Rompo el casco protector de la moto con la violencia con que quería romperle la cara a Eva, pero Rodrigo me detuvo.─Si haces algo así, puedes ir a la cárcel. Esa mujer no importa, lo que vale es que estamos juntos, sin Eva ─miro a quien juraba serme fiel, por supuesto, envalentonada; con la rabia carcomiendo mi corazón. Y como no es costumbre mía quedarme con la frustración, le doy una bofetada y él retrocede atónito tocándose la mejilla.─Para que me recuerdes, ¡grandísimo infeliz!. A mí me respetas ─rezumo en cólera. Lo escupo en la cara, avanzo a pasos agigantados hacia mi moto y subo en ella.Antes que Rodrigo pueda detenerme, acelero y abro paso entre el gentío que veía el espectáculo de dos mujeres jalándose las greñas por un imbécil a las afueras de una fiesta. Qué horror.Acelero el doble y me paso vario
─Lo sé ─veo cómo la suerte se me escapa de las manos.─Muy bien. Me voy, y por favor haga como si nada de esto sucedió, lo que menos quiero ahora es un escándalo.─No lo tendrá ─me detengo frente a su auto.─Ah, tome un taxi, así nos ahorramos más problemas ─me avienta el dinero. Puedo ver los billetes aterrizar sobre mis pechos, lo cual me parece un insulto, por lo que siento rabia al instante. ¿Quién se cree para tratarme así?─Ahórrese las molestias y métase los billetes por donde pueda ─me apoyo en la ventanilla del piloto para lanzarle el dinero de regreso, y añado con petulancia ─, su excelentísimo.Le doy una patada al deportivo color rojo y taconeo hacia la salida del estacionamiento. ¡Cuánta humillación! Para mi desgracia se suma a mi listado de tragedias un fuerte aguacero, y conforme están las cosas, lo m&aac
─Bueno, creo que me voy ─espabila, suspira y luego termina diciendo ─, mañana me gustaría tener el dato de las galletas. Quizá el perro me odie menos.Le doy una sonrisa jovial la cual no duda en corresponder, y así terminamos la rara conversación. Una vez terminan las clases llamo a mi cuñado Hugo, que es veterinario.─Hugo, ¿qué tal?─Verónica, tu hermana no está conmigo ─avisa.─No quiero hablar con ella, te llamo para otra cosa ─lo escucho gruñir, pero paso de ello para no caer en discusiones. Sé perfectamente que el odio es mutuo ─. Quiero saber cómo se llaman las croquetas que Cristina le da de comer al pulgoso que tienes.─No sé, hay tantas. A veces le cambia el menú.Lo que me faltaba.RicardoEngel, ese apellido da vueltas por mi cabeza todo el tiempo. ¿Cómo le hago entender a Oliver que esa chic
Le echo un vistazo al pasillo antes de sacar mi teléfono celular en mi recámara.─ ¿Aló? ─descuelga. ¿Está durmiendo?─Oliver, despierta, vente a mi casa ya mismo ─murmuro y consigo hacerlo gruñir.─ ¿Qué parte de estoy descansando no entiendes? ─rebate con firmeza.─La parte de soy tu amigo y necesito tu maldita ayuda ahora.De repente escucho que suben el volumen del minicomponente y las paredes empiezan a vibrar.─ ¿Tienes fiesta en tu casa?─No, lo que tengo es una estudiante de psicología actuando como uno de sus pacientes. Oliver, ayúdame a parar esto, esa chica no está bien ─dicho esto escucho el rechinar de la puerta, me giro y la veo de pie sobre la entrada.─ ¿Rick, estás bien?, ¿sigues ahí?, ¿sabes qué? Llegaré en una hora ─termina diciendo.Con lentitud y sin
Después de guardar la comida en el refrigerador y darle de comer a Rocky, doy vueltas por la cocina buscando la forma de acercarme de nuevo a Ricardo para despedirme, aunque un palpito me dice que no es propicio intentarlo. Aún así necesito averiguarlo.─Ricardo... ─abro con cuidado la puerta, las luces están apagadas y la poca luz que ilumina el cuarto proviene del pasillo. Está tirado boca a bajo sin el suéter que traía puesto ─, debo irme.No se inmuta en contestarme y yo no me inmuto en dar un paso más, solo opto por quedarme de pie sobre el vano de la puerta contemplando su cuerpo tonificado en completa relajación.Inspiro hondo antes de cerrar la puerta a mis espaldas y avanzar por el pasillo devuelta a la primera planta.─ ¿Verónica? ─lo oigo a mitad de camino. Quedo inmóvil debatiéndome sobre si es oportuno devolverme o marcharme de una vez por todas.S
Las luces neón capturan los confines del lugar, los reflectores, el olor a alcohol y el humo impactan de lleno mis sentidos, provocando que me duela la cabeza.─Sam, ¿Raquel sabe que veníamos? ─Le hablo casi que gritando mientras caminamos hacia la barra del disco-bar.─Por supuesto, la llamé antes de salir.Tomamos asiento y pedimos un par de mojitos para cada una. Creemos necesitarlo, han sido semanas difíciles en la universidad, y lo que a mí respecta, últimamente siento que me asfixio con todo, quiero sexo, placer, adrenalina, lo que sea que pueda relajarme la noche completa.─Verónica ─miro a mi amiga ─, el chico que está al otro lado de la barra no deja de mirarte, ¿lo conoces?Me empino los mojitos uno tras otro para luego tomar valor y voltear. Busco con disimulo y me encuentro con Evans, un chico con quien tuve una pequeña aventura hace unos años atrá
No sé la respuesta a esa pregunta, pero no me voy a permitir a empezar a cavilar en ello otra vez. Así que con indignación le doy una bofetada, para luego terminar abandonando el aula presa del llanto.Es mucho más fácil para él fingir que no pasó nada, porque no siente nada por mí, pero yo estoy totalmente loca por él y cada juicio que lanza en mi contra me afecta más que el anterior. Algo me dice que ambos salimos heridos, él por decirme cosas que quizá no quería a causa de una foto que no tenía derecho a reprocharme, y yo por no defenderme lo suficiente ante sus atropellos.Una semana más tarde mi vida empieza a dar un vuelvo brusco. Ricardo parece filtrarse entre mis poros, e invadir mi alma con cada lágrima bajo la regadera. Mi destino es caer en depresión profunda durante un tiempo indefinido, y sufrir diabetes a causa de los litros de helado diari
Tras resolver varios asuntos legales y financieros, mi amigo se ofrece a llevarnos a mi casa. Al bajar del auto le pido a Oliver que nos acompañe a cenar, pero se niega aduciendo que Verónica y yo necesitamos espacio para dialogar. ─No sé si quiera hablar con ella hoy ─advierto en lo que me froto la nuca y me inclino hacia la ventana. ─Para mañana es tarde ─estrecha mi mano derecha. ─ Ya sabes, si me necesitas no dudes en llamarme. ─Gracias, Oliver. ─ ¡Ricardo! ─escucho a Verónica llamarme desde la recepción del edificio. ─Ya me voy, tu chica está histérica ─comenta Oliver. […] Sigo sin poder dormir, doy vueltas de un lado a otro. Las luces están apagadas pero por el balcón entra a raudales el resplandor de la luna y del faro de la calle. Miro el reloj y es media noche, ¿cuándo voy a dormir? Me remuevo sobre el colchón pero ninguna posición es cómoda. Siento el pórtico rechinar y me giro asustado, entonces la veo de pie sobre la rendija de la puerta; sus pies e