Ricardo.Despierto empapado en sudor, sorprendentemente me hallo apretando el edredón que reviste el colchón y con cierto desconcierto lo libero. La pequeña habitación permanece en un silencio que anega mi cerebro.«Verónica» ─me reclamo angustiado.Salto de la cama y enciendo las luces, fuera corre una ola de frío que revolotea las plantas y persianas.─Y viviremos felices por si... ─sisea alguien tras la puerta.─ ¡Epa! ─escucho ruiditos energéticos ─. Fiorella, anda con cuidado no vaya ser que termines partiéndote la cara.─ ¿Y bien? ─las encuentro a pocos metros de la entrada, Verónica sosteniendo a Fiorella que supongo está ebria.─ ¡Deus! ─escupe mi chica tirando a la joven sobre uno de los sofás mientras se adentran a la cabaña ─. Qué pesada es, se ha tomado media botella de vino ella sola. No siento las piernas.─Mierda ─digo.Aprovecho que ambas han entrado para cerrar la puerta.─ ¿Has manejado con tragos encima?─De dos cervezas no pasé ─explica.Miro a la chica ebria, Veró
─Claro ─suspiro ─. Ric, ¿crees que merecen que los perdone?, fueron demasiado duros conmigo. Ni siquiera tenían fe en mí.─Amor, son humanos, sobre todo son tu familia y es evidente que reconocen sus errores. ¿No has notado la mirada que te lanza tu padre cada que te ve?, por fin cree que maduraste. Lo mismo piensa tu hermana y tu madre, por suerte Chris siempre ha confiado mas en ti.─Mi padre me echó de casa ─acuesto mi cabeza en sus duros pectorales, el melódico sonido de su palpitar me distrae en medio de la conversación.─Nunca te lo dije pero, mi padre me amenazó con desheredarme si seguía contigo.Me siento de golpe mirándolo fijamente rememorando las veces en que topé con César y el odio que transmitían sus palabras.─Gracias a que lo salvaste de morir ya no tengo que escucharlo decir amenazas, te prometo que nunca accedería a algo así. Eres la mujer de mi vida, lo sabes.─Y pensar que fuiste un capricho producto de una tusa ─me se escapa y por instinto me tapo la boca.Sus oj
Noche buena.─ ¿Y?Trago en seco y me limpio las lagrimas.─Vamos cariño, di algo.Miro la prueba casera de embarazo que acabo de usar y luego a Ricardo.─Dio positivo ─musito.─ ¡Sí! ─salta emocionado y también me carga.─ ¡Me dejarás caer! ─grito y río a la vez.─ ¡Me harás papá!, ¡seré papá! ─repite orgulloso y me arrebata la prueba ─. Vaya. Seré papá, no lo puedo creer.Me muerdo el labio.Pienso en las siguientes horas cuando nuestras familias sepan.─No es seguro ─lo desinflo ─, aveces las pruebas se equivocan.Me lanza una mirada de desaprobación.─Mañana irémos por una prueba médica ─sentencia ofendido.─Mañana es navidad, nadie trabaja.─Entonces irémos después pero de que te harás la prueba, te la harás.─Soy dueña de mi cuerpo.─No vengas con ideologías feministas ─gruñe.─Abortaré.─Verónica.─ ¡Deus, es broma! ─carcajeo ─. Oye, también estoy feliz, ¡Yuju, seré mamá!─Le diremos a los demás durante la cena, ¿te parece?─No es seguro aún.─Dijiste que las pruebas caseras er
Cinco meses después...Suena el teléfono de mi oficina varias veces.─Buenas tardes, ¿usted es la doctora Engel? ─sonrío de inmediato al reconocer la voz ronca de Ricardo.─No me llames mientras trabajo, sabes que me desconcentras ─descanso la espalda en el respaldo del sillón giratorio.─Te he llamado para recordarte la cita médica que tenemos en una hora, hoy te harán la ecografía que nos dirá el sexo del bebé.─Mierda sí, con tanto casi lo olvido─Lo supuse. Pasaré por ti en media hora.─Claro.─ ¿Verónica?─Dime.─Te amo, ¿lo sabes?─Lo sé.─Cariño, anda con cuidado por la oficina, no quiero accidentes a estas alturas.─Estoy embarazada no enferma ─gruño y al otro lado de la línea lo oigo soltar un bufido de frustración.Si fuera por Ricardo estaría la mayor parte del tiempo en una cama, sin mover un dedo solo comiendo y pasando canales.─Me preocupo por ti.─Y no me cabe duda, pero a veces te pasas.─No es cierto.─Tu ganas, ahora déjame trabajar.─No olvides que en media hora te
Rompo el casco protector de la moto con la violencia con que quería romperle la cara a Eva, pero Rodrigo me detuvo.─Si haces algo así, puedes ir a la cárcel. Esa mujer no importa, lo que vale es que estamos juntos, sin Eva ─miro a quien juraba serme fiel, por supuesto, envalentonada; con la rabia carcomiendo mi corazón. Y como no es costumbre mía quedarme con la frustración, le doy una bofetada y él retrocede atónito tocándose la mejilla.─Para que me recuerdes, ¡grandísimo infeliz!. A mí me respetas ─rezumo en cólera. Lo escupo en la cara, avanzo a pasos agigantados hacia mi moto y subo en ella.Antes que Rodrigo pueda detenerme, acelero y abro paso entre el gentío que veía el espectáculo de dos mujeres jalándose las greñas por un imbécil a las afueras de una fiesta. Qué horror.Acelero el doble y me paso vario
─Lo sé ─veo cómo la suerte se me escapa de las manos.─Muy bien. Me voy, y por favor haga como si nada de esto sucedió, lo que menos quiero ahora es un escándalo.─No lo tendrá ─me detengo frente a su auto.─Ah, tome un taxi, así nos ahorramos más problemas ─me avienta el dinero. Puedo ver los billetes aterrizar sobre mis pechos, lo cual me parece un insulto, por lo que siento rabia al instante. ¿Quién se cree para tratarme así?─Ahórrese las molestias y métase los billetes por donde pueda ─me apoyo en la ventanilla del piloto para lanzarle el dinero de regreso, y añado con petulancia ─, su excelentísimo.Le doy una patada al deportivo color rojo y taconeo hacia la salida del estacionamiento. ¡Cuánta humillación! Para mi desgracia se suma a mi listado de tragedias un fuerte aguacero, y conforme están las cosas, lo m&aac
─Bueno, creo que me voy ─espabila, suspira y luego termina diciendo ─, mañana me gustaría tener el dato de las galletas. Quizá el perro me odie menos.Le doy una sonrisa jovial la cual no duda en corresponder, y así terminamos la rara conversación. Una vez terminan las clases llamo a mi cuñado Hugo, que es veterinario.─Hugo, ¿qué tal?─Verónica, tu hermana no está conmigo ─avisa.─No quiero hablar con ella, te llamo para otra cosa ─lo escucho gruñir, pero paso de ello para no caer en discusiones. Sé perfectamente que el odio es mutuo ─. Quiero saber cómo se llaman las croquetas que Cristina le da de comer al pulgoso que tienes.─No sé, hay tantas. A veces le cambia el menú.Lo que me faltaba.RicardoEngel, ese apellido da vueltas por mi cabeza todo el tiempo. ¿Cómo le hago entender a Oliver que esa chic
Le echo un vistazo al pasillo antes de sacar mi teléfono celular en mi recámara.─ ¿Aló? ─descuelga. ¿Está durmiendo?─Oliver, despierta, vente a mi casa ya mismo ─murmuro y consigo hacerlo gruñir.─ ¿Qué parte de estoy descansando no entiendes? ─rebate con firmeza.─La parte de soy tu amigo y necesito tu maldita ayuda ahora.De repente escucho que suben el volumen del minicomponente y las paredes empiezan a vibrar.─ ¿Tienes fiesta en tu casa?─No, lo que tengo es una estudiante de psicología actuando como uno de sus pacientes. Oliver, ayúdame a parar esto, esa chica no está bien ─dicho esto escucho el rechinar de la puerta, me giro y la veo de pie sobre la entrada.─ ¿Rick, estás bien?, ¿sigues ahí?, ¿sabes qué? Llegaré en una hora ─termina diciendo.Con lentitud y sin