James al enterarse de lo sucedido, no estuvo de acuerdo con el actuar de su hijo. —¿Qué te sucede, Alexander? ¡Es inaceptable que actúes de esa forma!—Tú no lo viste, padre. Ese canalla le estaba faltando el respeto al frente de nuestra casa. —Indiferentemente, Alexander. Debes de comprender también que Hazel ha crecido. Si no es ese llegara otro, pero está en esa etapa de su vida, donde le lloverán los noviecitos. —¿Y eso te parece bien?—No, pero debo soportarlo. Solo te pido que seas más tolerable con ella, por favor. —Sandeces—dijo el hombre enfurecido. Desde ese día, la muchacha no había vuelto a ver a su hermano y ya pasaban alrededor de tres semanas desde el incidente. Alexander de alguna forma se las ingeniaba para no dejarse ver por ella, a pesar de que vivían bajo el mismo techo. Su hermano pasaba la mayor parte del día en la oficina, haciendo quién sabe qué cosas. Y cuando regresaba era muy entrada la noche, para irse al día siguiente sin que el sol saliera. De alg
A pesar de luchar fervientemente contra esas facciones que querían mostrarse insistentemente en su mente, no había podido conseguirlo. Marta se había quedado a dormir esa noche, pero ni siquiera su compañía había generado un buen efecto. —Soy encargada en una galería—había dicho ella la noche anterior. A Alexander esa información no le importó mucho, solamente estaba en busca de alguien para pasar el rato y, con suerte, olvidar ciertos conflictos. ¿Era Hazel un conflicto? Definitivamente, parecía ser un conflicto interno bastante problemático. —Buenos días. Marta se desperezó y le regaló una brillante sonrisa. El hombre no dudó que la mujer fuese muy bonita, su cabello castaño caía como una pequeña cascada que adornaba las curvas de su rostro brindándole una apariencia sutilmente seductora. —Buenos días—contestó él procediendo a levantarse—. ¿Qué te apetece comer de desayuno? La chica hizo un gesto pensativo para luego negar sonriendo. —No sé, supongo que cualquier cosa que haga
Eran sus fotos, efectivamente, eran sus fotos… ¡¿Pero cómo?! Hazel se encontraba en estado de shock, siempre pensó que Mario era un canalla, pero no lo imaginaba a tal nivel. —Hazel, ¿te encuentras bien? Su amiga Emma acababa de hablarle, sin embargo, ella no lograba salir de su estupor. Las murmuraciones a su alrededor comenzaron a ser más audibles, las miradas insistentes de sus compañeros no hacían otra cosa que ocasionar que su cabeza diese vueltas. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaba esto a ella? —Señorita Miller—la voz de una profesora se alzó entre el murmullo de voces—, por favor, acompáñeme—solicito la mujer y ya podía hacerse una idea del motivo de su solicitud. Hazel tomó una fuerte bocanada de aire antes de ponerse de pie, al hacerlo noto de inmediato que sus piernas temblaban. La chica dio un paso seguido de otro y, sucesivamente, fue avanzando hasta llegar a la oficina de dirección. En aquel lugar se detuvo por unos segundos, no sabía que le esperaba detrás de esa puerta, p
Efectivamente, Alexander se encontraba furioso por todo lo sucedido. Exponer a su hermanita de esa forma tan vil era algo imperdonable, así que Mario descubriría las consecuencias de sus actos por sus propias manos. —No lo dejes huir—dijo James al notar cómo el muchacho intentaba zafarse del agarre de su hijo. —Te creíste muy valiente por publicar esas fotos, ¿no?—preguntó Alexander completamente fuera de sí. —Ella se lo buscó—fue lo único que pudo alegar a su favor el chico. —¿Cómo dices?Mario cayó al suelo al recibir un puñetazo directo en el rostro. Aquello era simplemente insólito, ¿cómo se atrevía a insinuar que Hazel era la culpable de dicha situación? —Pienso denunciarte, mocoso de papi y mami. James también sintió la cólera fluir por su sistema al escuchar aquellas palabras tan cobardes. —¡Pues no pueden hacerme nada, porque no tienen ninguna prueba que pueda incriminarme! Aun desde el suelo, Mario no dejaba de demostrar su naturaleza podrida. —¿Quién dice que no las
Amelia había escuchado gritos provenientes de la habitación de su hija, por lo que intuyó que ambos hermanos estaban riñéndose. No era difícil saberlo, luego de haber presenciado la manera en que Alexander había llegado, el hombre se notaba completamente enfurecido en cuanto cruzó la puerta. Toda esa situación le parecía bastante triste, puesto que ambos hermanos no solían mantener una relación tan pésima, pero últimamente lo único que hacían era discutir.A su memoria llegó un recuerdo bonito de la niñez de ambos. Se trataba de su hija Hazel, de tan solo tres años y de un Alexander de ocho años de edad, el cual se desvivía por enseñarle cosas nuevas a su hermanita. El mayor tenía como objetivo que Hazel aprendiera a leer en poco tiempo, y por eso siempre le llevaba cuentos y le mostraba dibujos, a la vez que la motivaba a asociar las imágenes con las palabras que iba aprendiendo diariamente.Alexander había sido un niño prodigio desde bebé, sus habilidades eran sorprendentes, razón
Hazel no podía creer que besó a su hermano. La chica cuando se encontró sola en su habitación, llevó una mano hacia sus labios, aquellos que osaron probar de una caricia prohibida. Alexander debería ser prohibido para ella, debería ser una aberración el simple hecho de haberse acercado a él de esa manera. Sin embargo, no lograba sentirse arrepentida, por el contrario, pensaba en que todo había sido tan rápido que necesitaba repetirlo. La joven tomó su celular y decidió escribir un mensaje, era corto y preciso: "¿Podríamos vernos mañana?" Una parte de su ser sabía que no recibiría respuesta alguna, pero aquello no le importaba le urgía hacer algo para revivirlo. «Estás perdiendo la cabeza», susurró una vocecita en su oído, y sí, Hazel le daba toda la razón a aquel susurro, pero no podía hacer nada para controlar sus impulsos.Las horas pasaron lentas. No llegó ninguna notificación de nuevo mensaje, motivada por su insensatez decidió llamarlo. La llamada repicó una, dos, tres vece
Cuando la puerta de su habitación fue tocada, la chica no tardó en levantarse y abrir. —Tardaste—dijo la jovencita al ver a su hermano. —Hazel, no sé qué es lo que quieres, pero… —Pasa. La muchacha lo hizo entrar y cerró la puerta con seguro. Alexander percibió todo aquello como una mala señal, pero no hizo nada al respecto. Cuando el hombre pretendía girarse para encararla se encontró con una sorpresa abrumadora, Hazel había hecho caer su vestido quedándose únicamente en ropa interior. —¿Qué haces? Alexander se volteó para no tener que verla. —Dime una cosa, Alex, ¿no te gusta lo que ves?—se posicionó la chica frente a él. —¡¿Pero qué locuras estás diciendo?!—se ofendió su hermano. —¡¿Dime?! Aquello no se trataba de gustar o no, sino que era un asunto prohibido. Algo que Hazel no estaba comprendiendo. —¡Vístete!—demandó Alexander dirigiéndose hacia la salida. Hazel no pretendía que aquello terminara de esa forma, así que la chica se acercó a él y lo abrazó por la espalda.
Con una última ojeada en el espejo, Hazel decidió que estaba lista. Su hermano, Lucas, la esperaba malhumorado en la entrada de la casa. A la más joven no le importaba aquella cuestión, puesto que estaba más concentrada en pasar una noche agradable. —¡Vayan con cuidado!—despidió su madre con una sonrisa. Una vez en el vehículo, Lucas soltó toda su frustración: —¿En serio no podías quedarte en casa?—preguntó con un tono de voz que dejaba mucho que decir. —No sigas, Lucas, ya lo acordamos con mamá. —¡Eres una verdadera molestia! Dicho aquello, el auto se puso en marcha con un sonoro chirrido. La más joven comprendió que su hermano estaba realmente enojado, aunque no entendía el porqué de su molestia. No pasó mucho tiempo para que Hazel finalmente entendiera la razón. Ambos habían llegado a un apartado complejo urbanístico, en el cual una joven morena parecía esperar a que alguien la recogiera. Efectivamente, su hermano hizo tocar la bocina y la chica reaccionó, corriendo hacia