No habían sido días fáciles, pero sí días muy felices. La experiencia de ser padres les tenía el corazón llenito, cada segundo era un instante que procuraban atesorar para siempre.Las sonrisas de sus niñas eran el motor más importante para continuar cada día. Y aunque, en las noches, se sentían profundamente cansados, no cambiarían por nada la experiencia de ser padres de esos dos angelitos. —Hoy es un día importante, amor—mencionó Alexander un instante antes de besar en los labios a su amada esposa. La castaña asintió comprendiendo a qué se refería, sin duda era un día muy importante en sus vidas. Horas más tarde, Hazel recibía su título como psicóloga. No pudo hacer otra cosa que llorar de alegría, al mirar a sus dos pequeñas que mantenían hacia ella sus manitas extendidas. —¡Felicidades, mami!—dijeron ellas al unísono. Alexander abrazó a su esposa, mientras Hazel cargaba a una de las pequeñas y él a otra. Su madre Amelia no tardó en felicitarla también, al igual que Mabel y s
—¿Qué tanto miras?—la voz de su hermano la sorprendió en su incesante inspección.Sin darse cuenta, nuevamente se encontraba perdida en la simetría de sus facciones. «¿Cómo era posible que una persona pudiese ser tan perfecta físicamente?» Hazel no lo entendía, solo podía quedarse embelesada de tanto en tanto con la belleza de su hermano.—¿Entonces?—apremió él, queriendo saber qué era eso que la tenía tan distraída.La chica se sintió en apuros inmediatamente, en el pasado su hermano solía ayudarla con sus deberes escolares y ahora que había regresado esas costumbres no parecían haber cambiado, sin embargo, su concentración no llegaba a ser la misma.—Es que…Los ojos grises del hombre la atravesaron, mientras ella sentía que su cara ardía. «¿Se estaba volviendo loca entonces?» con ese pensamiento la muchacha descubrió que sí, que la locura parecía querer alcanzarla de la manera más inoportuna.Alexander era su hermano, no debería empezar a sentir cosas por él… Sin embargo, el coraz
La policía llegó al lugar, encontrándose con una recién nacida abandonada y con un niño que no dejaba de observarla como si fuese la cosa más fascinante del mundo. —Cielos, ¿quién pudo hacer una cosa tan terrible?—se lamentó Amelia ante el abandono de la niña. A sus ojos era una criatura preciosa, de cachetes sonrojados y de una ternura que no había podido apreciar en ningún otro bebé. Los días pasaron rápidamente luego de aquel hallazgo, Amelia no había sido capaz de desentenderse del caso de la niña, su corazón necesitaba asegurarse de que aquella inocente criatura tuviese un buen futuro. —Es muy probable que la lleven a algún orfanato de la zona—había comentado la enfermera que la atendía. —¿Orfanato? —Así es, es lo que se hace comúnmente en este tipo de casos. Amelia no pudo procesar de buena manera aquellas palabras, para ella un orfanato era un sitio frío, oscuro, para nada acogedor. Simplemente, no era el lugar adecuado para que una criatura tan preciosa viviese sus prim
Hazel no podía creer lo que acababa de decirle su madre. — ¿Regresará? —Así es, cariño, regresa esta misma tarde. —Pero, ¿por qué no me habías avisado antes? —Yo también me acabo de enterar. La chica sonrió, se sentía realmente emocionada ante la idea de volver a ver a su hermano. Habían pasado tantos años, seis para ser exactos. «¿Notaría Alexander que ya no era una niña?» se preguntó. —Vamos, Hazel, se te hará tarde para ir al colegio. —Cierto, mamá. Las dos se encaminaron hacia el auto, mientras Hazel no dejaba de imaginar cómo sería el reencuentro con su hermano. Solamente deseaba poder abrazarlo, estrecharlo fuertemente contra su pecho mientras sentía nuevamente su calor. Las horas de clases fueron extremadamente lentas para la jovencita, quien solo deseaba escuchar el timbre de salida. —Estás muy distraída hoy—señaló su amiga Mia. —Es cierto—la secundó Emma. —Es que hoy regresa mi hermano. -¿Alexander? -¡Si! Las jóvenes se maravillaron ante la idea, habían escucha
Al llegar a casa Hazel no dejaba de mirar a su hermano. Alexander había cambiado mucho, era más alto, musculoso, su cabello negro le parecía mucho más brilloso y sus ojos grises hipnotizaban más que antes. Sin darse cuenta, la jovencita comenzó a preguntarse cuántas novias había tenido en su estadía en Massachusetts, no dudaba de que fuesen muchas, puesto que su hermano era realmente apuesto. —Y entonces? ¿Qué conversación era esa que teníamos pendiente?—preguntó la chica acercándose. Su hermano estaba concentrado en desempacar sus cosas, mientras Hazel no dejaba de mirarlo con aquella curiosidad innata desbordándose. En realidad quería hacerle otro tipo de preguntas como, por ejemplo: ¿Y tuviste muchas novias? ¿Ya soy tía acaso? Sin embargo, la jovencita no se atrevía. —¿Por qué nunca estabas en casa cuando llamaba?—preguntó serio Alexander, girándose. El peso de aquellos ojos grises tan inquisidores, hizo que la chica contuviera el aliento. —Eh, yo no… —Sí, tú nunca estabas—co
Alexander no logró comprender qué era lo que había sucedido. Recordaba haber cerrado los ojos y haberse entregado a un sueño que se acercaba apacible. La compañía de Hazel le había brindado cierta tranquilidad la cual tenía años sin sentir. Luego, minutos más tardes o tal vez horas, se había despertado con la sensación de estar en otro lugar, con una persona diferente o quizás con ella misma, pero en una situación demasiado calurosa. «¿Se había tratado de un sueño?» se preguntó. Minutos después la respuesta llegó nítida a su mente: sí. No podía existir otra explicación más que esa, había sido un sueño el culpable del súbito aumento en su libido. Su hermanita no tenía nada que ver. Alexander decidió que debía disculparse, así que, cuando el sol salió se dirigió rápidamente a su habitación. Al llegar frente a la recámara de su hermanita se quedó de pie un instante contemplando la puerta amaderada con cierto aire de nostalgia, los dibujos que Hazel antes pegaba le llegaron de imprevi
—Y entonces, Hazel, ¿de qué se trata?—había preguntado Mia a su amiga con bastante curiosidad. Luego de la llamada de Hazel, las chicas habían acordado verse en una cafetería cercana. Las tres jóvenes estaban a punto de mantener una conversación muy importante… —Es sobre Hermann—confesó la castaña. —¡Oh!—se sorprendieron ambas amigas. Emma y Mia sabían que las cosas no andaban muy bien entre la parejita. —Creo que es el momento de… —De…? —Ya sabes, de dar el paso, hacer cositas, eso… —¿Estás segura, Hazel?—preguntó su amiga Emma, quien tenía mayor conocimiento sobre su caso. Emma había sido la primera en descubrir la infidelidad de Hermann. Un día la chica iba en el auto de su padre rumbo a un famoso restaurante que acababa de abrir a las afueras de la ciudad, en ese momento, sin siquiera imaginarlo se encontró con Hermann. El muchacho iba de la mano de una hermosa chica de cabellera rubia y unos espectaculares ojos azules. Los dos parecían bastante confraternizados, por l
Hazel había preparado un bolso lleno de ropa. Luego de que sus padres le quitarán todo acceso a la comunicación, la chica no había dudado en escaparse. —¡No te reconozco, Hazel!—había dicho su madre bastante triste con su nueva actitud. —Lo siento, mamá, pero ustedes no lo entienden. ¡Yo amo a Hermann! —Pero ese muchacho no te ama a ti, ¿no has visto que ni siquiera ha venido a la casa para dar la cara?—cuestionó Amelia, dolida. Su hija estaba tan ciega de amor que no se daba cuenta de las claras señales de desinterés que demostraba aquel muchacho. Hazel no la escucho y siguió pensando que el mundo estaba en su contra, hasta que un día su hermano la encaro: —Escapándote lo único que conseguirás será perjudicarlo. ¿No dices que lo amas, Hazel?—preguntó Alexander sintiendo el chispazo de la rabia invadirlo—. Pues si dices amarlo, lo mejor sería que dejaras las cosas por la paz. Porque si no, nuestra familia no dudara en denunciarlo. Dime, ¿lo quieres ver en la cárcel? La castaña n