Capítulo 115.

Kenzo empezó a negar de manera frenética, con la propia energía que solo el miedo podía tener, el pavor que se apoderó de su cuerpo fue tanto que lo llevó a moverse de una manera tan desquiciada que se derrumbó de lado. De pánico se pintaron sus ojos cuando sintió como el primer hombre lo alzó del suelo, acariciando sus brazos de una manera que provocó que su corazón se encogiera. Empezó con fuerza a balbucear blasfemias y oraciones que eran incapaces de ser comprendidas, todo debajo de aquella cinta gris.

—Oh, ¿qué dices? No puedo escucharte. —Se acercó a él y retiró la cinta de sus labios, de un brusco jalón que arrancó un jadeo del herido muchacho—. Vamos, habla.

—¡Ten misericordia de mí! ¡Jamás he hecho mal a nadie!

Aquellas suplicas causaron un eco dentro del Wood.

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