Diana miro a Amshel. Ambos lucían cansados camino de regreso de su última misión, ya que en los últimos tiempos había sido necesario deshacerse de todos aquellos que entorpecían el camino hacia sus planes, ya fuesen aliados de la fallecida reina, del antiguo Duque de Nolan o de alguno de sus socios comerciales.
Pero aparentemente todo estaba valiendo la pena. La reina Carlota, a espaldas del rey Alexander primero había estado haciendo las modificaciones necesarias para sus planes, trabajo que continuaría Lucas tan pronto como ascendiera al trono como su sucesor, algo que aunque no fuera del agrado de todos, era un futuro inevitable ahora que el príncipe Gabriel había abdicado al trono y que ahora fuera simplemente Gabriel, al igual que Layla al divorciarse de Robert que había dejado de ser la duquesa de Nolan, pasando a ser únicamente Layla, algo que por la expresión de ambos cuando había sucedido, estaban más que felices de que hubiera pasado, celebrándolo tan pronto comoLes doy mil gracias a todos los que me han acompañado hasta este momento en el que culmina finalmente esta pequeña historia que para mi ha sido tan querida y tan amada(Que aunque así haya sido la intención desde un principio de pequeña no tenga nada). Espero sinceramente que ustedes hayan disfrutado tanto leerla como yo disfruté escribirla, y esperemos poder compartir más cosas en el futuro. Éxito!!!
Ella era simplemente hermosa, observarla era como observar una obra de arte, como mirar a la más bella muñeca de porcelana cuya perfección resultaba simplemente imposible. Siempre la prima dona en las funciones de ballet, siempre el primer chelo en las orquestas y siempre la primera de la clase, constantemente inmersa en una encarnizada lucha interna para alcanzar la perfección que sus padres tan inflexiblemente le exigían a cada paso, desesperada por conseguir el mas pequeño atisbo de aprobación por parte de sus progenitores, destrozándose a si mismísima en un inútil intento por alcanzar aquel ideal imposible, un amor que jamás estaría a su alcance.Layla siempre había sido una chica dulce, encantadora, educada y de grácil andar, y aquella timidez innata hacia que resultara aún más hermosa si eso era aún posible. Layla Charlotte Catherine Goldsmith, hija de Asterion Nathaniel Goldsmith, Conde Burgos, y su esposa Raquel Alana Mariel Goldsmith, condesa de Burgos, ambos siemre buscando a
Sentada en la parte trasera del auto se puso cada vez más rígida al tiempo que abandonaban la carretera principal desviándose por un camino lateral y se adentraban en el paisaje boscoso.Notando el cambio de forma inmediata Marcus tomo la mano que ella mantenía firmemente colocada sobre su falda. –Layla, mírame—indico él, pero ella no hizo más que tensarse al lograr observar a lo lejos, sobrepasando las copas de los árboles, la punta de las torres del psiquiátrico y un leve temblor comenzó a apoderarse de su cuerpo –Layla mírame—ordeno con voz contundente, pero al ver que la chica no obedecía la tomo con cuidad pero firmeza por la barbilla, no necesitaba que ella se alterara aún más haciendo movimientos bruscos. Aterrada lo miro a los ojos, la angustia dibujada en cada una de sus bonitas facciones, pero él le sostuvo la mirada y apretó suavemente sus manos –Vas a salir de ahí, nadie volverá a encerrarte
Layla observo a Marcus desde la sombra del lobby del edificio y memorizo sus rasgos temiendo que esa fuera la última oportunidad que tendría de hacerlo, temiendo no volver a verlo, temiendo que todo su tiempo con él hubiera sido un sueño y ahora fuera tiempo de regresar a la pesadilla que era su realidad.Lo miro, y casi quiso llorar, pero no lo haría, no le daría nada más a ese terrible lugar que había terminado de consumirla en el peor momento de su vida, así que se centró en el único que la había mirado, el único que real mente la había visto en toda su vida, y mirando en su interior cuando nadie más lo hizo. Ella trato de memorizar cada uno de sus rasgos, su cabello castaño oscuro ligeramente largo que le llegaba a la nuca peinado hacia atrás con mucho fijador con extremo cuidado y meticulosidad, sus ojos cafés de aspecto frío pero que sabía de primera mano podían ser los más cálidos en el mundo, sus cejas pobladas, su rostro un tanto cuadrado, sus facciones severas, sus
El director se tomó un momento para observar a la joven con evidente desagrado en el semblante.— Todo aquí conocemos su situación actual señora Rosental, y nadie desea disgustarla síganos por favor — indico él autoritario, y ella lo observo con desprecio siguiéndolo cuándo comenzó a caminar hacia el interior del edificio recorrieron los lúgubres pasillos que contaban con una triste iluminación. Sus pasos sonando por todo el lugar haciendo eco de su avance, al menos hasta que llegaron a una puerta que parecía más resistente que el resto.El director la abrió indicándole a Layla que entrara, ella obedeció, y cuando el tomo asiento en el sillón detrás del escritorio ella se sentó en una de las butacas frente a él. Los guardias, aunque un tanto didutativos cerraron la puerta tras ellos dejándolos a solas al tiempo que ellos hacían guardia fuera de la puerta. Ella observo lo que había a su alrededor, analizando todo lo que había en el cómo le habían enseñado en los meses a
El director le había avisado a Layla que su esposo Robert ya había llegado a recogerla, así que se dio un último vistazo en el opaco y desgastado espejo de su pequeña habitación pasándose la mano por el cabello perfectamente peinado en un moño francés para asegurarse de que hasta el último cabello continuara en su lugar, Evangeline, la amable enfermera encargada de su cuidado y supervisión inclusive la había prestado un poco de su labial y el poco maquillaje que cargaba en su bolso para que pudiera arreglarse más minuciosamente.Sin poderse demorar más conociendo perfectamente el carácter volátil y explosivo de su terrible esposo se apresuró hacia la oficina del director siendo escoltado por dos de los gorilas que tenía por guardias, respiro hondo recordándose quién se suponía que era, metiéndose lentamente en la piel de su antiguo yo y en ese momento aquel traje en el que había vivido prácticamente toda su vida parecía quedarle pequeño, asfixiándola y haciéndola sentir incóm
Después de salir de la oficina del director, Robert ni siquiera se volvió a dignar a dirigirle la palabra, se dedicó como siempre a responder mensajes y llamadas hasta que llegaron al palacio de invierno.El palacio de invierno, la residencia predilecta de la reina, era un lugar que parecía haber salido de una parecía haber salido de una pintura. Su arquitectura exquisita de torres y terrazas, de tejados azules y paredes blancas, lleno hasta el hartazgo de ventanas, ventanales y balcones que daban hacia el espectacular jardín del frente adornado con setos, fuentes y rosales cuidados con esmero, todo hasta el último detalle colocado de forma perfecta entre las flores y senderos empedrados, aunque por supuesto dentro de las puertas del palacio las muestras de extravagancia y opulencia no eran menos sorprendentes, con candiles, candelabros de cristal, oro y plata, y pinturas tan antiguas y famosas que valían más que ella misma, alfombras y muebles de la mejor calidad y la más ex
Cuando la reina indicó discretamente que deseaba retirarse y que ese encuentro debía terminarse en los próximos minutos con un gesto sutil, Robert invento una excusa sobre un motivo urgente que debía atender en su oficina y lo excuso ambos para poder irse.La reina acepto amablemente la excusa y les dio el permiso para retirarse, ambos salieron del palacio tan rápido como se podría considerar adecuado, y una vez que regresaron al auto, a solas con el chofer, el silencio se tornó nuevamente como el protagonista ente ambos, pero la sonrisa de suficiencia en el rostro de Robert a ella le resultó bastante inquietante, haciéndola cuestionarse que sería lo que se estaría tramando en aquella retorcida cabecita que tenía su aparentemente perfecto marido, pero aun así negándose a sucumbir ante la angustia que le causaba se dedicó a mirar por la ventana notando que se introducían en la ciudad siendo recibida por los escaparates de lujosas marcas, restaurantes y cafeterías tan exclusivo
Layla le había ordenado a Gabriela comprarle una báscula digital para monitorear su peso y el resto de la semana se la paso ordenándoles a ella y a el resto de personal pedirle al chef privado que Robert tenia de planta las veinticuatro horas del día, cocinarle todo tipo de comida, y ordenando a casi todos los restaurantes de prestigio de la ciudad, a casi a todas horas, en un intento desesperado para que comer y recuperar el peso que había perdido le resultará menos desagradable, y aunque al principio su estómago no lograba retener casi nada devolviéndolo todo al instante en un par de días después empezar comer se hizo más fácil con comidas más pequeñas de alto valor calórico y muchas veces al día. Cuando después de varios días de ese alocado régimen alimenticio y a tan solo un día del regreso de su esposo considero que había logrado rellenarlo suficiente en los lugares correctos y se dio un baño temprano para luego arreglarse cuidadosamente preparándose para salir. Layla se encont