Capítulo 122.

Tenía las manos y los pies atados. Estaba herido desde los pies hasta la cabeza, no había fracción de su cuerpo en donde no residiera bosquejado, como mínimo, un rasguño o una cuchillada ligera: sus labios rotos, por la deshidratación y los golpes, su lengua descalabrada, sangre había saliendo de ella, sus ojos abultados, su nariz quebrada, sus brazos golpeados, de la misma manera su estómago, piernas arañadas por cortes de cuchillos y ni hablar de sus genitales, ¿cómo podría imaginar que su depravación tendría un precio tan elevado? Tan doloroso… tan cruel… tan merecido…

Desde la distancia, Kenzo observaba a Adalia hablar con Derek, o, dicho de una forma más precisa, a Derek hablar con Adalia, porque no veía que la boca de la muchacha se abriera en ningún instante, o al menos no lo había visto en el tiempo en que permanecía

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