Victoria
Perdí la fuerza de mis piernas al sentarme en mi lugar, Ron estaba furioso, lo sabía por su quijada tensa, imaginé que estaba como loco por dentro, George había aparecido después de diez de años, ¿Era una casualidad? ¿O nos había seguido? Sabía el alcance de su poder así como también el de su familia.
—No quiero que te vuelvas a acercar a él. —dijo entre dientes, arrugué mi ceño y me volví a él.
—Ron, yo no me acerqué, él apareció y…
—La niña. —advirtió, nos recordó que teníamos a Elizabeth sentada en la parte de atrás.
—No peleen, por favor. —el tono de la niña era de súplica. Rara vez Ron y yo discutíamos, muy raro, por eso habíamos congeniado durante diez años en nuestro matrimonio a pesar de los años de diferencia.
—No estamos peleando, pequeña. —susurré en su dirección, mi corazón se encogió al ver la reacción de mi hija, era de preocupación y extrañes, me acomodé en mi asiento mirando hacia el frente, a los autos y las faroles de las calles, el rostro de George era de asombro, tenía una barba abultada, era bastante alto de lo que recuerdo, su mirada oscura me inquietó ahora que lo estaba pensando. Llegamos finalmente a casa, el auto en la cochera y Ron solo permaneció en total silencio, Elizabeth bajó del auto y entramos a la casa. —A lavarse dientes y a dormir, mañana tienes que despertar temprano.
—Sí, mamá, —me dio un beso y luego a Ron, —Buenas noches, —se despidió, luego subió las escaleras y desapareció en dirección a su habitación en la segunda planta. Caminé hasta la cocina y tiré de la silla y me senté, mi taza de té de la tarde aún estaba ahí, junto con mi IPad sobre la superficie de la isla de mármol.
— ¿Qué sentiste cuando lo viste después de todo lo que te hizo? —me tensé al escuchar a mi espalda la voz de Ron, era distinta a su forma de hablar de siempre, en este tiempo no había escuchado hablarme así.
—No voy a contestar una pregunta tonta, cariño. —escuché sus pasos andar y rodear la isla, se quedó del otro lado quedando frente a mí, levanté mi mirada y se la sostuve. — ¿Has escuchado lo que me has preguntado? —Ron puso sus manos en la orilla de la isla y formó puños, noté como sus nudillos blanquecieron, sus ojos me miraban de una manera extraña.
—Sigues sin darme una m*****a respuesta. —abrí mis ojos mucho más de lo que los tenía.
—Cuida la forma en la que me hablas, Ron. —mis palabras lo sacaron de su burbuja de ira contenida, su mirada se suavizó. —George es el pasado. Nunca tuvo espacio para mi presente ni el futuro, por qué lo estás tú y nuestra hija. —soltó un puño contra la superficie haciendo que respingara en mi lugar.
— ¡Él ha venido por ti! ¡Él quiere lo que es mío! —exclamó furioso.
—Él no viene por nada. Y por favor, baja la voz, Elizabeth está en la planta de arriba. —pedí en un tono tranquilo, pero fue peor.
— ¿Qué no estás viendo? —me puse de pie a un lado de la silla.
—Lo veo, Ron. Conversemos cuando estés más tranquilo. —salí de la cocina y subí a la segunda planta, pasé por la habitación de Elizabeth, toqué la puerta y asomé mi cabeza, ella estaba sentada en la orilla de su cama, sabiendo que vendría.
— ¿Por qué papá está molesto? —entré cerrando la puerta detrás de mí, por un momento no tuve las palabras exactas para decirle, solté un suspiro.
—Solo estaba preocupado.
— ¿Por el señor del restaurante? —era curiosa.
—Algo así, ven, entra a la cama—me acerqué para arroparla, pude ver su mirada de confusión.
— ¿Quién era ese señor, mamá? —me senté a su lado mientras ella ya estaba acostada, miré la foto en su mesa de noche, estaba el portarretratos de Ron, ella y yo, reíamos de algo. — ¿Mamá? —la miré.
—No es nadie. —le sonreí a medias y dejé un beso en su frente para luego retirarme, entré a la habitación principal y ahí estaba Ron, sentado en la orilla de nuestra cama, tenía sus manos entrelazadas, con las piernas un poco abiertas con sus brazos recargados, su mirada en la alfombra bajo sus pies. Cerré la puerta y entré al armario en busca de mi pijama. Cuando me giré para salir Ron ya estaba en la entrada bloqueando la entrada.
—Quiero saber qué es lo que sentiste cuando lo viste. —suavicé la mirada al verlo atormentado.
—No sentí nada, cariño. —pero noté algo en su mirada que me inquietó más. —Cuando nos casamos hace diez años, nos prometimos ser siempre sinceros con nosotros mismos, ¿Crees que te he mentido en todo este tiempo?
— ¿Por qué nunca me has dado otro hijo? —abrí mis ojos sorprendida a su pregunta, el hueco en el centro de mi estómago se expandió.
—Sabes que la pasé mal en todo el embarazo de Elizabeth, casi pierdo la vida, —hice un breve pausa—perdona que no quiera volver a pasar por ello.
—Ahora tenemos el dinero suficiente para un médico, para los servicios que llegues a ocupar, lo que no tuvimos antes. Sabes el deseo de tener un niño varón…
—Ron, pausemos el tema por favor.
— ¿Por qué tengo la sensación de que realmente George te ha perturbado con su presencia inesperada?
—Detente, ahora. —advertí empezando a molestarme.
— ¿Por qué es verdad?
—No lo es, Ron. Sabes mi historia con él, sabes lo que su familia me hizo, ¿Por qué albergaría algún sentimiento? Te tengo a ti, tenemos a nuestra hija. ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué buscas hacerme sentir como si hubiera algo donde no lo hay?
—Tengo miedo de que me arrebate lo que amo...—cerré los ojos al escuchar el dolor en sus palabras, al abrirlos, me acerqué a él para abrazarlo, me aceptó. Su agarre era fuerte, necesitado y sincero. Dejó un beso contra mi frente, luego descansó su mejilla.
—Nadie te arrebatará lo que es tuyo, cariño. Y yo me encargaré que así sea…
GeorgeSentado en las sombras de mi taller, repasé todo mi pasado con Vicky, como hace años no me torturaba. Recordé el diseño a punto de terminar y que tenía que entregar en unas horas más, y no tenía cabeza para ello con esto del tema. La mirada de ella sobre mí diciendo: “¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos.” Diez años desde que pusimos un punto final a nuestra historia, cerré los ojos y la ira corrió por mis venas al recordar la fecha de boda de ella con Ronald, solo habían pasado dos semanas cuando me pidió el divorcio exprés.— ¿Por qué estás a oscuras? —no me había percatado que la puerta se había abierto, hasta que escuché a mi hermana hablar, encendió la luz y jadeó al ver el destrozo del lugar. — ¿Pero qué es lo que ha pasado aquí?—Quisiera estar a solas. —le anuncié sin siquiera mirarla.— ¿Qué es lo que pasa, George? —se acercó y se sentó sobre sus talones a mi lado. — ¿Por qué has destro
VictoriaAl día siguiente del encuentro con George, no se volvió a tocar el tema con Ron. Seguimos nuestra rutina de todas las mañanas, un baño, desayuno con nuestra hija, ellos a la escuela, yo al taller. Mi empresa “Elizabeth Ward” se dedicaba a la confección de vestidos de noche, me apasionaba dibujar y crear diseños que podía hacer realidad, y gracias al arduo trabajo por años, me había posicionado entre los mejores diseños en el país.—Señora Jones, la producción ha empezado—Sarah sonrió, ya que sabía que al escuchar esas palabras me llenaba de felicidad, tenía que entregar vestidos de noche en la nueva sucursal de Miami, y dentro de una semana otros a Los Ángeles, ella se retiró dejándome a solas. Mi corazón revoloteaba ver cada día como la empresa crecía, miré mi IPad y pausé el diseño que tenía comenzado cuando tocaron a la puerta.—Adelante—contesté sin mirar.—Señora Jones, tiene un detalle, —levanté la mirada a una Sarah sonriente y al ver mi cara de confusión se hizo a un
GeorgeQuería saber por qué me afectaba a gran escala el que Victoria hiciera su vida, que tuviera todo lo que un día deseábamos. Ella había mencionado a Johanna Shaw, también Londres, ese último viaje que había hecho por la nueva sucursal de Diamond Western Group, había prometido ir a cambio de que aceptaran a Victoria como mi esposa, mis padres habían aceptado, pero al regresar, es vago el momento, solo que discutimos acaloradamente que no recuerdo que palabras dije antes de marcharme, después, llegó la documentación del divorcio. ¿Qué es lo que quiere saber, George?—Solo quiero respuestas…—murmuré entre dientes mi propia pregunta mental sin dejar de mirar el tráfico frente a mí. Al llegar a la cafetería al que la había citado, bajé y entré, revisé detenidamente el lugar y entonces la vi, ella miraba en un punto fijo de la superficie de la mesa rustica, imagino que debe de estar pensando en cuanto tiempo terminará este martirio de verme por última vez. Crucé un par de mesas y enton
Victoria La mirada de Ron me acuchilló como nunca antes lo hizo en estos años de matrimonio, pero lo entendía. —Dime que no lo hiciste. —pidió al mismo tiempo que me acerqué a él. —Tenía que hacerlo. —él miró más allá de mí, noté su mandíbula tensarse, cerré los ojos por un momento y al abrirlos, deduje que George había salido detrás de mí. —No lo hagas, Ron. Ya he hablado y déjame tener esta última palabra. —él dudó por un momento, cuando regresó su mirada hacia a mí, la suavizó, luego me tomó de la muñeca y tiró de mí para llevarme a mi auto, sin mirar atrás, lo seguí. Me quitó las llaves y él abrió, al subirme cerró la puerta y suspiró. —No sabes lo que estoy haciendo para controlarme y no partirle la cara. —negué rápidamente. —Por favor, cariño. Lo conversamos en casa, ¿Si? —él asintió. —Anda, sube a tu auto, quiero verte que te marchas junto conmigo y no te vas a detener a hacer una tontería. —presionó sus labios con irritación. —Bien, regresaré a hacer mis diligencias. —en
George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les
GeorgeJohanna había llegado acompañada de mi madre en su viaje por Europa, y no perdían el tiempo intentando metérmela por los ojos, pero durante los días siguientes (después de enterarme de mi situación de salud actual) me había encerrado por completo en mi “torre de marfil”. Nadie, absolutamente nadie estaría enterado del cáncer que día a día, estaba consumiendo mi cuerpo, ya había ido a varios lugares donde me confirmaban que no había un tratamiento por lo avanzado, solo me darían medicamento para el dolor, y era todo lo que tendría, había programas experimentales que costaba millones para “intentar” detenerlo, pero…algo me decía que terminaría muerto antes de tiempo. Así que, tomaría todo el alcohol que había comprado y me anestesiaría para no recordar cuanto tiempo me quedaba en este mundo. Marie, que vivía en mi casa por un tiempo mientras terminaban las remodelaciones de su primera casa que había comprado, sabía que sospechaba algo, pero estaba decidido a no sentir compasión n
VictoriaHabía finalmente llamado a George, Ron se encargó de conseguir su número de casa, ¿Cómo lo ha hecho? siempre es un misterio, decía que gracias a su trabajo como asistente del rector de la universidad donde nos conocimos hace años atrás, había hecho muchos amigos y de ahí sus contactos. Después de lo de la visita de Ron en mi trabajo, pensamos en lo que haríamos, yo aún seguía sin creer que George se estuviera muriendo, solo tenía aproximadamente seis meses de vida, el solo pensarlo, me devastaba. Todas las palabras de Ron habían entrado a mi cabeza y me torturaban el quererme a negar a que George supiera de su hija, ¿Qué era lo que le diría? Te cuento que tienes una hija, no te pude decir por temor a que tu familia nos fuera a hacer algo. ¿Quieres conocerla? luego estaba Elizabeth, Ron insistió que esta noche hablaríamos con ella y le contaríamos la verdad, pero... ¿Cómo reaccionará a su edad? ¿Me odiaría por decirle que le había ocultado una verdad tan grande? Cerré los ojos