Cap.124

Ella tomo el fino polvo y lo vertió en la tetera, aquello sería suficiente estuvo segura, las deliciosas galletas de almendras que eran el delirio de su golosa suegra, acomodadas cuidadosamente en la bandeja, la verdadera arma a utilizar, un arma que había usado más de una vez con el fin de conseguir sus propios propósitos, y en esos momentos, con el bienestar de sus hijos y su nieto en juego, le pareció de lo más apropiado que fueran precisamente esas galletas quienes fueran las encargadas de lidiar con la soberana, y apenas se detuvo el tiempo necesario para tocar la puerta y esperar su consentimiento para entrar en el estudio privado de la reina, un lugar al que sus sirvientes únicamente tenían permiso de ingresar cuando ella no estuviera para limpiarlo, estando de ahí en más prohibido que nadie ingresara en el sin el expreso consentimiento de la soberana, y siempre en presencia de esta misma.

-Carlota, ¿A que debo el placer de tu visita?-pregunto la soberana con un tono q

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