Donovan. Mis manos toman camino propio y, todo aquello que traía en la cabeza queda en el olvido, cuando se refriega contra mi entrepierna que está por romper los pantalones. Baja las manos apresurada por abrir el cinturón, en lo que levanto el vestido haciendo a un lado las bragas que me dejan con la boca seca al estar empapadas. Miro la hendidura rosada que no me deja pensar en nada más que en entrar ahí. Salivo mi mano con rapidez pasándola por el glande y su mirada brilla de emoción, detallando el piercing que la pone más deseosa. —Mi adorado Dragón regresó a mí como siempre— farfulla prendida de mi boca. —¿Qué mierd@ buscas con él?— interrogo rompiendo el hilo de sus bragas para meterlo en mi bolsillo. —¿Te gusta? —¿Eso te parece?— si antes estaba enojado, ahora estoy furioso. Tiembla cuando sumerjo dos dedos en su interior. —Te daba las cosas fáciles y no las quisiste por venir a buscarlo —engancho los dedos en su hendidura. Separa los labios y los ataco con las ga
Sofía Los aromas mezclados comienzan a marearme, los muslos los siento muy frágiles y sumado a las ganas de marcharme a punto de tomar la decisión de hacerlo, tengo que lidiar con todo junto. Pero estoy de acuerdo con Bruno, debo estar con la cabeza fría, esto lo hago por...Un golpe en mi hombro provoca que el movimiento abrupto casi me tire, logro evitarlo, pero la zona queda doliendo, dejando claro que alguien se estrelló a propósito conmigo y lo confirmo al ver el rostro conocido, «Danna». —Más cuidado— digo con una sutil sonrisa. —Puedes lastimar a alguien con esa forma de caminar o podría pensarse que lo haces adrede. —Lo siento, no te vi —menciona con cara de mojigata. —Conozco oculistas muy buenos. Incluso hay algunos que te hacen ver hasta la verdadera cara de la gente— copio sus gestos. Puedo ver la molestia que le genera, sin importarme más que un grano de arena en la playa. No es la única que me odia, no es la más importante de ellos. Me mira los senos con enojo, y
Sofía.Hago lo que me dicen, sin dejar de reparar mi entorno. Tengo dos posibilidades, pero en las dos hay quienes tratarán de detenerme. Me conocen y saben que no voy a quedarme sin hacer nada, por ello me cortan el paso en todas las salidas que ellos ven, pero hay una más. Levanto la mirada, aprieto el anillo que dispara la hoja filosa, mi brazalete lo retiro con cautela hasta que la luz falla, y sé que no fue accidental. La oscuridad se cierne sobre todos. Encajo la punta de la daga que cargaba como brazalete en el cuello del que tengo en la espalda y el anillo con neurotoxinas lo clavo en el pecho del otro, corriendo lejos de los dos cuando una mujer grita al salpicarle sangre en la cara.Preveo el ataque de uno cuando llego a la entrada principal, solo que no voy allí y lo único que logra es que redirija mis pasos a las escaleras. Tiran de mis pies, cayendo de bruces al suelo. Mi bolso sale volando y ahí es donde cargo mi arma. Me giro, pero alguien me toma del cuello. —El clu
Sofía.Todos los hombres de Donovan me miran con cautela a medida que caminamos dentro del edificio en dónde el vestíbulo nos recibe con varias miradas curiosas. Nadie confía en mi. Les causé pérdidas a un 80% de los presentes cuándo estuve con los Myers. Abraham le roba a quién se le puede robar, no importa que tan influyentes son, si se les puede quitar una moneda, lo hará. De eso me encargué algunas veces también, no por decisión propia, pero sí porque mi deber con ellos era lograr aumentar su fortuna.—¿Qué averiguaron? —les pregunta directamente, importándole poco lo que pase o piensen. —Vinieron porque se levantó una investigación contra un candidato a la gobernación, creo que se relaciona de alguna manera con lo que sucedió en Londres hace unos meses —dice un sujeto de mediana edad. —Sólo que nadie quiere filtrar o siquiera mencionar de quién se trata. —¿Y para decirme eso viniste? —la impaciencia de Donovan tensa a todos. —Quiero resultados, no estupideces. —Señor, la inf
Sofía. En casa, con la claridad de la mañana ninguno se despega del computador. Revisando cámaras donde se le ve saliendo del edificio, cruzando la calle y siguiendo por la banqueta.—Aquí —indico con el dedo a la par de hombres que la siguen de cerca. Caminan por donde ella lo hace, hasta que los nota y apresura el paso. Las siguientes cámaras la captan corriendo hasta que una camioneta blanca la obliga a frenar. Es alcanzada y por más que su lucha tenga lugar no le es suficiente cuando la inmovilizan. A la fuerza la hacen subir, saliendo del lugar de inmediato. Maldigo para mis adentros, muchos vieron eso, pero ninguno se atrevió a acercarse. Entiendo su miedo, pero tengo rabia. Bruno hace un seguimiento, pero entran a lo que parece ser un motel de mala muerte. Se adelantan los tiempos y para cuándo salen ya no la llevan con ellos. Más autos salen atrás de ellos, dispersándose, haciendo casi imposible saber en cual la llevan o si quedó en ese sitio. —Iré allí —me dice Bruno. —
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde
Donovan Hunt “Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.” La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella. Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras. Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas. —Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo