—¿Qué tanto miras?—la voz de su hermano la sorprendió en su incesante inspección.
Sin darse cuenta, nuevamente se encontraba perdida en la simetría de sus facciones. «¿Cómo era posible que una persona pudiese ser tan perfecta físicamente?» Hazel no lo entendía, solo podía quedarse embelesada de tanto en tanto con la belleza de su hermano.—¿Entonces?—apremió él, queriendo saber qué era eso que la tenía tan distraída.La chica se sintió en apuros inmediatamente, en el pasado su hermano solía ayudarla con sus deberes escolares y ahora que había regresado esas costumbres no parecían haber cambiado, sin embargo, su concentración no llegaba a ser la misma.—Es que…Los ojos grises del hombre la atravesaron, mientras ella sentía que su cara ardía. «¿Se estaba volviendo loca entonces?» con ese pensamiento la muchacha descubrió que sí, que la locura parecía querer alcanzarla de la manera más inoportuna.Alexander era su hermano, no debería empezar a sentir cosas por él… Sin embargo, el corazón no parecía entender razones y de esa manera un amor fue floreciendo en su interior sin siquiera haber sido consciente de la magnitud de dicho sentimiento.Pero las cosas no siempre fueron así, antes de que su hermano volviera a parecer en su vida su mundo era perfecto…Hazel con diecisiete años había aprendido que era privilegiada, su vida era todo lo que cualquier chica de su edad soñaba. Sus padres James y Amelia la amaban, sus hermanos Alexander y Lucas eran los guardianes perfectos, siempre la cuidaban en el colegio y sin duda que eran muy atentos, pero en especial él: Alexander.Lamentablemente, Alexander se había ido a estudiar a Massachusetts hacía mucho tiempo. Razón por la cual, lo extrañaba con locura, su hermano siempre había sido muy unido a ella desde que tenía uso de memoria. Era ese tipo de hermano que pacientemente te explicaba las cosas y te ayudaba con tus deberes escolares, el prototipo de hermano que no encontraba en Lucas, el cual siempre era holgazán y, apenas y se preocupaba por sus propios deberes.—¡Joder, Lucas, suelta ya esa m*****a consola!—solía gritarle su padre cada vez que llegaba del trabajo.Por el contrario, Alexander siempre había sido el preferido de papá, el niño prodigio, el inteligente, el orgullo.—¡Genial, muchacho, lo has hecho de nuevo!James era feliz con todos los diplomas que había acumulado su hijo a lo largo de su vida en la preparatoria, gracias a ello había obtenido una beca para estudiar economía en la universidad de Harvard.Ella no era tan buena estudiante como su hermano mayor, pero tampoco era tan pésima como Lucas, estaba en ese rango intermedio que podía clasificarse como pasable.—¿Ya vas a la escuela, cariño?—preguntó su madre al verla salir de su habitación con el uniforme escolar.—Así es, mamá. Nos vemos más tarde—y se despidió de su madre con un beso en la mejilla.Amelia al verla partir, sonrió. Hazel era la mejor decisión que hubiese podido tomar. Era su hija, aunque no lo fuese de sangre, la amaba. E inevitablemente, no pudo evitar echar una ojeada al pasado, justamente al día donde todo había comenzado….Era una mañana lluviosa y recién acababa de mudarse a su nuevo hogar. El hijo de su esposo, Alexander, estaba en aquel proceso de adaptación. Era un niño de cinco años muy inteligente, pero que se rehusaba a darle una oportunidad.—Ya verás como te gustará vivir con nosotros—solía tratar de animarlo ella, pero el chiquillo solo la ignoraba abismalmente.Los meses fueron transcurriendo en ese mismo tono, no parecía existir ningún avance entre ellos, por el contrario, las cosas cada día eran más secas y cortantes.—¿Quieres otro poco?—le ofreció la mujer otra rebanada de pastel.La reacción del niño fue lanzar aquello al suelo.—¡No me gusta! ¡Lo odio!Y salió corriendo a su habitación, con una furia que no debería caber en un cuerpo tan pequeño.—Cielos, James, siento que Alexander no es feliz viviendo con nosotros.—Tranquila, ya se acostumbrará.«¿Lo hará?» se preguntó la mujer no muy convencida.Por algún motivo, Amelia dudaba que eso fuese posible. Pero prefirió no decir nada al respecto, lo mejor era seguir manteniendo una esperanza viva.—Lucas, mira lo que te traje, ¿te gusta?Aquel era el cumpleaños número tres del pequeño Lucas, su hermano lo miraba desde una esquina con sus ojos grises tan sombríos.—Alexander, ¿ya felicitaste a tu hermano?El chiquillo bufó.—¿Por qué debería? Ese de ahí, no es mi hermano.—¡Alexander!—Lo ves, James, las cosas no son tan simples.—¡Ven aquí, Alexander!—¡No quiero! ¡Voy a irme con mi madre!Y de esa manera, el niño desapareció de la escena familiar en la que debería formar parte. ¿Pero cómo podría? Esa no era su familia ni ese niño de comportamiento ridículo era su hermano, simplemente se negaba ante la idea de mantener lazos con esas personas.—¿Qué ocurre, cariño? ¿Quieres volver con mamá?—preguntó Sophie a través de una llamada telefónica.—¡Ven a buscarme, mami!—¿Qué haces, Alexander?Su padre había entrado en ese momento a su habitación, para darse cuenta de que su primogénito estaba realizando una llamada.—¿Con quién estás hablando?El niño le pasó el auricular y el hombre no tardó en colocárselo al oído.—¡No sé qué demonios le estés haciendo a mi hijo, pero iré a buscarlo inmediatamente!En ese momento, James le dedicó una mirada significativa al pequeño Alexander.—¿De qué estás hablando? Mi hijo está perfectamente bien conmigo.—No, tu hijo acaba de llamarme porque, precisamente, no quiere vivir más contigo.—Alexander—susurró su padre con dolor, no quería que su hijo se fuese de su lado.Sophie era una mujer muy ocupada, como heredera universal del emporio Evans debía estar a la cabeza del complejo hotelero en Madrid. «¿Con qué tiempo lo cuidaría? ¿Cuándo lo volvería a ver?» se preguntó James, renuente a aceptar la idea de que se marchara.—No digas tonterías. Tú no tienes tiempo para cuidarlo, Sophie.—Pues, por lo visto, tú tampoco, o es que mi hijo está llamando porque se encuentra muy feliz viviendo con vosotros.—Las cosas no son así. Mi hijo Lucas está cumpliendo tres años y Alexander se ha negado a felicitarlo, solamente estaba tratando de que los dos se llevarán bien.—¡Pues mi hijo no está obligado a tener que aceptar a tu bastardo!Y así fue como Sophie decidió que viajaría a Italia la próxima semana para buscar a su hijo. James no tuvo más opción que resignarse ante la idea, pero, simplemente, no quería que su hijo se fuese de su lado.Amelia trató de hacer una última jugada en favor de rescatar la armonía de su hogar, sabía que su esposo no sería feliz si el pequeño Alexander se marchaba, así que, esa tarde invitó al niño al parque, esperando que algún milagro se suscitará.—¿Qué te parece? ¿No es hermoso?Alexander miró el parque, los árboles tan altos y esplendorosos, y al césped, encontrándolo verde y aburrido.—Supongo.La mujer tendió una manta de pícnic en el césped y espero a que algún milagro sucediera ese día. Solo deseaba que su hijastro cambiará de parecer y no decidiera irse.Las horas transcurrieron, muchos niños jugaban alrededor, su hijo Lucas corría con energía, mientras Alexander permanecía sentado en el mismo lugar leyendo un libro.—¿Quieres un poco de jugo?El niño negó.Amelia se percató de que había perdido de vista al pequeño Lucas y se asustó de inmediato. La mujer se puso de pie, dispuesta a buscarlo, momento que aprovechó Alexander para irse de aquel ridículo sitio.Cuando Amelia regresó con su pequeño Lucas en brazos, se percató de que no había rastros de Alexander por ningún lado. La mujer sintió que el mundo se desdibujaba bajo sus pies, mientras ideas atroces llegaban velozmente a su mente.«¿Y si lo secuestraron?»—¡Alexander!—gritó con desesperación.El causante de aquellos desesperados gritos se alejaba corriendo de aquel parque, cruzó una calle y luego otra, sin saber muy bien a dónde iba, solo estaba convencido de que cualquier otro sitio seria mejor que la compañía de aquellos que tanto odiaba.Lo que no se esperaba el niño era que algo sorprendente ocurriera ese día, una mujer salía de una esquina llorando y en cuanto lo vio le suplicó entre sollozos:—¡Ayúdala!Luego de aquello la desconocida corrió como si estuviese siendo perseguida y él no tuvo otra idea que seguir el mismo camino por el que había salido antes. Y entonces lo escuchó, era el llanto de un bebé, tenue pero preciso.El pequeño niño se acercó a aquellos botes de basura que se encontraban alrededor, buscando identificar de dónde provenía aquel sonido, hasta que la vio, sus manitos se agitaban, mientras espesas lágrimas salían de sus ojos. Era simplemente preciosa.Aquel fue el primer día en que vio a Hazel, el día en que se conocieron, el día en que su vida cambiaría para siempre…La policía llegó al lugar, encontrándose con una recién nacida abandonada y con un niño que no dejaba de observarla como si fuese la cosa más fascinante del mundo. —Cielos, ¿quién pudo hacer una cosa tan terrible?—se lamentó Amelia ante el abandono de la niña. A sus ojos era una criatura preciosa, de cachetes sonrojados y de una ternura que no había podido apreciar en ningún otro bebé. Los días pasaron rápidamente luego de aquel hallazgo, Amelia no había sido capaz de desentenderse del caso de la niña, su corazón necesitaba asegurarse de que aquella inocente criatura tuviese un buen futuro. —Es muy probable que la lleven a algún orfanato de la zona—había comentado la enfermera que la atendía. —¿Orfanato? —Así es, es lo que se hace comúnmente en este tipo de casos. Amelia no pudo procesar de buena manera aquellas palabras, para ella un orfanato era un sitio frío, oscuro, para nada acogedor. Simplemente, no era el lugar adecuado para que una criatura tan preciosa viviese sus prim
Hazel no podía creer lo que acababa de decirle su madre. — ¿Regresará? —Así es, cariño, regresa esta misma tarde. —Pero, ¿por qué no me habías avisado antes? —Yo también me acabo de enterar. La chica sonrió, se sentía realmente emocionada ante la idea de volver a ver a su hermano. Habían pasado tantos años, seis para ser exactos. «¿Notaría Alexander que ya no era una niña?» se preguntó. —Vamos, Hazel, se te hará tarde para ir al colegio. —Cierto, mamá. Las dos se encaminaron hacia el auto, mientras Hazel no dejaba de imaginar cómo sería el reencuentro con su hermano. Solamente deseaba poder abrazarlo, estrecharlo fuertemente contra su pecho mientras sentía nuevamente su calor. Las horas de clases fueron extremadamente lentas para la jovencita, quien solo deseaba escuchar el timbre de salida. —Estás muy distraída hoy—señaló su amiga Mia. —Es cierto—la secundó Emma. —Es que hoy regresa mi hermano. -¿Alexander? -¡Si! Las jóvenes se maravillaron ante la idea, habían escucha
Al llegar a casa Hazel no dejaba de mirar a su hermano. Alexander había cambiado mucho, era más alto, musculoso, su cabello negro le parecía mucho más brilloso y sus ojos grises hipnotizaban más que antes. Sin darse cuenta, la jovencita comenzó a preguntarse cuántas novias había tenido en su estadía en Massachusetts, no dudaba de que fuesen muchas, puesto que su hermano era realmente apuesto. —Y entonces? ¿Qué conversación era esa que teníamos pendiente?—preguntó la chica acercándose. Su hermano estaba concentrado en desempacar sus cosas, mientras Hazel no dejaba de mirarlo con aquella curiosidad innata desbordándose. En realidad quería hacerle otro tipo de preguntas como, por ejemplo: ¿Y tuviste muchas novias? ¿Ya soy tía acaso? Sin embargo, la jovencita no se atrevía. —¿Por qué nunca estabas en casa cuando llamaba?—preguntó serio Alexander, girándose. El peso de aquellos ojos grises tan inquisidores, hizo que la chica contuviera el aliento. —Eh, yo no… —Sí, tú nunca estabas—co
Alexander no logró comprender qué era lo que había sucedido. Recordaba haber cerrado los ojos y haberse entregado a un sueño que se acercaba apacible. La compañía de Hazel le había brindado cierta tranquilidad la cual tenía años sin sentir. Luego, minutos más tardes o tal vez horas, se había despertado con la sensación de estar en otro lugar, con una persona diferente o quizás con ella misma, pero en una situación demasiado calurosa. «¿Se había tratado de un sueño?» se preguntó. Minutos después la respuesta llegó nítida a su mente: sí. No podía existir otra explicación más que esa, había sido un sueño el culpable del súbito aumento en su libido. Su hermanita no tenía nada que ver. Alexander decidió que debía disculparse, así que, cuando el sol salió se dirigió rápidamente a su habitación. Al llegar frente a la recámara de su hermanita se quedó de pie un instante contemplando la puerta amaderada con cierto aire de nostalgia, los dibujos que Hazel antes pegaba le llegaron de imprevi
—Y entonces, Hazel, ¿de qué se trata?—había preguntado Mia a su amiga con bastante curiosidad. Luego de la llamada de Hazel, las chicas habían acordado verse en una cafetería cercana. Las tres jóvenes estaban a punto de mantener una conversación muy importante… —Es sobre Hermann—confesó la castaña. —¡Oh!—se sorprendieron ambas amigas. Emma y Mia sabían que las cosas no andaban muy bien entre la parejita. —Creo que es el momento de… —De…? —Ya sabes, de dar el paso, hacer cositas, eso… —¿Estás segura, Hazel?—preguntó su amiga Emma, quien tenía mayor conocimiento sobre su caso. Emma había sido la primera en descubrir la infidelidad de Hermann. Un día la chica iba en el auto de su padre rumbo a un famoso restaurante que acababa de abrir a las afueras de la ciudad, en ese momento, sin siquiera imaginarlo se encontró con Hermann. El muchacho iba de la mano de una hermosa chica de cabellera rubia y unos espectaculares ojos azules. Los dos parecían bastante confraternizados, por l
Hazel había preparado un bolso lleno de ropa. Luego de que sus padres le quitarán todo acceso a la comunicación, la chica no había dudado en escaparse. —¡No te reconozco, Hazel!—había dicho su madre bastante triste con su nueva actitud. —Lo siento, mamá, pero ustedes no lo entienden. ¡Yo amo a Hermann! —Pero ese muchacho no te ama a ti, ¿no has visto que ni siquiera ha venido a la casa para dar la cara?—cuestionó Amelia, dolida. Su hija estaba tan ciega de amor que no se daba cuenta de las claras señales de desinterés que demostraba aquel muchacho. Hazel no la escucho y siguió pensando que el mundo estaba en su contra, hasta que un día su hermano la encaro: —Escapándote lo único que conseguirás será perjudicarlo. ¿No dices que lo amas, Hazel?—preguntó Alexander sintiendo el chispazo de la rabia invadirlo—. Pues si dices amarlo, lo mejor sería que dejaras las cosas por la paz. Porque si no, nuestra familia no dudara en denunciarlo. Dime, ¿lo quieres ver en la cárcel? La castaña n
«Vayamos al cine» Hazel había recibido aquel mensaje por parte de su nuevo amigo. Mario era español, tenía un acento bastante cautivador y aparentaba ser un buen chico. Su cabello castaño y sus ojos verdes, hacían un contraste irresistible que la tenían mirando corazones por todas partes. Era un joven muy guapo sin duda. «Claro» respondió. «Pasaré a recogerte en un rato, ¿te parece bien?» «¡Estupendo!» La castaña se mordió el labio, emocionada. No solamente era un chico apuesto, sino que además tenía una muy buena posición económica. Hazel se colocó una minifalda y un crochet a juego. Se miró al espejo sintiéndose bonita y ondulo un poco más su pelo. Hacía tiempo que no sentía tantas expectativas, era como si una bandada de mariposas se hubieran despertado en su estómago, pero había algo más, también estaba la felicidad de saber que posiblemente su hermano lo vería esa tarde y se moriría de rabia al hacerlo… — Me la pagarás—murmuró la jovencita dedicando una mirada decidida al e
James al enterarse de lo sucedido, no estuvo de acuerdo con el actuar de su hijo. —¿Qué te sucede, Alexander? ¡Es inaceptable que actúes de esa forma!—Tú no lo viste, padre. Ese canalla le estaba faltando el respeto al frente de nuestra casa. —Indiferentemente, Alexander. Debes de comprender también que Hazel ha crecido. Si no es ese llegara otro, pero está en esa etapa de su vida, donde le lloverán los noviecitos. —¿Y eso te parece bien?—No, pero debo soportarlo. Solo te pido que seas más tolerable con ella, por favor. —Sandeces—dijo el hombre enfurecido. Desde ese día, la muchacha no había vuelto a ver a su hermano y ya pasaban alrededor de tres semanas desde el incidente. Alexander de alguna forma se las ingeniaba para no dejarse ver por ella, a pesar de que vivían bajo el mismo techo. Su hermano pasaba la mayor parte del día en la oficina, haciendo quién sabe qué cosas. Y cuando regresaba era muy entrada la noche, para irse al día siguiente sin que el sol saliera. De alg