Donovan. Cada molécula de mi cuerpo reacciona a solo dos nombres, dos nombres que rigen mi vida y que en este momento me obligan a torturarme haciendo caso a la decision de Sofía. Tampoco tengo opción y eso me dispara el pulso. El pecho me arde, la piel me quema y la sangre la siento en torrentes aterradores que me comienzan a ahogar con cada paso que doy. La velocidad no es suficiente. La distancia es demasiada entre lo que me mueve y yo. Me trago la rabia, la impotencia y el odio a mí mismo por haberla dejado. Le dije que no haría nada si volvía a caer, pero al sentir que una tonelada de ladrillos cayeron sobre mí al saberla perdida, me tiene contra las cuerdas. Detesto su papel de heroína, desprecio que siempre tenga que ver por otros. Odio totalmente la idea de que me la vuelvan a dañar, porque otros no saben cuidarse a sí mismos. La maldit@ impotencia me lleva al abismo. Necesito dividirme y buscar una solución. Una maldit@ solución que me dé el control de ambos, porque Kil
Donovan.Es gratificante poder verlo bien. Kilian se me pega a la pierna. Sus brazos me rodean y a la espera de poder respirar coloco una mano en su espalda, acunando su rostro al pegar una rodilla en el suelo bañado de sangre. —Sí viniste— levanta la cabeza. —Como lo prometiste.Respiro al fin. —Jamás rompo una promesa— lo llevo hacia a mí con urgencia. Sentí que me robaban el maldit0 oxígeno. —Menos a tí, ¿entendido? —No sentí miedo— tiene un raspón en la frente que limpio y niega. —No tengo miedo cómo tú.—Eres mejor que yo en eso— le digo sintiendo los pasos leves detrás de mí. Mi mano libre se desliza con sutilidad hacia mi cinturón, al mismo tiempo que me inclino para asegurar que lo cubro totalmente, cuándo levanto el arma, disparando hacia el tipo que queda con un balazo entre ceja y ceja.Quiero verlo asustado o alguna reacción de su parte, más la frialdad con la que observa todo me parece curiosa. —Dame a mi hijo, Dragón— espeta Ronald a mi espalda. Me volteo dejando a
Sofía.La putrefacta peste que invade mi nariz me hace recobrar la consciencia con una arcada, sumado a un ataque de tos que toman control de mí. Apenas puedo respirar y eso me resta al no encontrar de que sostenerme al irme de bruces al suelo, de nuevo. Todo me duele. El costado me quema, los pies me tiemblan, las manos me arden y la nariz no me deja de sangrar. Por el aturdimiento no me puedo mover sin marearme, y menos con la argolla en mis pies que los mantienen juntos. Trato de mantener el aire en mis pulmones durante algunos segundos, pero aún eso se me dificulta. Tengo que soportar. Conservo la calma al verme sola, intento sentarme con las pocas fuerzas que me quedan. En la frente también tengo sangre seca y en las uñas tengo sangre que descubro que no es mía. Respiro lo más lento que puedo para que no duela tanto. Al recostar la cabeza en la pared, por fin siento alivio. Puedo respirar mejor y la presión en el pecho desaparece. Enderezar la espalda me cuesta, pero logro hac
Sofía.—Necesito el antídoto— le dice Dylan tratando de negociar. Ella lo mira cómo si fuera una cucaracha más. —Para quitarme esta...—Entonces, búscalo en lugar de venir a donde nadie te ha llamado —espeta ella en un tono autoritario. Este le da una leve reverencia antes de pasar a su lado hecho una furia. —Que pena me das, Sofía. Llorando por una vida que tú misma acabaste. Tú decidiste por ella, no seas tonta — observa mi aspecto. —¿Tan poco vales como para ponerte a la par de simples harapientos? Cada vez es mas decepcionante saber que provienes de algo a lo que no le haces honor. —Me da asco saber de donde provengo. Ellos valen mucho más que tú, Sabine. Ellos sienten afecto y respetan su sangre —me levanto como puedo—. Ellos sí se pueden considerar personas. No ingenuos conejos que se creen grandes.—No seas ridícula —recorre mi cuerpo. —Mantén el apellido que te regalaron y deja de avergonzarnos por pensar que todos deben ser como tú— suelta con desprecio. —Mírate. Rota. Con l
SofíaLa prisa de todos por ayudar a Ronald detiene las peleas, sacan a todos y traen a dos doctores, mientras a los los que estamos obligados a permanecer en el lugar, nos alejan de ellos. La satisfacción nadie me la quita y la sonrisa que no escondo de Sabine, menos. Nos hacen caminar por el pasillo entre jaulas y barrotes que podrían esconder más que prisioneros. Se detienen un instante para abrir la celda de alguien adelante de mí, por lo que debo quedarme inmóvil con los tipos sosteniendo mis manos. El llanto que sale de una celda me incita a girar el cuello, encontrando el rostro de la chica que vi en la pantalla. «La hermana de quién asesiné».Alcanzo a ver cuándo la consuelan, pero aparto la mirada con la culpa que me golpea. Me niego a caer en ello. No lo hice por decisión propia. No me exenta de nada, pero eran ella o Elisa y no quiero que me la dañen más. Tal vez sea egoísta e injusto, pero en ningún momento esto ha sido justo para mí tampoco. Me hacen caminar de nuevo, m
Sofía. —¿Pelearás por ella?— indaga cómo si ya esperara ese movimiento. —Me refiero al que tenía hace unos segundos — esclarezco y su ceja de alza. —Donde dejaste la pelea. Enarca aún más su ceja, apunta al sitio donde tenía reducida a Elisa y afirmo con la cabeza. —Ese punto exacto. Para qué no se diga que tomé ventaja de tí— su confianza me gusta. Tiene buena técnica de pelea. Habilidades únicas, fuerza bruta y movimientos que en verdad me asombraron, al estar con Sabine entre el público. Sorprendidos quedan todos cuándo me coloco donde estaba Elisa. En la misma posición, con el brazo en la espalda cómo lo estaba ella, a lo que siento como la pantera coloca su rodilla en mi columna, presionando tan fuerte que escucho mis huesos chocando. Mi brazo lo fuerza más, baja a mi cuello, donde sus labios me tocan la mejilla y su aliento me golpea la piel. —Tan hermosa, como estúpida —arrastra sus labios por mi piel. —¿Segura que ese rostro tan bonito se debe romper? —desliza su
Sofía. Centro mi mente en los recuerdos que me mantuvieron cuerda los últimos años. Los mismos que me han mantenido de pie estas horas, porque sólo han pasado unas horas. Sé que no ha sido un día. Vuelvo a la cafetería dónde lo vi por primera vez. Con ese genio de haber comido hiel toda la vida. Nunca ha sido un hombre que le guste hablar. No es de planes a futuro, menos de decir algo tierno. Pero es capaz de demostrar que te quiere en su vida con sólo una mirada. Así me veía siempre cuándo me pedía no sacar temas que no le gustaban. Por alguna razón, siento que debo repasar todo lo que guardo en mi cabeza de él. Tal vez sea mi deseo por mantenerme cuerda. Donovan siempre ha esquivado algunos. De su niñez, de su padre no supe mucho, y de su madre, el tema estaba zanjado antes de iniciarlo. De sus pasiones sólo sé que le gusta la historia, leía cómics cuándo estaba aburrido y que alguna vez quiso tener un velero para navegar sin rumbo fijo. Donovan no es un hombre de admirar, tem
Los proyectiles zumban en mis orejas, los destellos me sirven para ubicar y derribar lo que se mueva. No me importa quién es, los derribo con plomo que cambio una y otra vez. No controlo lo que hago, no me interesa saber lo qué hacen aquí, sólo actúo en base a lo que me quitaron. Sofía. Disparo al tipo de la derecha y al de la izquierda le rompo el cráneo con el rifle que le estrello en dos ocasiones. Una bala me roza el hombro y disparo en automático hacia él. Destruyo, estallo y mando al suelo envuelto en sangre lo que se me ponga enfrente. Quiero arrancarle la cabeza a Ronald, arrancar la piel de Sabine y encontrar a mi mujer. Sólo eso tengo en la mente. Varios tipos en trajes de sastre salen de una puerta y los derribo también. Son los famosos VIP del clan Crackstone, pagan por ver a luchadores matándose entre sí y por ello, hombres y mujeres caen al piso con los disparos que los atraviesan. Hombres armados se hacen presente y no los dejo ni levantar el arma para derribarlo