George
Estaba arriba del auto releyendo el correo en mi celular, ese correo que no había abierto en años. Cuando lo había leído, me había quedado sin palabras, muchas cosas pasaron por mi cabeza, y a consecuencia de eso, hice unos destrozos en mi taller, había hecho un par de llamadas y aquí estaba. Victoria, la mujer que había amado tan profundamente hace más de diez años atrás… hoy era una total desconocida para mí. Entonces todo encajaba con el informe de investigación y las situaciones en ese momento. Un día se terminado nuestro matrimonio y al parecer ella se había refugiado en Ronald Jones, el asistente del rector de nuestra universidad el último año, debió de quedar embarazada de él y ahora, eran la familia feliz que tanto soñamos un día ella y yo. Levanté la mirada y desde mi asiento podía ver a Victoria mirando por la ventana de manera distraída, la niña era idéntica a ella, no le notaba ningún parecido con su actual esposo, entonces mi mente había jugado cruelmente conmigo, hasta que los reportes médicos que me entregaron confirmaban que no era mía…
No era mi hija. No coincidían las fechas. ¿Entonces que me había impulsado venir hasta este lugar? No lo sé. No había dejado de leer la actualización de su vida, por más que me obligaba a no seguir sentado en la parte trasera de mi camioneta, otra parte quería verla y escucharla.
—Señor Western, ¿Quiere que mande a un hombre al interior? —preguntó mi jefe de seguridad.
—No. —contesté en un tono serio y sin dejar de mirar por la ventanilla. —Solo quedémonos aquí. —y así me quedé por un rato más, leí de nuevo la parte de sus negocios: era diseñadora de modas. Y de las buenas. Al final, había logrado lo que le apasionaba: Tener su propio negocio y marca. Tenía una gran casa en una zona de los suburbios. Como siempre lo soñó. –Presioné con mis dedos el puente de mi nariz ignorando esa molestia en mi estómago- al retirarlos y mirar hacia el local, noté que se levantaban de la mesa.
—Señor…
—Lo sé, esperen aquí, —bajé del auto cuando Ron las dejó en la acera, y crucé la calle cuando la pequeña la rodeó por la cintura a Vicky.
— ¿Victoria? —ella se giró lentamente hacia a mí y noté como sus dedos se aferraron al abrigo de la niña.
— ¿Qué es lo que haces aquí, George? —por un momento perdí el habla, noté el movimiento de la niña que intentó mirar en mi dirección pero ella lo impidió ejerciendo presión en su cabeza contra su estómago.
—No era mi intención perturbarte—dije intentando tranquilizarla, pero sabía que era un error cuando vi un brillo de ira en su mirada.
— ¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos. —estaba a la defensiva, podría contestar pero lo que menos quería era discutir frente a su hija después de años de no verla.
Escuché las llantas de un auto rechinar contra el pavimento, atrayendo la atención de los tres, era Ronald, bajó del auto a toda prisa para venir hacia a nosotros, se puso como un escudo entre nosotros.
— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó en un tono cargado de frialdad.
— ¿Papa? ¿Quién es? ¿Por qué se hablan así? —preguntó la niña con una melodiosa voz que me provocó algo en el interior, ¿Será el sentimiento de envidia? Ronald tenía lo que yo un día soñé junto con mi Vicky...
—Sube a Elizabeth al auto, cariño. —pidió Victoria, el escuchar como lo llamó, hizo que me encendiera en segundos, pero él seguía como escudo entre nosotros.
—No era mi intención…—comencé a decirle, pero me interrumpió Ronald.
—Nunca es tu intención. —Hizo una pausa y giró su rostro—Suban al auto.
—Cariño, —dijo Victoria pero él negó, él insistió de nuevo.
—Suban al auto. —ordenó, ella abrió la puerta de la Range Rover y antes de subir ella al asiento del copiloto, algo me pareció extraño.
— ¿Por qué esta actitud? Actúan como si escondieran algo. —dije al mismo tiempo que arqueé una ceja. Ella se volvió hacia nosotros que aun seguíamos en el mismo lugar.
—No escondemos nada. —replicó, pero sabía cuando mentía y lo estaba viendo en mi cara.
— ¿Entonces? —pregunté a Victoria que aún no subía a la camioneta, Ronald hizo un movimiento para cubrirla de mi mirada, me encontré con sus ojos cargados de ira contenida.
—Aléjate de nosotros. —levanté las manos en señal de rendición.
—Solo venía a comer y la alcancé a mirar, solo quería saludar Ronald. Puedes estar tranquilo, no vengo a quitarte nada como tú lo hiciste...—dije apretando mis dientes, él avanzó un paso cruzando mi espacio. personal.
—Yo no te quité nada...ya que tú mismo te encargaste de perderlo.
No dijo nada más, se giró hacia a ella y le hizo una seña de que subiera al auto, luego él subió y arrancó el perdiéndose entre el tráfico de la noche. Me llevé una mano a mi pecho, sintiendo como mi corazón estaba latiendo a toda prisa, a punto de salir de mi pecho, de nuevo el malestar en el centro de mi estómago. Tomé aire y lo solté entre dientes.
—Escondes algo, Vicky. Y lo voy adescubrir...
VictoriaPerdí la fuerza de mis piernas al sentarme en mi lugar, Ron estaba furioso, lo sabía por su quijada tensa, imaginé que estaba como loco por dentro, George había aparecido después de diez de años, ¿Era una casualidad? ¿O nos había seguido? Sabía el alcance de su poder así como también el de su familia.—No quiero que te vuelvas a acercar a él. —dijo entre dientes, arrugué mi ceño y me volví a él.—Ron, yo no me acerqué, él apareció y…—La niña. —advirtió, nos recordó que teníamos a Elizabeth sentada en la parte de atrás.—No peleen, por favor. —el tono de la niña era de súplica. Rara vez Ron y yo discutíamos, muy raro, por eso habíamos congeniado durante diez años en nuestro matrimonio a pesar de los años de diferencia.—No estamos peleando, pequeña. —susurré en su dirección, mi corazón se encogió al ver la reacción de mi hija, era de preocupación y extrañes, me acomodé en mi asiento mirando hacia el frente, a los autos y las faroles de las calles, el rostro de George era de a
GeorgeSentado en las sombras de mi taller, repasé todo mi pasado con Vicky, como hace años no me torturaba. Recordé el diseño a punto de terminar y que tenía que entregar en unas horas más, y no tenía cabeza para ello con esto del tema. La mirada de ella sobre mí diciendo: “¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos.” Diez años desde que pusimos un punto final a nuestra historia, cerré los ojos y la ira corrió por mis venas al recordar la fecha de boda de ella con Ronald, solo habían pasado dos semanas cuando me pidió el divorcio exprés.— ¿Por qué estás a oscuras? —no me había percatado que la puerta se había abierto, hasta que escuché a mi hermana hablar, encendió la luz y jadeó al ver el destrozo del lugar. — ¿Pero qué es lo que ha pasado aquí?—Quisiera estar a solas. —le anuncié sin siquiera mirarla.— ¿Qué es lo que pasa, George? —se acercó y se sentó sobre sus talones a mi lado. — ¿Por qué has destro
VictoriaAl día siguiente del encuentro con George, no se volvió a tocar el tema con Ron. Seguimos nuestra rutina de todas las mañanas, un baño, desayuno con nuestra hija, ellos a la escuela, yo al taller. Mi empresa “Elizabeth Ward” se dedicaba a la confección de vestidos de noche, me apasionaba dibujar y crear diseños que podía hacer realidad, y gracias al arduo trabajo por años, me había posicionado entre los mejores diseños en el país.—Señora Jones, la producción ha empezado—Sarah sonrió, ya que sabía que al escuchar esas palabras me llenaba de felicidad, tenía que entregar vestidos de noche en la nueva sucursal de Miami, y dentro de una semana otros a Los Ángeles, ella se retiró dejándome a solas. Mi corazón revoloteaba ver cada día como la empresa crecía, miré mi IPad y pausé el diseño que tenía comenzado cuando tocaron a la puerta.—Adelante—contesté sin mirar.—Señora Jones, tiene un detalle, —levanté la mirada a una Sarah sonriente y al ver mi cara de confusión se hizo a un
GeorgeQuería saber por qué me afectaba a gran escala el que Victoria hiciera su vida, que tuviera todo lo que un día deseábamos. Ella había mencionado a Johanna Shaw, también Londres, ese último viaje que había hecho por la nueva sucursal de Diamond Western Group, había prometido ir a cambio de que aceptaran a Victoria como mi esposa, mis padres habían aceptado, pero al regresar, es vago el momento, solo que discutimos acaloradamente que no recuerdo que palabras dije antes de marcharme, después, llegó la documentación del divorcio. ¿Qué es lo que quiere saber, George?—Solo quiero respuestas…—murmuré entre dientes mi propia pregunta mental sin dejar de mirar el tráfico frente a mí. Al llegar a la cafetería al que la había citado, bajé y entré, revisé detenidamente el lugar y entonces la vi, ella miraba en un punto fijo de la superficie de la mesa rustica, imagino que debe de estar pensando en cuanto tiempo terminará este martirio de verme por última vez. Crucé un par de mesas y enton
Victoria La mirada de Ron me acuchilló como nunca antes lo hizo en estos años de matrimonio, pero lo entendía. —Dime que no lo hiciste. —pidió al mismo tiempo que me acerqué a él. —Tenía que hacerlo. —él miró más allá de mí, noté su mandíbula tensarse, cerré los ojos por un momento y al abrirlos, deduje que George había salido detrás de mí. —No lo hagas, Ron. Ya he hablado y déjame tener esta última palabra. —él dudó por un momento, cuando regresó su mirada hacia a mí, la suavizó, luego me tomó de la muñeca y tiró de mí para llevarme a mi auto, sin mirar atrás, lo seguí. Me quitó las llaves y él abrió, al subirme cerró la puerta y suspiró. —No sabes lo que estoy haciendo para controlarme y no partirle la cara. —negué rápidamente. —Por favor, cariño. Lo conversamos en casa, ¿Si? —él asintió. —Anda, sube a tu auto, quiero verte que te marchas junto conmigo y no te vas a detener a hacer una tontería. —presionó sus labios con irritación. —Bien, regresaré a hacer mis diligencias. —en
George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les
GeorgeJohanna había llegado acompañada de mi madre en su viaje por Europa, y no perdían el tiempo intentando metérmela por los ojos, pero durante los días siguientes (después de enterarme de mi situación de salud actual) me había encerrado por completo en mi “torre de marfil”. Nadie, absolutamente nadie estaría enterado del cáncer que día a día, estaba consumiendo mi cuerpo, ya había ido a varios lugares donde me confirmaban que no había un tratamiento por lo avanzado, solo me darían medicamento para el dolor, y era todo lo que tendría, había programas experimentales que costaba millones para “intentar” detenerlo, pero…algo me decía que terminaría muerto antes de tiempo. Así que, tomaría todo el alcohol que había comprado y me anestesiaría para no recordar cuanto tiempo me quedaba en este mundo. Marie, que vivía en mi casa por un tiempo mientras terminaban las remodelaciones de su primera casa que había comprado, sabía que sospechaba algo, pero estaba decidido a no sentir compasión n