George
Quería saber por qué me afectaba a gran escala el que Victoria hiciera su vida, que tuviera todo lo que un día deseábamos. Ella había mencionado a Johanna Shaw, también Londres, ese último viaje que había hecho por la nueva sucursal de Diamond Western Group, había prometido ir a cambio de que aceptaran a Victoria como mi esposa, mis padres habían aceptado, pero al regresar, es vago el momento, solo que discutimos acaloradamente que no recuerdo que palabras dije antes de marcharme, después, llegó la documentación del divorcio. ¿Qué es lo que quiere saber, George?
—Solo quiero respuestas…—murmuré entre dientes mi propia pregunta mental sin dejar de mirar el tráfico frente a mí. Al llegar a la cafetería al que la había citado, bajé y entré, revisé detenidamente el lugar y entonces la vi, ella miraba en un punto fijo de la superficie de la mesa rustica, imagino que debe de estar pensando en cuanto tiempo terminará este martirio de verme por última vez. Crucé un par de mesas y entonces levantó su mirada, sus ojos marrones claros se abrieron un poco más, siguió mi camino hasta que me senté frente a ella. —Hola, perdona la tardanza, hay mucho tráfico. —ella se cruzó de brazos en señal de estar a la defensiva.
— ¿Entonces? ¿De qué quieres hablar que no se puede hacer por teléfono? —miró su reloj, luego hacia a mí—Tengo el tiempo ajustado, terminemos con esto, por favor.
—Bien, —me aclaré la garganta, todas las preguntas que tenía en mi mente listas para lanzarle, se habían esfumado, no tenía palabras, y ella se dio cuenta de inmediato, pude notar como arqueó una ceja y presionó sus labios en desaprobación. —Lo siento, estoy algo…nervioso.
—No deberías de estarlo. Te he dado tiempo para que hagas tus preguntas, si no será así…
—Espera, espera, —intenté detener sus intenciones de marcharse sin más. —Quiero saber por qué mencionaste a Johanna Shaw en el viaje de Londres y…—tomé aire discretamente, mi corazón latió tan rápido que juraba que si era posible, se podría escuchar por todo el lugar.
— ¿”Y”? —preguntó Victoria.
—Y cual fue nuestra última discusión que te llevó a enviarme los documentos del divorcio. —necesitaba aclarar esa parte que no me era aún del todo entendible. Sabía que nos habíamos lastimado, pero no sabía cómo llegamos a eso.
— ¿No lo recuerdas? —su pregunta estaba cargada de ironía.
—Por algo lo estoy preguntando, Victoria.
— ¿Después de diez años? —me irrité de la nada al seguir escuchando su ironía.
— ¿Puedes responderme lo que te pedí, por favor? Entre más rápido puedas recordarme esa parte de nuestro pasado, más rápido nos iremos, y no volveré a molestarte lo que me reste de vida. —usé un tono neutro, no quería pelear ahí mismo delante de los demás clientes. Ella me miró en silencio por un par de segundos, como si al observarme detenidamente va a descubrir si estoy jugándole una broma de mal gusto.
—Bien, si, entre más rápido sea, mejor. —se aclaró la garganta y se removió en su lugar, luego suspiró al mirarme. —Recuerdo el viaje que tenías programado para marcharte a Londres, era un viernes, yo tenía que entregar algo de una materia para ya finalmente quedarme quieta y empezar a disfrutar nuestro matrimonio hasta la graduación para luego mudarnos. —hizo un silencio breve. —No contestaste las llamadas todo ese fin de semana y lo justifiqué por el horario de diferencia, —detuvo sus palabras como si estuviera recordando más detalles. —El domingo en la noche, —sus ojos se quedaron en los míos, pude ver ira pura. —Tus padres llegaron al departamento, —mis ojos se abrieron de par en par, — ¿No lo sabías? —negué. —Me dijeron que tu habías…—ella arrugó su ceño, buscando las palabras, pero sabía a lo que se refería.
—...Hecho un trato si querían que fuera a la nueva sucursal. —ella asintió.
—Y así me pudieran aceptar como tu legitima esposa. Algo que no creí, ya que tú y yo teníamos bastante comunicación, nunca nos habíamos ocultado nada, por lo menos eso me repetías en ocasiones, que confiabas en mi totalmente, como yo lo hacía. Así que no creí que hubieras hecho ese tipo de acuerdo sabiendo que ellos no me aprobaban para nada, que me odiaban por creer que yo te había puesto una m*****a pistola en la cabeza para que te casaras conmigo, que quizás te había amarrado con un embarazo…—sus palabras me dejaron helado—…Ellos me ofrecieron diez millones de dólares para que te dejara.
— ¿Qué? —balbuceé. —Sabía que no aprobaban nuestro matrimonio, pero a ofrecerte dinero…
—Lo hicieron. Estaban tan seguros que esa oferta me tentaría que finalmente podrían deshacerse de mí…pero no. Les dije que no lo haría, pero ellos mostraron evidencia de que tú…te divertías en Londres con Johanna Shaw. —el dolor de cabeza se intensificó al grado de gruñir entre dientes, cerrar los ojos y poner mis manos en mi frente. —Ellos rompieron todo lo que tú y yo teníamos, sabían que odiaba la infidelidad, sabían que nunca perdonaría algo así, ¿Y sabes por qué? porqué tú les distes esa arma contra mí, —levanté la mirada y negué.
— ¡Jamás les di armas para que tú dejaras de confiar en mí, Victoria! ¡Jamás! —golpeó con su palma abierta la superficie de la mesa rustica.
— ¡Por Dios santo, George! —ella reaccionó y miró alrededor, intentó controlarse, noté sus mejillas enrojecidas. —Cuando llegaste, estabas ebrio, quizás hasta drogado, me asusté cuando te volviste agresivo gritándome que yo no era lo suficiente para ti, que yo te había llevado por el mal camino, que perderías todo lo que siempre tuviste en tu vida, que no tenías por qué hacerlo, nos dijimos muchas cosas hirientes,—su voz se quebró, lo que me decía era muy vago y borroso, yo no podría decirle tantas cosas que yo no sentía ya que la amaba, presionó sus labios con dureza, se llevó un dedo de manera fugaz a la orilla de su ojo. —Entonces, te enfrenté con las fotos que me dejaron tus padres, te pedí que me dijeras la verdad, pero solo reías como un tonto, luego te marchaste, desapareciste por días, y fue…—detuvo sus palabras un momento—…fue Ronald quien dio contigo, supo que estabas en la casa de uno de tus compañeros de clases, entonces, te envié los documentos, Ronald fue quien me asesoró aun a pesar que él quería que te esperara, quería que hablara contigo antes de tomar una decisión, pero todo lo que me gritaste fue tan sincero, podía ver el dolor en tu mirada, entonces entendí que pudo el dinero y poder, que nuestro amor.
—Victoria…—ella levantó la mano para que me detuviera.
—Tomé decisiones que no me arrepiento, George. Encontré a un buen hombre que vio por mí en mi peor momento, fue mi hombro, fue mi mejor amigo, me ayudó a salir del hoyo en el que me encontré un tiempo, él limpió mis heridas. —sus palabras calaron tan profundamente que me dolió, bastante, quería gritarle que se detuviera.
—Y te casaste de inmediato con él, acaso… ¿Fue por qué te embarazaste?
—Eso es parte de mi vida privada a la que no tienes privilegio de entrar. Solo te diré que hice lo que fue necesario para avanzar, y lo hice de la mano de un buen hombre, me dio una hermosa hija y ha sido mi pilar desde hace diez años, me ha alentado a cumplir mis sueños.
Se hizo un silencio entre nosotros bastante incómodo.
—Tuve mucho rencor todos estos años, —confesé. —Mucho rencor contra ti, contra mí, no supe manejarlo, estábamos bastante jóvenes, no estaba al tanto del acuerdo millonario de mis padres, realmente no lo sabía, y te pido perdón por ello. —ella suavizó su mirada por una fracción de segundos, luego se repuso—Sé qué ha pasado mucho tiempo, pero no es tarde para aclarar y perdonar.
— ¿Por qué rencor contra mí? —preguntó.
—Por qué pensé que no fui suficiente para ti y que por eso me pediste el divorcio.
—George, me fuiste infiel, sabes que eso jamás lo perdonaría, además, nunca me buscaste antes ni después de eso. No hiciste el intento de siquiera arreglar, descubrí que realmente no te importé, que todas las promesas que nos hicimos, se habían esfumado.
—No te fui infiel, sé qué esas fotos pudieron mostrar algo, pero, no recuerdo nada. Y no sé por qué todo se encaminó de esa manera. No sé por qué no te busqué...
—Fue porque realmente no me amabas lo suficiente como para luchar a pesar de lo que pasó, —iba a responder de inmediato ella me detuvo. —Ya quiero cerrar esta parte de mi vida, por favor. Y si es todo lo que querías saber, demos por terminada esta reunión y cada quien pueda seguir por su camino como ha sido durante todos estos años. —el dolor de cabeza había empezado a disminuir. Quería preguntar más pero todo lo que quería hacer se había esfumado de mi cabeza.
—Yo realmente te amaba, Victoria. —ella negó molesta, se levantó de su lugar, tomó su bolso y antes de marcharse, se detuvo.
—Si realmente me hubieras amado, nunca hubieras roto mi corazón. Adiós, George.
Victoria La mirada de Ron me acuchilló como nunca antes lo hizo en estos años de matrimonio, pero lo entendía. —Dime que no lo hiciste. —pidió al mismo tiempo que me acerqué a él. —Tenía que hacerlo. —él miró más allá de mí, noté su mandíbula tensarse, cerré los ojos por un momento y al abrirlos, deduje que George había salido detrás de mí. —No lo hagas, Ron. Ya he hablado y déjame tener esta última palabra. —él dudó por un momento, cuando regresó su mirada hacia a mí, la suavizó, luego me tomó de la muñeca y tiró de mí para llevarme a mi auto, sin mirar atrás, lo seguí. Me quitó las llaves y él abrió, al subirme cerró la puerta y suspiró. —No sabes lo que estoy haciendo para controlarme y no partirle la cara. —negué rápidamente. —Por favor, cariño. Lo conversamos en casa, ¿Si? —él asintió. —Anda, sube a tu auto, quiero verte que te marchas junto conmigo y no te vas a detener a hacer una tontería. —presionó sus labios con irritación. —Bien, regresaré a hacer mis diligencias. —en
George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les
GeorgeJohanna había llegado acompañada de mi madre en su viaje por Europa, y no perdían el tiempo intentando metérmela por los ojos, pero durante los días siguientes (después de enterarme de mi situación de salud actual) me había encerrado por completo en mi “torre de marfil”. Nadie, absolutamente nadie estaría enterado del cáncer que día a día, estaba consumiendo mi cuerpo, ya había ido a varios lugares donde me confirmaban que no había un tratamiento por lo avanzado, solo me darían medicamento para el dolor, y era todo lo que tendría, había programas experimentales que costaba millones para “intentar” detenerlo, pero…algo me decía que terminaría muerto antes de tiempo. Así que, tomaría todo el alcohol que había comprado y me anestesiaría para no recordar cuanto tiempo me quedaba en este mundo. Marie, que vivía en mi casa por un tiempo mientras terminaban las remodelaciones de su primera casa que había comprado, sabía que sospechaba algo, pero estaba decidido a no sentir compasión n
VictoriaHabía finalmente llamado a George, Ron se encargó de conseguir su número de casa, ¿Cómo lo ha hecho? siempre es un misterio, decía que gracias a su trabajo como asistente del rector de la universidad donde nos conocimos hace años atrás, había hecho muchos amigos y de ahí sus contactos. Después de lo de la visita de Ron en mi trabajo, pensamos en lo que haríamos, yo aún seguía sin creer que George se estuviera muriendo, solo tenía aproximadamente seis meses de vida, el solo pensarlo, me devastaba. Todas las palabras de Ron habían entrado a mi cabeza y me torturaban el quererme a negar a que George supiera de su hija, ¿Qué era lo que le diría? Te cuento que tienes una hija, no te pude decir por temor a que tu familia nos fuera a hacer algo. ¿Quieres conocerla? luego estaba Elizabeth, Ron insistió que esta noche hablaríamos con ella y le contaríamos la verdad, pero... ¿Cómo reaccionará a su edad? ¿Me odiaría por decirle que le había ocultado una verdad tan grande? Cerré los ojos
GeorgeEsa misma noche…Miré una y otra vez la pantalla de mi celular, le había enviado un mensaje a Victoria para saber de qué era de lo que quería hablar. Pero no llegaba ninguna respuesta, estuve tentado en marcar, pero lo último que quería era meterla en problemas con Ronald. ¿Qué pasa si hago la llamada…? Negué, tenía que esperar, “¿Esperar, George? No tienes tiempo para esperar” entonces entendí que mis palabras mentales me dieron una sacudida, miré la pantalla del celular y cuando iba a marcar a Victoria, entró un mensaje: “Márcame, por favor”—Dios, ¿Por qué mi corazón late tan rápido? No quiero morir de un infarto hoy. —marqué su número y recordé que mi número no debía de mostrarse en su línea, por eso me ha pedido que le llame, “Serás tonto, George”— ¿George? —cerré mis ojos al escuchar su voz en un tono bajo, me di cuenta que aun provocó algo en mí, quizás y todos mis sentimientos que sentía por ella no se habían ido del todo, solo estaban dormidos en algún lugar de mi int
VictoriaDos días han pasado desde que George dijo que llamaría para hablar, y no lo ha hecho. Estaba ya preocupada pensando lo que él estaría pasando, ¿Estaría sufriendo? ¿Tendría dolor? ¿Por qué ni siquiera ha llamado o mandado mensaje para explicarse? Pasé una de mis manos por mi frente para limpiar el sudor, tenía los audífonos puesto a todo volumen mientras corría en la caminadora, era sábado por la mañana bastante temprano, desde lo de George casi no podía dormir, despertada sin más a media noche y no podía retomar de nuevo el dormir. Presioné el botón para bajar la velocidad hasta que empecé a caminar, mi respiración agitada intenté controlar mientras retiré un auricular de mi oído.— ¿Mamá? —me sobresalté al escuchar la voz de Elizabeth, la busqué con la mirada y ahí estaba, en el marco de la puerta del área del gimnasio, tenía su cabello revuelto con su cara recién despertada.—Elizabeth, es sábado, hoy no tienes clases ni actividades, ¿Qué haces despierta? —bajé de la camina
Hilary Marie Lenox de Western (Madre de George)Mansión de los Western, New York.Mis labios se quedaron sobre la orilla de mi taza de té, miré sorprendida a Johanna que se encontraba frente a mí sentada de manera elegante, ella era hermosa y me encargaría que fuese mi futura nuera, sonrió al ver que me ha dejado sin palabras, bajé finalmente la taza y la dejé de regreso en la charola de plata que estaba sobre la mesa de centro de mi habitación de visitas.—Me has dado la mejor noticia del día—soné bastante emocionada.—Solo buscaré un lugar que esté a mi altura, y tenga mucho espacio para mis ejercicios al aire libre, por cierto, tenemos que ver la manera de que tu hijo me deje acercarme…—pude notar decepción en su mirada, desde que habíamos llegado de Londres por mi viaje de negocios, no había visto a George, no contestaba mis mensajes, ni llamadas y las visitas las había prohibido durante los últimos días de la semana, era algo que me tenía inquieta.—Si necesitas ayuda, —comencé a