Le echo un vistazo al pasillo antes de sacar mi teléfono celular en mi recámara.
─ ¿Aló? ─descuelga. ¿Está durmiendo?
─Oliver, despierta, vente a mi casa ya mismo ─murmuro y consigo hacerlo gruñir.
─ ¿Qué parte de estoy descansando no entiendes? ─rebate con firmeza.
─La parte de soy tu amigo y necesito tu m*****a ayuda ahora.
De repente escucho que suben el volumen del minicomponente y las paredes empiezan a vibrar.
─ ¿Tienes fiesta en tu casa?
─No, lo que tengo es una estudiante de psicología actuando como uno de sus pacientes. Oliver, ayúdame a parar esto, esa chica no está bien ─dicho esto escucho el rechinar de la puerta, me giro y la veo de pie sobre la entrada.
─ ¿Rick, estás bien?, ¿sigues ahí?, ¿sabes qué? Llegaré en una hora ─termina diciendo.
Con lentitud y sin apartar la mirada de ella, dejo el celular sobre el buró. Noto sus puños crispados y la impotencia que trasmite su furibunda mirada, y honestamente empiezo a sentirme como un cobarde por no ser capaz de decirle que me saben mal sus intenciones.
─No es lo que estás pensando ─logro decir en lo que voy tras ella por el pasillo.
─ ¿Según tú qué estoy pensando, genio? ─contesta con la voz endurecida. Trato de detenerla pero se zafa bruscamente de mi agarre.
─Puedo explicarte lo que acabas…
─Me conformo con oírte decirme loca de frente, sin filtros. Hazlo. Ten los cojones ─se le quiebra la voz. Trago grueso sin tener una idea clara de cómo disculparme ─. Eso pensé, no eres más que un cobarde.
Atraviesa toda la estancia para llegar al vestíbulo donde logro alcanzarla.
─Tienes toda la razón, soy un cobarde ─sujeto el manubrio de la puerta por encima de su mano. ─ Perdóname.
─No solo eres un cobarde, también eres un idiota ─asevera sin darme la cara.
─Salta a la vista ─resoplo.
─Y poco hombre ─me repara por sobre su hombro con resentimiento, y acto seguido retira mi mano de la suya.
─No ha sido para tanto ─me defiendo.
─Traerte de comer tampoco fue para tanto.
─No compares, lo tuyo pinta como una obsesión.
─ ¿Desde cuándo ser atenta es señal de estar obsesionada? ─se altera.
─Desde el primer momento en que te tomaste tantas molestias conmigo ─vuelvo a aproximar mi metro noventa de estatura a ella en señal de desafío.
─ ¿Sabes que estoy harta de deberte respeto? ─comenta, y sin intención de escuchar otra de mis respuestas vuelve a darme la espalda para abrir la puerta.
─ ¿Es por eso que te vas como una cobarde? ─la tiento.
─Vete al infierno ─viborea pausadamente y con sus ojos claros vagando sobre los míos con arrogancia.
Cuando por enésima vez insiste en marcharse, le doy un giro inesperado y casi que animal a su cara para estamparla contra la mía. La estampo contra la puerta y le sujeto el rostro mientras le como la boca sin explicación, comprendiendo mi extraña debilidad por su belleza y su carácter.
[…]
A través de la llamada le explico a Oliver cómo repentinamente he cambiado de parecer respecto a mi estudiante, y además, le aviso que ya no es necesario que venga a verme. Él finalmente se despide entre risitas y un par de comentarios sobre lo majadero que me veo cuando estoy enamorado.
De regreso a la cocina encuentro a Verónica dándole de comer a Rocky. Me quedo cruzado de brazos sobre el marco de la entrada viendo lo bien que se lleva ese par, y me pregunto por qué Renata y el perro nunca congeniaron así.
─Me daré una ducha ─comento.
De camino al cuarto de baño la culpa fluye a través de mi cuerpo, ya que obviamente soy el responsable de que este juego diabólico de mi estudiante vaya viendo en popa. Y sí, estaría mintiendo si dijera que quiero que ella me confiese que está equivocada y que lo mejor es no estar juntos. Antes de que todo esto sucediera yo ignoraba su existencia, y podía verme siendo un docente más en el aula. Si las cosas hubieran continuado como iban, podría decir que habría sido el hombre más sensato en la facultad, pero ahora había cambiado y necesitaba dejar de pensar en mi abismal atracción por ella o acabaría siendo mi propia destrucción.
Mientras le hago un nudo a la toalla y busco ropa cómoda en el armario, oigo venir varias pisadas hacia mí. Al girarme la pillo extendiéndome una carta.
─Es tu correspondencia ─dice dejando vagar sus ojos sobre mi cuerpo.
Se la recibo y me quedo esperando que se marche para vestirme, pero no lo hace, de la nada deja ver una diabólica sonrisa; luego se sienta en mi cama con mirada desafiante.─Verónica, necesito privacidad.
─Después de ese beso, lo dudo ─pone los ojos en blanco.
─No pienso discutirlo, ¿ahora puedes salir? Necesito vestirme.
─ ¿Hace cuánto tuviste tu último polvo? ─inquiere.
Me quedo perplejo y en silencio creyendo no haberla oído bien. Espabilo repetidas veces y cambio mi expresión de adolescente virgen por una de cabreo puro y duro. ¿Qué le pasa a esta chica? ¡joder!
─Será mejor que salgas ya ─la tomo de la muñeca y la dirijo a la salida casi que arrastras.
─Esta bien, no hablaré de esos temas ─dice en un tono inocente que de inocente nada carga ─. ¿A dónde vamos? Que sea un restaurante de comida rápida.
─Ya me comí una tonelada de papas fritas en el desayuno. Suficiente.
─ ¿Margot sabe que eres de los que hace dieta igual que la loca de tu ex? ─se aferra al vano de la puerta para no salir.
Automáticamente le lanzo una mirada acribillante.
─ ¿Qué?, ¿me piensas negar que a tu ex le faltan tornillos en la cabeza?
─No hablemos de locura porque tú ganarías el puesto número uno ─forcejeo con ella para lograr sacarla y cerrar la puerta.
─Una loca que te gusta mucho ─me chilla entre risitas.
─ ¡Puff! tonterías ─digo finalmente logrando empujarla al pasillo.
─ ¿Seguro? ─juguetea con la cremallera de su vestido, y como todo un puberto me embeleso viéndola hacerlo─. ¿Ves?, te gusto.
Reacciono apartando la mirada, tragando grueso y retomando la respiración que sin darme cuenta contuve.
─Te estaré esperando abajo ─me guiña un ojo.
[…]
─Quiero una hamburguesa doble carne con papas fritas, extra queso y una coca cola. ─le hace entrega del menú al mesero ─. Gracias.
Me remuevo con inquietud sobre el estrecho asiento al notar al rubio que nos toma el pedido sonreír más tiempo de lo normal con Verónica. Pasado un par de minutos carraspeo para llamar la atención de ambos
─Solo quiero agua ─digo.
─No, aquí vinimos a comer ─recalca ella ─. Guapo, le traes una hamburguesa sencilla y una coca cola.
El mesero apunta rápido y se marcha antes de que pueda objetar.
─Verónica, es medio día, hay miles de cosas que podemos comer y que son más saludables.
─Seguro, pero ya elegí comer esto ─añade ceñuda en lo que teclea en su celular. Aparte de ser una adicta a mí también tiene problemas con ese aparato, siempre está pegada a él, a veces se ríe con el celular.
Verónica
Le contesto a la condenada de Sam que desde muy temprano me ha escrito para saber cómo voy con nuestro profesor.
─ ¿Ya lo hicieron? Dime que sí, quiero festejarlo ─suelto una risita.
Es demasiado pronto ─sigo escribiendo ─, necesita tiempo para asimilar todo, el pobre no sabe qué hacer.
─Amiga, no lo desaproveches. Recuerda empalmarlo.
─ ¡Sam! ─le envío.
Al levantar el mentón nuestras miradas se cruzan y una familiar electricidad se propaga por mi columna hasta la punta de mis pies.
─ ¿Qué? ─pregunto involuntariamente, quitándole hierro al asunto.
─ ¿Qué de que? ─enarca una ceja.
─ ¿Por qué me miras así?
─ ¿Así cómo? ─se remueve en el asiento y desvía la mirada con disimulo hacia una de las meseras, que pasa frente a nosotros. La repara sin escrúpulos y no puedo evitar sentir molestia.
Como si mi píes derecho tuviera vida propia, en un acto no premeditado lo golpea en el empeine, haciéndolo espabilar.
─Mírame, te estoy hablando.
El mesero llega con la orden, ambos la recibimos sin mediar palabras. Al cabo de unos minutos la tensión se dispersa y comemos sin empezar una nueva discusión.
─Es la mejor hamburguesa que me he comido en toda mi vida ─hablo con la boca llena y Ricardo me mira cual docente de etiqueta y protocolo decepcionado. Añado ─. Mi madre dice que si comes molesto la comida te hace mala digestión.
─No estoy molesto ─le da el primer mordisco a su hamburguesa, sé que la disfruta pese a las caras de desaprobación que hace cuando la mastica.
─Lo estás ─me meto varias papas fritas a la boca y le doy un trago a la coca cola.
La siguiente media hora transcurre en completo silencio.
─Gracias ─le dice al mesero que pasa su tarjeta por el datafono. Luego mira las bolsas de comida extra que pedí ─. Verónica, ¿segura quieres llevar todo eso?
─Desde luego ─subo las bolsas a la parte trasera de su auto, luego entro con su ayuda al puesto del copiloto.
Lo veo rodear el auto con porte muy varonil, como todo un adonis. Sam tiene razón, este tipo empalmado debe ser una oportunidad digna de aprovechar.
De vuelta a la autopista le aumento el volumen a la radio y subo los pies al salpicadero.
─Tengo una llamada entrante ─suspira, apaga la radio y con una mirada de soslayo me ordena bajar los pies ─. Hola Renata, ¿cómo te va?
Giro el cuello tan rápido que percibo un leve dolor en mi nuca al instante. Observo lo concentrado y tenso que está mientras conduce y sostiene la llamada.
─Renata, no es así, pensé que era un tema de no tocar entre nosotros ─aprieta el volante. Desvío la atención hacia su nariz grande, recta y puntiaguda, y a sus labios bien proporcionados y de un color rosa suave. Qué atractivo es, pienso ─. Cariño, hablamos luego.
¿Cariño?
Noto un pinchazo en el corazón. Él aparta su atención del asfalto y me mira con expresión ilegible.
─Renata, ya te dije que hablaremos luego ─aparca el auto.
Las tripas se me anidan en la garganta, haciéndome desear estropearlo todo. Una vez más lo miro con impaciencia, desesperada por impedir que la conversación siga sucediendo.
─Es una lombriz en el culo ─murmullo para mí mientras hago ademán de bajar del coche. Su mano alcanza la puerta del copiloto y la cierra de golpe, evitando que ponga un pie afuera.
¿Pero… qué coño?
Lo fulmino con la mirada.
─Espera un momento ─se aleja el celular de la cara y me dice en un tono hosco, de advertencia claramente. Añade simultáneamente con cabreo ─. Renata, mis inversiones nada tuvieron que ver con lo nuestro. No mezcles las cosas.
Como si conociera la intención que tengo de escapar otra vez, me sujeta por la muñeca y me lanza una mirada entre desesperada e iracunda.
─Renata, no es buen momento para charlar estas cosas ─me aprieta con mayor fuerza, y con un breve movimiento de labios me pide que esté quieta.
─A quien debes pedírselo es a la loca de tu ex ─rebato con firmeza tratando de soltarme de sí.
─ ¡Joder! ─Escupe. Parece ser que lo he puesto en apuros. ─Sí Renata, estoy con ella… ─no lo dejo terminar la oración.
─ ¿Quieres saber qué hacemos juntos? ─le pregunto entre forcejeos con Ricardo, pero no consigo respuesta de su parte. Solo escucho silencio al otro lado de la línea ─eso pensé, eres demasiado inteligente para entenderlo.
Ricardo insiste en arrebatarme el móvil antes de que pueda decir otra estupidez, y lo único que logra es hacer que ponga la llamada en alta voz.
─Te follará y abandonará como hace con todas las que ha conocido después de mí ─defiende Renata. Ricardo consigue quitarme el celular y desactivar el alta voz.
─Te llamaré en otro momento ─dice él. Antes de verlo colgar me subo a horcajadas sobre sí y finjo llegar al coito; él lucha por taparme la boca pero lo único que alcanza es hacerme gemir más fuerte. Puedo escuchar los gritos de su ex desde donde estoy, y es inevitable sentir satisfacción.
Cuando cuelga se me escapa una sonora carcajada que me hace querer sostener mi estómago.
─No es un juego ─se quita el cinturón de seguridad y me devuelve al asiento sin contemplación ─, Renata se acaba de llevar una sorpresa con tus puñeteros gemidos. Actúa como alguien de tu edad.
Sale de su auto y tira la puerta despotricando. Al paso de los minutos un sentimiento de arrepentimiento se incorpora dentro de mí, pero no hay nada que pueda decir para mejorar la situación, así que me decanto por hacer el recorrido a su apartamento en silencio.
Después de guardar la comida en el refrigerador y darle de comer a Rocky, doy vueltas por la cocina buscando la forma de acercarme de nuevo a Ricardo para despedirme, aunque un palpito me dice que no es propicio intentarlo. Aún así necesito averiguarlo.─Ricardo... ─abro con cuidado la puerta, las luces están apagadas y la poca luz que ilumina el cuarto proviene del pasillo. Está tirado boca a bajo sin el suéter que traía puesto ─, debo irme.No se inmuta en contestarme y yo no me inmuto en dar un paso más, solo opto por quedarme de pie sobre el vano de la puerta contemplando su cuerpo tonificado en completa relajación.Inspiro hondo antes de cerrar la puerta a mis espaldas y avanzar por el pasillo devuelta a la primera planta.─ ¿Verónica? ─lo oigo a mitad de camino. Quedo inmóvil debatiéndome sobre si es oportuno devolverme o marcharme de una vez por todas.S
Las luces neón capturan los confines del lugar, los reflectores, el olor a alcohol y el humo impactan de lleno mis sentidos, provocando que me duela la cabeza.─Sam, ¿Raquel sabe que veníamos? ─Le hablo casi que gritando mientras caminamos hacia la barra del disco-bar.─Por supuesto, la llamé antes de salir.Tomamos asiento y pedimos un par de mojitos para cada una. Creemos necesitarlo, han sido semanas difíciles en la universidad, y lo que a mí respecta, últimamente siento que me asfixio con todo, quiero sexo, placer, adrenalina, lo que sea que pueda relajarme la noche completa.─Verónica ─miro a mi amiga ─, el chico que está al otro lado de la barra no deja de mirarte, ¿lo conoces?Me empino los mojitos uno tras otro para luego tomar valor y voltear. Busco con disimulo y me encuentro con Evans, un chico con quien tuve una pequeña aventura hace unos años atrá
No sé la respuesta a esa pregunta, pero no me voy a permitir a empezar a cavilar en ello otra vez. Así que con indignación le doy una bofetada, para luego terminar abandonando el aula presa del llanto.Es mucho más fácil para él fingir que no pasó nada, porque no siente nada por mí, pero yo estoy totalmente loca por él y cada juicio que lanza en mi contra me afecta más que el anterior. Algo me dice que ambos salimos heridos, él por decirme cosas que quizá no quería a causa de una foto que no tenía derecho a reprocharme, y yo por no defenderme lo suficiente ante sus atropellos.Una semana más tarde mi vida empieza a dar un vuelvo brusco. Ricardo parece filtrarse entre mis poros, e invadir mi alma con cada lágrima bajo la regadera. Mi destino es caer en depresión profunda durante un tiempo indefinido, y sufrir diabetes a causa de los litros de helado diari
Tras resolver varios asuntos legales y financieros, mi amigo se ofrece a llevarnos a mi casa. Al bajar del auto le pido a Oliver que nos acompañe a cenar, pero se niega aduciendo que Verónica y yo necesitamos espacio para dialogar. ─No sé si quiera hablar con ella hoy ─advierto en lo que me froto la nuca y me inclino hacia la ventana. ─Para mañana es tarde ─estrecha mi mano derecha. ─ Ya sabes, si me necesitas no dudes en llamarme. ─Gracias, Oliver. ─ ¡Ricardo! ─escucho a Verónica llamarme desde la recepción del edificio. ─Ya me voy, tu chica está histérica ─comenta Oliver. […] Sigo sin poder dormir, doy vueltas de un lado a otro. Las luces están apagadas pero por el balcón entra a raudales el resplandor de la luna y del faro de la calle. Miro el reloj y es media noche, ¿cuándo voy a dormir? Me remuevo sobre el colchón pero ninguna posición es cómoda. Siento el pórtico rechinar y me giro asustado, entonces la veo de pie sobre la rendija de la puerta; sus pies e
[…] ─Es que… ¡Dios! ¿en serio, lo olvidaste? ─me reprende. Enjuga su cara entre sus manos con demasiada indignación y me vuelve a fulminar con la mirada. ─No lo olvidé, Sam ─me tiro en su sofá ─, pero tampoco puedo tiritar en ese asunto el resto de mi vida. Ricardo me pidió disculpas por todo lo que pasó, y yo hice lo mismo. ─Verónica, ¿qué te está haciendo ese madurito? ─me lanza un cojín. ─ ¡Madre divina!, te ha doblegado. La Verónica que conozco NUNCA ─volvió a remarcar después de unos instantes ─, pero lo que digo es nunca, ha pedido perdón. ─No exageres. ─Esto… ─hace una pequeña celebración a modo de burla ─, esto es un retroceso para tu personalidad pero un avance para la humanidad. ─ ¡Qué hija de p…! ─acabo tirándole varios cojines. Reímos un par de segundos hasta que oímos el timbre sonar con insistencia haciendo que chillemos. ─ ¡Voy! ─grita Sam antes de abrir. Al hacerlo ambas nos llevamos la desastrosa sorpresa con Rodrigo a la puerta, colgando un aspect
Una vez acaba el papeleo administrativo, Ricardo le exige a los oficiales que levanten una orden de alejamiento en contra de Rodrigo, ya que irónicamente, el único cargo que se le pudo imputar fue violación de morada, del que podría zafarse si paga una multa absurda. ─ ¿No piensas decirme quién es? ─murmuran con descontento A mis espaldas. ─Honestamente no estaba dentro de mis planes, ¿o acaso crees que se me iba a pasar por la cabeza, si quiera, verlo otra vez? ─descargo con ironía, pasando por alto la mirada fulminante de Chris. ─Verlo o no es lío tuyo, y mío desde hoy, porque ese imbécil te pudo haber matado ─inspira hondo antes de agregar ─; pero no me refiero a Rodrigo, sino al otro tipillo con complejo de superhéroe. Sin preverlo, se me escapa una sonora carcajada. ─No es prudente que actúes así aquí y ahora ─me reprende. ─Desde luego que no, ¿pero qué esperas oír de mí? ─enarco una ceja sin dejar de reír del todo. ─ Algo inteligente. ─ Esperas demasiado de mí
De vuelta al carro con Sam y Chris, una oleada de emociones me embargan. Incertidumbre, ansiedad, desilusión, confusión; y miedo, tal vez. todo va tan rápido, justamente como quise desde un principio, aunque ahora me provoca un maldito vértigo de no acabar que empiezo cuando lo veo y termina en cada jodido drama que surge. ─ ¿Tiene hijos? ─No que yo sepa ─le contesto a mi hermano en lo que conduce. ─No me cae bien ─informa. ─ ¡Qué novedad! ─resopla Sam desde la parte trasera del auto. Añade ─, para nadie es un secreto que no soportas a nadie. ─En especial a ti ─viborea Chris. ─El sentimiento es mutuo ─rebate Sam. Quedo en medio de la situación procesando mis siguientes palabras, y la discordia entre este par que no comprendo. Es que me confunden… ─A ver ─los interrumpo ─. Parecen niños. ─ ¿En serio lo dices tu? ─hablan al unísono. ─ ¿Los dos en mi contra? ─finjo indignación ─. De no ser porque quiero llevar la fiesta en paz les diría unas cuantas verdades.
─ es normal que me quieran conocer.─Preguntar es lo menos que podemos hacer ─ataja mi madre.─Por favor, ya basta ─le pego un vuelco brusco al asiento.─Verónica, mamá está hablando ─reprende Chris.─Tu hermano tiene razón, Verónica, cálmate ─pide Ricardo en un tono bastante avergonzado ─, es normal que tu familia quiera saber más del hombre con quien tienes una relación.¿Qué?, ¿cómo?¿Cuál relación? Hasta hace un par de días atrás esto era un juego, un jodido juego de mierda que se me está saliendo de control. No pensé decir esto, pero, odio las malditas etiquetas, las conversaciones, tener que involucrar a la familia en lo que debería ser mi intimidad, mi decisión, mi voluntad. ─Nena ─lo oigo en un susurro casi imperceptible. ─No quería llegar a esto ─bostezo abriendo desmesuradamente los ojos, queriendo huir.Las preguntas siguen sucediendo el resto de la velada. La parte más abrumadora es en la que todos ansían hablar...─Verónica nunca ha visitado Alemania, pero de niña apr