Estamos a poco capítulos de finalizar la primera fase de esta historia. Quienes habían leído la versión anterior, notaron las diferencias y creo que saben a dónde vamos. Aunque también veremos muchos más cambios en la segunda etapa. Sin más que decir ¡Feliz año nuevo para tod@s!
Sofía.Todos los hombres de Donovan me miran con cautela a medida que caminamos dentro del edificio en dónde el vestíbulo nos recibe con varias miradas curiosas. Nadie confía en mi. Les causé pérdidas a un 80% de los presentes cuándo estuve con los Myers. Abraham le roba a quién se le puede robar, no importa que tan influyentes son, si se les puede quitar una moneda, lo hará. De eso me encargué algunas veces también, no por decisión propia, pero sí porque mi deber con ellos era lograr aumentar su fortuna.—¿Qué averiguaron? —les pregunta directamente, importándole poco lo que pase o piensen. —Vinieron porque se levantó una investigación contra un candidato a la gobernación, creo que se relaciona de alguna manera con lo que sucedió en Londres hace unos meses —dice un sujeto de mediana edad. —Sólo que nadie quiere filtrar o siquiera mencionar de quién se trata. —¿Y para decirme eso viniste? —la impaciencia de Donovan tensa a todos. —Quiero resultados, no estupideces. —Señor, la inf
Sofía. En casa, con la claridad de la mañana ninguno se despega del computador. Revisando cámaras donde se le ve saliendo del edificio, cruzando la calle y siguiendo por la banqueta.—Aquí —indico con el dedo a la par de hombres que la siguen de cerca. Caminan por donde ella lo hace, hasta que los nota y apresura el paso. Las siguientes cámaras la captan corriendo hasta que una camioneta blanca la obliga a frenar. Es alcanzada y por más que su lucha tenga lugar no le es suficiente cuando la inmovilizan. A la fuerza la hacen subir, saliendo del lugar de inmediato. Maldigo para mis adentros, muchos vieron eso, pero ninguno se atrevió a acercarse. Entiendo su miedo, pero tengo rabia. Bruno hace un seguimiento, pero entran a lo que parece ser un motel de mala muerte. Se adelantan los tiempos y para cuándo salen ya no la llevan con ellos. Más autos salen atrás de ellos, dispersándose, haciendo casi imposible saber en cual la llevan o si quedó en ese sitio. —Iré allí —me dice Bruno. —
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde
Donovan Hunt “Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.” La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella. Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras. Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas. —Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo
Sofia.La repulsión que siento por mí misma me hace pasar grandes tragos de licor, cuidando de que nadie me vea. Los recuerdos me invaden, pero ya no hay lágrimas. Quizá se debe a que vacié mi alma.Soy físicamente igual, puedo verlo en el reflejo frente a mí, pero ya no me reconozco. Cuatro años han pasado desde esa noche. Tres años, dos meses y diecisiete días desde que crucé la salida de esa cueva debido al acuerdo que hice con Abraham Myers para casarme con su hijo. Estoy fuera, pero no soy libre y tal vez, nunca lo sea. —Levanta la cabeza. Mis ojos se clavan en el dueño de esa voz. —Cinco minutos te pedí. —Vierto todo el licor del vaso en mi boca, antes de volver a mi postura. —¿No puedes vivir ese tiempo sin mí? Me cuelgo del brazo de Dylan, adoptando mi cara más enamorada. Dentro del salón nos esperan sus padres y los socios de la familia, entre los que me sumerjo cómo la pieza de colección que soy para ellos. Me repugnan todos; la forma en que se ríen, como hablan, sus
Sofía Castel.Espalda recta, cabeza en alto, cabello perfecto, imagen impecable para que la figura del gobernador Kirchner no quede por el suelo en el minuto que se acerque a mí. La máxima autoridad debe ser perfecta, tanto cómo lo son sus gustos y a saber sobre eso me dedico al atravesar la puerta sin mirar a ningún otro lado que no sea el frente. Mis pies tocan el mármol y todos están pendientes. Mi colonia se dispersa, atrayendo más miradas; me aseguré de que las feromonas fueran efectivas.Me siento en la mesa del centro manteniendo la imagen de chica descuidada hasta que la carta llega a mí. El mesero se planta a mi lado y asiento sutilmente antes de que este llene mi copa para luego retirarse. Me deja sola en lo que preparan mi pedido pasado noventa y siete segundos para que unos pies se planten frente a la mesa. Subo con lentitud hasta toparme con ese rostro conocido para mí, que sonríe pícaramente, dejando en claro que no se irá sin una respuesta afirmativa a lo que desea pr
Donovan Los reos me miran de lejos, nadie se acerca y espero así continúe porque ganas de hacer crecer mi lista no faltan. Rasuro mi barba mientras leo el periódico que me hace apretar las cuchillas que deslizo por mi barbilla. Muerto. El hijo de perra está muerto, sin darme el tiempo de mandarlo al infierno yo mismo. El maldit0 de Slade no pudo haber caído por algo que podía haber esperado. Matarlo con mis propias manos ha sido la única razón para mantenerme con vida todos estos años. Copiar cada cicatriz que tengo en el cuerpo ha sido mi motivación para vivir y ahora…Miro mi reflejo con la imagen que tengo detrás de mí. Esa es otra. Ella es mi otra deuda para cobrar. Me faltan muchas. Pero espero solo una. Disfrutaré romper su alma, impregnar su ser de dolor, volver trizas cada centímetro de su vida y volcar su razonamiento, porque así como llegó a ser fuerte, sé que puedo llevarla al infierno para hacerla conocer el miedo. Me limpio el rostro y observo a quiénes me evitan.