Avivando el fuego

—No llores, mi amor—le dijo acercándose para abrazarla.

Hazel no podía contenerse, era simplemente demasiadas emociones a la vez. Se sintió como en un sueño, un bonito sueño del cual no quería despertarse.

—Ya estoy aquí, no volveré a irme nunca más—continuó él como si de alguna forma pudiese adivinar sus pensamientos.

Ese era su mayor temor, despertar de ese hermoso sueño para descubrir que estaba nuevamente sola, que el Alexander que tenía al frente no era más que un espejismo producto de su triste mente.

—Alex…

Levantó su mirada, viéndolo con sus ojos encharcados en lágrimas. La respuesta de él, fue una caricia delicada en su mejilla, mientras asentía como diciendo: "Si, mi amor, soy yo, estoy aquí".

Alexander siempre había odiado verla llorar, realmente ver el dolor y la emoción con la que lloraba le perturbaba en sobremanera. Su intención nunca fue causar ese nivel de sufrimiento en ella, todo lo contrario, quería que fuera feliz siempre.

—¡Feliz cumpleaños!—la felicito de
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