—Estoy nerviosa, mamá–confeso Hazel a su madre, mientras se contemplaba en el espejo de su dormitorio. Estaba casi lista para el matrimonio y aquello la tenía feliz y ansiosa en partes iguales. –Todo saldrá bien, cariño. Tranquila. —Lo sé, pero eso no evita que sienta un hormigueo en el estómago. —Es normal, hija, son los nervios propios de un momento tan importante. Después de todo, casarse no es cualquier cosa, es unir por siempre tu vida a la persona que amabas. Amelia dio un beso a su hija en la frente y trato de trasmitirle confianza y seguridad. —Con permiso, ¿puedo pasar?—alguien había tocado a la puerta, se trataba de Mabel, quien venía acompañando de su hija menor, Annie. —Por supuesto, adelante—sonrió Hazel al ver a su madre biológica. En esos años le había dado la oportunidad a la mujer de involucrarse en su vida. Habían coincidido en algunas salidas e incluso se había interesado por la condición de su hermana, la cual a pesar de todo se mostraba como una niña muy i
Siguiendo con el mismo ambiente playero, alquilaron una cabaña frente al mar. Aquel sería el lugar donde su unión se concretaría. Hazel entró primero al modesto sitio, maravillándose de la hermosa decoración que había realizado. Había flores en todas partes: rosas, orquídeas, tulipanes. El aroma que fluía de cada una de ellas llenaba la estancia, haciéndola sentir como en un cuento de hadas. —Es hermoso—murmuro. Alexander se acercó y se dirigió al pequeño balcón. —¿Y qué te parece esta vista? Los ojos de la chica se cerraron para percibir la suave brisa. Al frente se alzaba un mar que se veía imponente y cálido en partes iguales. A esa hora de la tarde, las gaviotas se arremolinaban en torno a él. —Preciosa—contesto, ganándose un beso en la coronilla de su cabeza. Su esposo la abrazó por la espalda y la estrechó más en contra de su cuerpo, firme y reconfortante. Hazel sonrió a la par, sintiéndose por fin plena luego de tantos inconvenientes. Sentía que la vida al fin les sonreí
Hazel se removió en la cama sintiendo su cuerpo pesado. El sol de un nuevo día se colaba fugazmente por la ventana, haciendo que una sensación de molestia se instalara en sus ojos. Con parsimonia los fue abriendo, acostumbrándose apenas a la luz del nuevo día. —Buenos días—escucho la voz de su esposo, quien entraba en la habitación con una bandeja de desayuno. —Buenos días—sonrió al verlo y recordó la magnífica noche que habían compartido juntos. —Pensé que no despertarías—se burló de ella, señalando la hora en el reloj de pared. La muchacha se sorprendió al divisar que faltaba solo una hora para que fuese mediodía. ¿Cómo pudo haber dormido tanto? Rápidamente, recordó lo cansada que se había sentido, a la vez de todas las veces en que se habían unido. Alexander no se conformó con solo una vez, entre besos y caricias repitió el acto un par de veces más. Había quedado exhausta luego de tanta actividad. —Ten, tienes que comer algo—le acerco la bandeja y ella se acomodó para que se
Hazel estaba recibiendo todos los cuidados necesarios para su embarazo. Gestar a dos bebés era algo delicado, por lo que su esposo se mantenía en guardia cada día, atento a cualquier eventualidad. Afortunadamente, en cada consulta al ginecobstetra le daban excelentes noticias, por lo que no había nada por lo cual preocuparse.—Son dos pequeños, muy sanos y revoltosos—señalo la doctora al ver como no dejaban de moverse en el útero de su madre.—¿Ya puede verse el sexo, doctora?—pregunto Hazel con ilusión en su voz.—Déjame ver—la especialista se ajustó sus gafas y comenzó con una inspección mucho más detallada.—Bien, sí, aquí lo veo—señalo bastante concentrada.Alexander le dio la mano a su esposa para transmitirle tranquilidad, ya que podía ver como se removía inquieta en la camilla con ganas de conocer de una buena vez el sexo de sus hijos.—Aquí tenemos a una niña y,…—¡Es una niña, amor!—se emocionó Hazel mirando en dirección de su marido.—Y este otro es, otra niña—culmino la doc
No habían sido días fáciles, pero sí días muy felices. La experiencia de ser padres les tenía el corazón llenito, cada segundo era un instante que procuraban atesorar para siempre.Las sonrisas de sus niñas eran el motor más importante para continuar cada día. Y aunque, en las noches, se sentían profundamente cansados, no cambiarían por nada la experiencia de ser padres de esos dos angelitos. —Hoy es un día importante, amor—mencionó Alexander un instante antes de besar en los labios a su amada esposa. La castaña asintió comprendiendo a qué se refería, sin duda era un día muy importante en sus vidas. Horas más tarde, Hazel recibía su título como psicóloga. No pudo hacer otra cosa que llorar de alegría, al mirar a sus dos pequeñas que mantenían hacia ella sus manitas extendidas. —¡Felicidades, mami!—dijeron ellas al unísono. Alexander abrazó a su esposa, mientras Hazel cargaba a una de las pequeñas y él a otra. Su madre Amelia no tardó en felicitarla también, al igual que Mabel y s
—¿Qué tanto miras?—la voz de su hermano la sorprendió en su incesante inspección.Sin darse cuenta, nuevamente se encontraba perdida en la simetría de sus facciones. «¿Cómo era posible que una persona pudiese ser tan perfecta físicamente?» Hazel no lo entendía, solo podía quedarse embelesada de tanto en tanto con la belleza de su hermano.—¿Entonces?—apremió él, queriendo saber qué era eso que la tenía tan distraída.La chica se sintió en apuros inmediatamente, en el pasado su hermano solía ayudarla con sus deberes escolares y ahora que había regresado esas costumbres no parecían haber cambiado, sin embargo, su concentración no llegaba a ser la misma.—Es que…Los ojos grises del hombre la atravesaron, mientras ella sentía que su cara ardía. «¿Se estaba volviendo loca entonces?» con ese pensamiento la muchacha descubrió que sí, que la locura parecía querer alcanzarla de la manera más inoportuna.Alexander era su hermano, no debería empezar a sentir cosas por él… Sin embargo, el coraz
La policía llegó al lugar, encontrándose con una recién nacida abandonada y con un niño que no dejaba de observarla como si fuese la cosa más fascinante del mundo. —Cielos, ¿quién pudo hacer una cosa tan terrible?—se lamentó Amelia ante el abandono de la niña. A sus ojos era una criatura preciosa, de cachetes sonrojados y de una ternura que no había podido apreciar en ningún otro bebé. Los días pasaron rápidamente luego de aquel hallazgo, Amelia no había sido capaz de desentenderse del caso de la niña, su corazón necesitaba asegurarse de que aquella inocente criatura tuviese un buen futuro. —Es muy probable que la lleven a algún orfanato de la zona—había comentado la enfermera que la atendía. —¿Orfanato? —Así es, es lo que se hace comúnmente en este tipo de casos. Amelia no pudo procesar de buena manera aquellas palabras, para ella un orfanato era un sitio frío, oscuro, para nada acogedor. Simplemente, no era el lugar adecuado para que una criatura tan preciosa viviese sus prim
Hazel no podía creer lo que acababa de decirle su madre. — ¿Regresará? —Así es, cariño, regresa esta misma tarde. —Pero, ¿por qué no me habías avisado antes? —Yo también me acabo de enterar. La chica sonrió, se sentía realmente emocionada ante la idea de volver a ver a su hermano. Habían pasado tantos años, seis para ser exactos. «¿Notaría Alexander que ya no era una niña?» se preguntó. —Vamos, Hazel, se te hará tarde para ir al colegio. —Cierto, mamá. Las dos se encaminaron hacia el auto, mientras Hazel no dejaba de imaginar cómo sería el reencuentro con su hermano. Solamente deseaba poder abrazarlo, estrecharlo fuertemente contra su pecho mientras sentía nuevamente su calor. Las horas de clases fueron extremadamente lentas para la jovencita, quien solo deseaba escuchar el timbre de salida. —Estás muy distraída hoy—señaló su amiga Mia. —Es cierto—la secundó Emma. —Es que hoy regresa mi hermano. -¿Alexander? -¡Si! Las jóvenes se maravillaron ante la idea, habían escucha