Hazel no podía creer lo que acababa de decirle su madre.
— ¿Regresará?—Así es, cariño, regresa esta misma tarde.—Pero, ¿por qué no me habías avisado antes?—Yo también me acabo de enterar.La chica sonrió, se sentía realmente emocionada ante la idea de volver a ver a su hermano. Habían pasado tantos años, seis para ser exactos.«¿Notaría Alexander que ya no era una niña?» se preguntó.—Vamos, Hazel, se te hará tarde para ir al colegio.—Cierto, mamá.Las dos se encaminaron hacia el auto, mientras Hazel no dejaba de imaginar cómo sería el reencuentro con su hermano. Solamente deseaba poder abrazarlo, estrecharlo fuertemente contra su pecho mientras sentía nuevamente su calor. Las horas de clases fueron extremadamente lentas para la jovencita, quien solo deseaba escuchar el timbre de salida.—Estás muy distraída hoy—señaló su amiga Mia.—Es cierto—la secundó Emma.—Es que hoy regresa mi hermano.-¿Alexander?-¡Si!Las jóvenes se maravillaron ante la idea, habían escuchado tanto hablar de Alexander que sentían que lo conocían también. Lo cierto era que Hazel siempre contaba cosas buenas de él: “es muy atento”, “todas las noches me leía un cuento antes de dormir”, “siempre me llevaba a pasear al parque”, “solía comprarme mi helado favorito”.Aquellas Eran acciones típicas en un hermano, pero Hazel las contaba con tanta emoción, que no les quedaban dudas de que Alexander era un excelente muchacho. La chica corrió a su casa cuando finalmente sonó el timbre de salida y aunque su novio había tratado de invitarla a salir, ella se rehusó.—No puedo, mi hermano regresa esta tarde.—Está bien—respondió el chico en un tono monótono, fastidiado.El noviazgo entre Hermann y Hazel no estaba atravesando su mejor momento. Lo cierto era que el chico de Diecinueve años, quería experimentar cosas nuevas. No perdía oportunidad para querer tocar un poco más del cuerpo de Hazel y, ahora sus besos habían dejado de ser simples roces de labios, para transformarse en feroces intentos por hacerla enloquecer.Todo aquello era demasiado nuevo para la jovencita, quien comenzaba a sentir miedo. Sabía lo que quería su novio, pero no se sentía enteramente preparado para dar un paso de semejante magnitud.Entonces había decidido que lo mejor sería verse únicamente en lugares públicos y no visitar más su casa, la cual parecía ser el lugar ideal para que las cosas se salieran un poco de control.—Siento que estás evitándome.—¿Por qué dices eso?—preguntó Hazel a través de la llamada telefónica que estaba realizando.—Cada vez que te invito a mi casa, me evades. Al menos esta vez, pareces tener una excusa verdaderamente válida.—No es cierto, es solo que estamos en exámenes finales y necesito estudiar mucho más.—Sí, claro.Hazel realmente quería mucho a su novio, no le gustaba cuando se molestaba y pensaba ese tipo de cosas.—Es cierto, de hecho, te extraño mucho—dijo con voz suave dejándole en claro todo el amor que le tenía.—En ese caso, Espero que puedas venir pronto. Y, ya sabes a qué me refiero—colgó Hermann la llamada dejándola con la idea de que aquella fuese una posible insinuación.«¿Pero estaba verdaderamente preparada?» se preguntó.[…]La noche llegó mucho más rápido que el resto del día. Hazel no pudo percibir el pasar del tiempo con gran detalle, puesto que se encontraba completamente concentrada en mejorar su apariencia.La jovencita había alisado su cabello, que, por lo general era ondulado, para darle un aire un poco más mayor. También había decidido que quería usar un poco de maquillaje y realzar su belleza, para que fuera más visible ante los ojos de su hermano.—Vamos, Hazel, ya casi es la hora—la había apurado su madre.De esa manera, Hazel se dirigió junto a su familia al aeropuerto para recibir a su hermano. Durante el viaje en automóvil, Lucas se mostró fastidiado.—Y ¿por qué se supone que yo también tenía que venir?—Porque es tu hermano, ¿o ya lo has olvidado?—Da igual. Ése y yo nunca nos llevamos bien.—Basta, Lucas, ya no eres un crío.Tras el regaño de su padre, Lucas, quien estaba próximo a cumplir sus veintiún años, rezongó.Lamentablemente, su hermano no era un muchacho muy maduro pese a su edad, los estudios no parecían ser lo suyo, así que, únicamente se había dedicado a realizar algunos cursos que le permitiesen trabajar en el negocio familiar.En todo ese tiempo fuera de casa, Alexander nunca había preguntado por él, así que la indiferencia entre los dos hermanos parecía ser bastante recíproca.James suspiró antes de bajar del auto. Eran seis años sin ver a su hijo, todas las veces en que quiso viajar y visitarlo, su exesposa se había adelantado.Él y Sophie no mantenían la mejor de las relaciones, apenas y soportaban verse las caras. Pero finalmente había llegado el momento de tenerlo nuevamente a su lado, y no podía hacer otra cosa que se sentirse emocionado.—¡Ahí viene!—chilló Hazel al ver a su hermano.Alexander caminaba con su maleta sujetada en una mano, mientras miraba fijamente en la dirección donde se encontraba su familia sosteniendo una llamativa pancarta: "Bienvenido Alexander".Una mezcla de sentimientos se arremolinaron en su pecho cuando la vio… Hazel sonreía de una manera tan preciosa, que sintió que aquellas once horas de vuelo habían válido por completa la pena con tal de ver esa radiante sonrisa. Las manos de Hazel se movían en un saludo que había captado fácilmente, sin embargo, se encontraba lo suficientemente embobado como para poder responder. Pero no solo detallo su saludo, sino también captó su belleza y que había dejado de ser una niña para convertirse en una hermosa mujer.—¡Regresaste!Hazel corrió hacia sus brazos, y él no pudo hacer otra cosa que soltar la maleta y estrecharla también. Su cuerpo ya no era pequeño y liviano como recordaba, ahora era más alta y también un poco más pesado.—¡Hijo!James se había acercado y también había querido abrazarlo.Alexander se soltó con un poco de renuncia de los brazos de Hazel que empezaban a sentirse tan cómodos, para ahora proceder a abrazar a su padre. Y así uno a uno se fueron acercando, hasta que todos los saludaron.El viaje en automóvil estuvo cargado de preguntas: ¿Cómo es vivir en Massachusetts?, ¿Y tus compañeros de estudios cómo te trataron? ¿Nos extrañaste? Muchas de esas preguntas venían por parte de Hazel, quien a pesar de que había crecido en tamaño, no había dejado de ser aquella curiosa chiquilla que siempre tenía algo que preguntarle a su hermano mayor.—Supongo que sí los extrañe un poco.—¿Solo un poco?—la muchacha hizo un puchero infantil.—Sí, pero parece que alguien no me extrañó en lo absoluto.Hazel puso una cara de no entender.—¿Alguien no te extraño?—Exacto—asintió él ante su pregunta—. Y da la casualidad de que estoy viendo a esa personita en este preciso momento.La muchacha miró a su hermano Lucas que estaba sentado a su lado. «¿Estaba hablando de él?» se preguntó. Pero Alexander decidió ser más directo, al ver lo lenta que era su hermana.—Estoy hablando de ti—dijo sacudiendo un poco su nariz.-¡Ay!—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, señorita.James y Amelia se rieron ante aquellas palabras, ambos eran testigos de que en esos últimos dos años, Hazel había estado más pendiente de su vida en el colegio que de preguntar por su hermano, así que, ellos consideraron que la jovencita sí se merecía un jalón de orejas por parte de Alexander, aunque en realidad no se imaginaban de qué tipo sería aquella reprimenda…Al llegar a casa Hazel no dejaba de mirar a su hermano. Alexander había cambiado mucho, era más alto, musculoso, su cabello negro le parecía mucho más brilloso y sus ojos grises hipnotizaban más que antes. Sin darse cuenta, la jovencita comenzó a preguntarse cuántas novias había tenido en su estadía en Massachusetts, no dudaba de que fuesen muchas, puesto que su hermano era realmente apuesto. —Y entonces? ¿Qué conversación era esa que teníamos pendiente?—preguntó la chica acercándose. Su hermano estaba concentrado en desempacar sus cosas, mientras Hazel no dejaba de mirarlo con aquella curiosidad innata desbordándose. En realidad quería hacerle otro tipo de preguntas como, por ejemplo: ¿Y tuviste muchas novias? ¿Ya soy tía acaso? Sin embargo, la jovencita no se atrevía. —¿Por qué nunca estabas en casa cuando llamaba?—preguntó serio Alexander, girándose. El peso de aquellos ojos grises tan inquisidores, hizo que la chica contuviera el aliento. —Eh, yo no… —Sí, tú nunca estabas—co
Alexander no logró comprender qué era lo que había sucedido. Recordaba haber cerrado los ojos y haberse entregado a un sueño que se acercaba apacible. La compañía de Hazel le había brindado cierta tranquilidad la cual tenía años sin sentir. Luego, minutos más tardes o tal vez horas, se había despertado con la sensación de estar en otro lugar, con una persona diferente o quizás con ella misma, pero en una situación demasiado calurosa. «¿Se había tratado de un sueño?» se preguntó. Minutos después la respuesta llegó nítida a su mente: sí. No podía existir otra explicación más que esa, había sido un sueño el culpable del súbito aumento en su libido. Su hermanita no tenía nada que ver. Alexander decidió que debía disculparse, así que, cuando el sol salió se dirigió rápidamente a su habitación. Al llegar frente a la recámara de su hermanita se quedó de pie un instante contemplando la puerta amaderada con cierto aire de nostalgia, los dibujos que Hazel antes pegaba le llegaron de imprevi
—Y entonces, Hazel, ¿de qué se trata?—había preguntado Mia a su amiga con bastante curiosidad. Luego de la llamada de Hazel, las chicas habían acordado verse en una cafetería cercana. Las tres jóvenes estaban a punto de mantener una conversación muy importante… —Es sobre Hermann—confesó la castaña. —¡Oh!—se sorprendieron ambas amigas. Emma y Mia sabían que las cosas no andaban muy bien entre la parejita. —Creo que es el momento de… —De…? —Ya sabes, de dar el paso, hacer cositas, eso… —¿Estás segura, Hazel?—preguntó su amiga Emma, quien tenía mayor conocimiento sobre su caso. Emma había sido la primera en descubrir la infidelidad de Hermann. Un día la chica iba en el auto de su padre rumbo a un famoso restaurante que acababa de abrir a las afueras de la ciudad, en ese momento, sin siquiera imaginarlo se encontró con Hermann. El muchacho iba de la mano de una hermosa chica de cabellera rubia y unos espectaculares ojos azules. Los dos parecían bastante confraternizados, por l
Hazel había preparado un bolso lleno de ropa. Luego de que sus padres le quitarán todo acceso a la comunicación, la chica no había dudado en escaparse. —¡No te reconozco, Hazel!—había dicho su madre bastante triste con su nueva actitud. —Lo siento, mamá, pero ustedes no lo entienden. ¡Yo amo a Hermann! —Pero ese muchacho no te ama a ti, ¿no has visto que ni siquiera ha venido a la casa para dar la cara?—cuestionó Amelia, dolida. Su hija estaba tan ciega de amor que no se daba cuenta de las claras señales de desinterés que demostraba aquel muchacho. Hazel no la escucho y siguió pensando que el mundo estaba en su contra, hasta que un día su hermano la encaro: —Escapándote lo único que conseguirás será perjudicarlo. ¿No dices que lo amas, Hazel?—preguntó Alexander sintiendo el chispazo de la rabia invadirlo—. Pues si dices amarlo, lo mejor sería que dejaras las cosas por la paz. Porque si no, nuestra familia no dudara en denunciarlo. Dime, ¿lo quieres ver en la cárcel? La castaña n
«Vayamos al cine» Hazel había recibido aquel mensaje por parte de su nuevo amigo. Mario era español, tenía un acento bastante cautivador y aparentaba ser un buen chico. Su cabello castaño y sus ojos verdes, hacían un contraste irresistible que la tenían mirando corazones por todas partes. Era un joven muy guapo sin duda. «Claro» respondió. «Pasaré a recogerte en un rato, ¿te parece bien?» «¡Estupendo!» La castaña se mordió el labio, emocionada. No solamente era un chico apuesto, sino que además tenía una muy buena posición económica. Hazel se colocó una minifalda y un crochet a juego. Se miró al espejo sintiéndose bonita y ondulo un poco más su pelo. Hacía tiempo que no sentía tantas expectativas, era como si una bandada de mariposas se hubieran despertado en su estómago, pero había algo más, también estaba la felicidad de saber que posiblemente su hermano lo vería esa tarde y se moriría de rabia al hacerlo… — Me la pagarás—murmuró la jovencita dedicando una mirada decidida al e
James al enterarse de lo sucedido, no estuvo de acuerdo con el actuar de su hijo. —¿Qué te sucede, Alexander? ¡Es inaceptable que actúes de esa forma!—Tú no lo viste, padre. Ese canalla le estaba faltando el respeto al frente de nuestra casa. —Indiferentemente, Alexander. Debes de comprender también que Hazel ha crecido. Si no es ese llegara otro, pero está en esa etapa de su vida, donde le lloverán los noviecitos. —¿Y eso te parece bien?—No, pero debo soportarlo. Solo te pido que seas más tolerable con ella, por favor. —Sandeces—dijo el hombre enfurecido. Desde ese día, la muchacha no había vuelto a ver a su hermano y ya pasaban alrededor de tres semanas desde el incidente. Alexander de alguna forma se las ingeniaba para no dejarse ver por ella, a pesar de que vivían bajo el mismo techo. Su hermano pasaba la mayor parte del día en la oficina, haciendo quién sabe qué cosas. Y cuando regresaba era muy entrada la noche, para irse al día siguiente sin que el sol saliera. De alg
A pesar de luchar fervientemente contra esas facciones que querían mostrarse insistentemente en su mente, no había podido conseguirlo. Marta se había quedado a dormir esa noche, pero ni siquiera su compañía había generado un buen efecto. —Soy encargada en una galería—había dicho ella la noche anterior. A Alexander esa información no le importó mucho, solamente estaba en busca de alguien para pasar el rato y, con suerte, olvidar ciertos conflictos. ¿Era Hazel un conflicto? Definitivamente, parecía ser un conflicto interno bastante problemático. —Buenos días. Marta se desperezó y le regaló una brillante sonrisa. El hombre no dudó que la mujer fuese muy bonita, su cabello castaño caía como una pequeña cascada que adornaba las curvas de su rostro brindándole una apariencia sutilmente seductora. —Buenos días—contestó él procediendo a levantarse—. ¿Qué te apetece comer de desayuno? La chica hizo un gesto pensativo para luego negar sonriendo. —No sé, supongo que cualquier cosa que haga
Eran sus fotos, efectivamente, eran sus fotos… ¡¿Pero cómo?! Hazel se encontraba en estado de shock, siempre pensó que Mario era un canalla, pero no lo imaginaba a tal nivel. —Hazel, ¿te encuentras bien? Su amiga Emma acababa de hablarle, sin embargo, ella no lograba salir de su estupor. Las murmuraciones a su alrededor comenzaron a ser más audibles, las miradas insistentes de sus compañeros no hacían otra cosa que ocasionar que su cabeza diese vueltas. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaba esto a ella? —Señorita Miller—la voz de una profesora se alzó entre el murmullo de voces—, por favor, acompáñeme—solicito la mujer y ya podía hacerse una idea del motivo de su solicitud. Hazel tomó una fuerte bocanada de aire antes de ponerse de pie, al hacerlo noto de inmediato que sus piernas temblaban. La chica dio un paso seguido de otro y, sucesivamente, fue avanzando hasta llegar a la oficina de dirección. En aquel lugar se detuvo por unos segundos, no sabía que le esperaba detrás de esa puerta, p