Cuando la puerta de su habitación fue tocada, la chica no tardó en levantarse y abrir. —Tardaste—dijo la jovencita al ver a su hermano. —Hazel, no sé qué es lo que quieres, pero… —Pasa. La muchacha lo hizo entrar y cerró la puerta con seguro. Alexander percibió todo aquello como una mala señal, pero no hizo nada al respecto. Cuando el hombre pretendía girarse para encararla se encontró con una sorpresa abrumadora, Hazel había hecho caer su vestido quedándose únicamente en ropa interior. —¿Qué haces? Alexander se volteó para no tener que verla. —Dime una cosa, Alex, ¿no te gusta lo que ves?—se posicionó la chica frente a él. —¡¿Pero qué locuras estás diciendo?!—se ofendió su hermano. —¡¿Dime?! Aquello no se trataba de gustar o no, sino que era un asunto prohibido. Algo que Hazel no estaba comprendiendo. —¡Vístete!—demandó Alexander dirigiéndose hacia la salida. Hazel no pretendía que aquello terminara de esa forma, así que la chica se acercó a él y lo abrazó por la espalda.
Con una última ojeada en el espejo, Hazel decidió que estaba lista. Su hermano, Lucas, la esperaba malhumorado en la entrada de la casa. A la más joven no le importaba aquella cuestión, puesto que estaba más concentrada en pasar una noche agradable. —¡Vayan con cuidado!—despidió su madre con una sonrisa. Una vez en el vehículo, Lucas soltó toda su frustración: —¿En serio no podías quedarte en casa?—preguntó con un tono de voz que dejaba mucho que decir. —No sigas, Lucas, ya lo acordamos con mamá. —¡Eres una verdadera molestia! Dicho aquello, el auto se puso en marcha con un sonoro chirrido. La más joven comprendió que su hermano estaba realmente enojado, aunque no entendía el porqué de su molestia. No pasó mucho tiempo para que Hazel finalmente entendiera la razón. Ambos habían llegado a un apartado complejo urbanístico, en el cual una joven morena parecía esperar a que alguien la recogiera. Efectivamente, su hermano hizo tocar la bocina y la chica reaccionó, corriendo hacia
Cuando Alexander llegó a aquel club nocturno se encontró con una joven desatada en la pista de baile.Hazel movía su cuerpo al ritmo de la música, mientras no dejaba de hacer gestos sugerentes a todos los hombres con quien se cruzaba. La sangre del hombre hirvió tras reparar en ese hecho. Era una visión molesta, tan molesta que sentía que algo le ardía desde dentro. Sin detenerse a pensar en lo que hacía, cruzó aquella distancia apartando cuerpos ebrios, hasta que llegó dónde se encontró su pequeña hermanita. —Nos vamos—su voz se mostró molesta. La chica, quien no podía creer que su hermano se encontrara en ese lugar, se soltó bruscamente de su agarre, el cual había dejado una marca de dedos por la fuerza ejercida. — ¿Qué haces aquí?—quiso saber ella. —Te he dicho que nos vamos. Alexander la ignoró y se acercó a ella nuevamente, esta vez su agarre fue mucho más fuerte. —¡Que no!—se quejó la jovencita dando ligeros manotazos, mientras era arrastrada por aquel hombre—. ¡Suéltame,
Alexander trató de apartarse, instante que usó Hazel para sostenerlo por la parte baja de su camisa. —Espera, no te vayas—suplicó la chica mordiéndose el labio inferior.Los ojos grises se abrieron con sorpresa. Su hermana hacía un momento le estaba pidiendo que se fuera y, ahora todo su cuerpo parecía reclamar su presencia. —Debo irme, descansa—dicho aquello se aproximó a su frente y dejó un delicado beso en la misma. Hazel sonrió como niña pequeña tras el contacto, cosa que hizo que Alexander se quedara por un segundo viéndola. Era realmente bella. Cuando la joven reparó en aquella mirada cargada de alguna extraña emoción, sonrió más ampliamente. —¿Por qué no duermes conmigo como en los viejos tiempos? —Estás loca, ya no tienes cinco años—dijo él, enderezándose. —No los tengo, pero extraño a mi hermano—las palabras de la joven estaban cargadas de sentimiento—. A ese que no me apartaba de su lado, sino que siempre estaba disponible para mí. El que me leía un cuento, el que me c
—¿Y a dónde quieres ir? Hazel se removió en el asiento del copiloto sopesándolo. Quería que fuese un lugar privado y tranquilo, donde pudiesen disfrutar de la cercanía del otro sin ojos extraños. Inmediatamente, la joven recordó un lugar que era muy especial en su infancia. —¿Qué dices del Lago Piccolo? Su hermano dibujó una sonrisa casi imperceptible al reparar en todas las veces que en compañía de su familia habían visitado dicho lago. En sus recuerdos estaba una Hazel de unos ocho años que no dejaba de emocionarse con el color del agua, ni con las aves que transitaban el sitio, hasta el sonido apacible de la naturaleza parecía ser todo un espectáculo para la niña. —Me parece bien—y tras decir esas palabras el volante del auto adquirió un nuevo rumbo, uno que estaba cargado de buenos recuerdos y de nuevas decisiones. —Es extraño encontrarlo tan solo a esta hora—notó la chica cuando finalmente llegaron al sitio. Ambos se dirigieron al muelle y decidieron ocupar un lugar, mient
La sonrisa que Marta había mantenido esa mañana se fue desdibujando a medida que pasaban los minutos en ese lugar. Desimuladamente, se dedicó a posar sus ojos marrones en el par de hermanos. Su pareja, Alexander, le lanzaba significativas miradas a la menor de tanto en tanto, mientras esta hacía su mejor actuación ignorándolo. El corazón de la mujer empezó a sentir un pinchazo tras pinchazo. «¿Qué significaban esas miradas?» se preguntó, percatándose de que nadie más parecía notarlas. —Hace un lindo día, ¿verdad, Marta?—la señora Miller se acercó para tratar de conversar, sin embargo, su cabeza parecía no poder concentrarse en otra cosa que no fuese ese peculiar intercambio visual. —Uhm, si—contestó distraída. —Teníamos tanto tiempo sin venir, siempre ha sido mi playa favorita—Amelia no parecía notar el estado absorto de Marta—. Entre aquellas montañas se oculta una cueva que solíamos explorar con los chicos cuando eran más pequeños. Tal vez podamos llevarte luego para que la cono
—Las cosas no son así, Hazel. Para mí solamente existe tú, ¿cuándo entenderás que te amo? Marta no podía creer lo que escuchaba. Aquella era una declaración de amor, sí, pero no una de amor fraternal. Alexander hablaba como un hombre enamorado, confesándole aquel sentimiento pasional a su hermana. Fue inevitable no sentir como su corazón se partía en mil pedazos, en el tiempo que llevaba en curso su relación nunca había recibido unas palabras tan hermosas de aquel hombre. Dolor, tristeza y desilusión era parte de lo que sentía en ese momento. A la vez quería gritar y reclamarle, decirle “enfermo”, sin embargo, únicamente alcanzo a llorar como si de una niña pequeña se tratara. —Marta—pronunció él dándose cuenta de su presencia. En el instante en que se percató de su atención, Marta dio media vuelta y echo a correr lejos de aquella habitación. Quería recoger sus cosas e irse de inmediato… Alexander corrió tras su novia para detenerla por si pensaba delatarlos, mientras Hazel se qued
—Es extraño que se hayan ido en medio de la madrugada—comentó su madre, cuando iban en el auto de regreso a casa. Hazel miró por la ventanilla y recordó el motivo de aquella huida por parte de su hermano. Solamente esperaba que Marta no quisiese delatarlos. Los días transcurrieron de la misma forma y en casa no hubo noticias de la pareja. James se sentía preocupado de que su hijo no se hubiese presentado siquiera en la empresa. —¿Qué estará pasando?—se preguntó el hombre cuando se hallaban todos en la mesa—. Le he estado llamando y no contesta. La única explicación que dio, fue que tuvieron que irse de madrugada por una emergencia familiar de Marta. ¡Estoy preocupado! Ni siquiera me dice si la familia de la chica se encuentra bien. —Cariño, tal vez deberíamos ir a visitarlos mañana. —¡Tienes razón, mujer! No puedo seguir sin saber qué pasa. A la mañana siguiente, James y Amelia se presentaron en el departamento de Alexander. El timbre sonó por largo rato, y daba la impresión de