Sofía. Centro mi mente en los recuerdos que me mantuvieron cuerda los últimos años. Los mismos que me han mantenido de pie estas horas, porque sólo han pasado unas horas. Sé que no ha sido un día. Vuelvo a la cafetería dónde lo vi por primera vez. Con ese genio de haber comido hiel toda la vida. Nunca ha sido un hombre que le guste hablar. No es de planes a futuro, menos de decir algo tierno. Pero es capaz de demostrar que te quiere en su vida con sólo una mirada. Así me veía siempre cuándo me pedía no sacar temas que no le gustaban. Por alguna razón, siento que debo repasar todo lo que guardo en mi cabeza de él. Tal vez sea mi deseo por mantenerme cuerda. Donovan siempre ha esquivado algunos. De su niñez, de su padre no supe mucho, y de su madre, el tema estaba zanjado antes de iniciarlo. De sus pasiones sólo sé que le gusta la historia, leía cómics cuándo estaba aburrido y que alguna vez quiso tener un velero para navegar sin rumbo fijo. Donovan no es un hombre de admirar, tem
Los proyectiles zumban en mis orejas, los destellos me sirven para ubicar y derribar lo que se mueva. No me importa quién es, los derribo con plomo que cambio una y otra vez. No controlo lo que hago, no me interesa saber lo qué hacen aquí, sólo actúo en base a lo que me quitaron. Sofía. Disparo al tipo de la derecha y al de la izquierda le rompo el cráneo con el rifle que le estrello en dos ocasiones. Una bala me roza el hombro y disparo en automático hacia él. Destruyo, estallo y mando al suelo envuelto en sangre lo que se me ponga enfrente. Quiero arrancarle la cabeza a Ronald, arrancar la piel de Sabine y encontrar a mi mujer. Sólo eso tengo en la mente. Varios tipos en trajes de sastre salen de una puerta y los derribo también. Son los famosos VIP del clan Crackstone, pagan por ver a luchadores matándose entre sí y por ello, hombres y mujeres caen al piso con los disparos que los atraviesan. Hombres armados se hacen presente y no los dejo ni levantar el arma para derribarlo
Sofía. Semanas antes... Mi sangre la siento fluir como bloques de hielo. El aire que entra a mis pulmones es demasiado frío, tengo la piel a una temperatura baja. La herida en mi cuello al palparla me deja sentir solamente una costra. Han pasado tres días. Mantengo el control en mi respiración porque siento que congela mis pulmones, no tengo idea del lugar en dónde me encuentro. La oscuridad lo llena y lo único que puedo distinguir es sólo el paso de luz en un orificio diminuto. Pero no puedo llegar a ella. No puedo moverme, la cabeza me duele, pero no puedo masajear la zona porque mi brazo está limitado por un grillete. Intento mover el otro cuándo siento que lo tengo libre. Quiero quitarme el grillete, pero lo logro. El ruido de un martillo golpeando algo metálico, en el fondo, en algún lugar, me hace respingar. Es constante, fuerte y no cesa. Fijo mi vista en la única entrada de luz, aún cuándo el sonido de una cadena cayendo, se puede escuchar desde todas las direcciones. Bu
Sofía. Una habitación totalmente blanca es lo que veo cuando abro los ojos. Me froto la cara para acostumbrarme a ello, notando un vendaje en mis muñecas, los tobillos igual y en el abdomen tengo algo similar, estando solo con ropa deportiva que cubre solo mis senos y la parte baja con un pantalón elástico adherido a mi cuerpo. No tengo zapatos, pero hay un par en una silla. Nos los uso, camino descalza porque no me quedan. El frío me toma, pero no me enfoco en eso, sino en la habitación vacía. El vendaje en mi abdomen me arde, por lo que con las uñas retiro los broches que desprendo para quitar la tela que dejo caer al piso. La herida es diminuta, dos puntos unen mi piel. ¿Que me pasó? Duele al presionar cerca. Mis manos tiemblan al no saber qué ocurrió, las lagrimas nublan mis ojos, pero el dolor es extraño. Retiro las demás vendas hasta que mis muñecas quedan libres, al igual que los tobillos con marcas de haber estado amarrada. El lugar donde estoy se sacude, vibra y un sonid
Donovan. Las semanas que me llevó dar con Sofía fueron las más desgastantes. Al menos cuándo estuve siendo torturado sabía su paradero, con la rata inmunda de Myers. Pero esta vez, no tenía certeza de nada. 29 días pasaron antes de encontrarla. Días en los que debía lidiar con un niño que necesitaba verme sereno y no perdiendo el control. —Liliam Myers apareció, visitó a uno de sus amantes anoche —me dice Julen, enviando las fotografías de la mujer de abrigo de piel que se come a besos al hijo de los socios del marido. —Vamos por ella. —Liliam no es idiota, de seguro tiene formas de saber si se aproximan y así escapar. Está al tanto de que la buscan, siganla— establezco. —Quiero al polla chica, al marido y a ella, en ese orden. —Sé que le robó y merece... —No es por mis posesiones, es por tener a mi hijo con ellos, saber que era mío y buscar negociaciones con Ronald en lugar de entregármelo— señalo mientras espero a quién está proximo a llegar. —Es por tocar a mi mujer y creer
Donovan. Tengo ante mí a uno de los tres asesinos que prácticamente se burlaban de la justicia, porque ellos jamás representaron eso. Reed no tenía problemas en tomar caminos alejados de su "moral" y Giordano, fue el que estuvo a punto de llevar a Lukyan a la cárcel, cuando este creó distracción para salvar la vida de Alessio. —¿Que hace él aquí? —pregunto en dirección a Dante, el ruso atraviesa el espacio entre ambas armas, como si no estuvieran a punto de ser accionadas. —Haría la misma pregunta —menciona el comandante—, pero sabiendo cómo se las gasta el Korol, de seguro eres uno de los que dijo que buscaría —le pone el seguro de nuevo a su Magnum. —¿Cuantos más, korol? ¿A cuántos más tengo que quitarles la bala de la cabeza, solo porque a tí se te da por creer que son buenas alianzas? —se le pone al frente al ruso causando que las preguntas surjan— ¿Se te olvida lo que enfrentamos?—A quién se le olvida con quién trata es a otro. Cuándo eso no debería pasar, con ninguno de los
Donovan. Abre los ojos cuándo me detengo frente a la casa, mira todo con curiosidad y puedo ver que se pone alerta al ver las armas que cargan todos. Como si quisiera recordar algo de lo que ve. Los hombres que hay en la casa rodean todo el sitio, en anillos de seguridad que se extienden para que nadie desconocido entre en el lugar. —¿Vivíamos aquí? —baja con una extensa sonrisa. No respondo. Todos la ven con curiosidad porque no parece la mujer que podría ponerlos de rodillas si quisiera. —¿Todos esos son girasoles? —se maravilla con lo que está más allá del sitio de la casa que Kilian frecuentó todos estos días sin ella. —¿Cuáles son mis flores favoritas? Porque esas me gustan mucho. «Gardenias, llevaba esas cuándo nos casamos» Aparto la mirada cuándo la veo de más y evado la pregunta porque nunca hemos tenido lo que cree y no quiero discutir con ella en ese estado. Nunca hemos sido la familia que quiso, todo se dió tan contrario a lo que debía ser, que me parece a
Sofía.Mantengo mi distancia con todo, pues no sé como debería actuar, no sé que hacía antes. No tengo idea ni siquiera de si lo que estoy viviendo sea lo que fui. Mi cabeza es un lío total. En resumen, no sé nada de lo que era, tenía o hice en mi vida. Menos como llegué a un lugar como en el que me encontraba cuándo Donovan me encontró. Todo es nuevo para mí, al menos para la Sofía que soy en este momento.No son solo lagunas, es un océano viéndolo desde arriba, sin mucha novedad, escondiendo de mí cada recuerdo, cada idea que tuve o pude realizar, solo un mismo color desde dónde lo observo, ya que mis recuerdos inician cuando desperté en esa habitación vacía. Más allá de eso no conozco. Deseo poder tener más que destellos de mi vida, aún sabiendo que puede albergar cosas terribles, quiero saberlo...pero a la vez no. Tener una mente vacía es una pesadilla, aunque al mismo tiempo, tengo la sensación de que hace mucho no dormía cómo lo hice en el hospital. Veo como varios autos se u