Sentada en la parte trasera del auto se puso cada vez más rígida al tiempo que abandonaban la carretera principal desviándose por un camino lateral y se adentraban en el paisaje boscoso.
Notando el cambio de forma inmediata Marcus tomo la mano que ella mantenía firmemente colocada sobre su falda.
–Layla, mírame—indico él, pero ella no hizo más que tensarse al lograr observar a lo lejos, sobrepasando las copas de los árboles, la punta de las torres del psiquiátrico y un leve temblor comenzó a apoderarse de su cuerpo –Layla mírame—ordeno con voz contundente, pero al ver que la chica no obedecía la tomo con cuidad pero firmeza por la barbilla, no necesitaba que ella se alterara aún más haciendo movimientos bruscos. Aterrada lo miro a los ojos, la angustia dibujada en cada una de sus bonitas facciones, pero él le sostuvo la mirada y apretó suavemente sus manos –Vas a salir de ahí, nadie volverá a encerrarte, y yo no permitiré que nadie te haga daño, ¿Entiendes?— ella asintió, las lágrimas formándose en aquellos preciosos ojos azules amenazando con derramarse en cualquier momento –Entonces dilo—ordeno él severo y ella se estremeció un poco. Tenía que tener cuidado, apenas habían logrado repárala, pero lo cierto era que si ella no lograba soportar aquello, mucho menos lograría sobrevivir a su esposo y su familia, menos aún lograr ser el arma que tan desesperadamente necesitaba y destruirlos desde adentro. Después de conocerla se sentía un tanto culpable por utilizarla de esa manera, pero dadas las circunstancias ya tampoco podía darse el lujo de que su moral apareciera justo en esos momentos y arruinara todo su trabajo –Repítelo ahora Layla—insistió, pero en esa ocasión ella ya no se sobresaltó.
–Voy a salir, nadie volverá a encerrarme, nadie nunca podrá volver a lastimarme porque no se puede romper lo que ya está roto, yo nos mas Layla Goldsmith, ahora soy el arma definitiva de los Volkán y como su arma daré muerte a sus enemigos y no descansare hasta destruir a los Rosental y dejar su imperio reducido a ruinas—recito de memoria ese mantra que le habían obligado a memorizar y repetir para mantenerse entera. Layla regreso el apretón de la mano de Marcus y él le sonrió para luego inclinarse y besarle la frente.
–Buena chica—él se apartó un poco y la observo, aún seguía demasiado delgada a pesar de los esfuerzo que había hecho para que volviera a comer, pero por lo menos ese tono enfermizo había abandonado su piel, y sus mejillas comenzaban a tomar algo de color además del logro abismal que haya sido conseguir que recuperara algo de peso –Ahora escúchame bien Layla. Lo que estoy a punto de decirte es de vital importancia los próximos meses—explico él, y ella asintió.
–Comprendo Marcus, seguiré tus órdenes diligentemente—prometió ella con voz suave, casi un suspiro, y la culpa lo invadió al recordar que estaría enviando a aquella chica tan frágil sola la boca del lobo. Fue entonces cuando ella llamo su atención posando su delicada mano en la mejilla de él y sonriéndole con indulgencia –Estaré bien Marcus, tú me ensañaste a cuidar de mi misma—lo consoló y eso lo hizo sentirse aún más culpable, aquello era necesario se recordó, jamás debió involucrarse tanto con aquella chica, debió dejar que los demás se encargaran de prepararla, pero desde el momento en el que la conoció quedo completamente cautivado ante aquella muñeca rota que al mundo no le haba importado olvidar. Haciendo un esfuerzo y acopio de todo su autocontrol la miro con determinación.
–Los próximos tres meses no existirá ningún tipo de comunicación entre nosotros, te encontraras completamente sola con ellos y estarás por tu cuenta—ella asintió en comprensión pero sus manos ahora unidas en su regazo le temblaban levemente, el único signo visible del enorme terror que la invadía ante tan catastrófica declaración –Por favor no te angusties, en tu valija de regreso ente tus objetos personales se encuentra tu viejo celular con el que ingresaste, hemos agregado un numero de pánico llamado pastelería magdalena, agrega un uno antes de marcarlo y cuanto contesten pide el canoli de moras. Llama únicamente si tu vida corre un riesgo inminente, de otra forma no llames ya que la línea solo podrá ser usada una vez y por un tiempo no mayor a dos minutos. Por cierto, agregamos un panel oculto dentro de tu caja de música dentro del cual encontraras un pequeño revolver. Ocúltalo con cuidado—
–Por supuesto—confirmo ella, él miro al frente solo unos segundos antes de volver a centrar su atención en ella, ingresarían en las instalaciones del hospital psiquiátrico en cuestión de segundos, debía darse prisa y ser breve.
–Entraras al psiquiátrico y serás reingresada a tu antiguo pabellón, no te preocupes por nada, he pagado muy bien al personal y nadie se atreverá a tocarte, y por supuesto no habrá sesiones de electro shock—aquella declaración precio conseguir que sus tensos hombros se relajaran un poco –Puede que no me sea posible estar ahí adentro contigo, pero pagare a quien sea necesario para mantenerte segura, de eso no tengas duda alguna—aseguro él sujetando sus manos, ella le regalo una media sonrisa un tanto tensa, él lo dejo pasar –Hoy mismo el psiquiatra que te tiene bajo su cargo te dará el alta y llamara a tu esposo para darle la noticia y para que venga a recogerte. Cuando lo haga y si viene el mismo por ti depende de algunas variante que no están bajo nuestro control, pero por políticas de la institución no puede tardar más de una semana en hacerlo—él suspiro ante todo lo que tenía que decir –Layla, lo siguiente es de vital importancia y de ello dependerá el éxito de toda la misión. Será difícil y doloroso, pero yo sé que eres fuerte y lista, y podrás sobreponerte a la situación—ante aquello ella se quedó completamente callada, rígida, ella sabía perfectamente lo que él le pediría a continuación y el solo pensar lo la hacía sentir enferma y tenía la sensación de que vomitaría su desayuno ahí mismo, su tez se tornó amarillenta y él la sostuvo por los hombros –Es necesario Layla, para hacerlos pagar por todo lo que han hecho, por todo lo que nos han quitado—ella tembló nuevamente, pero en esta ocasión no fue el miedo lo que motivo su reacción sino, la ira y la furia incontrolable que albergaba cada vez que recordaba lo que le habían hecho, lo que le habían arrebatado.
–Hare lo que sea necesario para cumplir nuestro objetivo Marcus, aunque deba suplicarle perdón de rodillas—él asintió, aunque era más que evidente que no se sentía complacido por hacerla pronunciar esas palabras, cuando la reja de aquel lugar se abrió ella se miró los pies y se agacho hasta doblarse por la cintura sujetándose la cabeza entre las manos, luego se irguió y lo miro con determinación –Prométeme que pase lo que pase me vas a sacar, aun si todo sale mal y dejo de serte útil—exigió ella con determinación, y él la miro sorprendido.
–Ya te hemos dicho que vas a salir, nadie te mantendrá encerrada Layla—respondió él y ella lo miro molesta.
–No me importa lo que todos han dicho Marcus, quiero que tú me prometas que pase lo que pase yo saldré de este maldito lugar olvidado por dios. Quiero que tú me lo prometas y solo así creeré que es cierto—insistió ella con vehemencia, él asintió notando lo importante que era su respuesta para ella, y de que de ello dependía lo que estaría dispuesta o no a hacer.
–Layla, te prometo que por mi vida que te sacara de aquí pase lo que pase—ella asintió mordiéndose el labio y aguantando las lágrimas, y cuando el auto se detuvo y uno de los guardias abrió la puerta de Layla ella bajo del auto sin vacilar ni un segundo parándose muy derecha y con la barbilla erguida avanzando hacia el interior del lugar antes de que cualquier miembro del personal tuviera tiempo para alcanzarla siquiera.
–Recuerde nuestra tratado director, si ella resulto lastimada de cualquier forma usted y su familia correrán con el mismo destino—advirtió Marcus desde su lugar a través de la puerta abierta, el hombre delgado, desgarbado, de facciones afiladas y varaba de siete días, lo miro con desprecio a través de esos ojos grises, tenía una esposa y dos hijas, al parecer el hombre era verdaderamente honorable y con una gran ética profesional que no dejaría salir a una interna y luego la recibiría antes de dejar salir definitivamente por grande que fuera el soborno, aunque claro, al amar tanto a su esposa e hijas no tenía forma de resistirse ante tal amenaza.
– ¿En cuánto ella salga somos libres?—cuestiono molesto y Marcus sonrió diabólico, el cabello del hombre había encanecido notablemente en los últimos meses.
–Por supuesto, siempre y cuando se asegure de mantener la boca cerrada, claro, usted y todos sus amigos—dijo señalando a los guardias que lo acompañaban.
–Ellos no dirán ni una palabra—aseguro.
–Perfecto, entonces nunca volveremos a vernos—Marcus ignoro al hombre y hecho una última mirada a Layla ahora casi completamente oculta por la sombra dentro del edificio y a él le pareció como si este se la tragara entera, respiro hondo tratando de controlarse y le deseo suerte a la chiquilla –Arranca—ordeno al conductor y el guardia fuera cerró la puerta para así proceder a salir del desagradable lugar.
Layla observo a Marcus desde la sombra del lobby del edificio y memorizo sus rasgos temiendo que esa fuera la última oportunidad que tendría de hacerlo, temiendo no volver a verlo, temiendo que todo su tiempo con él hubiera sido un sueño y ahora fuera tiempo de regresar a la pesadilla que era su realidad.Lo miro, y casi quiso llorar, pero no lo haría, no le daría nada más a ese terrible lugar que había terminado de consumirla en el peor momento de su vida, así que se centró en el único que la había mirado, el único que real mente la había visto en toda su vida, y mirando en su interior cuando nadie más lo hizo. Ella trato de memorizar cada uno de sus rasgos, su cabello castaño oscuro ligeramente largo que le llegaba a la nuca peinado hacia atrás con mucho fijador con extremo cuidado y meticulosidad, sus ojos cafés de aspecto frío pero que sabía de primera mano podían ser los más cálidos en el mundo, sus cejas pobladas, su rostro un tanto cuadrado, sus facciones severas, sus
El director se tomó un momento para observar a la joven con evidente desagrado en el semblante.— Todo aquí conocemos su situación actual señora Rosental, y nadie desea disgustarla síganos por favor — indico él autoritario, y ella lo observo con desprecio siguiéndolo cuándo comenzó a caminar hacia el interior del edificio recorrieron los lúgubres pasillos que contaban con una triste iluminación. Sus pasos sonando por todo el lugar haciendo eco de su avance, al menos hasta que llegaron a una puerta que parecía más resistente que el resto.El director la abrió indicándole a Layla que entrara, ella obedeció, y cuando el tomo asiento en el sillón detrás del escritorio ella se sentó en una de las butacas frente a él. Los guardias, aunque un tanto didutativos cerraron la puerta tras ellos dejándolos a solas al tiempo que ellos hacían guardia fuera de la puerta. Ella observo lo que había a su alrededor, analizando todo lo que había en el cómo le habían enseñado en los meses a
El director le había avisado a Layla que su esposo Robert ya había llegado a recogerla, así que se dio un último vistazo en el opaco y desgastado espejo de su pequeña habitación pasándose la mano por el cabello perfectamente peinado en un moño francés para asegurarse de que hasta el último cabello continuara en su lugar, Evangeline, la amable enfermera encargada de su cuidado y supervisión inclusive la había prestado un poco de su labial y el poco maquillaje que cargaba en su bolso para que pudiera arreglarse más minuciosamente.Sin poderse demorar más conociendo perfectamente el carácter volátil y explosivo de su terrible esposo se apresuró hacia la oficina del director siendo escoltado por dos de los gorilas que tenía por guardias, respiro hondo recordándose quién se suponía que era, metiéndose lentamente en la piel de su antiguo yo y en ese momento aquel traje en el que había vivido prácticamente toda su vida parecía quedarle pequeño, asfixiándola y haciéndola sentir incóm
Después de salir de la oficina del director, Robert ni siquiera se volvió a dignar a dirigirle la palabra, se dedicó como siempre a responder mensajes y llamadas hasta que llegaron al palacio de invierno.El palacio de invierno, la residencia predilecta de la reina, era un lugar que parecía haber salido de una parecía haber salido de una pintura. Su arquitectura exquisita de torres y terrazas, de tejados azules y paredes blancas, lleno hasta el hartazgo de ventanas, ventanales y balcones que daban hacia el espectacular jardín del frente adornado con setos, fuentes y rosales cuidados con esmero, todo hasta el último detalle colocado de forma perfecta entre las flores y senderos empedrados, aunque por supuesto dentro de las puertas del palacio las muestras de extravagancia y opulencia no eran menos sorprendentes, con candiles, candelabros de cristal, oro y plata, y pinturas tan antiguas y famosas que valían más que ella misma, alfombras y muebles de la mejor calidad y la más ex
Cuando la reina indicó discretamente que deseaba retirarse y que ese encuentro debía terminarse en los próximos minutos con un gesto sutil, Robert invento una excusa sobre un motivo urgente que debía atender en su oficina y lo excuso ambos para poder irse.La reina acepto amablemente la excusa y les dio el permiso para retirarse, ambos salieron del palacio tan rápido como se podría considerar adecuado, y una vez que regresaron al auto, a solas con el chofer, el silencio se tornó nuevamente como el protagonista ente ambos, pero la sonrisa de suficiencia en el rostro de Robert a ella le resultó bastante inquietante, haciéndola cuestionarse que sería lo que se estaría tramando en aquella retorcida cabecita que tenía su aparentemente perfecto marido, pero aun así negándose a sucumbir ante la angustia que le causaba se dedicó a mirar por la ventana notando que se introducían en la ciudad siendo recibida por los escaparates de lujosas marcas, restaurantes y cafeterías tan exclusivo
Layla le había ordenado a Gabriela comprarle una báscula digital para monitorear su peso y el resto de la semana se la paso ordenándoles a ella y a el resto de personal pedirle al chef privado que Robert tenia de planta las veinticuatro horas del día, cocinarle todo tipo de comida, y ordenando a casi todos los restaurantes de prestigio de la ciudad, a casi a todas horas, en un intento desesperado para que comer y recuperar el peso que había perdido le resultará menos desagradable, y aunque al principio su estómago no lograba retener casi nada devolviéndolo todo al instante en un par de días después empezar comer se hizo más fácil con comidas más pequeñas de alto valor calórico y muchas veces al día. Cuando después de varios días de ese alocado régimen alimenticio y a tan solo un día del regreso de su esposo considero que había logrado rellenarlo suficiente en los lugares correctos y se dio un baño temprano para luego arreglarse cuidadosamente preparándose para salir. Layla se encont
Fuera de la habitación se escuchaba el fuerte barbullo causado por los sirvientes que realizaban los preparativos de último momento para la llegada de su esposo después de su largo viaje de trabajo a otra ciudad, y cuando de un momento a otro todo se tornó en un silencio sepulcral, Layla supo que él ya había llegado a la mansión.Sus pasos pesados y furico resonaron en la escalinata de la entrada siguiendo por el piso de mármol pulido de la planta baja y continuando hasta la escalera que conecta con la planta superior.Layla tomo aire preparándose para lo que vendría a continuación e infundiéndose con el coraje y el valor necesario para continuar con todo según lo planeado.Colérico, su esposo abrió la puerta de un golpe haciendo un gran estruendo que resonó por toda la mansión.—¿Porque demonios mi esposa no me ha recibido en la puerta? — bramó iracundo callándose de inmediato al mirarla.Ella sonrío traviesas desde s
Una vez que tanto Layla como Robert estuvieron listos y arreglados concienzudamente para la ocasión, se encaminaron al palacio de invierno para reunirse con la reina y cumplir con la cita a la que se habían comprometido asistir.En un intento desesperado por la monarquía y la prensa Real para así poner fin de una vez por todas al infierno mediático que se había desatado cuando Layla había desaparecido tras la muerte de su primogénito de una forma tan repentina, y a todas las especulaciones y chismes que se habían desarrollado alrededor del escandaloso incidente.De camino al palacio, mientras su chofer conducía diligentemente por la carretera en medio de él insufrible tráfico de la ciudad, Layla había atrapado a su esposo despegando la vista de su teléfono celular para mirarla furtivamente en un par de ocasiones, un hecho insólito, algo que él jamás había sucedido ni siquiera cuando la conoció y aun no se hallaban comprometidos formalmente.Una vez dentro del pa