—¿Y a dónde quieres ir? Hazel se removió en el asiento del copiloto sopesándolo. Quería que fuese un lugar privado y tranquilo, donde pudiesen disfrutar de la cercanía del otro sin ojos extraños. Inmediatamente, la joven recordó un lugar que era muy especial en su infancia. —¿Qué dices del Lago Piccolo? Su hermano dibujó una sonrisa casi imperceptible al reparar en todas las veces que en compañía de su familia habían visitado dicho lago. En sus recuerdos estaba una Hazel de unos ocho años que no dejaba de emocionarse con el color del agua, ni con las aves que transitaban el sitio, hasta el sonido apacible de la naturaleza parecía ser todo un espectáculo para la niña. —Me parece bien—y tras decir esas palabras el volante del auto adquirió un nuevo rumbo, uno que estaba cargado de buenos recuerdos y de nuevas decisiones. —Es extraño encontrarlo tan solo a esta hora—notó la chica cuando finalmente llegaron al sitio. Ambos se dirigieron al muelle y decidieron ocupar un lugar, mient
La sonrisa que Marta había mantenido esa mañana se fue desdibujando a medida que pasaban los minutos en ese lugar. Desimuladamente, se dedicó a posar sus ojos marrones en el par de hermanos. Su pareja, Alexander, le lanzaba significativas miradas a la menor de tanto en tanto, mientras esta hacía su mejor actuación ignorándolo. El corazón de la mujer empezó a sentir un pinchazo tras pinchazo. «¿Qué significaban esas miradas?» se preguntó, percatándose de que nadie más parecía notarlas. —Hace un lindo día, ¿verdad, Marta?—la señora Miller se acercó para tratar de conversar, sin embargo, su cabeza parecía no poder concentrarse en otra cosa que no fuese ese peculiar intercambio visual. —Uhm, si—contestó distraída. —Teníamos tanto tiempo sin venir, siempre ha sido mi playa favorita—Amelia no parecía notar el estado absorto de Marta—. Entre aquellas montañas se oculta una cueva que solíamos explorar con los chicos cuando eran más pequeños. Tal vez podamos llevarte luego para que la cono
—Las cosas no son así, Hazel. Para mí solamente existe tú, ¿cuándo entenderás que te amo? Marta no podía creer lo que escuchaba. Aquella era una declaración de amor, sí, pero no una de amor fraternal. Alexander hablaba como un hombre enamorado, confesándole aquel sentimiento pasional a su hermana. Fue inevitable no sentir como su corazón se partía en mil pedazos, en el tiempo que llevaba en curso su relación nunca había recibido unas palabras tan hermosas de aquel hombre. Dolor, tristeza y desilusión era parte de lo que sentía en ese momento. A la vez quería gritar y reclamarle, decirle “enfermo”, sin embargo, únicamente alcanzo a llorar como si de una niña pequeña se tratara. —Marta—pronunció él dándose cuenta de su presencia. En el instante en que se percató de su atención, Marta dio media vuelta y echo a correr lejos de aquella habitación. Quería recoger sus cosas e irse de inmediato… Alexander corrió tras su novia para detenerla por si pensaba delatarlos, mientras Hazel se qued
—Es extraño que se hayan ido en medio de la madrugada—comentó su madre, cuando iban en el auto de regreso a casa. Hazel miró por la ventanilla y recordó el motivo de aquella huida por parte de su hermano. Solamente esperaba que Marta no quisiese delatarlos. Los días transcurrieron de la misma forma y en casa no hubo noticias de la pareja. James se sentía preocupado de que su hijo no se hubiese presentado siquiera en la empresa. —¿Qué estará pasando?—se preguntó el hombre cuando se hallaban todos en la mesa—. Le he estado llamando y no contesta. La única explicación que dio, fue que tuvieron que irse de madrugada por una emergencia familiar de Marta. ¡Estoy preocupado! Ni siquiera me dice si la familia de la chica se encuentra bien. —Cariño, tal vez deberíamos ir a visitarlos mañana. —¡Tienes razón, mujer! No puedo seguir sin saber qué pasa. A la mañana siguiente, James y Amelia se presentaron en el departamento de Alexander. El timbre sonó por largo rato, y daba la impresión de
—¡Lo hicimos!—comentó Emma, emocionada.Hazel la miro sin comprender, mientras que Mía la felicitaba.—Excelente, amiga. Ya te habías tardado.—Disculpa, ¿qué fue lo que hiciste?—indagó Hazel, quien no sabía lo que sucedía.—Últimamente, has estado en la luna—la regañó su amiga—. Te conté el otro día que había empezado a salir con un chico. Y bueno, pues, paso. Tuvimos relaciones.—Pero si a penas lo conoces…—¿Eso que importa, Hazel?La castaña se quedó mirando a Emma sin entender sus palabras. Claro que importaba, tener intimidad era un acto importante. Sin embargo, recordó que ninguna de sus amigas era virgen, ambas ya habían tenido bastante experiencia en ese ámbito.—Para mí es importante, no solamente se trata de un encuentro carnal—le hizo saber a sus amigas—. También deben involucrarse sentimientos, por eso debes estar segura de que lo que sientes por esa persona es lo suficientemente fuerte como para compartir tal nivel de intimidad.—Es bonito lo que dices, Hazel. Pero las c
Alexander tomó las llaves del vehículo y se dirigió hacia la entrada.—Hazel, ya nos vamos—le dijo a su hermana.La chica no se movió de su lugar, sostenía con fuerza su bolso, renuente a abandonar el departamento.—Por favor, no me hagas sacarte a la fuerza—suspiró el hombre, cansado.—¡Ya te dije que vine para quedarme!Debido a que aquella discusión no iba a ninguna parte, no le quedó más remedio que tomar medidas más drásticas. Cuando la jovencita miró que su hermano se acercaba, corrió muy lejos de él.—¡Hazel, por favor!—¡Que no!Los dos se mantuvieron un rato jugando al gato y al ratón, hasta que Alexander de una enorme zancada la alcanzo finalmente.—Vamos—dijo jalándola de un brazo.—¡Suéltame, me estás lastimando!El hombre miró al sitio exacto donde su agarre se ejercía y comprobó que eran reales sus palabras. Rápidamente, la soltó, notando como aquella área se enrojecía con la marca de sus dedos grabados.—Lo siento, Hazel. No quise lastimarte—se disculpó al detallar como
—No, Hazel—Alexander sostuvo la mano de la chica, impidiendo que lo tocara en esa área. —¿Por qué? —No es necesario. El hombre la hizo a un lado levantándose de la cama. La jovencita lo miraba fijamente esperando una explicación. —¿Entonces? ¿No me dirás? —Te lo dije antes. Ahora no es el momento. —Pero ¿por qué no? ¡Yo quiero! —No seguiré discutiendo contigo, por esto—el hombre se agachó y recogió finalmente las sabanas. —Está bien, pero no te vayas por favor. Alexander le dedico una intensa mirada antes de rendirse a sus demandas. —De acuerdo—se aproximó a la cama y ocupo su lugar correspondiente. Hazel no pudo evitar sonreír al ganar esa batalla. Ella rápidamente lo siguió y se apoderó del otro lado de la cama. —Duerme— la regañó su hermano, cuando la chica comenzó a acercarse a él. A Alexander le resultaba evidente que Hazel tenía otras intenciones, unas no muy inocentes. Pero esta vez no pensaba caer, no se rendiría ante sus designios. Los dedos de la más joven empez
“En una oportunidad había intentado tocar a mi niña y yo no lo iba a permitir” Aquellas palabras quedaron resonando en la cabeza de Amelia. No pudo evitar ponerse en el lugar de aquella madre, quien con lágrimas en los ojos le confesaba tan dolorosa verdad. Mabel nunca había querido abandonar a Hazel, habían sido las circunstancias la que la llevaron a hacerlo. «¿Qué hubiera hecho yo en su lugar?», se preguntó la pelinegra, detallando a aquella castaña que lloraba y se sacudía ante el recuerdo. Sin duda, había puesto la seguridad de su niña encima de todo, pero seguía sin poder entender por qué dejarla en un basurero, cuando había lugares dispuestos para dar en adopción a una bebé. —¿Y por qué dejarla en un basurero? ¿Por qué no llevarla mejor a un orfanato? — No tuve mucho tiempo para pensar… Esa persona estaba muy enfadada y probablemente me seguía. No pensaba que la dejaría ahí durante mucho tiempo, regresaría por ella para... —Una hora o dos, hubieran sido suficientes para que