo aceptara en su vida; estaba dispuesto a ponerle el mundo a sus pies con tal de que fuera su esposa. —Yo también tengo que hablar contigo, Grecia —respondió él, con una mezcla de ansiedad e ilusión—. Entonces, subamos a tu oficina. —Muy bien —dijo él, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza mientras le hacía una seña con la mano para que ella caminara primero. Desde el restaurante, Mercedes los observaba. Debía esperar a Grecia como lo habían acordado. Esa noche, no se quedaría más en la oficina de Guillermo; Mercedes le había ofrecido su cas
Grecia estaba lista para ir a la empresa de los Ripoll, se había levantado muy temprano, Mercedes le había prestado algo de su ropa para que pudiera ir bien presentable. Se había puesto un vestido muy lindo de colores fuertes, aun no se le notaba el embarazo, quería verse mas hermosa de lo que ya era al natural, con la esperanza de que Luis Fernando se entusiasmara al verla. Estaba muy ilusionada, pero también nerviosa, lo único que le daba fuerza era pensar en su hijo. —Buenos días, Grecia. Pero qué bonita estás, ese vestido se te ve mejor que a mi. ¿Cómo dormiste? —le preguntó Mercedes mientras servía el desayuno.—Buen día. Casi no pude conciliar el sueño. No he podido dejar de pensar en Guillermo.—Bueno, por lo menos estás pensando en él; ya eso es un progreso. Jejeje. —dijo bromeando. —Es en serio, Mercedes. Me preocupa cómo debe estar. Te juro que lo vi muy mal cuando hablé con él. Nunca fue mi intención hacerle daño. —Sí, me imagino. Lo conozco muy bien y sé que debe estar
El ambiente estaba cargado de tensión, y Grecia sentía que algo oscuro se venía sobre ella. La inquietud se apoderaba de su ser, y la necesidad de descubrir lo que la asistente trataba de ocultar se hacía cada vez más urgente.—Blanca, estoy esperando que me digas qué es lo que pasa. ¿Qué contienen esos sobres que no quieres que vea? —su voz temblaba, pero su determinación era definitiva. La asistente, con un rostro preocupado, finalmente se armó de valor.—Señora Grecia, la verdad es que me causa mucho pesar decirle esto, pero esos sobres tienen las invitaciones a la boda del señor Luis Fernando y la señora Laura. Estoy encargada de enviarlas.El mundo de Grecia se desmoronó en un instante. La expresión de su rostro reflejaba una profunda conmoción; todas las esperanzas que había cultivado al visitar la empresa se desvanecieron como el agua entre los dedos. Se sintió pálida, las piernas comenzaron a temblarle y un escalofrío helado la invadió por completo. Era una sensación desgar
El ambiente en la sala de espera era denso, como si la ansiedad se hubiera concentrado en el aire. Luis Fernando sentía cómo el sudor frío le recorría la espalda; cada segundo se convertía en una eternidad mientras aguardaba las palabras del doctor.—¿Qué pasa, doctor? ¿Cómo está mi padre? —preguntó, preocupado. La angustia le apretaba el pecho como un yugo.A su lado, Greta mantenía sus pensamientos en un rincón oscuro de su mente: “Por favor, que diga que se murió”. La expresión del médico no prometía buenas noticias y eso la hacía sentirse confiada. —El señor Ripoll se encuentra muy grave. Ha sobrevivido al infarto, pero su corazón está demasiado débil.—¡Entonces está vivo! —exclamó Luis Fernando, sintiendo cómo la euforia iluminaba brevemente su rostro. Sin embargo, Greta se sintió como si le hubieran arrojado un balde de agua fría. Aunque intentaba ocultarlo, por dentro estaba hecha una furia, quería acabar con todo, parecía un huracán a punto de arrasar con todo, especialmente
El bullicio del restaurante se convirtió en un caos. Mercedes sostenía a Grecia desmayada en sus brazos, mientras los murmullos de preocupación se esparcían entre los comensales.—¡Por favor, apúrense! —gritó Mercedes, visiblemente nerviosa, al ver que Grecia no reaccionaba—. Necesitamos ayuda aquí, ¡rápido!Los ojos de todos estaban fijos en la escena; algunos sacaban sus teléfonos para llamar a emergencias, mientras otros simplemente observaban, incapaces de apartar la mirada del sufrimiento de Mercedes.Guillermo se encontraba en la cocina, ajeno a lo que sucedía en el restaurante. Sin embargo, el bullicio de la gente llamó su atención.—¿Qué estará pasando afuera? Se escuchan gritos —pensó, inquieto.En ese momento, las puertas de la cocina se abrieron violentamente. Era uno de los empleados de confianza de Mercedes, que entró muy alterado a darle la noticia.—¿Por qué entras de esa forma a mi cocina? He dicho muchas veces… —comenzó Guillermo, pero el empleado lo interrumpió.—Señ
Guillermo se encontraba atrapado en un laberinto de emociones. La preocupación por la salud de Grecia lo consumía, mientras que el reencuentro con los Ripoll, a quienes consideraba sus enemigos, lo dejaba en un estado de constante inquietud. Su mente estaba llena de preguntas mientras observaba desde cierta distancia a Luis Fernando:“¿Qué habrá sucedido entre Luis Fernando y Grecia? Ella había decidido hablar con él y confesarle que estaba esperando un hijo. ¿Acaso Luis Fernando le hizo algo que la puso en ese estado? Si eso es así, juro que me las va a pagar muy caro”.Esa idea lo atormentaba, pero sabía que debía esperar a que el médico le diera noticias antes de confrontar a Grecia sobre lo ocurrido.Mientras tanto, Guillermo reflexionaba sobre la importancia de mantener su presencia en secreto. No podía permitir que Luis Fernando lo reconociera; debía asegurarse de que no supiera que él era Guillermo Lombardo y mucho menos que se enterara de que Grecia se encontraba hospitalizada
Grecia miró a Guillermo con tristeza. Hubiera dado cualquier cosa por sentir algo por él, con tal de no experimentar el dolor que le causaba amar a Luis Fernando.—Te hice mucho daño cuando me negué a aceptar tu propuesta de matrimonio. Sin embargo, después de todo lo que me ha pasado, he reconsiderado y quiero saber si aún estás dispuesto a casarte conmigo.A Guillermo se le iluminaron los ojos de emoción, pero al mismo tiempo sintió una mezcla de desilusión. Sabía que su petición llegaba en medio de circunstancias difíciles y no precisamente porque ella realmente quisiera casarse con él.Caminó alrededor de la habitación, mirando a través de la ventana pensativo. Luego se volvió hacia ella y le dijo:—Sabes que estoy enamorado de ti y que te amo como jamás lo haré con ninguna otra mujer. Pero quiero que seas honesta, aunque esto me cause daño: ¿quieres casarte conmigo por vengarte de Luis Fernando o porque realmente deseas que nos demos una oportunidad de tener una vida juntos?Grec