Capítulo 62, El nexo del eclipse
El choque fue brutal. Cuerpos contra cuerpos. Garras contra espadas. Gritos contra gruñidos. Ulva peleaba como una tormenta. Su cabello blanco era un relámpago entre las sombras. Su daga encontraba su camino una y otra vez, cortando, hiriendo, defendiendo. Kaelion luchaba a su lado, sus movimientos precisos, letales. Eran dos danzas entrelazadas: furia y precisión, amor y guerra, pero por cada Engendro que caía, otro surgía. Era una marea interminable. Ulva gruñó, la sangre salpicándole el rostro.

—¡No podemos quedarnos aquí! —gritó Kaelion. Ella lo sabía. El campamento era una trampa mortal si no se movían ya.

—¡Hacia el bosque prohibido! —ordenó Ulva. Los guerreros comenzaron a retroceder en formación, cubriéndose mutuamente. Era una retirada estratégica, no una huida. Ulva cerraba la marcha, su daga manchada, sus músculos ardiendo. Kaelion cubría su flanco izquierdo, su espada un remolino de muerte.

Finalmente, cruzaron el límite del claro, adentrándose en el bosque. Las sombras
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