─Lo sé ─veo cómo la suerte se me escapa de las manos.
─Muy bien. Me voy, y por favor haga como si nada de esto sucedió, lo que menos quiero ahora es un escándalo.
─No lo tendrá ─me detengo frente a su auto.
─Ah, tome un taxi, así nos ahorramos más problemas ─me avienta el dinero. Puedo ver los billetes aterrizar sobre mis pechos, lo cual me parece un insulto, por lo que siento rabia al instante. ¿Quién se cree para tratarme así?
─Ahórrese las molestias y métase los billetes por donde pueda ─me apoyo en la ventanilla del piloto para lanzarle el dinero de regreso, y añado con petulancia ─, su excelentísimo.
Le doy una patada al deportivo color rojo y taconeo hacia la salida del estacionamiento. ¡Cuánta humillación! Para mi desgracia se suma a mi listado de tragedias un fuerte aguacero, y conforme están las cosas, lo más seguro es que deba caminar hasta mi casa.
Comienzo a andar a paso presto bajo la lluvia, cuando al otro lado de la calle escucho la voz de mi hermana volviéndose un salvavidas ─ ¡Verónica!
Corro hasta su auto completamente empapada, con la ropa adherida a mi grácil cuerpo como un chicle, y el cabello hecho un rotundo asco.
─Justo a tiempo ─me dice con una sonrisa.
─Gracias por venir, olvidé traer dinero para un taxi ─pongo la calefacción del auto mientras me desvisto.
─Supuse que estabas sin dinero.
No entiendo porqué pero siento una oleada de emociones arrugarme el corazón.
─ ¿Me quieres contar qué pasó anoche?, Chris dijo que te habías peleado con Rodrigo.
─Rompimos ─explico sin rodeos en lo que me desmaquillo. Aunque no estoy observando a Cristina, puedo percibir el gesto incómodo en su cara.
─ ¿Por? ─pide saber, y su voz se oye prevenida, como si esperara algún insulto mío por tocar el tema; para su suerte me decanto por contarle con lujo de detalles lo ocurrido, es igual de discreta que Chris, me lleva 4 años de ventaja. Así que no está muy lejos de entenderme. ─Es un cretino, se lo tenía merecido ─dice con tanta indignación que parece ella la afectada.
─Y no sabe lo que le espera, Cristina ─viboreo ─, voy a hacer que me ruegue.
─Te digo yo que no vale la pena, ya déjalo con la duda de si tú y el profesorcillo ese tienen algo.
─Nada de eso, me voy a liar a Ricardo para que sus dudas sean certezas.
[…]
"Si sigues jugando con fuego pronto te quemarás" dice el mensaje de texto que acabo de recibir de mi ex. Ya han pasado dos semanas desde nuestra ruptura, y honestamente no comprendo qué espera Rodrigo de mí; ¿será arrepentimiento?, ¿culpa? Solo espero que se entere que lo estoy superando con éxito.
Mis clases con el profesor Miller cada vez son más complicadas, "Qué novedad" Y por alguna tentadora razón logra engancharme tontamente a él, al punto de sentir que he llegado más lejos de lo que pudiera pensar si hablamos de travesuras.
─ ¿Estás segura? Verónica, esto es una locura ─lo sé.
─Tú solo ábrete la camisa un poco más y actúa muy provocativa ─le aconsejo en lo que la ayudo con una segunda mano de rubor y brillo labial.
─ ¿Por qué soy tu amiga, desequilibrada?
─ ¿Por qué será? ─le doy un pequeño empujón a su retaguardia para que avance hacia el otro lado de la calle─ Ah, creo saberlo. Soy la única que no pierde los estribos cuando metes la pata.
Una vez veo a mi mejor amiga acercarse a la recepción del edificio blanco al otro lado de la calle, me preparo psicológicamente para llevar a cabo la otra parte del plan. Entrar sin que nadie lo note. Y vaya que estoy mal de la cabeza para intentar algo así.
─Estoy en el apartamento 205 ─le hago saber a través de una llamada ─, si el guardia de seguridad sospecha algo, envíame un mensaje de texto o una nota de voz diciendo…
─ ¡3312! ─hace una demostración ─. ¿Así?
¿Qué, acaso eso lo escuché en moster inc?
Sonrío, y contesto afirmativamente.Con destreza abro la puerta del apartamento, no me lleva más de dos minutos darle una galleta al San Bernardo que vigila el piso de mi profesor, que por cierto, me reconoce y adora.
─Rocky. Basta. Para de lamerme ─riño ─. ¡Ya!
El cachorro me mira con cara de circunstancia, cabizbajo se aleja y me deja recorrer el lugar.
¿Listado de notas, dónde estas? Estoy segura de que Walker lo metió en una folio azul.
─Ey, ¿ya la encontraste?
─Sam, ¿qué haces aquí? Este no era el plan ─reprendo a mi amiga a quien veo entrar justo detrás de mí.
─Ya sé que este no era el plan pero el guardia se ha distraído y he pensado que sería de mucha ayuda estando aquí.
─De acuerdo, ahora quédate en la puerta.
─ ¿Segura que no prefieres que te ayuda a buscar?
─No. Ve a la puerta.
─Soy buena encontrando cosas.
─ ¡Sam, la puerta! ─reitero con los nervios de punta.
─Voy. Calma. Pero apresúrate.
Reparo la estancia estilo industrial, típico apartamento de soltero. Salgo de mis impresiones e inicio la búsqueda. Hurgo por casi toda la casa sin éxito alguno, hasta que descubro una última puerta; al abrirla me encuentro con un despacho. Sin perder más tiempo me dirijo al escritorio… y ¡Zas! "Por fin" reviso la lista de estudiantes, letra E. Listo.
─ ¡Santa en la chimenea! ─escucho a Sam.
¿Cómo? ¿A qué se refiere? Cierro la gaveta y ordeno los papeles en un tris. Cierro la puerta cuidadosamente detrás de mí y me dispongo a ir con Sam, pero…
─Rocky, ¿qué haces comiendo galletas? ─me paralizo al ver a mi profesor a tres metros de mí, sin percatarse de mi presencia ─. ¿de dónde las sacaste?
Rocky menea la cola y lo ignora para lanzarse sobre mí. "Ay, no. Por Dios. Rocky ahora no"
Toma al perro del collar y lo aleja de mí sin mostrar un atisbo de sonrisa. No es para menos. Estoy muerta.
─ ¿Señorita Engel?
─Profesor ─estoy perdida ─. No es lo que se imagina, déjeme explicarle.
─ ¿Explicar?, ¿explicar qué? ─me mira con sus acerados ojos azules ─. Vengo a mi casa y encuentro que una de mis alumnas ha entrando arbitrariamente a mi propiedad.
Me jala la carpeta de las manos y con ella me señala directo a la cara ─Llamaré a la policía.
M****a.
─Le cuento la verdad. TODA. Pero no llame a nadie.
De pronto empieza reír, y a estas alturas no sé cómo interpretar ese gesto.
─Señorita Engel, ¿qué verdad? ─empieza a despotricar ─. ¿Que me ha dañado el seguro de la puerta dos veces, o que me rompió el parabrisas del auto? No, mejor aún ¿que me ha hecho cambiar de espejo de baño? Ah, sin contar que ha sobornado al traidor de Rocky.
Supuse que sospecharía de mí, pero jamás imaginé que tuviera certeza de que fuera yo.
El perro entiende y al instante baja la cola. Pobre.
─Profesor, todo eso tiene una explicación ─“que usted me gusta y ya no sé cómo cojones llamar su atención” eso diría, pero según las circunstancias me pinta mejor mentir ─. Ya le explico.
─Explicar nada. Voy a llamar a la policía ─se apresura en marcar desde su celular cuando velozmente se lo arrebato ─.Señorita, entrégueme el celular.
─Sin policías, Rocky tampoco tiene culpa. Esto es entre usted y yo.
─No repito.
─Yo tampoco.
Cruzado de brazos opta por sentarse, la tela de su camisa, que por cierto, le queda de infarto, se adhiere a sus músculos. Verónica, ahora no.
─La verdad es que no tengo excusa, he venido porque... a ver, como he dicho antes, tenía curiosidad por saber cuál había sido mi nota.
Arruga la frente ─ ¿Y por eso ha tenido que entrar como ladrón a mi casa?
─Se equivoca, no soy una ladrona.
─Señorita Engel, ¿cómo le llama usted a la gente que irrumpe en una casa sin permiso?
─ ¿Visita sorpresa? ─murmuro poco convencida. Se me viene a la cabeza la expresión que usa Sam en casos estúpidos como el mío “pol dio” y por extraño que parezca siento ganas de reír. Sin embargo, me muerdo el carrillo del labio para no caer en tentación o imprudencia, y bajo la cabeza con profunda necesidad de huir.
Él se masajea las sienes. ¿Qué voy a hacer con usted? Farfulla.
─Última oportunidad, ¿me oyó? Vuelve a hacer algo estúpido y estará en problemas ─me advierte. Asiento a sabiendas de que esto apenas empieza.
─Como diga, su excelentísimo ─susurro para mí.
─ ¿Cómo dijo? ─el tono acerado y lascivo de sus palabras me estremecen.
─Dije que no le daré más problemas. Si me lo permite, tengo que irme ─mantengo una expresión ilegible, bastante asustada para no hacerlo dudar de mis palabras.
Me acerco a Rocky y me despido.
─Buen perro ─le sobo la cabeza.
─Rocky, a dormir ─le dice en berridos.
[…]
Ambas reímos, pero apuesto que ella lo hace por lo estúpida que debí verme delante de nuestro profesor.
─Demasiado postureo, pero mírate, a la hora de la verdad casi te meas.
─No cualquiera logra esa sensación en mí.
─ ¿De mearte?
─ ¡Sam! ─le doy un empujoncito abochornada. Me levanto del sillón y miro la hora en mi celular ─. Debo irme, comienzo clase en cinco minutos.
─ ¿Con su excelentísimo?
Ladeo la cabeza en señal de afirmación.
***
─El profesor te pide que te quedes después de clase ─me dice Walker rápidamente en lo que se va atestando el aula.
─ ¿Disculpa? ─reparo a mi compañera, luego miro a nuestro profesor que espera cruzado de brazos y sentado en la esquina de su escritorio que los estudiantes se ubiquen en sus asientos para empezar la cátedra. ─ ¿Puedo saber para qué?
─Solo me pidió que te dijera eso ─contesta sin hacer honores, y con una sonrisa antipática vuelve a su asiento en la primeras fila, frente a Miller.
Empieza la clase y no puedo concentrarme con los engorrosos mensajes de Rodrigo.
“Verónica, piénsalo.”
“Amor, Eva no es más que una aventura.”
“Cariño, deja de jugar con ese profesor, juraría que te engaña con otra.”
“Verónica, te amo. Por favor, volvamos.”
“Bebé, te extraño. Yo sé que ese imbécil no te hace el amor como yo.”
─Señorita Engel ─me sobresalto. Mi profesor y toda la clase me observan. Añade ─. Pase al tablero.
Obedezco, me dirijo a la pizarra y espero que Miller me indique qué hacer. Al cabo de una hora la cátedra culmina, guardo todo con la esperanza de ir al cambio de clase antes de ser vista por Miller, pero Walker parece darse cuenta.
─No tan deprisa, recuerda que debes hablar con el profesor ─reitera. Inspiro hondo en un intento por ser paciente. Por no matarla. Sé que detrás de su fachada de buena chica sobrevive la intención de acostarse con Ricardo.
─Anoche se llevó mi móvil ─comenta él mirando directamente a los ojos.
─ ¿Me está llamando ladrona otra vez?
─ ¿Por qué se indigna si actúa como una? ─enarca una ceja, se cruza de brazos y separa los labios para contraatacar ─ ¿o me equivoco?
─Sí, se equivoca. Su celular está sobre el diván del vestíbulo. Si tiene otra acusación en mente dígala pronto o llegaré tarde a mi siguiente clase ─asevero borde. Al cabo de unos segundos de silencio incómodo y de miradas fulminantes me preparo para abandonar el aula.
─ ¿Qué galletas le dio a Rocky? ─pregunta a mis espaldas.
Sonrío sin mirarlo, aprieto el vano de la puerta pero instintivamente me giro quedando muy cerca de él, a medio metro.
─ ¿A caso importa? ─disimulo el interés que despierta en mí su pregunta.
─Antes de venir a clase he tenido que comprarle otras croquetas, las que acostumbra a comer ya no le gustan. Así que, sí, sí importa.
Buen perro, Rocky.
─Para ser sincera no recuerdo qué marca de croquetas eran.
─Es una lástima ─se relame los labios.
Advierto que repasa con la mirada mi aparatosa vestimenta. Botas, infaltables como siempre, y un vestido café tipo cuero ceñido diez centímetros por sobre la rodilla.
─Bueno, creo que me voy ─espabila, suspira y luego termina diciendo ─, mañana me gustaría tener el dato de las galletas. Quizá el perro me odie menos.Le doy una sonrisa jovial la cual no duda en corresponder, y así terminamos la rara conversación. Una vez terminan las clases llamo a mi cuñado Hugo, que es veterinario.─Hugo, ¿qué tal?─Verónica, tu hermana no está conmigo ─avisa.─No quiero hablar con ella, te llamo para otra cosa ─lo escucho gruñir, pero paso de ello para no caer en discusiones. Sé perfectamente que el odio es mutuo ─. Quiero saber cómo se llaman las croquetas que Cristina le da de comer al pulgoso que tienes.─No sé, hay tantas. A veces le cambia el menú.Lo que me faltaba.RicardoEngel, ese apellido da vueltas por mi cabeza todo el tiempo. ¿Cómo le hago entender a Oliver que esa chic
Le echo un vistazo al pasillo antes de sacar mi teléfono celular en mi recámara.─ ¿Aló? ─descuelga. ¿Está durmiendo?─Oliver, despierta, vente a mi casa ya mismo ─murmuro y consigo hacerlo gruñir.─ ¿Qué parte de estoy descansando no entiendes? ─rebate con firmeza.─La parte de soy tu amigo y necesito tu maldita ayuda ahora.De repente escucho que suben el volumen del minicomponente y las paredes empiezan a vibrar.─ ¿Tienes fiesta en tu casa?─No, lo que tengo es una estudiante de psicología actuando como uno de sus pacientes. Oliver, ayúdame a parar esto, esa chica no está bien ─dicho esto escucho el rechinar de la puerta, me giro y la veo de pie sobre la entrada.─ ¿Rick, estás bien?, ¿sigues ahí?, ¿sabes qué? Llegaré en una hora ─termina diciendo.Con lentitud y sin
Después de guardar la comida en el refrigerador y darle de comer a Rocky, doy vueltas por la cocina buscando la forma de acercarme de nuevo a Ricardo para despedirme, aunque un palpito me dice que no es propicio intentarlo. Aún así necesito averiguarlo.─Ricardo... ─abro con cuidado la puerta, las luces están apagadas y la poca luz que ilumina el cuarto proviene del pasillo. Está tirado boca a bajo sin el suéter que traía puesto ─, debo irme.No se inmuta en contestarme y yo no me inmuto en dar un paso más, solo opto por quedarme de pie sobre el vano de la puerta contemplando su cuerpo tonificado en completa relajación.Inspiro hondo antes de cerrar la puerta a mis espaldas y avanzar por el pasillo devuelta a la primera planta.─ ¿Verónica? ─lo oigo a mitad de camino. Quedo inmóvil debatiéndome sobre si es oportuno devolverme o marcharme de una vez por todas.S
Las luces neón capturan los confines del lugar, los reflectores, el olor a alcohol y el humo impactan de lleno mis sentidos, provocando que me duela la cabeza.─Sam, ¿Raquel sabe que veníamos? ─Le hablo casi que gritando mientras caminamos hacia la barra del disco-bar.─Por supuesto, la llamé antes de salir.Tomamos asiento y pedimos un par de mojitos para cada una. Creemos necesitarlo, han sido semanas difíciles en la universidad, y lo que a mí respecta, últimamente siento que me asfixio con todo, quiero sexo, placer, adrenalina, lo que sea que pueda relajarme la noche completa.─Verónica ─miro a mi amiga ─, el chico que está al otro lado de la barra no deja de mirarte, ¿lo conoces?Me empino los mojitos uno tras otro para luego tomar valor y voltear. Busco con disimulo y me encuentro con Evans, un chico con quien tuve una pequeña aventura hace unos años atrá
No sé la respuesta a esa pregunta, pero no me voy a permitir a empezar a cavilar en ello otra vez. Así que con indignación le doy una bofetada, para luego terminar abandonando el aula presa del llanto.Es mucho más fácil para él fingir que no pasó nada, porque no siente nada por mí, pero yo estoy totalmente loca por él y cada juicio que lanza en mi contra me afecta más que el anterior. Algo me dice que ambos salimos heridos, él por decirme cosas que quizá no quería a causa de una foto que no tenía derecho a reprocharme, y yo por no defenderme lo suficiente ante sus atropellos.Una semana más tarde mi vida empieza a dar un vuelvo brusco. Ricardo parece filtrarse entre mis poros, e invadir mi alma con cada lágrima bajo la regadera. Mi destino es caer en depresión profunda durante un tiempo indefinido, y sufrir diabetes a causa de los litros de helado diari
Tras resolver varios asuntos legales y financieros, mi amigo se ofrece a llevarnos a mi casa. Al bajar del auto le pido a Oliver que nos acompañe a cenar, pero se niega aduciendo que Verónica y yo necesitamos espacio para dialogar. ─No sé si quiera hablar con ella hoy ─advierto en lo que me froto la nuca y me inclino hacia la ventana. ─Para mañana es tarde ─estrecha mi mano derecha. ─ Ya sabes, si me necesitas no dudes en llamarme. ─Gracias, Oliver. ─ ¡Ricardo! ─escucho a Verónica llamarme desde la recepción del edificio. ─Ya me voy, tu chica está histérica ─comenta Oliver. […] Sigo sin poder dormir, doy vueltas de un lado a otro. Las luces están apagadas pero por el balcón entra a raudales el resplandor de la luna y del faro de la calle. Miro el reloj y es media noche, ¿cuándo voy a dormir? Me remuevo sobre el colchón pero ninguna posición es cómoda. Siento el pórtico rechinar y me giro asustado, entonces la veo de pie sobre la rendija de la puerta; sus pies e
[…] ─Es que… ¡Dios! ¿en serio, lo olvidaste? ─me reprende. Enjuga su cara entre sus manos con demasiada indignación y me vuelve a fulminar con la mirada. ─No lo olvidé, Sam ─me tiro en su sofá ─, pero tampoco puedo tiritar en ese asunto el resto de mi vida. Ricardo me pidió disculpas por todo lo que pasó, y yo hice lo mismo. ─Verónica, ¿qué te está haciendo ese madurito? ─me lanza un cojín. ─ ¡Madre divina!, te ha doblegado. La Verónica que conozco NUNCA ─volvió a remarcar después de unos instantes ─, pero lo que digo es nunca, ha pedido perdón. ─No exageres. ─Esto… ─hace una pequeña celebración a modo de burla ─, esto es un retroceso para tu personalidad pero un avance para la humanidad. ─ ¡Qué hija de p…! ─acabo tirándole varios cojines. Reímos un par de segundos hasta que oímos el timbre sonar con insistencia haciendo que chillemos. ─ ¡Voy! ─grita Sam antes de abrir. Al hacerlo ambas nos llevamos la desastrosa sorpresa con Rodrigo a la puerta, colgando un aspect
Una vez acaba el papeleo administrativo, Ricardo le exige a los oficiales que levanten una orden de alejamiento en contra de Rodrigo, ya que irónicamente, el único cargo que se le pudo imputar fue violación de morada, del que podría zafarse si paga una multa absurda. ─ ¿No piensas decirme quién es? ─murmuran con descontento A mis espaldas. ─Honestamente no estaba dentro de mis planes, ¿o acaso crees que se me iba a pasar por la cabeza, si quiera, verlo otra vez? ─descargo con ironía, pasando por alto la mirada fulminante de Chris. ─Verlo o no es lío tuyo, y mío desde hoy, porque ese imbécil te pudo haber matado ─inspira hondo antes de agregar ─; pero no me refiero a Rodrigo, sino al otro tipillo con complejo de superhéroe. Sin preverlo, se me escapa una sonora carcajada. ─No es prudente que actúes así aquí y ahora ─me reprende. ─Desde luego que no, ¿pero qué esperas oír de mí? ─enarco una ceja sin dejar de reír del todo. ─ Algo inteligente. ─ Esperas demasiado de mí