Capítulo XXXV

Atravieso al quinto chupasangre con la respiración acompasada, manteniéndome tranquilo en todo momento. Aunque no sé manejar a la perfección la espada, siento que ella me conduce para hacer movimientos que desconozco.

«¡¿Cómo es posible que haya tanto vampiros en el perímetro?! M****a, Cassius».

Me arrodillo y corto los talones del sexto vampiro.

De nuevo, la hoja se desliza por los ligamentos como estos fueran mantequilla.

Snær derriba al séptimo y le muerde el cuello con rabia.

Cuando estoy por dar un paso atrás, me paralizo al oír un grito femenino ensordecedor.

—¡Alina!

¡Hunde la espada en una sombra, Oliver! —ruge Snær sin dejar de clavar los dientes en el pescuezo de su octava víctima.

—¿Qué? —suelto alterado.

¡Haz lo que te dije!

Desconfiado, clavo la hoja con fuerza en la sombra que proyecta un abeto viejo.

—¿Ahora qué? —Lo miro sobre mi hombro. Tiemblo sin poder evita

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