—¡Voy a casarme!—chilló Hazel cuando vio a su amiga Emma, un par de días después. —¿Casarte? ¿Pero cómo?—la muchacha se quedó con la boca ligeramente abierta—. Ni siquiera sabía que tenías un novio. —Sé que puede parecerte un poco extraño, pero voy a casarme con Alexander. El rostro de Emma perdió el color al instante. —¿Alexander?—Sí—asintió Hazel, negándose a ocultarlo por más tiempo. Lo amaba, ambos se aman y no eran hermanos, así que no había ningún delito en su unión. —Pero… —No somos hermanos de sangre, Emma. ¿Lo recuerdas? Ya te lo había mencionado. —Sí, pero es decir, ustedes crecieron juntos ¿no? —La verdad es que no. Alexander se la pasó más tiempo viviendo con su madre, era muy poco lo que nos veíamos. —Oh, ¿y qué opina tu familia sobre esto? —No lo sé, seguramente pondrán el grito en el cielo cuando se enteren. ¿Pero sabes qué? Ya no me importa la opinión de los demás, pienso quitarme el apellido Miller, y adoptar el de mi madre biológica, después de todo, pap
—James, ¿por qué tratas así a tu hijo? —Déjame en paz, Amelia. El hombre salió de su despacho, tomó un abrigo y se dispuso a marcharse de la casa. Estaba cansado de las cantaletas de su mujer. —¡Eres tan terco!—se exasperó Amelia—. ¿Acaso no te das cuenta de que estás perdiendo a tus hijos por tu necedad? —Ellos ya no son mis hijos, al parecer el único que me queda es Lucas y estoy bien con eso. —¡Por favor, James, no cometas un error del que no podrás arrepentirte! —¡El error lo cometieron ellos, no yo, Amelia! Dicho aquello salió de la casa, dando un sonoro portazo. Su esposa se quedó viendo el espacio vacío por donde se había marchado. No podía creer el nivel de insensatez que manejaba su esposo, sus argumentos eran simplemente absurdos. […] —Gracias mamá, por acompañarme a comprar el vestido. —No hay de qué, cariño. Ambas mujeres entraron a una lujosa tienda de novias. El desfile de vestidos que se mostraban ante sus ojos era simplemente espectacular, todos eran increíbl
—Estoy nerviosa, mamá–confeso Hazel a su madre, mientras se contemplaba en el espejo de su dormitorio. Estaba casi lista para el matrimonio y aquello la tenía feliz y ansiosa en partes iguales. –Todo saldrá bien, cariño. Tranquila. —Lo sé, pero eso no evita que sienta un hormigueo en el estómago. —Es normal, hija, son los nervios propios de un momento tan importante. Después de todo, casarse no es cualquier cosa, es unir por siempre tu vida a la persona que amabas. Amelia dio un beso a su hija en la frente y trato de trasmitirle confianza y seguridad. —Con permiso, ¿puedo pasar?—alguien había tocado a la puerta, se trataba de Mabel, quien venía acompañando de su hija menor, Annie. —Por supuesto, adelante—sonrió Hazel al ver a su madre biológica. En esos años le había dado la oportunidad a la mujer de involucrarse en su vida. Habían coincidido en algunas salidas e incluso se había interesado por la condición de su hermana, la cual a pesar de todo se mostraba como una niña muy i
Siguiendo con el mismo ambiente playero, alquilaron una cabaña frente al mar. Aquel sería el lugar donde su unión se concretaría. Hazel entró primero al modesto sitio, maravillándose de la hermosa decoración que había realizado. Había flores en todas partes: rosas, orquídeas, tulipanes. El aroma que fluía de cada una de ellas llenaba la estancia, haciéndola sentir como en un cuento de hadas. —Es hermoso—murmuro. Alexander se acercó y se dirigió al pequeño balcón. —¿Y qué te parece esta vista? Los ojos de la chica se cerraron para percibir la suave brisa. Al frente se alzaba un mar que se veía imponente y cálido en partes iguales. A esa hora de la tarde, las gaviotas se arremolinaban en torno a él. —Preciosa—contesto, ganándose un beso en la coronilla de su cabeza. Su esposo la abrazó por la espalda y la estrechó más en contra de su cuerpo, firme y reconfortante. Hazel sonrió a la par, sintiéndose por fin plena luego de tantos inconvenientes. Sentía que la vida al fin les sonreí
Hazel se removió en la cama sintiendo su cuerpo pesado. El sol de un nuevo día se colaba fugazmente por la ventana, haciendo que una sensación de molestia se instalara en sus ojos. Con parsimonia los fue abriendo, acostumbrándose apenas a la luz del nuevo día. —Buenos días—escucho la voz de su esposo, quien entraba en la habitación con una bandeja de desayuno. —Buenos días—sonrió al verlo y recordó la magnífica noche que habían compartido juntos. —Pensé que no despertarías—se burló de ella, señalando la hora en el reloj de pared. La muchacha se sorprendió al divisar que faltaba solo una hora para que fuese mediodía. ¿Cómo pudo haber dormido tanto? Rápidamente, recordó lo cansada que se había sentido, a la vez de todas las veces en que se habían unido. Alexander no se conformó con solo una vez, entre besos y caricias repitió el acto un par de veces más. Había quedado exhausta luego de tanta actividad. —Ten, tienes que comer algo—le acerco la bandeja y ella se acomodó para que se
Hazel estaba recibiendo todos los cuidados necesarios para su embarazo. Gestar a dos bebés era algo delicado, por lo que su esposo se mantenía en guardia cada día, atento a cualquier eventualidad. Afortunadamente, en cada consulta al ginecobstetra le daban excelentes noticias, por lo que no había nada por lo cual preocuparse.—Son dos pequeños, muy sanos y revoltosos—señalo la doctora al ver como no dejaban de moverse en el útero de su madre.—¿Ya puede verse el sexo, doctora?—pregunto Hazel con ilusión en su voz.—Déjame ver—la especialista se ajustó sus gafas y comenzó con una inspección mucho más detallada.—Bien, sí, aquí lo veo—señalo bastante concentrada.Alexander le dio la mano a su esposa para transmitirle tranquilidad, ya que podía ver como se removía inquieta en la camilla con ganas de conocer de una buena vez el sexo de sus hijos.—Aquí tenemos a una niña y,…—¡Es una niña, amor!—se emocionó Hazel mirando en dirección de su marido.—Y este otro es, otra niña—culmino la doc
No habían sido días fáciles, pero sí días muy felices. La experiencia de ser padres les tenía el corazón llenito, cada segundo era un instante que procuraban atesorar para siempre.Las sonrisas de sus niñas eran el motor más importante para continuar cada día. Y aunque, en las noches, se sentían profundamente cansados, no cambiarían por nada la experiencia de ser padres de esos dos angelitos. —Hoy es un día importante, amor—mencionó Alexander un instante antes de besar en los labios a su amada esposa. La castaña asintió comprendiendo a qué se refería, sin duda era un día muy importante en sus vidas. Horas más tarde, Hazel recibía su título como psicóloga. No pudo hacer otra cosa que llorar de alegría, al mirar a sus dos pequeñas que mantenían hacia ella sus manitas extendidas. —¡Felicidades, mami!—dijeron ellas al unísono. Alexander abrazó a su esposa, mientras Hazel cargaba a una de las pequeñas y él a otra. Su madre Amelia no tardó en felicitarla también, al igual que Mabel y s
—¿Qué tanto miras?—la voz de su hermano la sorprendió en su incesante inspección.Sin darse cuenta, nuevamente se encontraba perdida en la simetría de sus facciones. «¿Cómo era posible que una persona pudiese ser tan perfecta físicamente?» Hazel no lo entendía, solo podía quedarse embelesada de tanto en tanto con la belleza de su hermano.—¿Entonces?—apremió él, queriendo saber qué era eso que la tenía tan distraída.La chica se sintió en apuros inmediatamente, en el pasado su hermano solía ayudarla con sus deberes escolares y ahora que había regresado esas costumbres no parecían haber cambiado, sin embargo, su concentración no llegaba a ser la misma.—Es que…Los ojos grises del hombre la atravesaron, mientras ella sentía que su cara ardía. «¿Se estaba volviendo loca entonces?» con ese pensamiento la muchacha descubrió que sí, que la locura parecía querer alcanzarla de la manera más inoportuna.Alexander era su hermano, no debería empezar a sentir cosas por él… Sin embargo, el coraz