George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les
GeorgeJohanna había llegado acompañada de mi madre en su viaje por Europa, y no perdían el tiempo intentando metérmela por los ojos, pero durante los días siguientes (después de enterarme de mi situación de salud actual) me había encerrado por completo en mi “torre de marfil”. Nadie, absolutamente nadie estaría enterado del cáncer que día a día, estaba consumiendo mi cuerpo, ya había ido a varios lugares donde me confirmaban que no había un tratamiento por lo avanzado, solo me darían medicamento para el dolor, y era todo lo que tendría, había programas experimentales que costaba millones para “intentar” detenerlo, pero…algo me decía que terminaría muerto antes de tiempo. Así que, tomaría todo el alcohol que había comprado y me anestesiaría para no recordar cuanto tiempo me quedaba en este mundo. Marie, que vivía en mi casa por un tiempo mientras terminaban las remodelaciones de su primera casa que había comprado, sabía que sospechaba algo, pero estaba decidido a no sentir compasión n
VictoriaHabía finalmente llamado a George, Ron se encargó de conseguir su número de casa, ¿Cómo lo ha hecho? siempre es un misterio, decía que gracias a su trabajo como asistente del rector de la universidad donde nos conocimos hace años atrás, había hecho muchos amigos y de ahí sus contactos. Después de lo de la visita de Ron en mi trabajo, pensamos en lo que haríamos, yo aún seguía sin creer que George se estuviera muriendo, solo tenía aproximadamente seis meses de vida, el solo pensarlo, me devastaba. Todas las palabras de Ron habían entrado a mi cabeza y me torturaban el quererme a negar a que George supiera de su hija, ¿Qué era lo que le diría? Te cuento que tienes una hija, no te pude decir por temor a que tu familia nos fuera a hacer algo. ¿Quieres conocerla? luego estaba Elizabeth, Ron insistió que esta noche hablaríamos con ella y le contaríamos la verdad, pero... ¿Cómo reaccionará a su edad? ¿Me odiaría por decirle que le había ocultado una verdad tan grande? Cerré los ojos
GeorgeEsa misma noche…Miré una y otra vez la pantalla de mi celular, le había enviado un mensaje a Victoria para saber de qué era de lo que quería hablar. Pero no llegaba ninguna respuesta, estuve tentado en marcar, pero lo último que quería era meterla en problemas con Ronald. ¿Qué pasa si hago la llamada…? Negué, tenía que esperar, “¿Esperar, George? No tienes tiempo para esperar” entonces entendí que mis palabras mentales me dieron una sacudida, miré la pantalla del celular y cuando iba a marcar a Victoria, entró un mensaje: “Márcame, por favor”—Dios, ¿Por qué mi corazón late tan rápido? No quiero morir de un infarto hoy. —marqué su número y recordé que mi número no debía de mostrarse en su línea, por eso me ha pedido que le llame, “Serás tonto, George”— ¿George? —cerré mis ojos al escuchar su voz en un tono bajo, me di cuenta que aun provocó algo en mí, quizás y todos mis sentimientos que sentía por ella no se habían ido del todo, solo estaban dormidos en algún lugar de mi int
VictoriaDos días han pasado desde que George dijo que llamaría para hablar, y no lo ha hecho. Estaba ya preocupada pensando lo que él estaría pasando, ¿Estaría sufriendo? ¿Tendría dolor? ¿Por qué ni siquiera ha llamado o mandado mensaje para explicarse? Pasé una de mis manos por mi frente para limpiar el sudor, tenía los audífonos puesto a todo volumen mientras corría en la caminadora, era sábado por la mañana bastante temprano, desde lo de George casi no podía dormir, despertada sin más a media noche y no podía retomar de nuevo el dormir. Presioné el botón para bajar la velocidad hasta que empecé a caminar, mi respiración agitada intenté controlar mientras retiré un auricular de mi oído.— ¿Mamá? —me sobresalté al escuchar la voz de Elizabeth, la busqué con la mirada y ahí estaba, en el marco de la puerta del área del gimnasio, tenía su cabello revuelto con su cara recién despertada.—Elizabeth, es sábado, hoy no tienes clases ni actividades, ¿Qué haces despierta? —bajé de la camina
Hilary Marie Lenox de Western (Madre de George)Mansión de los Western, New York.Mis labios se quedaron sobre la orilla de mi taza de té, miré sorprendida a Johanna que se encontraba frente a mí sentada de manera elegante, ella era hermosa y me encargaría que fuese mi futura nuera, sonrió al ver que me ha dejado sin palabras, bajé finalmente la taza y la dejé de regreso en la charola de plata que estaba sobre la mesa de centro de mi habitación de visitas.—Me has dado la mejor noticia del día—soné bastante emocionada.—Solo buscaré un lugar que esté a mi altura, y tenga mucho espacio para mis ejercicios al aire libre, por cierto, tenemos que ver la manera de que tu hijo me deje acercarme…—pude notar decepción en su mirada, desde que habíamos llegado de Londres por mi viaje de negocios, no había visto a George, no contestaba mis mensajes, ni llamadas y las visitas las había prohibido durante los últimos días de la semana, era algo que me tenía inquieta.—Si necesitas ayuda, —comencé a
GeorgeDesde mi lugar podía verla centrada en cocinar algo, muchos flashes de escenas similares aparecieron en mi cabeza como un desfile de recuerdos de nuestra relación en el pasado, ella cuidaba de mí, y no me había dado cuenta en ese entonces. Era la primera y única mujer que había dejado cruzar esa puerta íntima de mi vida. Desde que me había dado los documentos del divorcio hace años atrás, no había tenido a ninguna mujer, ni recordaba a Johanna metida en mi cama en el departamento en Londres. Cerré los ojos y apreté el puente de mi nariz, era tanto en tan poco tiempo, que mi ansiedad creció, el tic tac del reloj me debilitaba poco a poco, aunque no a grandes pasos, pero el dolor era más constante que antes. Entonces, cuando levanté la mirada de nuevo en su dirección, quería decirle lo que me estaba pasando, no seríamos los mejores amigos, pero, antes de ser mi novia, prometida y esposa, tuvimos una amistad. Cuando me di cuenta, estaba sentándome en uno de los bancos de la barra,