Sofia—Una mujer interesante, solo combina con algo realmente interesante —lee Bruno con una maceta que trae en las manos. —Disfruta de tu orquídea Drácula. Bajo los papeles para ver la extraña flor. Nunca había tenido una igual, siendo bella y a la vez única.—Nos estamos poniendo creativos ¿eh? —muestra la nota. —El candidato quiere una cita con agarrada de manos contigo. —No molestes— se la quito para ver las iniciales en dorado de Facundo. —Y creí que la flor de la garza blanca era la más extraña que vería. —¿La que? —es un chismoso que quiere saber todo. Llevo la flor hasta el jardín, queriendo un lugar para ubicarla. No soy buena para ello, pero le encuentro uno, en un sitio adecuado. —¿Quién regala algo así? No tiene ni forma. Se acerca con cuidado. —Bueno, si tiene. Parece un mono...un gorila— sigue viéndola—. ¿Te dijo que tienes cara de un gorila? Siempre lo había pensado, pero quién lo dijo fue él. —le doy con mi codo en el costado, suelta a reír. —¿Por qué te regalan u
Sofía.Casi huyendo llego a casa. Corriendo desde que entro, evitando mirar a alguien. Necesito ser la misma que no se deja caer, pero lo que unía mis piezas no lo tengo. Eso impide que pueda con tanto. —Sofía— me hablan y solo muevo la mano para indicar que no es momento. Ellos respetan eso.Me quito toda la ropa antes de entrar a la ducha. El agua fría cae por mi cabeza bajando por mis hombros, mientras lucho, con mi propia cabeza. Las pesadillas quieren regresar, pero no las dejo. No tengo la misma disposición de sobrevivencia que antes y tal vez no podría contra ellas.Las ojeras causadas por noches sin poder conciliar el sueño las distingo perfectamente en mi reflejo. Necesito un descanso, pero también a mi hijo y nada es suficiente para poder recuperarlo aún. Maquillo levemente para cubrirlas. Mi cabello lo dejo suelto, optando por usar color en mis labios al verlo pálidos. Todo está pasándome factura. Al bajar observo a Elisa tener un semblante serio. Mira de reojo a Bruno
DonovanBullicio. Cercanía innecesaria. Adulación excesiva y licor que ni siquiera disfrutan como se debe es lo único que veo a mi alrededor. Un objetivo es el que me trae a este sitio. Si me pagaran por nivel de despreciar el hecho de estar entre una multitud, tendría a la misma realeza lavando mis baños. Todos actúan cómo una manada de monos que asiste al evento, específicamente para escuchar a un orador imbécil, el cual los convence de darle su voto en las elecciones dentro de unos meses. Según mi padre, la mujer que me dio la vida usaba estas reuniones para dos cosas. Obtener colaboradores y asegurar que su candidato fuera una deidad frente a todos ellos. No sé cómo lo soportaba. Pero de seguro al irse, después de mi nacimiento, siguió detrás de ellos. El sujeto llega, rodeado de todo su equipo de seguridad mientras todos quieren saludarlo. Sonríe a diestra y siniestra. Algunas mujeres hasta suspiran, mencionando el hecho de que está soltero. Se mueren por una mirada. Por lo v
Donovan. Mis manos toman camino propio y, todo aquello que traía en la cabeza queda en el olvido, cuando se refriega contra mi entrepierna que está por romper los pantalones. Baja las manos apresurada por abrir el cinturón, en lo que levanto el vestido haciendo a un lado las bragas que me dejan con la boca seca al estar empapadas. Miro la hendidura rosada que no me deja pensar en nada más que en entrar ahí. Salivo mi mano con rapidez pasándola por el glande y su mirada brilla de emoción, detallando el piercing que la pone más deseosa. —Mi adorado Dragón regresó a mí como siempre— farfulla prendida de mi boca. —¿Qué mierd@ buscas con él?— interrogo rompiendo el hilo de sus bragas para meterlo en mi bolsillo. —¿Te gusta? —¿Eso te parece?— si antes estaba enojado, ahora estoy furioso. Tiembla cuando sumerjo dos dedos en su interior. —Te daba las cosas fáciles y no las quisiste por venir a buscarlo —engancho los dedos en su hendidura. Separa los labios y los ataco con las ga
Sofía Los aromas mezclados comienzan a marearme, los muslos los siento muy frágiles y sumado a las ganas de marcharme a punto de tomar la decisión de hacerlo, tengo que lidiar con todo junto. Pero estoy de acuerdo con Bruno, debo estar con la cabeza fría, esto lo hago por...Un golpe en mi hombro provoca que el movimiento abrupto casi me tire, logro evitarlo, pero la zona queda doliendo, dejando claro que alguien se estrelló a propósito conmigo y lo confirmo al ver el rostro conocido, «Danna». —Más cuidado— digo con una sutil sonrisa. —Puedes lastimar a alguien con esa forma de caminar o podría pensarse que lo haces adrede. —Lo siento, no te vi —menciona con cara de mojigata. —Conozco oculistas muy buenos. Incluso hay algunos que te hacen ver hasta la verdadera cara de la gente— copio sus gestos. Puedo ver la molestia que le genera, sin importarme más que un grano de arena en la playa. No es la única que me odia, no es la más importante de ellos. Me mira los senos con enojo, y
Sofía.Hago lo que me dicen, sin dejar de reparar mi entorno. Tengo dos posibilidades, pero en las dos hay quienes tratarán de detenerme. Me conocen y saben que no voy a quedarme sin hacer nada, por ello me cortan el paso en todas las salidas que ellos ven, pero hay una más. Levanto la mirada, aprieto el anillo que dispara la hoja filosa, mi brazalete lo retiro con cautela hasta que la luz falla, y sé que no fue accidental. La oscuridad se cierne sobre todos. Encajo la punta de la daga que cargaba como brazalete en el cuello del que tengo en la espalda y el anillo con neurotoxinas lo clavo en el pecho del otro, corriendo lejos de los dos cuando una mujer grita al salpicarle sangre en la cara.Preveo el ataque de uno cuando llego a la entrada principal, solo que no voy allí y lo único que logra es que redirija mis pasos a las escaleras. Tiran de mis pies, cayendo de bruces al suelo. Mi bolso sale volando y ahí es donde cargo mi arma. Me giro, pero alguien me toma del cuello. —El clu
Sofía.Todos los hombres de Donovan me miran con cautela a medida que caminamos dentro del edificio en dónde el vestíbulo nos recibe con varias miradas curiosas. Nadie confía en mi. Les causé pérdidas a un 80% de los presentes cuándo estuve con los Myers. Abraham le roba a quién se le puede robar, no importa que tan influyentes son, si se les puede quitar una moneda, lo hará. De eso me encargué algunas veces también, no por decisión propia, pero sí porque mi deber con ellos era lograr aumentar su fortuna.—¿Qué averiguaron? —les pregunta directamente, importándole poco lo que pase o piensen. —Vinieron porque se levantó una investigación contra un candidato a la gobernación, creo que se relaciona de alguna manera con lo que sucedió en Londres hace unos meses —dice un sujeto de mediana edad. —Sólo que nadie quiere filtrar o siquiera mencionar de quién se trata. —¿Y para decirme eso viniste? —la impaciencia de Donovan tensa a todos. —Quiero resultados, no estupideces. —Señor, la inf
Sofía. En casa, con la claridad de la mañana ninguno se despega del computador. Revisando cámaras donde se le ve saliendo del edificio, cruzando la calle y siguiendo por la banqueta.—Aquí —indico con el dedo a la par de hombres que la siguen de cerca. Caminan por donde ella lo hace, hasta que los nota y apresura el paso. Las siguientes cámaras la captan corriendo hasta que una camioneta blanca la obliga a frenar. Es alcanzada y por más que su lucha tenga lugar no le es suficiente cuando la inmovilizan. A la fuerza la hacen subir, saliendo del lugar de inmediato. Maldigo para mis adentros, muchos vieron eso, pero ninguno se atrevió a acercarse. Entiendo su miedo, pero tengo rabia. Bruno hace un seguimiento, pero entran a lo que parece ser un motel de mala muerte. Se adelantan los tiempos y para cuándo salen ya no la llevan con ellos. Más autos salen atrás de ellos, dispersándose, haciendo casi imposible saber en cual la llevan o si quedó en ese sitio. —Iré allí —me dice Bruno. —