Victoria
Cerré los ojos al sentir como el tibio té se deslizó por mi garganta, en este momento estaba disfrutando un poco de mi tiempo a solas antes de ir a recoger a Elizabeth de su práctica de soccer, al abrirlos, miré desde la isla el jardín trasero de la casa, eso me hizo recordar el pasado, soñaba con tener una casa y una hermosa familia. Y finalmente estaba aquí. Pero con una historia distinta.
Entonces mi paz interior fue interrumpida por el sonido del correo electrónico, solté un largo suspiro, deslicé el dedo en la pantalla de mi IPad y entré, mis ojos se abrieron un poco más al darme cuenta de que era de Pipper, el titulo me tensó: “Información pendiente” hace días atrás me había encontrado con parte de mi pasado frente a frente, y esperaba que solo fuera con Marie. Solo nos saludamos por educación y cortesía, para que cada quien saliera por su camino sin girar la mirada hacia a atrás. Abrí finalmente el correo y leí que me habían investigado, pero no arrojaba con precisión quien fue. Descarté de inmediato a George, ya que terminamos muy mal y estaba claro que entre menos supiéramos de la vida del otro, mejor. ¿Entonces? Marqué el número de Pipper pero tuve que colgar por qué la puerta de la cocina se abrió y apareció Ron, mi esposo. Su sonrisa apareció en sus labios.
—Te he alcanzado para ir a recoger a Elizabeth del soccer e ir a cenar después...—se acercó y me plantó un beso contra mis labios, muy habitual en él. Su mano acarició mi espalda y luego llegó a mi trasero para darle al final una palmadita. — ¿Lista?
—Sí, estaba terminando mi té, —pero sabía que no lo terminaría. —Pero vamos ya…—él se hizo a un lado y arrugó su ceño, detuvo mi huida por la bolsa y las llaves del auto. — ¿Qué pasa? —pregunté extrañada.
—Eso me gustaría saber, ha pasado algo y lo veo en tu mirada. —intenté restarle importancia al correo, pero cuando uní mi vida a la de Ron, prometimos ser siempre sinceros, y así ha sido durante los diez años de matrimonio.
—Pipper me ha informado que he sido de nuevo investigada. —él alzó sus cejas.
— ¿Qué? ¿Western? —moví mis hombros en señal de que no lo sabía. —La primera vez fue hace nueve años, bueno, por lo que sabemos. —Ron se notó inquieto.
—Indagaré más. —le dije para tranquilizarlo, pasé mi mano por su mejilla, tenía su barba llena de canas mezcladas con el castaño original. Ron era mucho mayor por ocho años, a él lo conocí en la universidad como el asistente del rector. Había sido mi apoyo cuando pasó lo de Western…
—No lo hagas, no quiero que te estreses, ya tienes bastante con los negocios y el criar a nuestra pequeña Elizabeth. —Abrió sus ojos de más—Qué por cierto, —miró su reloj para confirmar la hora, sus ojos oscuros se posaron en mí—Ya deberíamos de ir saliendo, seguimos la conversación en el camino. —asentí, tomé mi bolso y las llaves de la Rover, no quería seguir hablando del tema, ya que era el pasado, uno que no me gustaba del todo discutir con Ron, era revivir el dolor de un amor y un divorcio, palabras que se dijeron que hicieron de mí otra Victoria. Durante el trayecto, Ron habló acerca de hablar con sus contactos para saber quién había pedido reportes crediticios, médicos y otros más, que si se enteraba que era George, no se iba a quedar de brazos cruzados y eso me alertó.
Elizabeth era mi copia exacta de era yo niña, tenía piel pálida, cabello pelirrojo, largas pestañas y delgada y heredó el no engordar por parte de Ron.
— ¿Y te divertiste? —preguntó Ron mirando por el retrovisor, me removí para mirar a la niña en el centro del sillón trasero con el cinturón atravesado.
— ¡Sí! Estoy aprendiendo a no dejar que la pelota entre en la portería, ya quiero regresar de nuevo…—Ron la felicitó sin quitar la mirada del tráfico por delante.
— ¿Entonces nos quedaremos por el momento en el soccer? —le pregunté en un tono bajo, ella dijo que si repetidamente con su cabeza y con una gran sonrisa en sus labios, al parecer finalmente había decidido una actividad. Me acomodé en mi lugar. Miré por la ventanilla y noté que había Ron tomado otro camino, lo miré extrañada. — ¿A dónde vamos? —noté una sonrisa secreta.
—He decidido que probaremos otro tipo de comida, siempre elegimos los mismos lugares durante años, ¿Recuerdas el restaurante del que te hablé hace días? —Afirmé—Hice reservaciones, uno de mis contactos pudo mover sus influencias.
—Pero vengo con el uniforme, papá—Elizabeth se quejó en el asiento trasero.
—No importa, no hay reglas de vestimenta.
Unos veinte minutos más estacionamos a lado de un local, bajamos y nos dirigimos al interior, para mi sorpresa y la de Elizabeth, era de hamburguesas. Nos sentamos en una mesa cerca de una de las grandes ventanas que daba al tráfico, Ron sonreía divertido.
— ¿Moviste influencias para comer en un restaurante de hamburguesas? —Elizabeth preguntó divertida hacia a Ron quién asintió entusiasmado y asintió.
Nos tomaron la orden y pedimos las recomendaciones del mesero, cuando se retiró, me distraje mirando los autos pasar.
—Es muy lujoso ¿No? —era sarcasmo puro en Ron hacia a su hija.
—Demasiado. —ella me miró. — ¿Qué tienes mamá? —me tomó por sorpresa su pregunta, miré hacia a ella extrañada.
—Nada, solo estoy mirando. —le sonreí.
—Tú mamá odia cambiar lo que ya conoce. —le lancé una mirada fingiendo molestia.
—No es cierto, me gusta conocer otros lugares.
—Mentirosa, mamá—Ron soltó una carcajada.
—Es cierto, eres demasiado predecible al momento de ir a cenar. —arqueé una ceja.
— ¿Ejemplos? —repliqué.
—El restaurante italiano. —dijo Ron, me crucé de brazos.
—Adoro la comida italiana.
—Siempre pides lo mismo. —dijo Elizabeth.
—Amo la pasta. —contesté.
—Pides una copa de vino tinto cosecha 1890. —dijo Ron.
—Amo esa cosecha. —torcí mi labio de manera fugaz. —Ya. Me gusta disfrutarlo…
—Ahora agregarás las hamburguesas. —al terminar las hamburguesas, .que por cierto, deliciosas- y de una conversación trivial entre mi esposo y mi hija, es hora de marcharnos, Elizabeth tenía clases temprano y Ron trabajo. Abrió la puerta del lugar y salimos.
—Esperen aquí, iré por el auto. —anunció Ron, se fue y Elizabeth me rodeó la cintura, acaricié su cabello mientras esperábamos.
— ¿Victoria? —me tensé al escuchar una voz familiar, giré mi rostro y era él, mi pasado, uno que cada día intentaba dejarlo en el olvido…
George Western.
GeorgeEstaba arriba del auto releyendo el correo en mi celular, ese correo que no había abierto en años. Cuando lo había leído, me había quedado sin palabras, muchas cosas pasaron por mi cabeza, y a consecuencia de eso, hice unos destrozos en mi taller, había hecho un par de llamadas y aquí estaba. Victoria, la mujer que había amado tan profundamente hace más de diez años atrás… hoy era una total desconocida para mí. Entonces todo encajaba con el informe de investigación y las situaciones en ese momento. Un día se terminado nuestro matrimonio y al parecer ella se había refugiado en Ronald Jones, el asistente del rector de nuestra universidad el último año, debió de quedar embarazada de él y ahora, eran la familia feliz que tanto soñamos un día ella y yo. Levanté la mirada y desde mi asiento podía ver a Victoria mirando por la ventana de manera distraída, la niña era idéntica a ella, no le notaba ningún parecido con su actual esposo, entonces mi mente había jugado cruelmente conmigo,
VictoriaPerdí la fuerza de mis piernas al sentarme en mi lugar, Ron estaba furioso, lo sabía por su quijada tensa, imaginé que estaba como loco por dentro, George había aparecido después de diez de años, ¿Era una casualidad? ¿O nos había seguido? Sabía el alcance de su poder así como también el de su familia.—No quiero que te vuelvas a acercar a él. —dijo entre dientes, arrugué mi ceño y me volví a él.—Ron, yo no me acerqué, él apareció y…—La niña. —advirtió, nos recordó que teníamos a Elizabeth sentada en la parte de atrás.—No peleen, por favor. —el tono de la niña era de súplica. Rara vez Ron y yo discutíamos, muy raro, por eso habíamos congeniado durante diez años en nuestro matrimonio a pesar de los años de diferencia.—No estamos peleando, pequeña. —susurré en su dirección, mi corazón se encogió al ver la reacción de mi hija, era de preocupación y extrañes, me acomodé en mi asiento mirando hacia el frente, a los autos y las faroles de las calles, el rostro de George era de a
GeorgeSentado en las sombras de mi taller, repasé todo mi pasado con Vicky, como hace años no me torturaba. Recordé el diseño a punto de terminar y que tenía que entregar en unas horas más, y no tenía cabeza para ello con esto del tema. La mirada de ella sobre mí diciendo: “¿Perturbarme? Para hacerlo, deberías en primer lugar importarme, pero no lo es así desde hace diez años para ser exactos.” Diez años desde que pusimos un punto final a nuestra historia, cerré los ojos y la ira corrió por mis venas al recordar la fecha de boda de ella con Ronald, solo habían pasado dos semanas cuando me pidió el divorcio exprés.— ¿Por qué estás a oscuras? —no me había percatado que la puerta se había abierto, hasta que escuché a mi hermana hablar, encendió la luz y jadeó al ver el destrozo del lugar. — ¿Pero qué es lo que ha pasado aquí?—Quisiera estar a solas. —le anuncié sin siquiera mirarla.— ¿Qué es lo que pasa, George? —se acercó y se sentó sobre sus talones a mi lado. — ¿Por qué has destro
VictoriaAl día siguiente del encuentro con George, no se volvió a tocar el tema con Ron. Seguimos nuestra rutina de todas las mañanas, un baño, desayuno con nuestra hija, ellos a la escuela, yo al taller. Mi empresa “Elizabeth Ward” se dedicaba a la confección de vestidos de noche, me apasionaba dibujar y crear diseños que podía hacer realidad, y gracias al arduo trabajo por años, me había posicionado entre los mejores diseños en el país.—Señora Jones, la producción ha empezado—Sarah sonrió, ya que sabía que al escuchar esas palabras me llenaba de felicidad, tenía que entregar vestidos de noche en la nueva sucursal de Miami, y dentro de una semana otros a Los Ángeles, ella se retiró dejándome a solas. Mi corazón revoloteaba ver cada día como la empresa crecía, miré mi IPad y pausé el diseño que tenía comenzado cuando tocaron a la puerta.—Adelante—contesté sin mirar.—Señora Jones, tiene un detalle, —levanté la mirada a una Sarah sonriente y al ver mi cara de confusión se hizo a un
GeorgeQuería saber por qué me afectaba a gran escala el que Victoria hiciera su vida, que tuviera todo lo que un día deseábamos. Ella había mencionado a Johanna Shaw, también Londres, ese último viaje que había hecho por la nueva sucursal de Diamond Western Group, había prometido ir a cambio de que aceptaran a Victoria como mi esposa, mis padres habían aceptado, pero al regresar, es vago el momento, solo que discutimos acaloradamente que no recuerdo que palabras dije antes de marcharme, después, llegó la documentación del divorcio. ¿Qué es lo que quiere saber, George?—Solo quiero respuestas…—murmuré entre dientes mi propia pregunta mental sin dejar de mirar el tráfico frente a mí. Al llegar a la cafetería al que la había citado, bajé y entré, revisé detenidamente el lugar y entonces la vi, ella miraba en un punto fijo de la superficie de la mesa rustica, imagino que debe de estar pensando en cuanto tiempo terminará este martirio de verme por última vez. Crucé un par de mesas y enton
Victoria La mirada de Ron me acuchilló como nunca antes lo hizo en estos años de matrimonio, pero lo entendía. —Dime que no lo hiciste. —pidió al mismo tiempo que me acerqué a él. —Tenía que hacerlo. —él miró más allá de mí, noté su mandíbula tensarse, cerré los ojos por un momento y al abrirlos, deduje que George había salido detrás de mí. —No lo hagas, Ron. Ya he hablado y déjame tener esta última palabra. —él dudó por un momento, cuando regresó su mirada hacia a mí, la suavizó, luego me tomó de la muñeca y tiró de mí para llevarme a mi auto, sin mirar atrás, lo seguí. Me quitó las llaves y él abrió, al subirme cerró la puerta y suspiró. —No sabes lo que estoy haciendo para controlarme y no partirle la cara. —negué rápidamente. —Por favor, cariño. Lo conversamos en casa, ¿Si? —él asintió. —Anda, sube a tu auto, quiero verte que te marchas junto conmigo y no te vas a detener a hacer una tontería. —presionó sus labios con irritación. —Bien, regresaré a hacer mis diligencias. —en
George— ¿George? —salí de mi ensoñación al escuchar a Marie, estaba a mi lado, tomando el desayuno conmigo.— ¿Sí? —pregunté algo confundido.—Que te pregunté que si fuiste al médico. —tardé un par de segundos para responder.—Oh, —hice un gesto con mi mano en el aire—Sí, tengo que recoger los resultados en un rato más.—Qué bueno, ya era hora que te revisaras, a la mejor las migrañas son por qué necesitas cambiar de lentes. Te la llevas dibujando bastante…—Puede ser, —no terminé mi desayuno, hice a un lado mi plato y Marie me miró en desaprobación.—Tienes que desayunar, el motor del día…—terminé la oración por ella.—Es el desayuno, lo sé, yo te lo repito cuando no quieres hacerlo, pero en mi caso, realmente no tengo apetito. —arqueó una ceja.— ¿Qué es lo que tienes? Traes un semblante distinto esta mañana, no es el habitual.—No tuve buena noche. —confesé.— ¿Tú? —sonó sarcástica.—Sí, yo. —solté un bufido.—Por cierto, ¿Para que querías la foto de la tatarabuela?—Me dio curios
VictoriaDurante el resto de la semana me había cerciorado de que Elizabeth comiera bien, una de esas tardes, llegó diciendo que ya no quería estar en el equipo de soccer, más nunca dio razón, y no estábamos de acuerdo en presionarla, nos tocaba ser pacientes para que ella simplemente quisiera contarnos.— ¿Qué es lo que quieres para tu cumpleaños, mamá? —Elizabeth entró con su IPad debajo de su brazo, yo estaba sentada en la isla de la cocina, contestaba correos desde mi laptop, detuve lo que estaba haciendo y miré cuando se sentó en uno de los bancos a mi lado.— ¿Sabes cuál es el mejor regalo que puedes darme? —ella ladeó su cara y me miró entrecerrando sus ojos, el mismo gesto que hacía su padre.—No se vale el “Que te portes bien”—alcé mis cejas sorprendida a sus palabras.— ¿Por qué no vale? —ella lanzó su cabeza hacia a atrás y negó, luego regresó para mirarme.—Porque todos los años pides lo mismo. Y aunque no es tu cumpleaños yo me porto bien.—Lo siento mucho si eso no les