El director se tomó un momento para observar a la joven con evidente desagrado en el semblante.
— Todo aquí conocemos su situación actual señora Rosental, y nadie desea disgustarla síganos por favor — indico él autoritario, y ella lo observo con desprecio siguiéndolo cuándo comenzó a caminar hacia el interior del edificio recorrieron los lúgubres pasillos que contaban con una triste iluminación. Sus pasos sonando por todo el lugar haciendo eco de su avance, al menos hasta que llegaron a una puerta que parecía más resistente que el resto.
El director la abrió indicándole a Layla que entrara, ella obedeció, y cuando el tomo asiento en el sillón detrás del escritorio ella se sentó en una de las butacas frente a él. Los guardias, aunque un tanto didutativos cerraron la puerta tras ellos dejándolos a solas al tiempo que ellos hacían guardia fuera de la puerta. Ella observo lo que había a su alrededor, analizando todo lo que había en el cómo le habían enseñado en los meses anteriores, aunque claro, con el uso de la discreción y el disimulo que tanto la habían hecho practicar en lo que la habían parecido interminables secciones donde al final le preguntaban qué cosas habían en la habitación haciéndola repetir el ejercicio hasta que había perfeccionado el hacerlo sin que nadie notara el escrutinio. Junto a ella había otra butaca, en las paredes diplomas y reconocimientos enmarcados, por su aspecto probablemente empotrados, a su derecha una cómoda con una cafetera encima, sobre el escritorio de él una lámpara, una placa y un soporte para plumas, ambas grabadas con el nombre del director, algunos libros de temas que competían a la profesión del hombre en cuestión. El lugar en si era limpio, simple pero no había nada de demasiada calidad, detrás de él una ventana, pero lo que más le llamó la atención fue la carpeta que él tenía bajo su mano, una carpeta que tenía su nombre grabado, al notar al fin su atención en ella el director asintió y abrió la carpeta al tiempo que se ponía unos lentes para lectura.
— Layla Charlotte Caterine Rosental, duquesa de Nolan... —
— Solo Layla — lo interrumpió ella cortante con voz seria y él la miro desconcertado — Cuando estemos a solas le suplico me llames solo Layla, no soy la señora Rosental, ni la duquesa de Nolan, ni nada parecido — él pareció desaprobar aquel comportamiento, pero asintió.
— Como usted prefiera mi señora — concedió mirándola y tras pensárselo un momento cerró de golpe la carpeta y la miro fijamente a los ojos — Ya que parece ser que mi señora desea querer que seamos claros, permítame serle franco— declaro empujando el expediente permitiendo que se deslizará hacia ella por encima del escritorio— Usted fue ingresada a este hospital psiquiátrico por su esposo con un diagnóstico de un severo cuadro de depresión mayor, ideación suicida y mutismo. Paso por 2 años y medio de tratamiento sin presentar progreso alguno, y hace 6 meses fue sacada de la institución sin autorización de su cónyuge. Y llega el día de hoy pareciendo una mujer nueva, diferente, completamente sana, además del hecho de que su benefactor me exige que le dé el alta hoy mismo y se lo informe a su esposo, ¿Qué clase de mentira quiere que le cuente a su esposo para que se tragué el cuento de que ahora es una mujer sana y lista para regresar a su vida normal? — exigió saber furibundo golpeando el escritorio con ambas manos poniéndose de pie y por la expresión de su rostro parecía que ahora mismo él era el loco.
— Dígale que me ha realizado un tratamiento experimental que ha superado favorablemente sus expectativas. Use un lenguaje tan técnico y elaborado que él gracias a su soberbia y narcisismo sea incapaz de preguntar el más mínimo detalle si llegara a tener algún interés en ello, negándose evidenciar su clara ignorancia con respecto al tema, y en relación a lo repentino de mi recuperación no se lo comenté, ambos sabemos que en todo el tiempo que me he encontrado internada aquí él ni se ha molestado en preguntar por mi estado y mis avances, incluso me sorprendería que usted allá tenido alguna noticia del más allá de él estado de su cuenta financiera. Y siendo francos como usted ha dicho, será más sencillo si no nos molestamos en fingir lo contrario —
El hombre se quedó anonadado ante la respuesta de la chica. Durante toda su estancia en aquella instalación la joven había sido la más dócil de sus internos, no habla claro estaba, y apenas probaba bocado durante las comidas, pero se bañaba, dormía, comía y tomaba sus medicamentos cuando se le indicaba, y siempre se la encontraba en el lugar donde se le había dejado. Si el resto de sus pacientes fueran así su vida sería mucho más fácil, además según algunas revistas que le gustaba leer a su mujer, la chica había sido así básicamente toda su vida. Educada, amable y elegante, era tan perfecta que a veces resultaba aburrida, había bromeado algunas veces su esposa cuando él le pregunto distraídamente por el tema, y verla ahora era como haber estado cuidando de un gato para terminar descubriendo que lo que había criado era un leopardo.
Ante tal impresión el hombre que había pensado intimidarla para hacer que su benefactor se retractara o manipularla para que dejaran a su familia en paz se sentó lentamente en su sillón dejando caer todo su peso al final hundiéndose en su mullido asiento, pero la chica apenas pareció reparar en el gesto o si se dio cuenta fue evidente que no me intereso en lo más mínimo. ¿Qué le habían hecho aquella chica para que cambiará tanto? Aquel pensamiento le pareció un tanto irónico al recordar el día en que llego y se hizo una pregunta similar, aunque finalmente no le dio mayor importancia y fue entonces cuando se cuestionó que si de haberle importado un poco más tal vez entonces sus circunstancias actuales podrían ser diferentes.
— Si todo sale según lo planeado. Su esposo vendrá por usted en la mañana, esta noche y por su seguridad tendremos que regresarla al pabellón donde se encontraba. Y por la noche cerraremos su habitación con llaves para mayor protección —
— Quiero ser yo misma quién guarde la llave, estoy más que harta de que los guardias entren en mi habitación por la noche y se turnen para estar conmigo — indico fría, un tanto distante.
— ¿Cómo has dicho? — cuestiono el director sobresaltado levantándose bruscamente tirando su silla tras él y los guardias alertados por el estruendoso sonido abrieron de inmediato la puerta alarmados por el ruido listos para reducir a la amenaza dándose cuenta de que tanto la joven como el director estaban bien, él director les indico que salieran y cerraron la puerta con un gesto, y aunque dudando sobre lo buena idea que sería el hacerlo, obedecieron. El director consciente de la reacción de la joven le dio la espalda a la chica para agacharse y levantar la silla antes de volver a sentarse en ella, la joven lo miro tranquila esperando que recobrará la compostura con dejo de impaciencia en el semblante — Lo que has dicho es una grave acusación contra mí personal — señaló él, y ella lo miro despectivamente.
— En mi opinión son mucho más graves las desviaciones del personal que ocurren bajo su supervisión, pero en fin es solo una diferencia de opiniones — él molesto se puso de pie rodeando su escritorio hasta llegar a la altura de ella sentándose en la butaca de al lado — Espero por su bien que lo que está diciendo no sé una retorcida forma de vengarse de mí personal — advirtió el director y ella lo miro hastiada.
— ¿Porque debería? algunos han sido verdaderamente amables, el personal de enfermería y algunos miembros de la cocina han sido realmente agradables — replico ella un tanto cínica, lo cual no hizo más que irritarlo — Pero si en realidad quieres saber, debo informarle que gran parte de su personal de seguridad y camilleros les guste introducirse en los cuartos de pacientes cuando el personal de enfermería se encuentra dormido, inclusive los he visto entrar a las duchas sin motivo alguno cuando las internas están bañando, algunos de sus médicos roban medicamentos y los intercambian por placebos, y el personal de lavandería evita lavar y cambiar la ropa de cama de los pacientes si no se encuentre evidentemente sucia, y como olvidarlo, las asistentes médicas en algunas ocasiones agenda erróneamente ciertos tratamientos y no lo dicen a menos que alguien se los cuestione, inclusive cuando algún paciente les desagrada agregan sesiones extras de electroshock a los pacientes, supongo que eso es lo más relevante — declaro ella mirando sus dedos como si enumerara los incidentes. El director apretó la mandíbula y chirrió los dientes.
— ¿Y cómo sabes tú todo eso? —cuestiono y ella finalmente se dignó a mirarlo.
— Porque son muchas las cosas que la gente dice cuando creen que nadie está escuchando, o no creen que la persona que lo hace no representa amenaza alguna para ellos — El apretó sus puños poniéndose de pie y sirviéndose una taza de café bebiendo su contenido de un solo trago, y al darse cuenta que no era suficiente abrió un cajón buscando una botella de cristal y un vaso llenándolo en su totalidad y bebiéndolo de igual forma. Ella observo cada movimiento de lo que a sus ojos era un debate interno desarrollándose en la mente de aquel hombre, hasta que pareció tomar una decisión.
— No puedo darte la llave, sería demasiado sospechoso, pero indicare al personal que te vigilen estrechamente para desanimar a cualquiera de un comportamiento no adecuado — ofreció él, y ella lo miro con aún más desprecio.
— Si alguien entra en mi habitación no pienso contenerme, y haré lo que sea necesario para que nunca le vuelvan a poner la mano encima a una interna — amenazó de ella poniéndose de pie sin esperar la aprobación del hombre encaminándose a la puerta, él asustado intento detenerla, pero antes de que logrará sujetarla por el brazo, ella se giró quedando fuera de su alcance y mirándolo de frente.
— Hablaré con Marcus en cuanto tenga oportunidad, nadie merece sufrir el terrible dolor qué causa la pérdida de un hijo, pero a cambio quiero que se asegure de que nadie abra la boca o muchos inocentes sufrirán — advirtió ella, y él asintió tragando saliva, acto seguido ella salió al pasillo con los guardias y estos diligentemente la guiaron hasta su pabellón.
El director le había avisado a Layla que su esposo Robert ya había llegado a recogerla, así que se dio un último vistazo en el opaco y desgastado espejo de su pequeña habitación pasándose la mano por el cabello perfectamente peinado en un moño francés para asegurarse de que hasta el último cabello continuara en su lugar, Evangeline, la amable enfermera encargada de su cuidado y supervisión inclusive la había prestado un poco de su labial y el poco maquillaje que cargaba en su bolso para que pudiera arreglarse más minuciosamente.Sin poderse demorar más conociendo perfectamente el carácter volátil y explosivo de su terrible esposo se apresuró hacia la oficina del director siendo escoltado por dos de los gorilas que tenía por guardias, respiro hondo recordándose quién se suponía que era, metiéndose lentamente en la piel de su antiguo yo y en ese momento aquel traje en el que había vivido prácticamente toda su vida parecía quedarle pequeño, asfixiándola y haciéndola sentir incóm
Después de salir de la oficina del director, Robert ni siquiera se volvió a dignar a dirigirle la palabra, se dedicó como siempre a responder mensajes y llamadas hasta que llegaron al palacio de invierno.El palacio de invierno, la residencia predilecta de la reina, era un lugar que parecía haber salido de una parecía haber salido de una pintura. Su arquitectura exquisita de torres y terrazas, de tejados azules y paredes blancas, lleno hasta el hartazgo de ventanas, ventanales y balcones que daban hacia el espectacular jardín del frente adornado con setos, fuentes y rosales cuidados con esmero, todo hasta el último detalle colocado de forma perfecta entre las flores y senderos empedrados, aunque por supuesto dentro de las puertas del palacio las muestras de extravagancia y opulencia no eran menos sorprendentes, con candiles, candelabros de cristal, oro y plata, y pinturas tan antiguas y famosas que valían más que ella misma, alfombras y muebles de la mejor calidad y la más ex
Cuando la reina indicó discretamente que deseaba retirarse y que ese encuentro debía terminarse en los próximos minutos con un gesto sutil, Robert invento una excusa sobre un motivo urgente que debía atender en su oficina y lo excuso ambos para poder irse.La reina acepto amablemente la excusa y les dio el permiso para retirarse, ambos salieron del palacio tan rápido como se podría considerar adecuado, y una vez que regresaron al auto, a solas con el chofer, el silencio se tornó nuevamente como el protagonista ente ambos, pero la sonrisa de suficiencia en el rostro de Robert a ella le resultó bastante inquietante, haciéndola cuestionarse que sería lo que se estaría tramando en aquella retorcida cabecita que tenía su aparentemente perfecto marido, pero aun así negándose a sucumbir ante la angustia que le causaba se dedicó a mirar por la ventana notando que se introducían en la ciudad siendo recibida por los escaparates de lujosas marcas, restaurantes y cafeterías tan exclusivo
Layla le había ordenado a Gabriela comprarle una báscula digital para monitorear su peso y el resto de la semana se la paso ordenándoles a ella y a el resto de personal pedirle al chef privado que Robert tenia de planta las veinticuatro horas del día, cocinarle todo tipo de comida, y ordenando a casi todos los restaurantes de prestigio de la ciudad, a casi a todas horas, en un intento desesperado para que comer y recuperar el peso que había perdido le resultará menos desagradable, y aunque al principio su estómago no lograba retener casi nada devolviéndolo todo al instante en un par de días después empezar comer se hizo más fácil con comidas más pequeñas de alto valor calórico y muchas veces al día. Cuando después de varios días de ese alocado régimen alimenticio y a tan solo un día del regreso de su esposo considero que había logrado rellenarlo suficiente en los lugares correctos y se dio un baño temprano para luego arreglarse cuidadosamente preparándose para salir. Layla se encont
Fuera de la habitación se escuchaba el fuerte barbullo causado por los sirvientes que realizaban los preparativos de último momento para la llegada de su esposo después de su largo viaje de trabajo a otra ciudad, y cuando de un momento a otro todo se tornó en un silencio sepulcral, Layla supo que él ya había llegado a la mansión.Sus pasos pesados y furico resonaron en la escalinata de la entrada siguiendo por el piso de mármol pulido de la planta baja y continuando hasta la escalera que conecta con la planta superior.Layla tomo aire preparándose para lo que vendría a continuación e infundiéndose con el coraje y el valor necesario para continuar con todo según lo planeado.Colérico, su esposo abrió la puerta de un golpe haciendo un gran estruendo que resonó por toda la mansión.—¿Porque demonios mi esposa no me ha recibido en la puerta? — bramó iracundo callándose de inmediato al mirarla.Ella sonrío traviesas desde s
Una vez que tanto Layla como Robert estuvieron listos y arreglados concienzudamente para la ocasión, se encaminaron al palacio de invierno para reunirse con la reina y cumplir con la cita a la que se habían comprometido asistir.En un intento desesperado por la monarquía y la prensa Real para así poner fin de una vez por todas al infierno mediático que se había desatado cuando Layla había desaparecido tras la muerte de su primogénito de una forma tan repentina, y a todas las especulaciones y chismes que se habían desarrollado alrededor del escandaloso incidente.De camino al palacio, mientras su chofer conducía diligentemente por la carretera en medio de él insufrible tráfico de la ciudad, Layla había atrapado a su esposo despegando la vista de su teléfono celular para mirarla furtivamente en un par de ocasiones, un hecho insólito, algo que él jamás había sucedido ni siquiera cuando la conoció y aun no se hallaban comprometidos formalmente.Una vez dentro del pa
Su reincorporación a la vida pública fue mucho más fácil de lo que recordaba que hubiera sido cuando asumió el papel de Duquesa de Nolan la primera vez, aunque claro, en esta ocasión ya tenía completo conocimiento de lo que debía hacer además de experiencia en el área, pero de igual forma que cuando se unió a la rama principal de la familia real con todas los deberes y derechos que eso implicaba comenzó acompañando la reina al cumplimiento de sus compromisos reales. Algo que hacían para mantenerla vigilada al tiempo que se aseguraba de que cumpliera adecuadamente sus funciones, enalteciendo la imagen pública de la monarquía.Lleva varios días acompañando a la reina cuando debía asistir a algunos de sus compromisos, mayormente saludando los invitados a los eventos y solo ocasionalmente contestando de manera vaga cuando le cuestionaban sobre estado de que había hecho durante su ausencia, rápidamente cambiando de tema, preguntas que solo algunos osados asistentes se atrevían hac
Tenía apenas un rato que había logrado concentrarse lo suficiente como para poder poner atención a la lectura cuando escucho la puerta de la biblioteca abrirse y sin perder tiempo volvió a colocarse los zapatos de tacón en los pies hinchados sentándose correctamente en su lugar justo a tiempo cuando Ariana rodeaba el librero y llegaba a su lado con un vaso de agua con hielos en una bandeja, un verdadero despropósito en su opinión, pudiendo traerlo directamente en su mano sin tanto riesgo de que cayera destrozándose en pedazos, aunque claro, la joven al igual que todos los que trabajaban en esa casa era tan hábil y diestra que eso nunca había sucedido desde que estaba ahí, y en caso de que sucediera no quería ni imaginarse lo que le haría el exagerado de su esposo y el ama de llaves.Ariana coloco el vaso de agua en la mesa a su lado y Layla le sonrío.–Muchas gracias Ariana, ya puedes retirarte—–Por supuesto mi señora—respondió la joven haciendo una rever