Capítulo 126.

El saber que todo dependía de una bala era la peor de las torturas para la mente angustiada de Adalia, era muy pobre el refuerzo que tenía, pues si esa bala era mal empleada todo se volvería oscuro para ella. Jamás, ni tras su muerte la cual decía anhelar, se perdonaría que su hermana resultara herida a causa de sus imprudencias.

No se atrevía a decir nada, a quejarse en absoluto, sus labios parecían sellados por cemento, solo sentía los impactos que su cuerpo sufría debido a la alta velocidad con la que Derek manejaba el auto, su cuerpo se remeneaba de una esquina para otra, como salmones en una lata a medio llenar. Era evidente que él estaba enfadado, solo que no decía nada. Lo cual era extraño, pues él no era la clase de personas que se tragara su furia, al contrario, la revelaba de las peores maneras habidas.

Como una Cheetah en busca de una Gacela, Derek miraba hacia

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