George
Sentado en las sombras de mi taller, repasé todo mi pasado con Vicky, como hace años no me torturaba. Recordé el diseño a punto de terminar y que tenía que entregar en unas horas más, y no tenía cabeza para ello con esto del tema. La mirada de ella sobre mí diciendo: “¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos.” Diez años desde que pusimos un punto final a nuestra historia, cerré los ojos y la ira corrió por mis venas al recordar la fecha de boda de ella con Ronald, solo habían pasado dos semanas cuando me pidió el divorcio exprés.
— ¿Por qué estás a oscuras? —no me había percatado que la puerta se había abierto, hasta que escuché a mi hermana hablar, encendió la luz y jadeó al ver el destrozo del lugar. — ¿Pero qué es lo que ha pasado aquí?
—Quisiera estar a solas. —le anuncié sin siquiera mirarla.
— ¿Qué es lo que pasa, George? —se acercó y se sentó sobre sus talones a mi lado. — ¿Por qué has destrozado tu taller?
—He visto a Victoria. —ella se sorprendió.
— ¿En dónde?
—En un restaurante de hamburguesas.
— ¿Estaba acompañada de su familia? —levanté la mirada y entrecerré mis ojos.
— ¿Sabes que es casada y tiene una hija? —le pregunté y noté algo en su mirada. —Tú la investigaste.
—Sí, he sido yo. —y yo que pensé que fue Bryan.
— ¿Por qué lo has hecho, Marie?
—Por qué la vi con su hija, la pequeña era idéntica a nuestra tatarabuela de pequeña, tengo la foto, así que quería saber si ella te había ocultado que tenías una hija. Pero…—se puso de pie y se sentó a lado, en el otro sillón. —…no es así, los reportes dicen que es de ese Ronald. Hice cuentas y debió de haber quedado embarazada cuando se casó.
— ¿Sabes algo? Esa niña pudo ser mía. —Hice una pausa—Ella lo deseaba con el alma el ser madre. —confesé. —Ella quería una familia conmigo, una vida juntos y…—detuve mis palabras.
—…y eran bastante jóvenes, se casaron a escondidas de nuestros padres, George, ¿Pensabas que se quedarían de brazos cruzados al ver que estabas con una huérfana, sin pasado y sin dinero? Yo no apruebo lo que hicieron, te obligaron a darles lealtad…sobre lo que amabas.
—Estaba cometiendo errores, Marie, ellos solo me ayudaron a regresar al camino.
—George, por favor. —Marie se irritó.
— ¿Marie? —escuchamos a Bryan, la miré.
— ¿Qué hace aquí? —ella sonrió.
—Hemos salido y me ha venido a dejar.
—Aquí están y…—Bryan se quedó observando el destrozo del lugar. —Creo que algo ha pasado por aquí.
—Vamos, amor, George necesita estar a solas. —se despidieron y se marcharon dejando sentado en mi taller con el tornado de pensamientos.
**Diamond Western Group**
Por la mañana, llegué a la empresa con mis diseños que tenía que entregar, había despertado con el malestar en mi estómago de nuevo, eso me recordaba mi cita en un par de días con mi doctor de cabecera, si persistía, iría antes. Subí el elevador que me llevaría hasta el último piso donde se encontraba la oficina de mi padre, mi madre regresaría mañana de su viaje por Europa. Las puertas del elevador se abrieron y crucé a su secretaria quien esperaba para guiarme hasta las puertas de la oficina.
—Bienvenido, señor Western.
—Gracias. —llegamos y me cedió el paso, le agradecí con un movimiento de barbilla, al entrar miré a mi padre que estaba de pie frente al altísimo ventanal que daba a una de las mejores vistas de la ciudad de New York.
—He llegado. Tengo los…—me interrumpió al mismo tiempo que se volvió hacia a mí.
—Te tengo una noticia—llegué hasta quedar frente a su inmenso escritorio, le dejé la carpeta con los diseños de la temporada.
—Dime. —sonrió.
— ¿Recuerdas a Joanne Shaw? —arrugué mi ceño.
—Sí, es la hija de Leonard Shaw.
—Viene en camino con tu madre, se ha encargado de encontrarte a tu futura esposa. —cerré los ojos, estaba harto del tema de los matrimonios, no tenía tiempo para ello y me irritaba todo el tema, abrí mis ojos y negué.
—No quiero matrimonio.
—No puedes andar por ahí sin una esposa, George, tienes que darnos nietos, herederos de todo este imperio que por generaciones sigue en lo alto.
—No quiero matrimonio. —repetí de nuevo pero ahora ya mostrando mi fastidio.
— ¡Tienes treinta y cinco años, por Dios! ¡Llegarás a los cuarenta años sin una compañera de vida! ¡No somos eternos, George!
— ¡Qué no quiero un maldito matrimonio! ¡El que tenía me obligaste a terminarlo! ¡Ese era el único matrimonio que me importaba!
—Y sigues con lo mismo, Victoria no cumplió los requisitos de los Western, ¡Ella solo era una huérfana sin historia y dinero!
—Yo la amaba…—susurré sin dejarle la mirada. —Y si realmente les hubiera importado mi felicidad, debió de bastarles.
VictoriaAl día siguiente del encuentro con George, no se volvió a tocar el tema con Ron. Seguimos nuestra rutina de todas las mañanas, un baño, desayuno con nuestra hija, ellos a la escuela, yo al taller. Mi empresa “Elizabeth Ward” se dedicaba a la confección de vestidos de noche, me apasionaba dibujar y crear diseños que podía hacer realidad, y gracias al arduo trabajo por años, me había posicionado entre los mejores diseños en el país.—Señora Jones, la producción ha empezado—Sarah sonrió, ya que sabía que al escuchar esas palabras me llenaba de felicidad, tenía que entregar vestidos de noche en la nueva sucursal de Miami, y dentro de una semana otros a Los Ángeles, ella se retiró dejándome a solas. Mi corazón revoloteaba ver cada día como la empresa crecía, miré mi IPad y pausé el diseño que tenía comenzado cuando tocaron a la puerta.—Adelante—contesté sin mirar.—Señora Jones, tiene un detalle, —levanté la mirada a una Sarah sonriente y al ver mi cara de confusión se hizo a un
GeorgeQuería saber por qué me afectaba a gran escala el que Victoria hiciera su vida, que tuviera todo lo que un día deseábamos. Ella había mencionado a Johanna Shaw, también Londres, ese último viaje que había hecho por la nueva sucursal de Diamond Western Group, había prometido ir a cambio de que aceptaran a Victoria como mi esposa, mis padres habían aceptado, pero al regresar, es vago el momento, solo que discutimos acaloradamente que no recuerdo que palabras dije antes de marcharme, después, llegó la documentación del divorcio. ¿Qué es lo que quiere saber, George?—Solo quiero respuestas…—murmuré entre dientes mi propia pregunta mental sin dejar de mirar el tráfico frente a mí. Al llegar a la cafetería al que la había citado, bajé y entré, revisé detenidamente el lugar y entonces la vi, ella miraba en un punto fijo de la superficie de la mesa rustica, imagino que debe de estar pensando en cuanto tiempo terminará este martirio de verme por última vez. Crucé un par de mesas y enton
Victoria La mirada de Ron me acuchilló como nunca antes lo hizo en estos años de matrimonio, pero lo entendía. —Dime que no lo hiciste. —pidió al mismo tiempo que me acerqué a él. —Tenía que hacerlo. —él miró más allá de mí, noté su mandíbula tensarse, cerré los ojos por un momento y al abrirlos, deduje que George había salido detrás de mí. —No lo hagas, Ron. Ya he hablado y déjame tener esta última palabra. —él dudó por un momento, cuando regresó su mirada hacia a mí, la suavizó, luego me tomó de la muñeca y tiró de mí para llevarme a mi auto, sin mirar atrás, lo seguí. Me quitó las llaves y él abrió, al subirme cerró la puerta y suspiró. —No sabes lo que estoy haciendo para controlarme y no partirle la cara. —negué rápidamente. —Por favor, cariño. Lo conversamos en casa, ¿Si? —él asintió. —Anda, sube a tu auto, quiero verte que te marchas junto conmigo y no te vas a detener a hacer una tontería. —presionó sus labios con irritación. —Bien, regresaré a hacer mis diligencias. —en
George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les
GeorgeJohanna había llegado acompañada de mi madre en su viaje por Europa, y no perdían el tiempo intentando metérmela por los ojos, pero durante los días siguientes (después de enterarme de mi situación de salud actual) me había encerrado por completo en mi “torre de marfil”. Nadie, absolutamente nadie estaría enterado del cáncer que día a día, estaba consumiendo mi cuerpo, ya había ido a varios lugares donde me confirmaban que no había un tratamiento por lo avanzado, solo me darían medicamento para el dolor, y era todo lo que tendría, había programas experimentales que costaba millones para “intentar” detenerlo, pero…algo me decía que terminaría muerto antes de tiempo. Así que, tomaría todo el alcohol que había comprado y me anestesiaría para no recordar cuanto tiempo me quedaba en este mundo. Marie, que vivía en mi casa por un tiempo mientras terminaban las remodelaciones de su primera casa que había comprado, sabía que sospechaba algo, pero estaba decidido a no sentir compasión n
VictoriaHabía finalmente llamado a George, Ron se encargó de conseguir su número de casa, ¿Cómo lo ha hecho? siempre es un misterio, decía que gracias a su trabajo como asistente del rector de la universidad donde nos conocimos hace años atrás, había hecho muchos amigos y de ahí sus contactos. Después de lo de la visita de Ron en mi trabajo, pensamos en lo que haríamos, yo aún seguía sin creer que George se estuviera muriendo, solo tenía aproximadamente seis meses de vida, el solo pensarlo, me devastaba. Todas las palabras de Ron habían entrado a mi cabeza y me torturaban el quererme a negar a que George supiera de su hija, ¿Qué era lo que le diría? Te cuento que tienes una hija, no te pude decir por temor a que tu familia nos fuera a hacer algo. ¿Quieres conocerla? luego estaba Elizabeth, Ron insistió que esta noche hablaríamos con ella y le contaríamos la verdad, pero... ¿Cómo reaccionará a su edad? ¿Me odiaría por decirle que le había ocultado una verdad tan grande? Cerré los ojos
GeorgeEsa misma noche…Miré una y otra vez la pantalla de mi celular, le había enviado un mensaje a Victoria para saber de qué era de lo que quería hablar. Pero no llegaba ninguna respuesta, estuve tentado en marcar, pero lo último que quería era meterla en problemas con Ronald. ¿Qué pasa si hago la llamada…? Negué, tenía que esperar, “¿Esperar, George? No tienes tiempo para esperar” entonces entendí que mis palabras mentales me dieron una sacudida, miré la pantalla del celular y cuando iba a marcar a Victoria, entró un mensaje: “Márcame, por favor”—Dios, ¿Por qué mi corazón late tan rápido? No quiero morir de un infarto hoy. —marqué su número y recordé que mi número no debía de mostrarse en su línea, por eso me ha pedido que le llame, “Serás tonto, George”— ¿George? —cerré mis ojos al escuchar su voz en un tono bajo, me di cuenta que aun provocó algo en mí, quizás y todos mis sentimientos que sentía por ella no se habían ido del todo, solo estaban dormidos en algún lugar de mi int