Su rostro se frunció, en él se dibujó una mueca de confusión. Adonis, el infame mayor de aquel grupo de maleantes, elevó su rostro, aunque luego este descendió, dirigiéndose hacia su reloj; habían transcurrido ya, una media hora desde que Derek le había dicho que enseñaría a Adalia a disparar. Recordaba con exactitud las palabras de Derek, le había dicho este que no tardaría más de veinte minutos en regresar, conociendo Adonis, lo detallista y obsesivo que Derek podía llegar a ser con el tiempo, le parecía un tanto extraño que no estuviese a tiempo. Seguro se ha dedicado a hacer otras cosas, supuso, restándole importancia.
—Se ha tardado como una hora, ¿no crees que deberías ir a buscarlo? —preguntó Ojo Gris a Adonis.
—No —negó el infame—. No son mis asuntos. Si él no ha llegado en
El arma se resbaló de sus dedos, el sonido que causó al impactar contra el sucio suelo de aquel lugar fue uno seco, con un eco horrendo que retumbó dentro de ella, ayudando a que los nervios que apresaban a sus palpitantes extremidades se hicieran todavía más corpulentos.Entre gruñidos Derek llevó su mano izquierda a su hombro derecho y cayó sentado al suelo, su rostro se tiñó de un aterrador color rojo, desde la distancia que los separaba, podía con claridad ver las venas que en su frente se dibujaban, con toda la velocidad que su pierna herida le permitió, intentó colocarse de pie, supo que iba a caer, y aunque, entre susurros escuchaba a la voz de su razón advertirle que intentar caminar no era una buena idea, ignoró por completo aquella voz molesta y lo intentó hacer, intentó ponerse de pie, cayéndose al suelo, aunque viéndolo venir. Pero n
Tenía las manos y los pies atados. Estaba herido desde los pies hasta la cabeza, no había fracción de su cuerpo en donde no residiera bosquejado, como mínimo, un rasguño o una cuchillada ligera: sus labios rotos, por la deshidratación y los golpes, su lengua descalabrada, sangre había saliendo de ella, sus ojos abultados, su nariz quebrada, sus brazos golpeados, de la misma manera su estómago, piernas arañadas por cortes de cuchillos y ni hablar de sus genitales, ¿cómo podría imaginar que su depravación tendría un precio tan elevado? Tan doloroso… tan cruel… tan merecido…Desde la distancia, Kenzo observaba a Adalia hablar con Derek, o, dicho de una forma más precisa, a Derek hablar con Adalia, porque no veía que la boca de la muchacha se abriera en ningún instante, o al menos no lo había visto en el tiempo en que permanecía
¿Cuál es el sentido de acudir a una batalla que se sabe de antemano que se perderá? Era lo único que podía preguntarse Kenzo mientras con una dificultad lamentosa intentaba correr, sus extremidades querían rendirse y entre gritos pedían clemencia, entre gritos clamaban a su dueño que hacia un lado echase el orgullo y que solo se dejara vencer, que solo se dejase morir, que su cuerpo dejase caer en la apasionante negrura que conlleva la muerte, no soportaba más un segundo de persecución, y apenas esta daba la apariencia de haber comenzado, su piel, ajena al sudor de la carrera que había mantenido, revelaba lo que su mente ya sabía: apenas había empezado a correr y ya estaba exhausto, parecía una aglomeración flácida que corría por simple afán. Tropezaba con las ramas, las piedras se incrustaban en sus pies descalzos, insectos caminaban por sus muslos, sentía frío, e imploraba a que se tratara del frio de la muerte. El silencio que había en aquel lugar, era el augurio más terr
Lo observó con cierta perplejidad esbozada en sus pupilas, y al poco tiempo se burló de sí misma y de sus propios pensamientos por esperar algo mejor de él… de aquel hombre que la había de tantas formas torturado, ¿acaso esperaba que él sintiera la suficiente clemencia por ella como para detener aquel auto, cuando él le había previamente advertido que sostuviera el arma bien? Era evidente que no, y si detenía el vehículo, sería solo para llenarla de reproches, si era que tenía suerte, esos reproches no se transformarían en golpes.Giró su cabeza hacia la ventana, luego recordó las palabras de él… con rapidez llevó las manos hacia su boca, acallando a un sollozo que quería salir de aquel lugar, su cuerpo estaba herido de todas las formas imaginables y también las inimaginables, cuando creía que se recuperaba del da&nti
En su pecho se esparció un fuerte dolor, sintió sus pulmones apretujados, su corazón roto de manera literal, sus ojos se dilataron como si buscaban salir, su boca se abrió el dolor, luego su espalda se arqueó, y no logró pronunciar nada más que jadeos intermitentes, pero, de alguna forma que ni ella misma era capaz de comprender, el odio y la furia de los recuerdos, consiguieron darle la fuerza que necesitaba para no dejarse vencer por el dolor.Escuchó tras ella los pasos de Derek acercándose, alarmado corriendo hacia ella, la habían golpeado en el pecho, en una parte que él tanto amaba de su cuerpo, era evidente que se alarmaría. Se maldecía a sí mismo por haberla metido en aquel juego, ¿y si moría por aquel golpe?, se culpó, paranoico.Derek elevó su arma y disparó nueve veces seguidas entre los árboles, dispuesto a herir a muer
El saber que todo dependía de una bala era la peor de las torturas para la mente angustiada de Adalia, era muy pobre el refuerzo que tenía, pues si esa bala era mal empleada todo se volvería oscuro para ella. Jamás, ni tras su muerte la cual decía anhelar, se perdonaría que su hermana resultara herida a causa de sus imprudencias.No se atrevía a decir nada, a quejarse en absoluto, sus labios parecían sellados por cemento, solo sentía los impactos que su cuerpo sufría debido a la alta velocidad con la que Derek manejaba el auto, su cuerpo se remeneaba de una esquina para otra, como salmones en una lata a medio llenar. Era evidente que él estaba enfadado, solo que no decía nada. Lo cual era extraño, pues él no era la clase de personas que se tragara su furia, al contrario, la revelaba de las peores maneras habidas.Como una Cheetah en busca de una Gacela, Derek miraba hacia
Y fue como si una luz le alumbró el interior del alma, aquella cuchilla en su cuello, dispuesta a arrancar la vida fuera de su cuerpo ocasionó un incontrolable parloteo en su cabeza, iba a morir, aquel día, en aquella oportunidad, en aquel instante, él iba a matarla, a matarla… a matarla… el parloteo se volvió más estrepitoso, un chillido se desprendió de entre aquellos labios aterrados, elevó su rodilla con la poca voluntad que le pendía del cuerpo, rozando la entrepierna de Kenzo, quería golpearlo, pero no lo había logrado, era muy pequeña de estatura, el parloteo seguía creciendo en la cabeza de Adalia, iba a morir como la persona más cobarde del mundo, fue lo que pensó, aunque no tuvo demasiada base aquel pensamiento.Un segundo grito brotó, una bofetada llovió al rostro de la muchacha, con designio de silenciar tan molesto sonido que parec&
—¡Adalia! ¡Adalia! ¡Habla! ¡Habla, demonios! —La apretujó por los hombros, pero ella parecía muerta en vida, por completo ajena a todo lo que la envolvía, no era capaz de reaccionar, parecía sumergida en el trance más recóndito.Tenía sangre embarrada entre sus labios, lo cual revelaba demasiado, y a la vez dejaba demasiadas dudas para la mente, aunque él creía tener una idea de la razón de la sangre en aquel sitio, o eso esperaba. Había ido en busca de ella, cuando esta se había desvanecido por entre los arboles tras Kenzo, unos dos minutos de no tenerla bajo su campo de visión lograron alterar sus sentidos demasiado, Derek había llegado a la idea de que había sido el peor de los planes el dejar a Adalia sola con un hombre en el bosque, ella era demasiado débil, se decía en su mente, Kenzo podría matarla con demasia