Hazel se removió en la cama sintiendo su cuerpo pesado. El sol de un nuevo día se colaba fugazmente por la ventana, haciendo que una sensación de molestia se instalara en sus ojos. Con parsimonia los fue abriendo, acostumbrándose apenas a la luz del nuevo día. —Buenos días—escucho la voz de su esposo, quien entraba en la habitación con una bandeja de desayuno. —Buenos días—sonrió al verlo y recordó la magnífica noche que habían compartido juntos. —Pensé que no despertarías—se burló de ella, señalando la hora en el reloj de pared. La muchacha se sorprendió al divisar que faltaba solo una hora para que fuese mediodía. ¿Cómo pudo haber dormido tanto? Rápidamente, recordó lo cansada que se había sentido, a la vez de todas las veces en que se habían unido. Alexander no se conformó con solo una vez, entre besos y caricias repitió el acto un par de veces más. Había quedado exhausta luego de tanta actividad. —Ten, tienes que comer algo—le acerco la bandeja y ella se acomodó para que se
Hazel estaba recibiendo todos los cuidados necesarios para su embarazo. Gestar a dos bebés era algo delicado, por lo que su esposo se mantenía en guardia cada día, atento a cualquier eventualidad. Afortunadamente, en cada consulta al ginecobstetra le daban excelentes noticias, por lo que no había nada por lo cual preocuparse.—Son dos pequeños, muy sanos y revoltosos—señalo la doctora al ver como no dejaban de moverse en el útero de su madre.—¿Ya puede verse el sexo, doctora?—pregunto Hazel con ilusión en su voz.—Déjame ver—la especialista se ajustó sus gafas y comenzó con una inspección mucho más detallada.—Bien, sí, aquí lo veo—señalo bastante concentrada.Alexander le dio la mano a su esposa para transmitirle tranquilidad, ya que podía ver como se removía inquieta en la camilla con ganas de conocer de una buena vez el sexo de sus hijos.—Aquí tenemos a una niña y,…—¡Es una niña, amor!—se emocionó Hazel mirando en dirección de su marido.—Y este otro es, otra niña—culmino la doc
No habían sido días fáciles, pero sí días muy felices. La experiencia de ser padres les tenía el corazón llenito, cada segundo era un instante que procuraban atesorar para siempre.Las sonrisas de sus niñas eran el motor más importante para continuar cada día. Y aunque, en las noches, se sentían profundamente cansados, no cambiarían por nada la experiencia de ser padres de esos dos angelitos. —Hoy es un día importante, amor—mencionó Alexander un instante antes de besar en los labios a su amada esposa. La castaña asintió comprendiendo a qué se refería, sin duda era un día muy importante en sus vidas. Horas más tarde, Hazel recibía su título como psicóloga. No pudo hacer otra cosa que llorar de alegría, al mirar a sus dos pequeñas que mantenían hacia ella sus manitas extendidas. —¡Felicidades, mami!—dijeron ellas al unísono. Alexander abrazó a su esposa, mientras Hazel cargaba a una de las pequeñas y él a otra. Su madre Amelia no tardó en felicitarla también, al igual que Mabel y s
—¿Qué tanto miras?—la voz de su hermano la sorprendió en su incesante inspección.Sin darse cuenta, nuevamente se encontraba perdida en la simetría de sus facciones. «¿Cómo era posible que una persona pudiese ser tan perfecta físicamente?» Hazel no lo entendía, solo podía quedarse embelesada de tanto en tanto con la belleza de su hermano.—¿Entonces?—apremió él, queriendo saber qué era eso que la tenía tan distraída.La chica se sintió en apuros inmediatamente, en el pasado su hermano solía ayudarla con sus deberes escolares y ahora que había regresado esas costumbres no parecían haber cambiado, sin embargo, su concentración no llegaba a ser la misma.—Es que…Los ojos grises del hombre la atravesaron, mientras ella sentía que su cara ardía. «¿Se estaba volviendo loca entonces?» con ese pensamiento la muchacha descubrió que sí, que la locura parecía querer alcanzarla de la manera más inoportuna.Alexander era su hermano, no debería empezar a sentir cosas por él… Sin embargo, el coraz
La policía llegó al lugar, encontrándose con una recién nacida abandonada y con un niño que no dejaba de observarla como si fuese la cosa más fascinante del mundo. —Cielos, ¿quién pudo hacer una cosa tan terrible?—se lamentó Amelia ante el abandono de la niña. A sus ojos era una criatura preciosa, de cachetes sonrojados y de una ternura que no había podido apreciar en ningún otro bebé. Los días pasaron rápidamente luego de aquel hallazgo, Amelia no había sido capaz de desentenderse del caso de la niña, su corazón necesitaba asegurarse de que aquella inocente criatura tuviese un buen futuro. —Es muy probable que la lleven a algún orfanato de la zona—había comentado la enfermera que la atendía. —¿Orfanato? —Así es, es lo que se hace comúnmente en este tipo de casos. Amelia no pudo procesar de buena manera aquellas palabras, para ella un orfanato era un sitio frío, oscuro, para nada acogedor. Simplemente, no era el lugar adecuado para que una criatura tan preciosa viviese sus prim
Hazel no podía creer lo que acababa de decirle su madre. — ¿Regresará? —Así es, cariño, regresa esta misma tarde. —Pero, ¿por qué no me habías avisado antes? —Yo también me acabo de enterar. La chica sonrió, se sentía realmente emocionada ante la idea de volver a ver a su hermano. Habían pasado tantos años, seis para ser exactos. «¿Notaría Alexander que ya no era una niña?» se preguntó. —Vamos, Hazel, se te hará tarde para ir al colegio. —Cierto, mamá. Las dos se encaminaron hacia el auto, mientras Hazel no dejaba de imaginar cómo sería el reencuentro con su hermano. Solamente deseaba poder abrazarlo, estrecharlo fuertemente contra su pecho mientras sentía nuevamente su calor. Las horas de clases fueron extremadamente lentas para la jovencita, quien solo deseaba escuchar el timbre de salida. —Estás muy distraída hoy—señaló su amiga Mia. —Es cierto—la secundó Emma. —Es que hoy regresa mi hermano. -¿Alexander? -¡Si! Las jóvenes se maravillaron ante la idea, habían escucha
Al llegar a casa Hazel no dejaba de mirar a su hermano. Alexander había cambiado mucho, era más alto, musculoso, su cabello negro le parecía mucho más brilloso y sus ojos grises hipnotizaban más que antes. Sin darse cuenta, la jovencita comenzó a preguntarse cuántas novias había tenido en su estadía en Massachusetts, no dudaba de que fuesen muchas, puesto que su hermano era realmente apuesto. —Y entonces? ¿Qué conversación era esa que teníamos pendiente?—preguntó la chica acercándose. Su hermano estaba concentrado en desempacar sus cosas, mientras Hazel no dejaba de mirarlo con aquella curiosidad innata desbordándose. En realidad quería hacerle otro tipo de preguntas como, por ejemplo: ¿Y tuviste muchas novias? ¿Ya soy tía acaso? Sin embargo, la jovencita no se atrevía. —¿Por qué nunca estabas en casa cuando llamaba?—preguntó serio Alexander, girándose. El peso de aquellos ojos grises tan inquisidores, hizo que la chica contuviera el aliento. —Eh, yo no… —Sí, tú nunca estabas—co
Alexander no logró comprender qué era lo que había sucedido. Recordaba haber cerrado los ojos y haberse entregado a un sueño que se acercaba apacible. La compañía de Hazel le había brindado cierta tranquilidad la cual tenía años sin sentir. Luego, minutos más tardes o tal vez horas, se había despertado con la sensación de estar en otro lugar, con una persona diferente o quizás con ella misma, pero en una situación demasiado calurosa. «¿Se había tratado de un sueño?» se preguntó. Minutos después la respuesta llegó nítida a su mente: sí. No podía existir otra explicación más que esa, había sido un sueño el culpable del súbito aumento en su libido. Su hermanita no tenía nada que ver. Alexander decidió que debía disculparse, así que, cuando el sol salió se dirigió rápidamente a su habitación. Al llegar frente a la recámara de su hermanita se quedó de pie un instante contemplando la puerta amaderada con cierto aire de nostalgia, los dibujos que Hazel antes pegaba le llegaron de imprevi